11 de agosto 2022
Los ataques del Gobierno Daniel Ortega y Rosario Murillo contra el obispo de Matagalpa, monseñor Rolando José Álvarez, y la Iglesia católica de Nicaragua, tienen la intención de acallar las voces de la Iglesia que defienden los derechos humanos, pero “además hay una agenda antirreligiosa más profunda que pretende descristianizar Nicaragua”, considera el sociólogo Humberto Belli, exministro de Educación.
Ante la amenaza de que el Gobierno logre encarcelar al obispo Álvarez o forzarlo al exilio, incluso expulsado por la misma Conferencia Episcopal, Belli advirtió en una entrevista en Esta Noche que “si el Gobierno se sale con la suya, sería un triunfo del miedo y de la opresión por encima de los obispos. En este momento, donde existe un cerco cruel al obispo y a las personas que lo acompañan, los obispos de Nicaragua tienen que hacer un plantón, salir a la calle, ponerse en huelga de hambre, alguna acción fuerte, dramática, que sacuda las conciencias nacionales y la del mundo. Lo peor que podrían hacer es quedarse callados”, alertó.
Hoy se cumple una semana del secuestro de monseñor Rolando Álvarez y otras diez personas en la casa cural de Matagalpa y la zona está prácticamente sitiada por decenas de antimotines. ¿Qué significa esta escalada de persecución contra la Iglesia católica?
Humberto Belli: Aparte de que hay una agenda de ciertos rasgos políticos, como es el deseo de callar las voces disidentes de la Iglesia, o aquellas que defienden los derechos humanos, también veo una agenda antirreligiosa más profunda.
El Gobierno no solo ha venido atacando a sacerdotes que han expresado críticas al Gobierno sandinista, sino que también expulsaron, por ejemplo, a las monjas Misioneras de la Caridad, que lo único que hacían era una labor apostólica de caridad hacia los más pobres. Igualmente cerraron la Fundación Fabretto, que atendía en el norte del país a miles de niños campesinos, y que educaba y evangelizaba.
Este tipo de acciones no tienen ningún cariz político, no están golpeando a personas disidentes, organizaciones independientes con un pensamiento distinto, si no que están orientadas a ‘descristianizar’ el país, a golpear a la Iglesia en su labor evangélica y, simultáneamente, también están golpeando a sus representantes más beligerantes, más proféticos, buscando -así cómo quieren ‘descristianizar’ el país- cómo convertir a la Iglesia a una especie de manso cordero sometido, como lo logró Stalin en la Europa del Este durante el comunismo de los años 50 y 60; como lo lograron parcialmente en Cuba.
Existe pues para mí, ese designio político-religioso. Político, al someter a la Iglesia y convertirla en una Iglesia mansa y callada, y en lo religioso, al ‘descristianizar’ el país.
¿Qué gana Ortega con este despliegue armado contra un obispo, o con la expulsión de las Misioneras de Madre Teresa de Calcuta? No hemos visto una expresión espontánea de apoyo de sus partidarios de Gobierno, o del Frente Sandinista y más bien los empleados públicos condenan en silencio esta persecución religiosa. ¿Quién apoya a Daniel Ortega y Rosario Murillo, en esta campaña contra la Iglesia?
Quien más lo apoya es (William) Grigsby, que es una especie de Goebbels nicaragüense, haciendo propaganda asquerosa a favor del régimen, y justificando todo lo que hacen, pero estamos seguros que dentro del régimen, donde hay muchísimos católicos y personas sensatas, no hay apoyo para este tipo de acciones.
Algunos de ellos podrían, por ejemplo, quizá justificar que critiquen a monseñor Álvarez porque no ha tenido una posición de apoyo al sandinismo, pero ¿cómo puede un miembro del Gobierno justificar que hayan sacado a las misionera de la Caridad, o que hayan cerrado la Fundación Fabretto? Entonces, no veo ninguna. Incluso el Gobierno no ha dado justificaciones. Se le ha hecho la pregunta de por qué expulsaron a las monjas de la Caridad, y el Gobierno no ha dado ninguna respuesta al respecto.
El Gobierno ya inició una investigación policial contra monseñor Álvarez por supuesta promoción de la violencia, con lo cual se sugiere que ya lo declararon culpable. ¿Cuál es el objetivo final: llevarlo a la cárcel como los otros dos sacerdotes; expulsarlo del país o, según fuentes eclesiales, forzarlo para que se vaya al destierro con la anuencia forzada de los obispos y del Vaticano?
Esa es parte de la trampa que parece que está planeando el Gobierno: poner en una disyuntiva al obispo Álvarez, donde le queden solamente tres salidas: morir de hambre, rodeado por la Policía porque no le dejan entrar ni alimentos ni bebidas; o salir y ser echado preso, o irse al exilio, y no sería remoto que haya presiones del Gobierno hacia la Conferencia Episcopal, para que la misma Conferencia Episcopal o el cardenal Brenes le solicite o le ordene irse al exilio, de forma que no sea el Gobierno quien lo expulsa, sino la misma Conferencia Episcopal. ¡Ojalá que los obispos no se presten a ese juego!
¿Cómo evalúas el comunicado que ha emitido la Conferencia Episcopal? Por una parte, se solidarizan con el sufrimiento de monseñor Álvarez, pero evitan llamar las cosas por su nombre. Hablan de “la situación” que vive el obispo, sin identificar la causa de esta persecución, y más bien invocan un posible diálogo con las autoridades. ¿Hay un liderazgo en la Conferencia Episcopal?
Son temas muy difíciles de juzgar porque podría ser válida la hipótesis de que los obispos están apostando a que a través de una actitud suave, mediadora, diplomática, van a lograr evitar antagonizar al Gobierno, y tal vez pueden influirlo para que trate más humanamente al obispo Álvarez y a otros sacerdotes. Esa podría ser una explicación. Otra es que sencillamente estén embargados por la timidez, por la cobardía, estén con ambivalencia, haya falta de valor para decir las cosas por su nombre, cualquiera de las dos cosas podría estar pasando ahora.
Si fuera cierta la primera, es decir, que a través de la mansedumbre y de la ambigüedad van a lograr algo, habría que ver los resultados. Los nicaragüenses hemos estado viendo durante años, yo le he venido siguiendo la pista a las declaraciones del cardenal Brenes, que usualmente han sido sumamente suaves, ambiguas, un poquito ‘gallo gallina’ y tal vez hubiéramos podido justificar como un afán suyo de mantener relaciones diplomáticas afables con la pareja dictatorial, pero no hemos visto que ese tipo de estrategias dé buenos resultados, porque lo que ha habido en los últimos meses es una persecución tremenda contra la Iglesia católica, que ni siquiera se vio durante la Revolución Sandinista de los años 80.
¿Qué consecuencias tendría este posible destierro del obispo Rolando Álvarez, o el exilio forzado de otro obispo, como ya ocurrió hace más de dos años con monseñor Silvio José Báez?
Tenemos el caso de monseñor Báez; también el caso del padre (Edwing) Román. Ahora tendríamos el caso de monseñor Álvarez. Sería un mensaje de que quien no sea grato al Gobierno sandinista irá al exilio, o a la prisión, porque ya tenemos a dos padres prisioneros, y tenemos uno en la clandestinidad o huyendo.
¿Qué impacto puede tener esto en los otros sacerdotes, en la Iglesia que predica la esperanza, y en los feligreses que también están siendo espiados y hostigados al acercarse a estos templos con estos sacerdotes?
Puede haber dos reacciones: la de la Iglesia que pudiéramos llamar a través de la historia, ‘la Iglesia heroica’ que ha enfrentado a los opresores y que ha mantenido su fe en Cristo a pesar de las persecuciones, incluso arriesgándose a dar la vida, y luego la Iglesia colaboracionista, sometida, que se ha visto en Europa, en China, y también se vio en la antigüedad. Ahí, cada sacerdote reaccionará de acuerdo con su fidelidad al Evangelio.
Es cierto que hay que ser prudente. El Señor decía que ‘hay que ser prudente como serpiente, y manso como paloma’, pero al mismo tiempo llamó a la valentía y prácticamente la inmensa mayoría de sus discípulos perecieron. Fueron ejecutados por las autoridades de su tiempo. San Pablo y San Pedro jamás se callaron, a pesar de las presiones de los poderes políticos, y pagaron con su vida su valentía.
El clero nicaragüense está ante esa disyuntiva: mantenerse firme y valiente, o claudicar, sin excluir la posibilidad de una prudencia razonable, que está sujeta a que dé resultados. Si la prudencia razonable no da resultados, y el Gobierno continúa en su campaña represiva, quiere decir que el lenguaje de la mansedumbre no funcionó.
¿Está sola la Iglesia, o tiene respaldo de la ciudadanía? Hemos visto muchas expresiones de apoyo a nivel nacional e internacional, como la Conferencia Episcopal de América Latina, la Celam. ¿Esta solidaridad es efectiva? ¿Puede resistir la Conferencia Episcopal y la Iglesia en general esta presión del Gobierno?
La solidaridad es sumamente importante. Yo recuerdo en junio de 1982, cuando la Iglesia en Nicaragua ya estaba siendo atacada fuertemente por el Gobierno sandinista, especialmente en la persona del cardenal Obando, que entonces era un opositor muy vocal de la revolución. El Santo Padre Juan Pablo II mandó una carta a los obispos nicaragüenses -hoy la repasé en Internet- donde los exhorta a mantenerse unidos, a saber que no están solos; que el Santo Padre y la Iglesia universal están con ellos. Nunca se sienten solos los obispos, si los obispos son representantes de Cristo. Es decir, hubo una manifestación del Santo Padre a favor de los obispos de Nicaragua, lo cual les dio bastante fuerza moral, igual que ayudan muchísimo las expresiones de solidaridad provenientes de la Conferencia Episcopal de América Latina.
Esta escalada de agresiones ha relanzado un estado de desconcierto y un reclamo nacional e internacional precisamente en torno al silencio del papa Francisco y el Vaticano en esta crisis. ¿Se puede esperar algún cambio? ¿Dónde está la presencia del papa Francisco y el Vaticano?
El Vaticano no siempre ha estado silente en estas circunstancias. Cuando fue expulsado el nuncio Waldemar Sommertag, la secretaría de Estado sacó un pronunciamiento bastante fuerte, criticando esa acción del Gobierno, y explicando que no había ninguna justificación para ese acto tan arbitrario. Ahora bien: hasta la fecha, el papa Francisco no ha dicho nada, pero eso puede tener dos interpretaciones. Una, es que si él saca un comunicado criticando de alguna forma al Gobierno, se le dificultaría la capacidad de dirigirse directamente a la pareja dictatorial y exhortarlos a que respeten a la Iglesia de Nicaragua, o a lograr algo en esas negociaciones. Hay que tomarlo con paciencia. Puede ser que el papa -que yo estoy seguro que conoce bien la situación de Nicaragua- está tratando por medios diplomáticos de tener alguna influencia.
Vamos a ver con el tiempo, pero si siguen pasando estas persecuciones, si el Gobierno no se ablanda para nada; si sigue golpeando duro a toda la Iglesia, y continúa el silencio del Vaticano, entonces sí nos incomodaría muchísimo como pueblo católico, y estaríamos esperando que así como Juan Pablo Segundo se preocupó por la suerte del obispado nicaragüense, el papa Francisco también lo haga expresivo, pero yo diría que le demos en este momento el beneficio de la duda, porque no sabemos lo que se está jugando tras bambalinas. No sabemos el tipo de acciones o esperanzas que pueden tener, en conseguir influir en el Gobierno de Nicaragua.
La Iglesia católica es, hoy por hoy, la institución más creíble en la sociedad nicaragüense. ¿Puede el régimen sustituirla con este culto a la personalidad de Ortega y Murillo? Vos hablabas que esta campaña tiene una intención política, pero tiene otra de ‘descristianizar’ a Nicaragua. ¿Acaso se puede imponer otra religión?
Pueden intentarlo. No lo van a lograr, porque el repudio que tienen, el desprestigio que tienen está muy alto. Pero sí pueden intentar lo que ya vimos que sucedió por ejemplo en Corea del Norte, donde Kim Il Sung creó un culto a la personalidad, donde él, su hijo, y ahora su nieto, son presentados como dioses. Es la tentación siempre de los poderosos. Ocurrió con el Imperio Romano, ocurrió con Hitler, con Mussolini, que creaban un culto a la personalidad en donde realmente a quien debía amar el pueblo por encima de todas las cosas, era al líder político, pero eso no lo logran nunca. Esto más bien aumenta el repudio, y el pueblo nicaragüense, cristiano, jamás va a querer sustituir a Cristo o a la Virgen María, por Rosario Murillo y por Daniel Ortega, que es una comparación en verdad bastante salvaje.
Al llegar al séptimo día del secuestro de monseñor Álvarez, en esta situación donde no se conoce realmente cuál es la posición de la Conferencia Episcopal ante la presión del Gobierno, ¿qué está en juego en esta crisis si se impone la presión del Gobierno? ¿Cuáles serían las consecuencias para el país?
Las consecuencias, si el Gobierno se sale con la suya, serían bien tristes. No sé si decir trágicas, porque sería un triunfo del miedo y de la opresión por encima de la Conferencia Episcopal. En este momento, donde existe un cerco cruel al obispo y a las personas que lo acompañan, un cerco brutal donde no le permiten alimentos ni bebidas, los obispos de Nicaragua tienen que hacer un plantón, salir a la calle, ponerse en huelga de hambre, alguna acción fuerte, dramática, que sacuda las conciencias nacionales y la del mundo.
Lo peor que podrían hacer es quedarse callados y mandar solamente comunicados llenos de cautela ‘gallo gallina’, que dicen y no dicen, siempre con la salvedad de que estén logrando algo, pero pronto. No podemos esperar que padezcan enfermedades o que se mueran de hambre los que están adentro.