15 de abril 2019
La iglesia Santo Cristo de Esquipulas, en la capital, se quedó pequeña ante el mar de feligreses que llegaron a oír al obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio José Báez, quien aprovechó su homilía de este Domingo de Ramos —que empieza las celebraciones de la Semana Santa— para señalar que Nicaragua es un “pueblo crucificado”, aunque “va a resucitar”.
El obispo recordó que el país está “a punto de cumplir un año de historia crucificada”. Este Jueves Santos es el primer aniversario del 18 de abril de 2018, día en que un grupo de ancianos, que reclamaba por sus pensiones, fue golpeado brutalmente en León, mientras en la capital, ciudadanos autoconvocados fueron atacados por turbas y policías orteguistas. Desde ese día a la fecha, la represión gubernamental ha dejado un saldo de 325 asesinados, más de 3000 heridos, decenas de desaparecidos, más de 700 presos políticos y alrededor de 60 000 exiliados por la persecución política.
Hoy presidí la Eucaristía del Domingo de Ramos en la parroquia Nuestro Señor de Esquipulas en Managua. ¡Una bella celebración y una acogida muy emotiva y cariñosa! pic.twitter.com/j9Iygb7kb1
— Silvio José Báez (@silviojbaez) 14 de abril de 2019
“El Dios crucificado está presente en los pueblos oprimidos por los poderosos desquiciados; está presente en las sociedades empobrecidas a causa de la ambición y la injusticia; está presente en las víctimas inocentes de la represión, en los hombres y mujeres torturados por los verdugos del poder, en los olvidados y condenados por la religión, ahí sigue exclamando y sufriendo”, dijo monseñor.
“Hoy contemplamos a Cristo en nuestro pueblo, y lo contemplamos para proclamar que Dios está de parte de la víctima, no del verdugo, que está de parte del último, del empobrecido, del manipulado ideológicamente, del que sufre desconsolado, del que no tiene esperanza, del martirizado todavía hoy”, sostuvo.
Mensaje esperanzador
El prelado recordó que dentro de pocos días se irá de Nicaragua a Roma, a solicitud del papa Francisco, aunque quiere dejar un mensaje esperanzador: “un pueblo crucificado resucita siempre”. Las palabras de Báez provocaron varios minutos de aplausos y el grito sostenido de: “Silvio, amigo, el pueblo está contigo”.
“Un pueblo crucificado resucita siempre, solo les pido que no dejen que nadie les quite la esperanza. Nicaragua tiene que resucitar como resucitó el crucificado del calvario. Vivan su fe en Cristo íntimamente, con profundidad, con toda la seriedad que exige, sin dejarse nunca llevar por la violencia, sin dejar que nunca la tristeza oscurezca su corazón, sin negociar la libertad y la dignidad del ser humano, sin ambicionar y ser idolatras de nada y de nadie”, subrayó el monseñor, quien todavía desconoce su fecha exacta de partida y sus labores en el Vaticano.
“Nicaragua va a resucitar para ser una sociedad basada en la justicia de la que brota la paz verdadera, una sociedad en la que no sea delito pensar distinto, en la que todos podamos poner nuestras ideas y nuestros bienes materiales al servicio de todos”, añadió.
Alerta a los feligreses
La homilía de Báez fue interrumpida varias veces por los aplausos y expresiones de cariños de los fieles católicos, quienes llegaron con banderas azul y blanco, cartulinas con mensajes de apoyo y fotos del santo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, con quien comparan al obispo nicaragüense por su apoyo con los perseguidos y torturados del régimen orteguista.
Monseñor alertó a feligreses de Nicaragua a no ser “indiferentes frente a las víctimas” de la crisis sociopolítica que vive el país. “Nosotros que creemos en el crucificado, no podemos olvidar, ni ser indiferentes frente a las víctimas crucificadas de hoy, frente a los presos políticos, frente a los exiliados, frente a los que todavía se ocultan temerosos, frente a las madres que lloran a quienes fueron asesinados por la represión, frente a un pueblo que no se le deja decidir, frente a una sociedad que se encamina al despeñadero, ahí está la cruz, ahí está Jesús llorando”.
Indicó que la fe en Cristo no debe limitar a los creyentes a decir únicamente que “Dios está de su parte”, sino incentivarlos a “luchar incansablemente por la dignidad, la libertad y la vida de estas personas”.
“Para nosotros que creemos y seguimos a Jesús, para nosotros que se ha revelado el ministerio redentor que encierra su muerte. La cruz de Jesús no es una derrota, no es la última palabra, no es el final, la cruz de Jesús es la fuerza que sostiene nuestra esperanza y nuestra lucha por un país más humano. Amén”, concluyó con la homilía.
Al finalizar la misa, un nutrido grupo de ciudadanos realizó un rápido piquete en la entrada de la iglesia, que fue acompañado con música nicaragüense y consignas en favor de la democracia y de apoyo a monseñor Báez.
Muerte de Jesús
El evangelio del día fue sobre la pasión y muerte de Jesús. Según Báez, es la narración de “una historia humana vergonzosa, llena de bajezas, de odios y violencias. Sacerdotes soberbios e hipócritas; soldados crueles amaestrados para torturar y matar; turbas de gente manipuladas y llevadas por la irracionalidad; autoridades políticas sanguinarias, ambiciosas y corruptas; discípulos temerosos y traidores”.
“Jesús muere porque las autoridades religiosas y el poder político de la época que se aliaron para eliminarlo lo quitan de en medio”, dijo.
Previamente, tras la bendición de las palmas, el obispo dijo que a su entrada a Jerusalén, Jesús iba acompañado por una multitud, entre los que no se encontraban ni los ricos, ni poderosos, ni los sacerdotes del templo. “Con él van los sencillos, los pobres, los pecadores perdonados, el pueblo”.
Resaltó que Jesús cambió la vida de las personas con “la fuerza del amor, de la misericordia y de la paz”, y que no lo hizo a través de “la violencia porque nada violento es duradero, no con la fuerza de la imposición porque quiere personas libres”.