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Mortandad en las carreteras

En los primeros siete días de 2017 han muerto 14 personas mientras el Estado se encuentra ausente ante este problema de salud pública.

Una patrulla policial en Carretera Masaya. Imagen de Archivo. Confidencial

Wilfredo Miranda Aburto

8 de enero 2017

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Catorce muertos en los primeros siete días de 2017. Todos por accidentes de tránsito. Un ritmo de dos decesos a diario. La última víctima (hasta el cierre de esta edición) fue la joven periodista de Canal 2 Hanny Ruiz. Viajaba en motocicleta con su novio la noche del jueves, cuando un vehículo les invadió el carril en las inmediaciones del paso a Desnivel de Portezuelo, en Managua. Salieron catapultados y la cabeza de ella impactó en la cuneta. No murió de inmediato. Pasó varias horas en coma en una cama del hospital Antonio Lenín Fonseca, hasta que falleció. Este centro médico es testigo de la “epidemia” de accidentes de tránsito que enluta a decenas de familias. En 2016 fallecieron 776 personas. Un promedio que alcanza la clasificación de tragedia, pero también de “problema de salud pública”, según expertos: 2.1 defunciones diarias.

Las fechas festivas de Navidad y fin de año suelen disparar los accidentes de tránsito. Sin embargo, las estadísticas de la Dirección Nacional de Tránsito de la Policía Nacional exponen una constante: Registran 400 mil accidentes en 2016, es decir 1 mil 95 percances diarios. Motocicletas, buses, taxis, vehículos particulares y peatones protagonizan los telenoticieros de nota roja. En estos días, los accidentes de tránsito son el tema de conversación debido a la escala trágica. El tres de enero cuatro personas de una misma familia fallecieron en el kilómetro 41 de la carretera que conecta Boaco y Managua. El carro Mazda color verde —placa M174526— impactó contra un furgón. La escena dantesca de los cuerpos esparcidos a un lado de la vía y el auto destrozado, revelan la brutalidad de los accidentes en Nicaragua.

“¿Ustedes conocen o pueden facilitar contactos de familiares de víctimas o sobrevivientes de accidentes de tránsito?”, preguntamos en las redes sociales para este artículo. Las respuestas llegaron como vendaval. “Mi amigo, mi papá, mi hermano, mi tío”, contestaron los usuarios. Aunque todos estamos expuestos en las calles, pocos asumen esta probabilidad. “Hay una baja percepción del riesgo en la población”, dijo Mireya Zepeda, coordinadora del Programa Seguridad Democrática del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (IEEPP), quien estudia desde 2013 la accidentalidad.


La invasión de carril contrario, los giros indebidos, el exceso de velocidad, desatender señales de tránsito y el alcohol son las causas principales de los accidentes de tránsito, de acuerdo a la Policía Nacional. Estas causales han degenerado en que los accidentes se convirtiesen en un “problema de salud pública”.

La Organización Mundial de la Salud decretó los accidentes de tránsito como un problema de salud pública, ya que se trata de un problema global. En Latinoamérica los gobiernos han tomado acciones para prevenirlos. Desde el año 1998, el aumento de los accidentes ha sido constante en Nicaragua. “Además es la segunda causa que origina discapacidad”, agregó Zepeda.

Por ejemplo, para medir el impacto económico de los accidentes, el IEEPP analizó en su estudio tres hospitales: Manolo Morales, Aldo Chavarría y Lenín Fonseca. Encontraron que el 90% de los presupuestos era destinado para atender a las víctimas de accidentes automovilísticos.
“El impacto para el Estado y las familias es alto”, dijo Zepeda, quien añadió que 75% del presupuesto de rehabilitación en los centros médicos es destinado para sobrevivientes.

Los más jóvenes mueren

Más allá del perjuicio económico de los accidentes, las cifras del 2016 exponen un panorama más devastador: El 52% de los muertos correspondieron a jóvenes, entre las edades de 21 a 35 años. Muchos de ellos no llevaban puesto el cinturón ni el casco en las motocicletas.

Los jóvenes siempre han estado más propensos. Hace ocho años el hijo de Alba Mara Baldovinos falleció cuando su vehículo se volcó frente a la Iglesia de Fátima en la Colonia Centroamérica, en Managua. El joven, un destacado nadador, no llevaba puesto el cinturón de seguridad. Su cabeza chocó con el techo del vehículo y se desnucó.

Una noticia negra e inesperada para esta madre. La recibió por medio de una llamada. Fue impacto inicial. Después estupor, dolor y un duelo difícil de sobrellevar. La vida se vino abajo para Baldovinos. ¿Cómo sobreponerse a ese trauma? No estaba sola. Su historia era compartida por otras madres, padres, tíos y hermanos en la Asociación de Personas Unidas en el Dolor y la Esperanza, una organización que reúne a familiares de víctimas y a sobrevivientes, y que trabaja en la prevención de los accidentes y el manejo de los duelos.

La Asociación trabaja capacitando a policías, escuelas de manejo y dando educación vial en escuelas de primaria y secundaria, luego que el gobierno del comandante Daniel Ortega considerara los accidentes como “problema de Estado”. No obstante, las cifras de muertes son más fatales cada año.

2016 dejó 101 fallecidos más que 2015, lo que equivale a un aumento estadístico de 13%, y un saldo de 4 mil 560 lesionados. ¿Qué está fallando? La respuesta es amplia e involucra a varios sectores, coinciden varios expertos en la materia.

Para Sergio Lugo Marenco, Ingeniero de Transporte en el Departamento de Transporte de California, el problema reside “en el mal diseño de las carreteras de Nicaragua”.

“Nuestras carreteras no son peligrosas por su ocurrencia de accidentes, son peligrosas porque son mal diseñadas, mal construidas y sobre todo mal operadas… no existen puntos ciegos, sino que existe ciencia ciega”, criticó el ingeniero nicaragüense.

Lugo Marenco sostuvo que toda carretera debe tener cuatro componentes interconectados consistentemente, para ser soporte al desarrollo nacional: La carretera en sí, el vehículo y su estado mecánico, el conductor y su capacidad física y mental, y, sobre todo, su operatividad. Es decir, la correcta señalización de las vías.

Esta responsabilidad –dijo– recae sobre el Ministerio de Transporte e Infraestructura (MTI) y la Policía Nacional. Lugo Marenco propone al MTI la construcción de estructuras de separación entre ambas direcciones en los lugares donde no esté permitido aventajar, ya sea construyendo un muro de concreto de 40 centímetros de alto con disipadores de energía en sus finales.

“O algo más barato: construir a lo largo de esos lugares restringidos lavanderos de 30 centímetros de ancho y profundizar sus huellas a lo largo de las curvas, y en sitios donde no exista distancia mínima de visibilidad”, planteó el ingeniero.
Mientras que a la Policía Nacional le sugirió cumplir al “cien por ciento con sus responsabilidades” de patrullar permanentemente esos corredores. “Y si tienen problemas de financiamiento, debe buscar quien los patrocine”, recomendó.

De hecho, el presupuesto para la seguridad vial de la Policía Nacional es uno de los más bajos, según el IEEP. La investigadora Zepeda señaló que otras funciones policiales tienen mayor presupuesto respecto al tránsito, lo que, para ella, debería replantearse o redistribuirse, cuando los accidentes son la principal causa de muerte.

Parque vehicular en crecimiento

En 2016 el parque vehicular de Nicaragua creció 15%, lo que no solo significa más vehículos en las calles, sino más nuevos conductores inexpertos. El IEEPP constató en uno de sus estudios el difuso control de la Policía Nacional sobre las escuelas de manejo y sus cursos para graduar a un chofer. Aunque la institución estableció una relación directa con las escuelas, no se sabe a ciencia cierta el grado de monitoreo sobre ellas.

Las motocicletas son los vehículos que más engrosan el parque vehicular en Nicaragua. De los 700 mil automotores que ruedan en el país, 300 mil son motos. De acuerdo a la Dirección Nacional de Tránsito, los motociclistas están involucrados en el 34% de los accidentes.

No se conoce ninguna regulación para la venta de motos. Comprar una es tan fácil como llegar a una tienda de electrodomésticos, mostrar cédula de identidad y constancia salarial para obtenerla. En septiembre pasado, el comisionado general Roberto González Kraudy, jefe de la Dirección de Seguridad de Tránsito, dijo que la accidentalidad no está ligada precisamente a la proliferación de motocicletas.

“Los accidentes están relacionados al comportamiento de los conductores: ciudadanos en estado de ebriedad cruzándose las carreteras como peatón, ciudadanos que se duermen en las carreteras en estado de ebriedad, ciudadanos que conducen a exceso de velocidad, ciudadanos que violentan la ley, allí es donde tenemos las tragedias”, sostuvo el jefe policial.

Los “intermortales”

Los transportistas también protagonizan gran cantidad de accidentes de tránsito. El sábado tres de diciembre de 2016 la familia Rizo Rivera sufrió una grave colisión, cuando un bus les invadió el carril en el kilómetro 42 de la carretera Panamericana Norte. Cuando el conductor Carlos Blandón Úbeda esquivó al bus que aventajaba a una moto, la camioneta se volcó y dio tres vueltas en el aire. La joven de 16 años, Elieth Rizo, murió producto de un trauma craneoencefálico. La familia viajaba hacia Jinotega luego de celebrar el día anterior la promoción de la hermana de Elieth.

Bartolomé Rojas Flores era el conductor del bus, y desde el momento del accidente alegó inocencia. “Yo no adelanté a nadie ni me di a la fuga”, dijo, después que fue detenido por la Policía Nacional. Rojas Flores fue liberado y solamente pagó una multa de quinientos córdobas.

Iván Vallecillo, miembro de la Mesa Técnica Nacional de Transporte, aseguró que los transportistas son “más visibles en los accidentes” porque son un “conglomerado amplío”, pero que en realidad los porcentajes de participación en los accidentes “es mínima”.

“Nos vemos involucrados porque estamos en el sistema vial, pero la mayoría de veces no tenemos culpas. Son por cuestiones exógenas: imprudencias peatonales, otros que se avientan los semáforos”, justificó Vallecillo. “El problema que hemos visto es la gente, la imprudencia. Con la saturación de vehículos en Managua hay dos problemas: la gente que no usa los puentes peatonales, y nosotros como transporte estamos asimilando las nuevas vías de circunvalación”, añadió el transportista.
Sin embargo, las quejas de los usuarios del transporte interurbano son comunes. De hecho, los apodan como “los intermortales” por la temeridad con la que conducen. Compiten entre ellos para ganar pasajeros y les gusta cubrir el trayecto en el menor tiempo posible.

A la izquierda Mireya Zepeda, coordinadora del Programa Seguridad Democrática del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (IEEPP) y a la derecha Alba Mara Baldovinos secretaria de PUDE/ Olga Sánchez, Confidencial.

El ingeniero Lugo Marceno sostuvo que es de vital importancia investigar por qué el transporte interurbano lucha por ganar tiempo en su carrera de origen y destino. “¿Qué responsabilidad tiene el MTI y la Policía en esta alteración de la variable de velocidad?”, preguntó el experto. Según él, los interlocales violan “hasta el empacho” las señalizaciones de tráfico. Se mueven a velocidades prohibidas sin respetar el factor de distancia de visibilidad para pasar un vehículo. “No les importa invadir las líneas de dirección contraria y tampoco las consecuencias al ejecutar estas maniobras tan suicidas”, fustigó.

Vallecillo no comparte esa visión. Reconoció que existen algunos casos “pero no es tendencia”, y que para ellos mantienen capacitaciones permanentes a los conductores de buses.

Detrás de las cifras fatales queda el dolor de los familiares. La Asociación de Personas Unidas en el Dolor y la Esperanza intenta modificar los hábitos de los conductores y educarlos para cumplir con la Ley de Tránsito. Baldovinos apela también a la responsabilidad individual de la ciudadanía.

“Hay que tomar conciencia y se necesitan involucrar a todos los sectores para crear una campaña permanente de prevención y de educación vial, en la que participen las alcaldías, el MTI, la Policía, el Fondo de Mantenimiento Vial, y la sociedad civil para lograr un cambio de actitud”, exhortó Baldovinos.

Mientras todas estas propuestas esperan ser escuchadas y puestas en práctica, los duelos siguen acuchillando a quienes quedan vivos. El novio de la periodista Hanny Ruíz, Olger Medrano Reyes, escribió en su cuenta de Facebook tras el accidente: “Mi princesa, ¿por qué te me fuistes, bebé? Dónde sea que te encuentres solo recordá que te amo; lamento haber sido yo quien te dijera que me acompañaras, tal vez hoy estuvieras conmigo”.

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Wilfredo Miranda Aburto

Wilfredo Miranda Aburto

Periodista. Destaca en cobertura a violaciones de derechos humanos: desplazamiento forzado, tráfico ilegal en territorios indígenas, medio ambiente, conflictos mineros y ejecuciones extrajudiciales. Premio Iberoamericano Rey de España 2018.

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