23 de agosto 2018
Uno de los encapuchados sujetó su brazo. Otro apuntó hacia su cabeza con un AK 47. Inmovilizado, el adolescente de 14 años, no tuvo otra opción que soportar el dolor que una aguja hipodérmica causaba cuando otro sujeto dibujaba lentamente las siglas del FSLN en su antebrazo. Los hombres que cubrían su cara con pasamontañas “eran diez oficiales de la DOEP (Dirección de Operaciones Especiales de la Policía)”, identificó el muchacho.
Los oficiales continuaron con la tortura: “limpiaron” el “tatuaje” con limón y vinagre. “Esto es lo que le pasa a los sapos”, le dijo uno de los agentes al adolescente a quien llamaremos Juan para proteger su identidad. “Andate, y si decís algo te matamos a vos y tu familia”, replicó otro, con acento cubano. El muchacho abandonó el lugar y se marchó a su colegio pensando en que si delataba a sus agresores, la vida de su madre, y de su hermana, podría estar en riesgo.
Juan cursa primer año de secundaria en un instituto público de Managua. Desde que el Gobierno dio la orden al Ministerio de Educación de reanudar las clases, el adolescente tuvo que tolerar el acoso que los oficiales de la DOEP hacían cada vez que él pasaba frente a la delegación policial del Distrito Cinco de la capital.
Los encapuchados detuvieron varias veces a Juan. La última, antes del incidente con la aguja hipodérmica, fue la semana pasada. Le exigieron que se quitara una gorra azul y blanco que regularmente usaba para cubrirse del sol.
“Yo les dije que la gorra no tenía nada que ver con las protestas, porque es de un equipo de baloncesto de la NBA. El policía me dijo ‘quitátela chavalo jodido’. Le contesté que no tenía nada que ver con ningún partido político. ‘Que te la quités’, me dijo. Y ni modo, me la tuve que quitar”, relató Juan.
El pasado martes 21 de agosto, a las doce del mediodía, Juan se dirigía como de costumbre a su colegio. Cuando iba pasando por la delegación policial del Distrito Cinco, uno de los oficiales de la DOEP lo agarró y lo llevó hasta un kiosko contiguo a la estación. En ese lugar, ocurrió la tortura. En ese sitio, rayaron su brazo con la aguja.
“Me dijeron que si decía algo me iban a matar, que sabían donde trabajaba mi hermana. Me preguntaron si conocía a Lesther Alemán. Yo les dije que no y aunque lo conociera no les iba a decir nada. Me pegaron dos patadas y había uno con acento cubano. Me dijo que me fuera normal sino me iban a matar, que no le dijera a nadie. Estaban encapuchados, me dijeron que patrullaban mi casa las 24 horas, que ya sabían donde vivía, quiénes eran mis familiares”, relató el adolescente en la Comisión Permanente de los Derechos Humanos (CPDH).
Juan salió del lugar aterrado. Luego sintió mucho enojo. “Me tomaron fotos del rostro. Y me puse a pensar en lo que le podían hacer a mi familia si yo hablaba”, afirmó.
"Nada está normal"
La madre de Juan, quien pidió que no se divulgara su nombre por temor a represalias, se dio cuenta de la tortura que cometieron los oficiales de la DOEP, cuando llegó al colegio de su hijo, a eso de las 3:30 de la tarde, del mismo martes 21 de agosto.
“Pedí permiso en el trabajo para llegar a traerlo, porque en otras ocasiones él me había contado que lo habían detenido (los oficiales). Cuando salimos del colegio él me mostró la mano y me relató todo”, aseguró la mamá del estudiante.
Agregó sentirse indignada, con ganas de llorar, y hasta de pasar por la Policía reclamando a los oficiales, pero no lo hizo ante la insistencia de su hijo.
“Yo quiero decirle a todos los padres de familia, que hemos estado enviando a nuestros hijos, que nada esta normal cuando a nuestros hijos les están violando su derecho, los torturan o les dicen que no digan nada. Me siento con derecho de decir a los padres que hablen con sus hijos, pues podrían estarles haciendo lo mismo que a mi hijo y no se dan cuenta”, aconsejó.
Insistió en que la comunicación con su hijo fue fundamental para que este le pudiera revelar la tortura por la que los oficiales de la DOEP le hicieron pasar. También aseguró que si algo le llegaba a pasar a ella, su hijo o demás familiares, los únicos responsables serían el Gobierno de Daniel Ortega y la Policía Nacional.
Un hecho repudiable
Al respecto Marcos Carmona, director de la CPDH, expresó que este es un hecho repudiable y demuestra una vez más las violaciones absolutas que existen en el país, en donde no se respetan los derechos de los niños, adolescentes y el pueblo en general.
“Recordemos que la niñez y la adolescencia debe de gozar de la protección del Estado y la misma sociedad, pero vemos los niveles de violencia de la Policía en contra de nuestros jóvenes. No se conforman con apresarlos. Vemos como están cometiendo estos actos de torturas que son inhumanos y degradantes. Pareciera que estamos en la época de esclavitud con este Gobierno”, manifestó Carmona.
El director de la CPDH explicó que la tortura sufrida por Juan demuestra el adoctrinamiento que tiene la Policía hacia el partido de Gobierno, pues no protege ni garantiza los derechos humanos del pueblo, sino que responden a las órdenes de presidencia.
“Es reprochable, condenable, inhumano, que le hayan puesto estas letras (FSLN), que han representado luto y dolor para el pueblo de Nicaragua. Estas lesiones que le han generado a este joven, nosotros la vamos a documentar y a denunciar”, continuó el director de la CPDH.
Carmona afirmó que presentarán una denuncia a la Dirección de Asuntos Internos de la Policía Nacional, y si la institución no responde, darán acompañamiento al adolescente y su familia, para acusarlos “criminalmente a estos delincuentes, pues esta situación no puede suceder en este país”.