13 de noviembre 2022
Cinthya Benavides fue obligada a salir de su país, Nicaragua. El acoso policial en su vivienda, las amenazas contra su integridad física y una detención inminente fueron suficientes para dejar todo en su natal Chinandega. La joven de 27 años es uno de los 34 miembros de la Alianza Universitaria Nicaragüense (AUN), que se han exiliado por el agravamiento de la persecución política del régimen orteguista en los últimos dos años.
“Es diferente emigrar por una necesidad económica, porque tenés un familiar acá que te va a recibir. Es diferente a tener que exiliarse porque tenés que resguardar tu vida ante todo”, dice Benavides desde Estados Unidos, a donde llegó después de once días de caminar por veredas para entregarse a las autoridades migratorias.
AUN aglutina a unos 1200 jóvenes y es parte de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, una de las organizaciones opositoras nicaragüenses. Benavides, líder territorial, señala que el acoso policial fue escalando desde 2021, cuando Daniel Ortega ordenó la cacería de unos 40 líderes sociales, políticos y gremiales, incluidos Lesther Alemán y Max Jerez.
Durante los recorridos de los jóvenes en los departamentos del país, eran sometidos a retenes policiales. Los detenían por horas y revisaban exhaustivamente; las reuniones eran asediadas y en el caso específico de Benavides, su casa fue pintada con insultos. Su cuenta de TikTok, a través de la que cuestionaba los abusos de poder del régimen y sensibilizaba sobre la importancia de la salud mental, fue saboteada.
Empezó a recibir amenazas de muerte a través de llamadas, en las que la insultaban de “vende patria” y “golpista”, y finalmente, le dijeron que podría ser detenida, por lo que se resguardó por un tiempo hasta que salió del país. “Estuve escondida por dos semanas, no salía ni a la venta”, relata la joven.
Benavides se sumó a las “excursiones” de centenares de migrantes nicaragüenses que aspiran llegar a Estados Unidos para mejorar su calidad de vida, tras cuatro años de crisis sociopolítica, agravada por el estado policial de facto y el desempleo. “Mi sueño era vivir en una Nicaragua en desarrollo, vivir en una Nicaragua con democracia”, lamenta Benavides desde su exilio.
“Yo tenía muchísimo miedo -respecto al viaje-, pero no se comparaba con imaginarme estar presa”, subraya. El 12 de octubre partió. Vivió días en los que no comió ni bebió nada. “Hubo un momento en que el aliento no te da para más”, rememora. Se entregó el 23 de octubre reciente y la enviaron a una cárcel en San Diego, California, donde estuvo dos días.
Desde el exilio participa activamente en foros internacionales denunciando los abusos de la dictadura Ortega-Murillo, como el reciente encarcelamiento de Mildred Rayo y Miguel Flores, miembros de la organización juvenil opositora.
AUN señala que de los 34 integrantes en el exilio, la mayoría salió en 2021, tras la escalada represiva en el contexto electoral, y cerca de 12 han abandonado el país durante 2022. “Se han exiliado por razones políticas, debido a la persecución, amenazas y falta de oportunidades para los jóvenes en el país, muchos de ellos ejercían la coordinaciones departamentales y municipales”, señaló una fuente de la organización.
En Nicaragua aún permanecen la mayoría de sus miembros, pero con un “bajo perfil, con la esperanza de salir de este régimen”, indicó. Para Benavides no debe haber diferencias entre quienes deciden irse y quienes se quedan, ya que ambas situaciones implican sobrevivencia y resistencia.
De Waslala a Estados Unidos
Jerry Urbina es otro de los 34 jóvenes de AUN exiliados. Se despidió de su familia el 5 de enero de 2022. Realizó el recorrido desde Nicaragua hacia Estados Unidos de forma irregular, porque una fuente le aseguró que tenía restricción migratoria. El joven, quien se desempeñaba como secretario departamental de la Alianza Cívica en Matagalpa, se convirtió en un rostro visible dentro de la oposición, provocando más acoso policial y amenazas de cárcel por parte del régimen de Daniel Ortega.
El 5 de julio de 2020, un contingente de 20 antimotines allanaron su casa, en Waslala, de donde es originario; lo acusaban supuestamente de repartir dinero y armas entre la oposición en Matagalpa. También le confiscaron un billar. El hostigamiento siguió escalando. Urbina, de 24 años, decidió salir del país después que Ortega aniquiló cualquier solución pacífica a la crisis sociopolítica, al sostener la farsa electoral que le garantizó mantenerse en el poder por un nuevo periodo.
La última agresión en contra de Urbina ocurrió el 17 de diciembre, cuando unos hombres a bordo de una camioneta lo siguieron, pero escapó. Al llegar a Estados Unidos enfrentó el proceso de solicitud de asilo desde prisión, donde permaneció seis meses.
Emocionalmente ha sido duro, se sincera. “Es muy distinto decir me voy porque voy a buscar cómo trabajar, a decir me voy porque me pueden matar”. Para Urbina hay dos tipos de migrantes, quienes salen por mejores oportunidades laborales y otros como él, “que tenemos que decidir entre irnos o quedarnos con el riesgo de ir presos o morir”.
Tanto Benavides como Urbina continúan denunciando internacionalmente los atropellos cometidos por Ortega, que ha generado un éxodo sin precedentes, siendo uno de los principales afectados, los jóvenes. Por esa razón, AUN ha lanzado la campaña “Esperanza sin fronteras”, para visibilizar el impacto que la migración está teniendo en la juventud nicaragüense.
“El dolor que significa despedirse de una madre, hermano o amigo también se convierte en la esperanza de una vida digna, metas cumplidas y sueños alcanzados”, subrayan.