9 de marzo 2020
Poeta, escritora, y pintora, Luz Marina Acosta es una especie de alter ego o memoria viviente del poeta Ernesto Cardenal, a quien acompañó durante más de cuarenta años como asistente personal. La Luzma rechaza la imagen que predomina sobre Cardenal como un hombre huraño y gruñón, y describe a un poeta tímido, introvertido, que “no hablaba de la cabeza a la boca, sino de la cabeza a la mano”, y que cargó toda su vida con la experiencia adquirida en el monasterio con su maestro espiritual Thomas Merton. “A las dos de la mañana entraba en oración, empezaba la lectura, desayunaba y después empezaba a leer, y en la tarde escribía. Decía que para él “escribir poesía no era fácil, no le brotaba. El poema, Ernesto tenía que trabajarlo”, dice Acosta, en esta conversación con Esta Semana.
Ernesto estuvo a punto de fallecer hace un año, sin embargo, literalmente, resucitó. Dios le dio un año más de vida después de que el papa Francisco le suspendió su castigo como sacerdote. ¿Cómo vivió estos trece meses el poeta Cardenal?
Hubo varias hospitalizaciones. Pero fue muy productivo. Había que luchar por su vida, su cabeza siempre estuvo muy lúcida. Su cuerpo ya no daba más, pero su cabeza (sí), él gozaba mucho con su memoria. Vos le conversabas a Ernesto un tema de tu papá, de Pedro Joaquín (Chamorro), cuando estuvieron en México, y se recordaba el detalle, hasta cómo vestía tu papá, y qué fue lo que dijeron, y se reía. Al momento le salían las cosas, o sea no es que tenía que esforzarse en recordar qué había pasado el día tal. No, Ernesto recordaba muy frescamente qué hubiese pasado, y también recordaba lo de hoy. Él tenía una memoria privilegiada.
Estás hablando de un hombre que se reía, y posiblemente mucha de la gente que no lo conoció se pregunta cómo era ese hombre detrás de ese semblante severo, huraño. Vos fuiste su asistente durante más de 40 años ¿Cómo era Ernesto Cardenal?
Lo que pasa con él es que era un hombre muy franco, directo, sin dobleces. Cuando llegaba un poeta joven o un poeta viejo, que quería enseñarle un poema a Cardenal, yo le decía: -- mirá, ¿estás seguro? Yo te voy a hacer pasar, pero te va a decir lo que piensa en tu cara, y te va a decir -no sos poeta, anda busca qué hacer. Y si sos un buen poeta, también te lo va a decir.
La primera dedicatoria de un libro de él, me dedica: --a Luz Marina, esta poesía, no tan buena como la suya. O sea, él tenía detalles maravillosos conmigo. Cuando yo empecé a pintar, o regresé a la pintura en 2006, porque yo pintaba desde niña, Ernesto ve mi primer cuadro y me dice: --¡pero si sos buenísima, te pareces a Armando Morales! O sea, esas cosas maravillosas tenía Ernesto, de reconocer lo que a él le gustaba. Ernesto no era una persona que te iba a decir me gusta, hipócritamente. Eso nunca lo hubieras esperado.
Otra de las cosas que tenía, que nunca podía mentirle. Yo aprendí eso desde muy joven cuando empecé a trabajar con él, un día que vi que regañó un escritor y le dijo: --pero como podés mentir si sos un hombre que crees en la palabra, -le dice-, porque mentir es robarle verdad a la palabra, o sea, hablando como sacerdote de pecado. Es un pecado, la mentira es un pecado, y no un pecado como en la Iglesia católica, la palabra es sagrada para Ernesto.
- Lo visible y lo invisible: el último poema inédito de Ernesto Cardenal
- Ernesto Cardenal: Con la puerta cerrada
El año que recién terminó, 2019, y todavía a inicios de 2020, Ernesto siguió escribiendo. ¿Cuál es su último poema? En confidencial publicamos Con la puerta cerrada, pero me has mencionado otro que se llama Lo visible y lo invisible.
Ernesto en sus últimos dos años recogió en En el camino de Emaús, poemas de resurrección un proyecto de libro. Aquí hay cinco poemas que son: Así en la tierra como en el cielo, Hijo de las estrellas, Estamos en el firmamento, Con la puerta cerrada, y Lo visible y lo invisible. Esto es el andar de Ernesto hacia su muerte, habla de la muerte abiertamente, para él era algo natural, era integrarse al universo, y era mayor intimidad con Dios. Él es un ser especial y su relación con Dios era una cuestión que, yo como su asistente de más de 40 años, no lo podría explicar, porque que él tenía una relación que no podía entender.
La Antología Completa de la poesía de Ernesto Cardenal de la Editorial Trotta, que se publicó recientemente, ¿incluye todos sus libros de poemas?
Todos, absolutamente, son mil ciento y resto de páginas, casi mil doscientos.
¿Incluido ese poema que mencionaste antes, Con la puerta cerrada?
Con la puerta cerrada. Pero no está Lo visible y lo invisible, que lo terminó el 20 de enero, día de su cumpleaños, de 2020. En la residencia de la embajadora de México, donde fue su fiesta de 95 años, ahí leyó un fragmento y anunció: “Acabo de terminar este poema Lo visible y lo invisible”.
Le pregunté: —¿Poeta ya no voy a decir que es el último poema?, porque yo llevaba tres o cuatro veces diciendo, Con la puerta cerrada, yo creía que era el último poema, y resulta que después me salió con Hijos de las estrellas, y después con otro poema. Entonces digo, ya no vuelvo a decir que es tu último poema, y tenés un último poema después de este penúltimo, pues. Y sí, hay versos, que los dejó en una cajita de madera donde hay múltiples líneas, o versos, o fragmentos de un poema que seguía armando, porque me dijo: —Mientras tenga más que decir, lo voy diciendo.
¿Hay un poema inconcluso?
Sí, pero mi promesa a Ernesto Cardenal, mi fidelidad es quemar esos papelitos, porque él no quiere que se publiquen como un poema que estaba inconcluso. Entonces, no sé si voy a cometer el pecado de cremar esos papelitos, pero si estoy segura que no los voy a publicar.
¿Hay otros proyectos culturales o editoriales pendientes detrás de los cuales estaba Cardenal, después que concluyó la publicación de la antología de Poesía Completa?
Se lanzó el 20 de enero de 2020 en Casa de América en Madrid, fue realmente un regalo para Ernesto Cardenal, a su vida porque se vio plasmado, como decía el editor, con este tomo tan hermoso pasó a ser un clásico de la literatura hispanoamericana, o mundial, o del universo.
Tengo un libro pendiente que sería el tomo de toda la prosa, los ensayos, la narrativa de Ernesto Cardenal, que son muchos. Tenía dos libros de prosa Vida en el amor, que fue al salir de La Trapa, que es uno de sus primeros poemas, muy revelador de su mística. Y, a lo largo del Ministerio de Cultura siempre había ensayos sobre la poesía nicaragüense, la poesía de Rubén Darío, hay de todo, de José Coronel Urtecho.
Ernesto fue durante muchos años un trotamundos, iba al encuentro de sus lectores en Europa, en América latina, en Estados Unidos. ¿Cómo se renovó ese contacto con los lectores, o es la misma generación que lo empezó a leer en los años sesenta y setenta?
El fenómeno de Alemania es único, porque en los jóvenes, la revelación son los Salmos de Ernesto cardenal, en los años sesenta, setenta. Su mejor mercado es Alemania, a lo largo de toda su vida. Pero cuando hizo Cántico cósmico, en el 88-89, fue un trabajo de 30 años. Ernesto es una hormiguita trabajadora de diario, un hombre disciplinado, se despertaba a las dos de la mañana todos los días de su vida, yo creo que Ernesto cargó con la Trapa hacia Solentiname, y después a su habitación en Pancasán, en Managua, porque él mantuvo su disciplina de vida. Dos de la mañana entraba en oración, empezaba la lectura, desayunaba y después empezaba a leer, y en la tarde escribía. Decía que para él escribir poesía no era fácil, no le brotaba, no era una cosa que manara así, inspiración, vio una musa y dijo el poema, no. Ernesto tenía que trabajarlo.
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Tampoco hablaba ni daba discursos de manera espontánea.
No. Era un hombre profundamente tímido, íntimo, introspectivo, siempre era hacia adentro, no hacia fuera. No era un hombre social, o sea, amigos contados con los dedos de la mano: Sergio (Ramírez), Claribel (Alegría), Gioconda (Belli).
Y eso de gruñón, resulta que habían dos tipos de agresiones: unos, que se le acercaban y le decían: —¿Se acuerda de mí? Nos vimos en la India en el año no sé cuánto, y Ernesto le decía: —No, no me acuerdo de vos.
Y la otra cosa es que le llevaban a un periodista, y de romplón, —Mira, este es un periodista importante de tal periódico, y él te viene hacer unas preguntas, sin conocer las preguntas, porque él tenía que trabajar su respuesta, escribir su respuesta. No era de la cabeza a la boca, si no de la cabeza a la mano.
¿Cómo vivió la crisis de la dictadura en los últimos dos años? Él se pronunció condenando la represión, y después de la Rebelión de Abril mantuvo contacto con los familiares de las víctimas, dedicó un premio a la memoria de Alvarito Conrado, y visitó a las Madres de Abril en el Museo de la Memoria. ¿Cómo vivió esos meses de protesta y represión?
De mucho sufrimiento. Ernesto sufría, por eso ahí en el poema ese que estábamos mencionando, Con la puerta cerrada, el caso este de (Marco) Novoa, lo impactó.
El joven torturado por los paramilitares...
Cómo el ser humano puede ser capaz de ser tan maldito, tan malévolo con otro ser humano, eso para Ernesto era un sufrimiento. Este Gobierno a él le pareció que había llegado a una locura, a unos extremos que no eran aceptables para nadie.
¿A qué atribuís el intento del régimen de agraviar la memoria de Ernesto con insultos, la toma de la Catedral el martes pasado con violencia?
Para mí es increíble. Siempre que lo nombraban, que ponían (en la) candidatura al Nobel a Cardenal, en este Gobierno hubo una directriz que se boicoteara esa candidatura. ¡Cómo es posible! Lo único que yo pienso es que es una ceguera, no conocen quién es Ernesto Cardenal. Yo no culpo al pueblo de Nicaragua, yo no culpo a los estudiantes, aquí ningún libro de secundaria, ni de primaria, menciona el nombre de Ernesto Cardenal, ¡es un proscrito!
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Sin embargo, lo han seguido atacando aún después de muerto.
Yo creo que son celos de tanta fama. Son 28 traducciones. Estos días he recibido mensajes de sus traductores en el mundo entero, uno de esos me dice que es el de la India, que lo tradujo al hindi. Herman Schultz, que fue el editor alemán que lo lanzó al mundo, a Europa por lo menos. Llegó en los sesenta a Solentiname a buscar el poeta Ernesto Cardenal. Y Ernesto Cardenal en el 77, que se va de Solentiname, utilizan su nombre, la revolución, y él sabe que están utilizando su nombre.
¿Está descansando en paz el poeta? ¿Te pidió algún deseo, o te dio alguna instrucción para su funeral?
Ernesto es un visionario y vio su muerte. El me dejó por escrito que me encargara de sus funerales. Yo le dije: —Poeta, déjalo por escrito, porque me estás dejando un problema. Y él me dijo: —Primero me enterrás con mi papá y mi mamá en Santo Domingo, luego, cuando caiga este Gobierno me sacás, me cremás y me llevás a Solentiname, que es donde yo quiero descansar para siempre.
En realidad después de que firmó eso, vinieron los de Solentiname a pedir que ellos querían llevárselo ya a Solentiname. Le pregunté: ¿Estás de acuerdo con esto? Y me dijo que sí, que estaba de acuerdo que se cremara e inmediatamente lo llevarán a Solentiname. Desgraciadamente lo de Solentiname tendrá que esperar, pero quisimos llevarlo. Así es que yo, ya le cumplí. Ernesto está cremado y sus cenizas están muy bien resguardadas.