15 de octubre 2017
Una investigación del Instituto de Investigación y Desarrollo Nitlapan reveló que la Ley 717, Ley Creadora del Fondo para Compra de Tierras con Equidad de Género para mujeres rurales, carece de presupuesto para su aplicación y no existe ningún interés de parte del Gobierno del presidente Daniel Ortega de ponerla en marcha.
Carmen Collado, investigadora de Nitlapan dijo en el programa televisivo Esta Noche que el impacto de la ley es nulo y a pesar de que muchas organizaciones participaron en la redacción de la ordenanza y su reglamentación, no existe voluntad política para desarrollar esta ley y por ende beneficiar a las mujeres rurales.
Otro factor que incide en la no aplicación de esta ley tiene que ver con el modelo económico que impulsa el Gobierno y la falta de iniciativas de políticas diferenciadas y especiales para el desarrollo rural. Con la creación y aplicación de le ley se pretendía aminorar la brecha de desigualdad en el campo y conseguir que las mujeres tuvieran acceso a la tierra.
Sin embargo, la situación en las zonas rurales continúa siendo la misma. Las mujeres no acceden a la tierra ni por herencia. El sistema patriarcal en el que está inmersa la sociedad nicaragüense solo ‘premia’ a los hombres y si existiera un caso en el que una mujer hereda un territorio, este siempre es el más pequeño y el menos fértil.
María Teresa Fernández, presidenta de la Coordinadora de Mujeres Rurales (CMR), afirmó que no solo hace falta que se cumpla le ley, sino que se ejecute una política especial que además de darle acceso a la tierra a las mujeres, también les favorezca en otro tipo de recursos como la asistencia técnica, capacitación, tecnologías, formación, educación, y así de esta forma tener un desarrollo rural inclusivo e integral en el campo.
La vida en el campo
Liseth Escalante es originaria de la comunidad de San Juan de la Penca, Chinandega. Ella es testigo de lo complicado que es para una mujer acceder a la tierra. En su casa, el pedazo de terreno en el que siembra, es prestado. Para otras mujeres la situación se complica más.
“El sistema ha empujado a la sociedad a pensar de que la mujer debe estar en la casa. No se reconoce el trabajo de la mujer. Fuimos nosotras las que empezamos en la agricultura”, afirmó Escalante, quien agregó que otro obstáculo que tienen es que se encuentran rodeadas de grandes productores que con sus plantaciones de caña o maní, ahogan los otros cultivos.
Otras mujeres de San Juan de la Penca tienen que alquilar tierras para sembrar. En este sistema el riesgo aumenta, pues si existe alguna inundación o problema de sequía, es la productora quien asume todos los gastos y las pérdidas.
Ni antes de la famosa ‘Reforma Agraria’ ni después de la misma, las mujeres del campo fueron beneficiadas para tener sus propias tierras. Carmen Collado, investigadora de Nitlapan, explica que aunque este plan se vendió como proyecto de nación, al final marginó a las féminas a tal punto que fueron muchas las invisibilizadas en el proceso de redistribución de la tierra.
Que las mujeres no puedan heredar la tierra es un problema generalizado en Nicaragua. La presidenta de la CMR explicó que a través de varios censos que han realizado, han podido comprobar que en las zonas rurales es poco el número de féminas que reciben un pedazo de tierra. La mayor parte de territorios son heredados a hombres.
Las únicas formas en que las mujeres pueden tener acceso a la tierra son a través de la herencia de parte de sus madres, la compra de territorio a segundas personas y cuando se quedan viudas.
“El alegato es que las mujeres no pueden heredar porque luego se casan con un hombre, y la familia ve con malos ojos que un varón que no es de su círculo, tenga acceso a la tierra. Es una cuestión arraigada, difícil de erradicar, pero que tiene que ser trabajada”, alegó la presidenta de la CRM.
Liseth está en contra de ese sistema cultural que tiene a las mujeres con poco acceso a la tierra. Ella considera que si una mujer tiene un pedazo de terreno, tiene poder y esto facilitaría a la independencia de las mujeres en las zonas rurales, pues no tendrían miedo de separarse de sus parejas y quedar ‘solas’, debido que podrían sostener a sus hijos con lo que cosechan.
“Si una mujer vive violencia, es mucho más fácil que abandone ese círculo si tiene tierras. Esto nos da independencia, además que podemos optar a otros recursos como préstamos a los bancos y asistencia técnica. Es una bendición tener tierra propia”, destacó categóricamente Liseth.
Medidas urgentes
Además de tener un mínimo acceso a la tierra, las mujeres de zonas rurales que sí tienen una parcela (prestada o alquilada) en la que pueden sembrar, se enfrentan a varios obstáculos que limitan su desarrollo. Uno de ellos es el financiamiento. No consiguen préstamos en los bancos porque no tienen una garantía.
Algunas mujeres logran ‘resolver’ esta dificultad prestando dinero a las cooperativas a las que se encuentran afiliadas. Eso sí, los montos no deben exceder los 5 000 córdobas y de este dinero, a veces tienen que aportar la mitad para pagar el alquiler de las tierras o el pago de ayudantes. Es decir, el beneficio es mínimo.
La investigadora de Nitlapan consideró que deben tomarse medidas urgentes para garantizar las condiciones de las mujeres en las zonas rurales. La primordial es otorgar un presupuesto a la Ley 717 y ejecutarla. También tener en cuenta que las mujeres rurales no son un grupo homogéneo, pues existe una diversidad en las actividades a las que se dedican.
“Otra medida es que el Estado reconozca que la tierra al final es un medio y no el fin, para garantizar la seguridad de la mujer. La tierra por sí sola no basta, debe ir acompañada por acceso a nuevas tecnologías, educación, formación, y planes de créditos para mujeres que no las ahoguen. A veces sucede que las mujeres reciben préstamos, pero no cumplen con los abonos de forma inmediata porque la tierra aún no ha producido. Esto debe tomarse en cuenta”, aseguró la investigadora.
La presidenta de la Coordinadora de Mujeres Rurales destacó que en el país hacen falta políticas públicas que reconozcan el aporte que las mujeres realizan con el trabajo que ejecutan en su día a día. Este reconocimiento debe empezar en la familia, pues las féminas sostienen moral y económicamente a los suyos.
“Hace falta reconoce el trabajo que realizan las mujeres en la merienda escolar. Se levantan por la madrugada a preparar el desayuno para los niños en los colegios. Este aporte a la economía que realizan no está en los registros públicos. En los Censos Agropecuarios se debe hacer una diferencia por sexo que refleje cuál es el aporte de las mujeres, cuánto tienen de tierra, qué hacen con esa tierra y cómo aportar a la economía y al cuidado y riqueza del país”, finalizó la presidenta de la CMR.