28 de julio 2024
“¡¿Dónde está el objetivo?!, ¡¿Dónde está el objetivo?!”, repetía y vociferaba un grupo de antimotines armados con AK-47, cuando asaltaron la Curia Episcopal de Matagalpa, la madrugada del viernes 19 de agosto de 2022. El objetivo era monseñor Rolando Álvarez, obispo de la diócesis matagalpina y administrador apostólico de la Diócesis de Estelí.
Unos 25 antimotines vestidos de negro ingresaron por el techo e invadieron el palacio episcopal, donde se resguardaba el obispo junto a cuatro sacerdotes y dos seminaristas.
“Todo estaba oscuro dentro de la curia. Sólo se veían los láseres de las akas. Entraron como que nosotros fuéramos una banda de delincuentes”, narró al Grupo de Expertos en Derechos Humanos sobre Nicaragua (GHREN), uno de los sacerdotes que estuvo junto a monseñor Álvarez y posteriormente fue encarcelado y desterrado de Nicaragua.
Hasta ese momento, Álvarez era una de las voces pastorales y proféticas que más se escuchaba dentro y fuera de Nicaragua.
La historia del sacerdote fue publicada por el GHREN en el último informe que presentaron ante el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el 22 de julio de 2024. CONFIDENCIAL reproduce el testimonio del padre, aunque algunas frases fueron modificadas —sin cambiar el significado— para una mejor fluidez narrativa.
Sacerdote: “Nos arrodillaron a todos”
“Estábamos dormidos. Eran como las 3:00 a. m. cuando escuchamos pasos el techo de la curia. Me asomé por el ventanal de vidrio que había en la curia y los miré. Eran los policías vestidos de negro, venían armados con akas, de las más pesadas. Llevaban mazos y tijeras para cortar”, detalló el sacerdote.
“Oímos que pateaban las puertas de las habitaciones. Todo estaba oscuro. Solo se miraban los láser de las akas. Cuando llegaron a donde estaba levanté las manos y dije: ‘Oficial, no pasa nada. Tranquilo, no pasa nada’”, relató.
“Él solo gritaba: ¿Dónde está el objetivo?”, añadió.
“Yo estaba sin zapatos —prosiguió—. Me arrodillaron y me enchacharon por detrás. Después miré que llevaron a monseñor Rolando Álvarez y le hicieron lo mismo, y así al resto de sacerdotes que estábamos esa madrugada con él”.
— “¿Quién es Rolando Álvarez aquí?”, preguntó con voz fuerte uno de los policías.
—“Yo soy”, respondió monseñor Álvarez.
— “Venga para acá. Quítenle las esposas”, ordenó un oficial que andaba de camisa manga larga blanca y pantalón azul grueso.
“Estábamos de rodillas, cuando oímos que se lo llevaban. Monseñor Álvarez alcanzó a decirnos: ‘nos vemos muchachos’ y uno de los sacerdotes le contestó: ‘nos vemos monseñor, Dios lo bendiga’”.
Un oficial que estaba cerca del padre le dijo: — “¿Cuál Dios lo bendiga?, hijueputa”.
Siete horas después del asalto a la Curia Episcopal de Matagalpa, la Policía Nacional informó que el obispo estaba bajo “resguardo domiciliar” en Managua. Mientras, los sacerdotes que lo acompañaban fueron trasladados a la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ), conocida como El Chipote.
Los sacerdotes encarcelados fueron: José Luis Díaz y Sadiel Eugarrios, primer y segundo vicario de la catedral matagalpina de San Pedro, respectivamente; Ramiro Tijerino, rector de la Universidad Juan Pablo II y encargado de la parroquia San Juan Bautista; y Raúl González. Los seminaristas Darvin Leyva y Melkin Sequeira.
Amenazaban con “arrancarles las uñas”
“Fuimos llevados en un bus a la sede de la Dirección de Auxilio Judicial en Managua. Íbamos descalzos y sin camiseta. Durante todo el trayecto fuimos esposados, con las manos detrás del cuello. Nos obligaron a bajar la cabeza y a tenerla entre las piernas. Si alguno se atrevía a levantarla, era golpeado”, contó uno de los sacerdotes encarcelados.
“Cuando llegamos al nuevo Chipote nos desnudaron completamente y nos obligaron a hacer sentadillas. Después nos llevaron a unas celdas preventivas, que medían un metro cuadrado aproximadamente. Allí estuvimos sin ropa”, describió.
“Nos interrogaron varias veces. Uno de nosotros fue interrogado cerca de 40 veces, durante 20 o 25 días. Aún cuando ya había iniciado el juicio seguían interrogándonos”, subrayó.
“Todas las preguntas —continuó— estaban relacionadas con monseñor Rolando Álvarez y una supuesta recepción de dinero del exterior para desestabilizar al Gobierno. También, de una supuesta célula terrorista”.
“Algunos interrogatorios eran en la madrugada. A veces con pocas horas de diferencia. Las salas donde nos interrogaban estaban frías porque tenían siempre prendido el aire acondicionado”, dijo.
“A algunos nos amenazaron con arrancarnos las uñas y meternos agujas en las manos. Nos daban detalles sobre nuestras familias, quiénes eran, qué hacían. Y nos amenazaban con hacerles daño”, describió el religioso.
“Algunos sacerdotes pasaron varias semanas en aislamiento. Las celdas tenían una luz artificial prendida las 24 horas del día. Eran unas luces que te enfocaban en los ojos. Para poder dormir lo que hacía es que me quitaba el bóxer y me quedaba con el pantalón azul y el bóxer me lo ponía en los ojos para no mirar a luz’”, confesó el sacerdote.
GHREN: Fueron “actos deliberados”
Los cuatro sacerdotes fueron condenados a diez años de prisión. Todos fueron excarcelados, desnacionalizados y expulsados a Estados Unidos, el 9 de febrero de 2023.
Monseñor Álvarez estuvo en arresto domiciliario durante cinco meses y luego trasladado a la cárcel “La Modelo”, donde permaneció once meses, hasta que fue desterrado al Vaticano en enero de 2024.
La investigación del GHREN señaló que, durante el tiempo en prisión, los sacerdotes no tuvieron acceso a biblias y no se les permitía orar en voz alta, por lo que el Grupo concluyó “que, en algunos casos, dichos tratos alcanzaron el umbral de la tortura, debido a su combinación, carácter prolongado, la presencia de otros factores estresantes o vulnerabilidades y los graves daños psicológicos y físicos que provocaron sobre las víctimas”.
Asimismo, observaron que los actos u omisiones cometidos por agentes policiales y carcelarios fueron “actos deliberados”, y se llevaron a cabo con la intención de imponer a los miembros de la Iglesia católica y otras confesiones cristianas, y opositoras, “dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales”.
Señalaron, además, que actuaron así con el propósito de “obtener información, castigar, intimidar o coaccionar a las víctimas, o de discriminarlas por ser percibidas como opositoras al Gobierno”.
“No es persecución religiosa, sino política”
“No es una persecución religiosa, sino es una persecución por motivos políticos porque hubo una estrategia elaborada desde el Estado, desde su más alto nivel, instrumentalizando poderes del Estado”, afirmó la abogada uruguaya, Ariela Peralta, miembro del GHREN.
“Y hay un motivo de estrategia política para callar cualquier voz disidente o cualquier foco o poder que pueda movilizar a la población”, dijo Peralta en una entrevista con el programa Esta Semana.
La investigación de los expertos confirma que los discursos de odio emitidos por Daniel Ortega y Rosario Murillo “constituyen incitación al odio y la violencia” que implican un riesgo a la integridad personal.
“Muchas personas han tenido que huir de Nicaragua por eso. Voy a poner un ejemplo de un sacerdote que había dado varias misas y que cuando sale ve carteles enfrente donde dicen ‘sacerdote terrorista’, ‘golpista’, etcétera y esa persona decide salir del país”, explicó.
La entrevista completa con Ariela Peralta se transmitirá este domingo 28 de julio de 2024, a través de nuestro canal de YouTube: Confidencial Nica.