8 de marzo 2020
El pañuelo púrpura que la líder estudiantil y excarcelada política Amaya Coppens usó al momento de recibir el premio Mujeres de Coraje desató una ola de críticas en redes sociales. Críticas a las que de inmediato respondió: “Soy nicaragüense, también soy mujer y las mujeres también somos ciudadanas y tenemos derechos”. En un país donde reina el machismo, las feministas opositoras al régimen gobernante siguen luchando por espacios y aunque el régimen ha promovido que 50% de los ministerios públicos sean ocupados por mujeres, muchas mujeres de Nicaragua no tienen voz ni voto en la política nacional.
Reina Rodríguez, quien tiene 30 años defendiendo derechos de las mujeres, aseguró que jóvenes opositoras –como Amaya– se sienten identificadas con el feminismo porque son personas luchadoras. “Las mujeres en el mundo y en Nicaragua no hemos dejado de luchar”, dijo. Para ella lo principal es que en el feminismo “tienen derecho a pensar, a disentir, a decir lo que quieren desde el yo personal y desde su propia autonomía”, enfatizó.
Ser mujer y opositora representa grandes desafíos por el simple hecho de ser mujer. Tamara Dávila es una de las seis mujeres que forman parte del Consejo Político de la Unidad Nacional Azul y Blanco, para ella el principal reto es “estar siempre demostrando que sabés y que sos lo suficientemente inteligente” como para estar ocupando un cargo políticos, cargos históricamente han sido ocupados por hombres.
“Un discurso vacío”
En la otra acera política, el régimen de Daniel Ortega le saca provecho a su Ley 50–50 y a nivel internacional vende a Nicaragua como un paraíso en igualdad de género. En 2019, el Foro Económico Mundial ubicó al país en la quinta posición del Índice Global de Brecha de Género. Para las mujeres en la oposición, las estadísticas del régimen son sólo para agradar a los extranjeros.
La participación de las mujeres en el régimen “es algo que prácticamente no se da”, aseguró Rodríguez. “El hecho de que ellas no hablen públicamente, es porque tienen cercenados sus derechos, porque tienen tapadas su propia voz, porque no tienen el derecho a pensar y disentir”, explicó.
Para Dávila, el 50% que ocupan las mujeres en la dictadura de Ortega es parte de “un discurso vacío”, porque “nadie” en el Frente Sandinista –fuera de la familia Ortega Murillo– tiene poder de decisión. El 50–50 “es una gran falsedad”, pero es parte de “la estrategia” del régimen de vender “un discurso y una realidad paralela, también en el caso de las mujeres, decir que hay paridad, decir que somos un país con un enorme avance en materia de género cuando en la realidad sabemos que no es así”.
“No solo es la dictadura, sino la cultura”
A pesar del 50–50 en todos los ministerios prevalece la disparidad. Los hombres están a cargo de carteras como el Ministerio de Hacienda y Crédito Público, el Ministerio de Transporte, el Ministerio de Relaciones Exteriores o el Ministerio de Fomento, Industria y Comercio; en cambio, las mujeres son relegadas a ministerios de servicios y hasta inventados por el régimen como el Ministerio de Economía Familiar, Comunitaria, Cooperativa y Asociativa; el Ministerio de la Familia, Adolescencia y Niñez o el Ministerio de la Mujer.
Para Dávila, la desigualdad en los cargos públicos es el reflejo de “una cultura machista que reproduce dictaduras”. Es por eso que en la oposición “tenemos que seguir luchando contra esa cultura machista que relega a las mujeres al ámbito de cuidados y que no da un valor adecuado a ese trabajo que hace muchas mujeres”, enfatizó.
En Nicaragua prevalece una cultura machista “que promueve esa mentalidad de qué las mujeres no somos los mismos suficientemente buenas en la vida pública para ejercer el poder. Entonces, no es solamente la dictadura es también la cultura”, subrayó Dávila.