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Malaria amenaza a las comunidades del Caribe Norte de Nicaragua

Las inundaciones dejadas por los huracanes Eta e Iota, incrementan el riesgo de brote, así como la falta de agua potable y el hacinamiento en albergues

Las viviendas de muchos habitantes de Bilwi perdieron el techo tras los fuertes vientos del huracán Iota. Foto: Ivette Mungía | Confidencial

Cinthya Torrez

28 de noviembre 2020

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La malaria llegó antes que Eta e Iota al Caribe nicaragüense. Sin embargo, las inundaciones y destrozos dejados por estos poderosos huracanes, que impactaron en la zona norte del país con menos de quince días de diferencia, aumentan el riesgo de que los casos de esta enfermedad incrementen en las próximas semanas, debido a la carencia de agua potable, la proliferación de criaderos de zancudos por agua estancada y el hacinamiento en albergues, entre otras condiciones, según médicos nicaragüenses.

El pasado 12 de noviembre, después del paso del huracán Eta, y un día antes del impacto de Iota, el Ministerio de Salud (Minsa) confirmó 266 nuevos casos de malaria en Bilwi, la ciudad cabecera de la Región Autónoma del Caribe Norte (RACN), y tomó 6305 muestras de casos sospechosos. Tres días antes, la vicepresidenta y primera dama, Rosario Murillo, había asegurado que los casos de malaria en la zona habían disminuido 33%, aunque sin brindar números concretos.

El salubrista nicaragüense José Antonio Delgado explicó que la malaria, transmitida por la picadura de mosquitos infectados, requiere de un periodo de incubación de siete a catorce días. Sin embargo, comentó que, además de la malaria, el Caribe Norte está expuesto también a un incremento de enfermedades diarreicas, respiratorias, dengue y la covid-19.

Rebrote de malaria es evidente desde hace meses

De acuerdo a datos del Sistema Local de Atención Integral en Salud (Silais), hasta agosto pasado, casi 25 000 personas habían padecido malaria en las zonas golpeadas por Eta y Iota, que destruyeron comunidades como Wawa Bar y Haulover, con vientos superiores a los 240 kilómetros por hora. Igualmente, desde septiembre pasado, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) ya había expresado su preocupación por el rebrote de malaria en esta región.


“Nicaragua tiene un problema severo en malaria, en Puerto Cabezas, que es un problema viejo y que se exacerba con esta pandemia”, dijo el director del Departamento de Enfermedades Transmisibles y Determinantes Ambientales de la Salud de la OPS, Marcos Espinal, según reporte de la agencia Efe.

Ahora, al contexto pandémico se suman los daños dejados por los huracanes. “Es un hecho real que los factores de riesgo epidemiológicos para estas enfermedades están dados”, reconoció Delgado.

Falla respuesta a una vieja epidemia

El paludismo o malaria es la enfermedad parásita tropical más importante en Latinoamérica, según la OPS. La infección es provocada por un parásito del género Plasmodium, que se transmite por la picadura de un mosquito hembra infectante del género Anopheles. También se puede transmitir de madre a hijo durante el embarazo y por transfusiones de sangre.

Hay cuatro tipos de malaria, según la infección parasitaria: falciparum, vivax, ovale y malariae. Las dos primeras son las que tienen mayor incidencia en el Caribe Norte de Nicaragua, pero la más peligrosa es la de tipo falciparum, porque podría desencadenar complicaciones renales y cerebrales, e inclusive, la muerte, de acuerdo con la OPS.

Los síntomas más comunes incluyen fiebre elevada, por tiempo prolongado que aparece cada dos o tres días; fatiga, aún sin hacer ninguna actividad física; repentinos mareos y vómitos ocasionales; escalofríos, previos a la fiebre; transpiración o sudoración excesiva que moja la ropa y la cama; y cefalea o dolores de cabeza intensos.

Delgado aseguró que la respuesta del Minsa debería estar enfocada en realizar un diagnóstico sobre los riesgos epidemiológicos actuales, incluyendo las medidas de contención de la emergencia, relacionadas a garantizar la alimentación, evaluar el hacinamiento en los albergues, el manejo del agua ante la contaminación de pozos, la acumulación de basura y el poco uso de mosquiteros.

El exdirector de epidemiología del Ministerio de Salud, Álvaro Ramírez, coincidió con Delgado en que se espera una mayor incidencia de enfermedades, en especial, de la malaria, que ha sido un mal endémico y se debería de combatir con la eliminación de criaderos del zancudo Anopheles, que crece en aguas sucias.

También recomienda la abatización, fumigación, campañas educativas y apoyo a la población para que vuelvan a sus casas y puedan restaurarlas lo más pronto posible.

Comunitarios reclaman higiene

El Gobierno no ha brindado detalles sobre el comportamiento de la malaria ni otras enfermedades tras el paso del huracán Iota, pero la población percibe que los casos están aumentando. “La malaria está pegando duro”, afirmó Cándida Tebas, originaria de Wawa Bar, quien está refugiada en Bilwi en la casa de unos familiares, con la incertidumbre de no saber en qué momento volverá a su comunidad.

Nancy Henríquez, presidenta del partido indígena regional Yatama, aseguró que el problema de la malaria ya se había sentido por las inundaciones previas a los huracanes, pero se ha acrecentado con las anegaciones recientes.

“Las calles de Bilwi están llenas de basura y eso implica que habrá muchas más enfermedades”, expresó la política, que además reclamó por la falta de coordinación de las autoridades para limpiar la ciudad. Según Henríquez,  la gente es la que está haciendo su esfuerzo.

A nivel nacional, la malaria también es una de las epidemias de mayor impacto. Hasta la tercera semana de mayo, cuando el Gobierno suspendió la publicación del boletín epidemiológico tras su uso para varios análisis independientes, los casos de malaria en Nicaragua registraban un aumento del 161%, con 8624 casos en comparación con los 5336 que tenían reportado hasta ese mismo periodo en 2019.

Las estadísticas ahora están sujetas a los reportes semanales de Murillo, quien cada lunes comenta datos sobre el comportamiento de las enfermedades epidémicas, pero a veces con cifras concretas y otras con porcentajes de disminución o incremento de casos, lo que impide conocer y verificar cuál es la dinámica de las enfermedades.


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Cinthya Torrez

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