22 de octubre 2019
La idea de que Nicaragua es un país democrático, disminuyó significativamente después de la represión a las protestas cívicas que surgieron en abril de 2018 y hasta la fecha exigen un cambio de Gobierno para restablecer los derechos y libertades públicas, segun el informe de opinión pública latinoamericano conocido como Barómetro de la Democracia de Las Américas, que la Universidad de Vanderbilt, en Estados Unidos realiza en veinte países de la región.
El politólogo salvadoreño, José Miguel Cruz, profesor e investigador de la Universidad Internacional de la Florida (FIU), consultor del Barómetro de la Democracia de Las Américas, explica que la opinión pública a favor de la gestión de los Ortega Murillo se redujo aproximadamente en un 20 por ciento, en comparación con los datos obtenidos de 2016, cuando un 51 por ciento de la población estaba satisfecha, mientras se mantiene un clamor generalizado contra la corrupción y la inseguridad.
José Miguel Cruz analiza los resultados del Barómetro de la Democracia de Las Américas en esta entrevista con el programa Esta Semana.
¿Cómo se proyecta la evaluación de la democracia en Nicaragua en estos últimos dos años?
Lo que ha sucedido es que las opiniones que hablan del apoyo a la democracia se han deteriorado, se han caído. Los nicaragüenses apoyan menos, o piensan que hay menos democracia en Nicaragua ahora que en el pasado, y a pesar de que cuando se compara a Nicaragua con otros países, aparentemente Nicaragua está como a niveles medios, más o menos como un cincuenta y uno por ciento. En realidad, cuando se ve con años anteriores eso ha bajado con respecto a la última medición en el 2016.
Las protestas que se generaron en abril, que han sido calificadas como un golpe de Estado por el régimen, ¿tienen un impacto en este debate sobre la democracia en Nicaragua?
Sí, hay un impacto. Hay un cambio muy claro en las opiniones. Esa idea de que Nicaragua es una democracia ha caído de manera significativa; y la confianza en las instituciones también han caído.
¿Cómo se evalúan los niveles de tolerancia o intolerancia que tienen los nicaragüenses para coexistir con un régimen autoritario o con una situación de corrupción?
Hay una impresión de que la corrupción en los funcionarios públicos es generalizada. Sin embargo, hay todavía un sector importante de la población que defiende al régimen. Es un sector que se mueve entre el veinticinco y el treinta por ciento; pero aquellos que están insatisfechos con el régimen lo expresan más claramente y aparecen ahora como mayoría.
Esa mayoría política que no tienen una adscripción partidaria o asociada a una organización, ¿cómo se expresa en la encuesta?
Se manifiesta especialmente como falta de confianza en las instituciones. Lo que más claro se ve es que la confianza en las instituciones públicas, que ya era relativamente baja — como la Asamblea y el sistema de justicia—, ha caído más. Incluso, en el tema del Presidente ha caído mucho más. Yo recuerdo, en la última encuesta realizada en Nicaragua, en el 2016, el presidente salía con, aproximadamente, cincuenta y tanto por ciento de aprobación. En esta encuesta, el presidente sale con 34 o 35 por ciento de desaprobación, o sea, que hubo un veinte por ciento de reducción en la aprobación a la gestión.
Hasta hace poco el Gobierno de Nicaragua se proyectaba como promotor de seguridad ciudadana, de lucha contra el narcotráfico; pero después de abril 2018, se han organizado grupos paramilitares promovidos por el mismo Gobierno. Entonces, ¿cómo se percibe hoy Nicaragua en la región, desde el punto de vista de la seguridad?
Nicaragua aparece con niveles altos de inseguridad, producidos por grupos vinculados y controlados por el Gobierno mismo, que es una diferencia importante con lo que sucede con otros países en donde las pandillas y las maras no están necesariamente vinculadas a los Gobiernos, y son los que infunden terror en la población.
Las cosas más evidentes en la encuesta es que la mayoría de gente dijo, por ejemplo, que tienen que pensar las cosas antes de discutirlas públicamente porque no sabe con quién se está hablando cuando se habla, entonces hay que ser muy cuidadosos con cómo se expresan las opiniones políticas.
Transiciones democráticas en crisis
Además de la crisis del régimen de Ortega, hay turbulencias políticas en la región, en Guatemala y El Salvador, ¿se han agotado las transiciones democráticas de Centroamérica que despegaron en los años noventa?
Yo creo que hay un cansancio con respecto a la falta de respuestas de las instituciones sobre las demandas de la población. Y eso ha empujado a muchos ciudadanos en la región, por ejemplo, en el caso salvadoreño a votar por un populista; en el caso de Honduras, a que un régimen autoritario de derecha se mantenga en el poder, a pesar de tener ciertos vínculos con el narcotráfico.
Creo que lo esto muestra es una crisis generalizada de los políticos electorales, seudodemocráticos, para responder a las demandas de la población. Sin embargo, mucha gente sigue pensando que la democracia es la mejor opción de gobierno; el problema es que eso es menor ahora de lo que era hace algunos años cuando la gente tenía más expectativas sobre el desempeño de la democracia.
¿Cómo se ve en este momento la crisis de Nicaragua y el impacto que puede tener su prolongación o su solución en el resto de la región?
Hay un impacto en términos del ambiente de suscripción a los procedimientos democráticos. Cierto, la democracia está aparentemente en crisis en la región, y Nicaragua es un ejemplo más.
Lamentablemente, las señales que muchas veces se reciben de otros países no parecen apoyar la idea de una restauración hacia un régimen democrático en Nicaragua.
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Una de las cosas que muestra la última encuesta de la (LAPOP), en el caso nicaragüense, es que la gran mayoría de ciudadanos ahora piensan que hay una profunda crisis económica en Nicaragua, y que la crisis va a aumentar, con lo cual los niveles de pobreza, los niveles de angustia social van a incrementar, y eso va a empujar a mucha gente a migrar o a otras respuestas de que no son en beneficio de los nicaragüenses mismos.
¿Qué puede aprender Nicaragua de otros países de la región que han hecho intentos por avanzar simultáneamente en la democracia y en la justicia? Por ejemplo, la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (Cicig) o la Misión de Apoyo Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (Maccih)?
Antes de llegar a discutir la posibilidad de una Cicig o una Maccih para Nicaragua, es muy importante que cuando suceda la transición y las reformas para alcanzar la democracia, los viejos operadores del régimen sean separados de cualquier posición de poder. Si ellos no son separados, Nicaragua va a seguir enfrentando el flagelo de autoritarismo del pasado que se va a seguir imponiendo, que va a querer negar el Estado de derecho, y en ese punto es donde organismos como la Cicig, como la Maccih, pueden jugar un papel para asegurar que todos estos elementos del antiguo régimen sean separados de posiciones de poder.
En el caso de tu país, ¿se puede vislumbrar hacia dónde va El Salvador con Nayib Bukele?
A este momento no. Hay signos muy preocupantes porque ha mostrado ciertos rasgos autoritarios, bypaseando las instituciones democráticas del país, un poco al estilo de Trump en Estados Unidos, con la diferencia que en El Salvador y en Centroamérica las instituciones son más débiles. Por lo tanto, es muy importante que las fuerzas políticas y, sobre todo, las instituciones de El Salvador, puedan ejercer su trabajo de chequear el trabajo de la Presidencia y lo que hace el presidente, Nayib Bukele.