19 de septiembre 2021
SAN JOSÉ.- Un jovencito somoteño de 22 años viajó a Costa Rica en 1967 con el plan de estudiar Medicina en la desde entonces reconocida Universidad de Costa Rica. Recuerda que, por aquel entonces, eran pocos los nicaragüenses que vivían en el país vecino. Tanto así que a él sus compañeros le apodaban “el nica”. Recuerda el cambio que significó salir de la Nicaragua bajo la dictadura de Somoza y pasar a vivir a la Costa Rica tranquila, en democracia, un país con condiciones para la música, la poesía, la cultura, que estimuló ese “gusanito” que traía desde niño.
Fue así que poco tiempo pasó para que el incipiente aspirante a doctor quedase atrás y naciera el artista. Aquella experiencia como migrante le marcó de tal manera que le dio un vuelco a sus planes profesionales, para dar paso al fructífero y admirado cantautor que deleita a vastos públicos con su canción social. “El nica” es Luis Enrique Mejía Godoy.
El artista nos cuenta sobre sus vínculos y experiencias con Costa Rica hoy que se encuentra por segunda vez viviendo aquí. Esta vez llegó a sus 74 años, a mediados 2019, dejando atrás, otra vez, un país en dictadura. La rebelión ciudadana de abril de 2018 en Nicaragua tuvo el acompañamiento artístico que merecía y los hermanos Mejía Godoy estuvieron en primera línea, poniendo sus voces y poderosas letras a ese momento histórico, lo que disgustó al régimen Ortega Murillo, que empezó a perseguirlos. Por eso está de vuelta en el país que le vio nacer como artista. Su segunda patria, dice. La primera es Nicaragua, que también la llama su tierra. También le llama patria a la música. Son sus tres patrias.
“Yo venía a Costa Rica mucho antes, tres, cuatro veces al año, todos los años, como parte de mis salidas al exterior, pero ahora es una Costa Rica para vivir, para sobrevivir, y es difícil, porque es otra Costa Rica a la que yo viví en los años 70”, comenta en San José, donde hoy vive y continúa haciendo su música, sorteando las dificultades que sumó la pandemia para un artista que necesita del aplauso y de la interacción con su público.
Mejía Godoy comparte sus anécdotas como migrante entre risas y reflexiones. El apodo de “el nica” no le molestaba, pero sí le incomodaba que le dijeran “usted no parece nica”. También añade las vicisitudes que pasó, como cualquier migrante, en la búsqueda de empleos. A la vez que se dedicaba a la música, el joven vendía equipos de audio, trabajó en una discográfica, en una discoteca poniendo música. Fue también fundador de la Universidad Nacional de Costa Rica en Heredia, en la que fungió como responsable del departamento de Actividades Culturales, recuerda.
El artista formó parte de Los Rufos, una popular banda costarricense que interpretaba ‘covers’ internacionales en español, aunque también allí empezó a escribir sus propias canciones para el grupo, junto a otros de sus compañeros.
El encuentro con el canto social
Fueron doce intensos años que vivió en Costa Rica, donde halló el camino del canto popular. “Empecé a escribir mis primeras canciones que eran sociales, no políticas, que hablaban de los terratenientes, del abuso, de los campesinos que no tenían tierra…”, cuenta Mejía Godoy, uno de los fundadores del Movimiento de la Nueva Canción Costarricense.
La época de efervescencia social, de la guerra de Vietnam, de la revolución cubana, del movimiento que buscaba la derrota del somocismo en Nicaragua, sumada a la presencia de grupos exiliados de distintos países en Costa Rica, alimentó la visión política del joven artista, que inclusive llegó a militar en el partido de izquierda llamando de Vanguardia Popular, agrega.
Durante ese tiempo nunca perdió su conexión con Nicaragua, adonde viajaba constantemente para ver a su familia. En uno de tantos viajes, se percató de la enorme coincidencia que definiría la dupla que por décadas ha construido junto a su hermano Carlos. Mientras en Costa Rica él se enamoraba del canto social, Carlos ya estaba, también, por su lado, creando canciones políticas y sociales.
“A partir de ese momento empezamos a hacer actividades políticas en Nicaragua con mi hermano Carlos, porque a él ya lo habían invitado, del grupo Gradas, a hacer conciertos en las gradas de las iglesias por la liberación de los presos políticos del Frente Sandinista”, relata, sin dejar de señalar la paradoja que implica que, actualmente, quienes se jactan de representar al Frente Sandinista sean quienes mantengan a presos políticos en las cárceles, presos políticos que también han inspirado sus canciones.
Por entonces Luis Enrique comenzó a cantar sobre Nicaragua y, en medio de la solidaridad internacional para con el país bajo dictadura, sus canciones se dan a conocer ampliamente. Cinco meses antes del derrocamiento de Somoza, salió su disco Amando en Tiempo de Guerra, en febrero de 1979. “Casi que como premonición”, dice”, “ocurrió lo que parecía imposible”.
No escapó del fervor por construir una nueva Nicaragua, así que tomó la decisión de volver, no sin antes despedirse de Costa Rica como ameritaba. “Hice una gira que se llamó Gracias Costa Rica. Me despedí con un gran concierto en el Teatro Nacional con todos mis amigos, los poetas, los músicos, los teatristas, fue muy emocionante. Se llamó ese concierto Volveré a mi Pueblo”, rememora.
La segunda estancia
Después de regresar a Nicaragua en 1979 y vivir allí durante las siguientes cuatro décadas, el cantautor volvió a salir sin planearlo. Al inicio fue difícil. Como cualquier otro migrante, estaban las dificultades del papeleo migratorio para poder trabajar.
“No tenía una residencia, tenía que buscar la residencia permanente en este país para poder trabajar, pero aún empezando a trabajar, yo vi la dificultad, porque bueno, la mayoría de mi repertorio es un repertorio propio, o de mi hermano Carlos, y, de alguna manera, todo es nicaragüense, entonces, ¿interesa a los costarricenses escuchar a un nicaragüense hablar y, peor, que viene hablar de problemas?”, comenta entre risas.
Afortunadamente, ha cosechado mucho de lo que sembró por allá en la década de 1970, pues encontró una calurosa acogida entre el público costarricense, que le pide sus canciones más sonadas, inclusive varias de las que compuso en Costa Rica y que retratan también parte de la identidad de este país.
“Yo no creía que la gente conociera tanto mis canciones”, dice complacido. “Escribí Congolí Changó, escribí Zona Bananera, dedicadas a la vida de Limón en el Caribe costarricense, escribí una canción para una viejecita que andaba por el centro de San José, que todo el mundo conocía, que se llamaba ‘Muñeca’. Y Pobre la María fue una canción que primero tuvo éxito en Costa Rica y casi de rebote en Nicaragua, imaginate vos”, agrega.
https://www.youtube.com/watch?v=77TBbxsY4dQ&ab_channel=LuisEnriqueMejiaGodoy
En su segunda estancia, sigue componiendo, pintando y escribiendo. En época de pandemia realiza conciertos virtuales. Hace poco tuvo su primer concierto presencial después de las restricciones sanitarias que impedían la realización de actividades masivas. Inclusive, escribió y grabó, junto a músicos costarricenses, Tendrá que Florecer la Primavera, una canción sobre el covid-19 y la cuarentena que tendrá pronto su video y lanzamiento con el patrocinio de la Municipalidad de San José.
“Como dice mi hermano Carlos, somos como los pájaros, que no se jubilan nunca hasta que Dios diga ‘clic, hasta aquí’”, expresa.
La migración en la identidad nicaragüense
“Decía Pablo Antonio Cuadra que los nicaragüenses siempre hemos estado en permanente éxodo por alguna razón, inclusive dentro de Nicaragua, porque el terremoto te desplaza, la erupción del volcán te desplaza, el paso del huracán te desplaza…”, así describe el artista cómo la migración marca la identidad del nica.
Es una realidad dura, reflexiona. “Yo creo que Nicaragua es uno de los países que más emigraciones tiene, que más familias desmembradas tiene”, agrega.
Ante esa realidad, considera que es importante para el migrante “ganarse el pan honradamente, con el talento, las condiciones y las capacidades de cada uno, y, sobre todo, la solidaridad entre nosotros mismos, eso es muy importante. Es una lucha y la solidaridad del país en que te toca vivir, también tiene que ver mucho”, considera.
“Otra cosa importante del exilio y de la migración, es que los nicaragüenses siempre queremos regresar. No importa cuántos años pasen. Siempre tenemos la maleta hecha. Esa cabanga, esa nostalgia por la patria, ese mal de patria o ese bien de patria, no sé cómo decirlo”, asegura.
Para el cantautor aún no es el momento. “Mientras haya presos políticos, creo que no debo regresar a Nicaragua. Y de ahí empecemos a contar... si no hay libertad de expresión, si no devuelven lo robado… que haya un Gobierno que nos permita, en primer lugar, que se haga justicia por todo lo que ha pasado”, enumera, mientras la crisis y represión en Nicaragua solo se agrava, previo a las elecciones previstas para noviembre, que han sido antecedidas por una ola de arrestos y acusaciones judiciales contra aspirantes presidenciales, dirigentes opositores, periodistas, defensores de derechos humanos, empresarios y escritores, en el afán del régimen Ortega Murillo por mantenerse en el poder.
“No me quiero crear falsas expectativas. Sé que vamos a regresar. ¿Pronto? No lo sé, lo dudo. ¿Hasta cuándo? No lo sé, pero no puedo estar con los brazos cruzados”, afirma. Por eso sigue creando, cantando, haciendo arte para y sobre Nicaragua, sobre Costa Rica y sobre temas sociales, sobre la esperanza.
“Hay una linda terquedad, -afirma- que tenemos los nicaragüenses, de creer que puede haber un futuro mejor”. Por supuesto, él no es la excepción.