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Nicaragua, “el paraíso” incendiado que buscan miles de cubanos

La salida sin visado desde Cuba hacia Nicaragua activa una nueva ruta migratoria, que podría resultar en otra ola de migrantes buscando Estados Unidos

La salida sin visado desde Cuba hacia Nicaragua activa una ruta migratoria

Colaboración Confidencial

Connectas/Nicaragua Investiga

14 de enero 2022

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A casi dos meses del anuncio del libre visado para el ingreso de cubanos a territorio nicaragüense, son pocos los que se han beneficiado con la decisión del régimen de Daniel Ortega que alimentó las esperanzas de muchos de abandonar la isla; ya sea para establecerse en suelo nicaragüense o para acortar la ruta hacia el sueño americano de llegar a Estados Unidos.

El líder sandinista, que acaba de asumir su cuarto mandato presidencial  consecutivo aislado internacionalmente por la falta de legitimidad democrática y la dura represión a sus opositores, adoptó esa decisión el 22 de noviembre pasado en forma sorpresiva. Esto alimentó las sospechas de quienes ven en su política de apertura hacia la inmigración cubana una manera de ayudar a su colega Miguel Díaz Canel, como una válvula de escape de la olla a presión que han generado en Cuba los ciudadanos que vienen manifestando su hartazgo ante la dictadura castrista.

Aunque la medida se conoció hace dos meses, fue solo hasta este 12 de enero que se reanudaron los vuelos directos entre Cuba y Nicaragua, que habían sido cerrados por la pandemia. Después de una angustiante espera para muchos isleños, Aruba Airlines comenzó a cubrir la ruta La Habana-Managua, aunque se desconoce la frecuencia con la que operará.


Hasta ahora, las únicas líneas aéreas que ofrecían la posibilidad de hacer el viaje eran la panameña Copa, que solo cubre la ruta directa entre La Habana y Panamá, y la colombiana Wingo, que vuela desde la capital cubana a Bogotá. Esto obliga a los viajeros a comprar otro boleto para completar el viaje a Managua, situación que según activistas cubanos eleva el costo del viaje a unos dos mil dólares.

Pese al alto precio, a diario se observan frente a la Embajada de Panamá y el Consulado de Colombia filas de personas en busca de completar los requisitos para viajar a esos países, para desde allí volar a Nicaragua. “Ellos venden lo que tienen o piden ayuda a sus familiares que viven en el exterior para pagar el boleto”, dijo el activista cubano Antonio Rodiles para este reportaje de Nicaragua Investiga y CONNECTAS.

La posibilidad de viajar a través de la venezolana Conviasa, que ofrece vuelos directos entre La Habana y Managua a un costo de entre quinientos y mil dólares, se ha vuelto una pesadilla. Muchos cubanos tienen boletos comprados desde antes de que estos se suspendieran por la pandemia y aún no han podido viajar.

Y mientras esa postergada ruta empezó a cubrirla Aruba Airlines, también de bandera venezolana, miles de cubanos siguen a la espera de un vuelo para cumplir el “sueño nicaragüense”, un síntoma de la improvisación y los dolores de cabeza surgidos de la decisión de Ortega de levantar el visado. Para muchos analistas, el objetivo del líder sandinista es retribuir la contribución del Gobierno cubano con las vacunas para su país. Otros ven allí una forma de presionar a Washington con un arma tan cruenta como atípica: el éxodo de caravanas migrantes buscando la frontera norte.

En cualquier caso, la nueva ruta La Habana-Managua parece pronosticar un capítulo adicional en las cada vez más recurrentes crisis migrantes en Centroamérica y el viacrucis de cubanos buscando salir de la isla, en busca de un paraíso que no siempre los recibe con los brazos abiertos.

Del sueño nicaragüense al sueño americano

Para Rodiles, la inusual apertura de la política migratoria nicaragüense podría estimular un nuevo éxodo masivo similar al del Mariel en 1980, que permitió que más de 100 000 cubanos llegaran masivamente hasta Miami; aunque en esta ocasión las circunstancias son distintas y la travesía no es directa, sino a través de Nicaragua.

“El objetivo principal es que haya una salida masiva de personas y no solo de opositores, porque a los opositores ellos los están sacando o permitiendo salir a un tercer país. Pero en el caso de Nicaragua será en cantidades mayores porque el régimen ha convertido eso en un negocio. Porque primero salen las personas, se van a Estados Unidos, se establecen allá  y pronto están mandando remesas a sus familiares. Así que este es un mecanismo que además de disminuir la presión interna, sirve de subsistencia para el propio régimen cubano”, asegura el analista cubano radicado en La Habana.

El aeropuerto Augusto C. Sandino de Managua es el destino con el que sueñan hoy muchos cubanos. Foto: Nicaragua Investiga

Tomando en cuenta que el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador también funciona como aliado de Cuba (o al menos no condena sus abusos en materia de derechos humanos, como la mayoría de la comunidad internacional), Rodiles asegura que la dictadura de Miguel Díaz Canel podría facilitar la movilización de cientos de cubanos hacia la frontera sur de Estados Unidos para exacerbar la crisis migratoria que han provocado las caravanas de migrantes; para luego forzar alguna negociación con Washington que propicie la suspensión de las sanciones que ese país ha impuesto al régimen castrista.

Rodiles incluso considera que esta complicidad de Nicaragua con Cuba podría ser en respuesta a la política exterior del presidente estadounidense Joe Biden, quien no retomó la apertura que inició Barack Obama durante su mandato. Además, como recordó Rodiles, los conflictos migratorios entre Cuba y Estados Unidos siempre se han registrado durante administraciones demócratas.

Claudia fue una de las que compró un boleto en Cuba para viajar a Nicaragua y todavía no pudo hacerlo por la suspensión de los vuelos de Conviasa. Su meta: salir de la isla para explorar otro país que le ofrezca una mejor calidad de vida. Según declaró para este reportaje en La Habana, pretende aprovechar el libre visado que permite el régimen de Daniel Ortega desde noviembre. Pero no acaban ahí sus aspiraciones: quiere trabajar en Nicaragua, así sea por un tiempo, y enviar remesas a sus familiares. “Tengo un niño”, revela y confiesa: “No lo puedo dejar solo”.

Con un trabajo en su nuevo destino nicaragüense podría dar sustento a su familia, que en Cuba queda a merced de una dura realidad. “Es un país muy bonito”, dice al escuchar los comentarios de otros cubanos que han viajado a Nicaragua antes de que se pusiera en vigencia la medida dispuesta por el régimen de Ortega.

Claudia vive en Camagüey, una ciudad situada en el centro-este de Cuba. Ella es una entre muchos otros cubanos que han puesto sus miras en Nicaragua. Como casi todos, tiene temor de dar muchos detalles de sus expectativas de viaje y es prudente al conversar sobre este tema.

Nicaragua no es un destino nuevo para los cubanos. Muchos se han instalado allí como parte de la diáspora de los últimos años. En medio del silencio que prefieren mantener sobre sus motivos para salir de la isla, la mayoría reconoce que su objetivo principal es migrar a Estados Unidos, lo que resulta complicado porque no suelen contar con los recursos necesarios para semejante travesía. “Muchas personas usan esa vía arriesgando sus vidas al cruzar, pero no es mi intención hacerlo”, apunta Claudia para justificar su decisión de volar a Nicaragua.

Para muchos cubanos, Nicaragua puede ser un “puente” rumbo al sueño americano. Foto: Presidencia

Durante varios días, periodistas de Nicaragua Investiga y CONNECTAS se contactaron con cubanos en La Habana y con otros en Nicaragua. La mayoría prefirió no dar declaraciones por temor a represalias de los Gobiernos de Díaz Canel y Ortega. Uno de ellos aseguró, con cierta inquietud: “El que les hable está loco”.

Sin embargo, no son pocos los cubanos que vienen manifestando desde fines de noviembre en las redes sociales sus intenciones de llegar a Managua, como parte de un largo trayecto que los podría llevar hasta Estados Unidos a través de la frontera con México.

Un ciudadano cubano que reside en Nicaragua comentó que, poco después de darse a conocer la decisión de otorgar el libre visado a los habitantes de la isla, él recibió una buena cantidad de llamadas preguntando “cómo son las cosas aquí en Nicaragua, ya sea para quedarse, para venir a comprar o para seguir recto” a Estados Unidos.

Añadió una visión en la que coinciden otros: “Nicaragua se va a volver una válvula de escape para la olla de presión (que es Cuba)”. Mencionó que en el ambiente alrededor de esta decisión permea la desinformación y la especulación. “Yo les digo que se vayan para el norte porque aquí es muy difícil encontrar trabajo”, aconseja.

Una válvula de escape

“Los cubanos que vienen es para volar; aquí no esperan ni dos días porque saben que esto es como una válvula de escape y en cualquier momento la van a cerrar”. Quien habla es un ciudadano cubano que vive hace tiempo en Nicaragua. Él y otros isleños que temporalmente se encuentran asentados en el país tienen un objetivo inmediato en común: una mejor calidad de vida. Y a su vez, huir de la continuidad de la dictadura castrista que hoy encabeza Miguel Díaz-Canel. “Eso nos está ahogando y necesitamos ser libres”, dijo escuetamente otro entrevistado, siempre desde el anonimato.

“La migración ha sido utilizada siempre como factor de alivio a la presión interna [del régimen cubano]”, señala Laritza Diversent, abogada, directora y fundadora del centro de asesoría legal Cubalex, que defiende los derechos humanos de los cubanos y aboga por una reforma jurídica en la isla. Diversent considera que, tras las protestas del 11 de julio de 2021 en Cuba, donde fueron detenidos cientos de opositores y ya han sido enjuiciados alrededor de sesenta, “el Gobierno necesita aliviar esa presión interna que hay”.

“Es sumamente preocupante que el pueblo cubano que pasa dificultades similares que estamos viviendo en Nicaragua, se ve en muchísimas ocasiones obligado a salir de Cuba para buscar alivio económico y protegerse de la represión”, considera Haydée Castillo, representante de la organización Nicaragüenses en el Mundo y defensora de derechos humanos.

El “sueño” nicaragüense de muchos cubanos revive con los vuelos reanudados de la ruta La Habana-Managua. Foto: La Prensa

Diversent recuerda un dato para poner en contexto esta nueva ruta de la emigración cubana: por los acuerdos migratorios que ha firmado con Estados Unidos, el Gobierno de la isla ya “no puede abrir fronteras como hizo antes”, en referencia a hechos del pasado como el éxodo del Mariel en 1980.

Pero para Castillo, “Nicaragua en este momento no tiene nada que ofrecer a ningún país, mucho menos en el tema de turismo porque se encuentra en estado de sitio de facto, donde se violan los derechos humanos a cada instante y donde nadie puede tener garantías de su integridad y seguridad personal”.

La dirigente social lamentó que un problema humanitario y de derechos humanos “sea usado por el régimen de Ortega-Murillo como un elemento para presionar a las autoridades de Estados Unidos”. Lo dijo en el mismo sentido de quienes opinan que todo se trata de una táctica para provocar una crisis migratoria en Estados Unidos, como alertaron a principios de diciembre senadores del país del norte ante la prensa estadounidense: “Ortega quiere crear un caos en la frontera”, apuntó la legisladora María Elvira Salazar. Y su par Marco Rubio, de origen cubano, advirtió que Díaz-Canel “utilizará la migración masiva como un arma tras las históricas protestas del 11 de julio”.

“El régimen Ortega-Murillo está ayudando a la dictadura cubana al eliminar los requisitos de visa para instigar la migración masiva hacia nuestra frontera sur”, agregó el senador Rubio y señaló que la Administración de Joe Biden “debe responder rápidamente y tomar esto por lo que es: un acto hostil”.

Pese a las sospechas, no hay evidencias de que la decisión de Ortega busque golpear a Estados Unidos con una crisis migratoria en su frontera. Por eso otros, como el abogado y periodista nicaragüense Héctor Mairena, prefieren mirar la decisión del Gobierno nicaragüense como parte de un patrón de “colaboración” disfrazada de ayuda humanitaria, pero siempre con motivos ocultos, algo que se ha visto en ambas direcciones gracias a “una identidad ideológica” compartida: “Detrás de eso (el libre visado) no hay buenas intenciones. Cuba vive una crisis no solo económica sino también política, porque hay una creciente oposición más activa”.

Mairena explica que esta cooperación a Cuba “le permite sobre todo realizar operaciones económicas. Un asunto viejo y bastante conocido”. Añade que “las relaciones entre Cuba y Nicaragua son bastante estrechas y pasan sobre el hecho de que Nicaragua le permite a Cuba abastecerse triangulando operaciones económicas”.

Comenta que aunque “Cuba ha tenido una práctica de enviar brigadas médicas y de maestros” hacia Nicaragua, esa ayuda no es gratuita. “Aunque siguen recibiendo míseros salarios”, dice Mairena, “[Cuba] cobra cantidades estratosféricas a los países que reciben esa ‘ayuda’”.

Mairena considera que, probablemente, en el pasado “las cosas eran distintas”, pero que desde hace tiempo Cuba ha comercializado el humanitarismo que tanto exponen sus defensores y aliados en el ahora constituido bloque de países “socialistas” del siglo XXI, que incluyen a Venezuela, Bolivia y un puñado de naciones insulares. Son la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), un organismo regional fundado en 2004 por Fidel Castro y el entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez, dos aliados acérrimos de Daniel Ortega, quien hizo a Nicaragua parte de la alianza apenas un día después de tomar la presidencia por segunda vez, el 11 de enero de 2007, hace ya 15 años.

El enigmático cambio de discurso de Ortega

“Los cubanos siempre han sido un grupo de migrantes que han sufrido restricciones de los países de la región”, dice Laritza Diversent. Y recuerda que en 2015 Nicaragua cerró la frontera para que los cubanos no pudieran atravesar el territorio nicaragüense, lo que creó una crisis migratoria en Costa Rica.

En 2015 Ortega actuó en sentido opuesto a la actualidad: cerró las fronteras a los migrantes cubanos, con represión incluida. Foto: Efe

Ese año los cubanos conocieron una primera versión de Ortega, quien les impidió el paso mediante la fuerza y la represión a unos cuatro mil isleños que habían emprendido un largo viaje a Estados Unidos. En ese grupo había menores y mujeres embarazadas que acabaron en condiciones de alta vulnerabilidad, varados en suelo costarricense.

Ortega no solo se encargó de bloquearles el paso, sino que ejecutó un operativo para movilizar hacia la frontera sur del país un fuerte batallón de infantería del Ejército de Nicaragua, junto a las Fuerzas Especiales de la Policía Nacional. Al menos dos mil caribeños ingresaron desesperadamente a Costa Rica por el puesto fronterizo de Peñas Blancas.

Ese país, bajo la Administración del expresidente Luis Guillermo Solís, les brindó refugio en albergues, escuelas e iglesias. A pesar de esto, Rosario Murillo, vocera estatal del régimen sandinista, encontró un solo “responsable”, desligando a Nicaragua como “causante” de la crisis migratoria. “Responsabilizamos al Gobierno de Costa Rica por desencadenar una crisis humanitaria de graves consecuencias para nuestra región”, leyó Murillo en un comunicado en ese entonces a los medios oficialistas.

Antes del estallido social de 2018, Nicaragua ofrecía a los cubanos visados que permitían una sola entrada por treinta días. Además, brindaba visados de tránsito para viajar por lapsos de cinco días. Pero luego de la insurrección de ese año, todo cambió y el turismo local se desplomó.

Ortega pasó de represor a “solidario” con los cubanos en 2019, un año después de dichas protestas, permitiendo el libre visado para que los isleños hicieran turismo de comercio. Esto fue catalogado como estrategia para reactivar el turismo local, porque no había promoción turística extranjera.

Grupos de cubanos eran vistos en mercados nicaragüenses comprando todo tipo de productos que luego llevaban a la isla para revender. En ese año se registraron hasta seis vuelos por semana entre La Habana y Managua, a través de las aerolíneas venezolanas. Los viajes se suspendieron en marzo de 2020 con la llegada de la pandemia de la covid-19 a la isla.

“Después de ese cierre [en la frontera en 2015] y de la represión militar, ha habido dos intentos de lo que nosotros llamamos aquí ‘quitarle un poco de presión a la olla’. El de 2019 y ahora este”, indicó Mairena, para remarcar lo que él lee como una intención del Gobierno de Ortega de tender una ayuda a su aliado cubano librándolo de muchos de los ciudadanos que hasta no hace mucho salieron a las calles de La Habana y otras ciudades a pedir el fin de la dictadura comunista, que ya lleva más de sesenta años.

Tras la concreción del primer vuelo de la nueva ruta migratoria La Habana-Managua, puede empezar a desvelarse si los vuelos servirán como liberadores de la presión social en Cuba y como engranajes de una estrategia geopolítica labrada entre el sandinismo y el castrismo. O en definitiva, si se confirman las sospechas de muchos otros que ven en este hecho el objetivo de Ortega de crear una nueva crisis migratoria en las puertas de su odiado “imperio”, el que hoy gobierna Biden.


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