10 de agosto 2015
“Estaba en la parada, esperando el bus y un hombre mayor pasó a mi lado, se quedó viéndome y se detuvo frente a mí y se sintió con la libertad de decirme cualquier cantidad de obscenidades que se le ocurrieron. En ese momento, me paralicé me dio miedo y volteé alrededor mío, para ver si había más gente en la calle, para no sentirme sola”, relató Kenia Navas, una joven ingeniera, de 26 años, que se dirigía a su centro de trabajo ubicado en el centro de Managua.
Como muchas mujeres, Kenia ha sentido que los comentarios sexuales y las miradas lascivas se han convertido en una costumbre. Algunos hombres lo llaman ‘piropo’, pero las féminas lo consideran una agresión. “Son prácticas de connotación sexual en los espacios públicos ya sean paradas de buses, mercados, que se da de forma unidireccional por un desconocido y que causa malestar en las víctimas”, explica Estrella Lovo, una estudiante de psicología que fundó el Observatorio contra el Acoso Callejero (OCAC), junto a la comunicadora Noelia Gutiérrez.
OCAC realizó este año un estudio en Managua encuestando a más de 900 mujeres de 14 a 55 años en la zona urbana. Los resultados fueron reveladores: 9 de cada 10 mujeres ha sufrido acoso en las calles y más del 60 % señalan a los hombres de hostigamiento físico y persecución.
La línea de separación entre acoso y ‘piropo’, Lovo la traza en que el hombre debe ser un conocido para la mujer que recibe el comentario, el que además debe ser expresado con respeto. La instructora de Yoga y licenciada en marketing, Carmen Parrales, coincide en que el piropo es otra cosa. “Es un piropo cuando es alguien que conozco, por ejemplo alguien con el que estoy saliendo y se da en el marco del respeto. Pero un hombre en la calle, que no sé, te dice algo de tu cuerpo. Es como extraño, no tenés confianza y más con los gestos, la mirada”, expresó.
Según las mujeres consultadas para este reportaje, el acoso en el espacio público es tan común, que es imposible encontrar a una que no lo haya sufrido. Las paradas de buses o las calles son escenarios comunes de acuerdo con las historias recabadas por el programa televisivo Esta Semana.
El programa reunió la semana pasada a cinco mujeres para hablar del tema. Todas ellas son de profesiones y edades de distintas pero coinciden en un punto: Todas han sufrido acoso.
“La peor experiencia que tuve fue en mi casa, yo generalmente estudio por las noches, entonces ese día me hice frente a la ventana para agarrar más aire, estaba en la computadora como a las 10 de la noche, vuelvo a ver a la ventana y estaba un hombre masturbándose frente a la ventana. Me levanté y salí corriendo al cuarto donde estaba mi esposo, estaba atacada en llantos, temblaba, yo estaba pálida. Ya no estudio frente a la ventana. Quedé traumada”, relató Ana Alejandra Altamirano en la entrevista grupal citada anteriormente.
Olga Sánchez, diseñadora, recordó la vez que iba caminando y un grupo de hombres comenzaron a decirle cosas, lo que la hizo sentirse incómoda.
El origen del acoso y sus consecuencias
Para la directora del Programa Feminista “La corriente”, María Teresa Blandón, el acoso se explica en la conformación social de las relaciones entre hombres y mujeres. Para ella desde que se asumió que los hombres tenían el derecho de seducir a las mujeres, sin que estas tuvieran necesariamente que dar su consentimiento, se abrió una puerta para que los ataques sexuales florecieran.
“En el origen del piropo está la idea de que quienes deben de tener el protagonismo en el ámbito del romance y de la sexualidad son los hombres. Se les enseñó que es su prerrogativa expresar públicamente lo que piensan de una mujer y su cuerpo. Desde la infancia está considerado como un derecho desde que le decís a los niños mire ahí va una muchacha láncele un besito, dígale que bonita que es, dele un besito, tóquela, agárrele la mano”, plantea la experta en temas de género.
Lovo encuentra otro tipo de mensaje: “por favor reléguense porque los hombres tenemos el derecho de decir lo que queramos”. El estudio del OCAC revela las consecuencias que tienen los episodios de acoso callejero en las mujeres. Ellas prefieren cambiar su rutas para no encontrarse con los acosadores o prefieren no vestirse de manera llamativa. El 80 % de las mujeres encuestadas reacciona de manera pasiva y huye de los agresores sin confrontarlos.
La directora del Centro de Desarrollo Psicosocial de la Universidad Centroamericana, María Auxiliadora Alfaro, explica que hay distintos niveles que van desde una sensación de malestar hasta episodios de estrés agudos. “Es algo que te limita, que te impide, que te paraliza y que tienen como consecuencia alteraciones de sueño, alteraciones en los hábitos alimenticios, alteraciones en el estado de ánimo, sensación de mucho temor miedo, pesadilla y que incluso te puede llevar a cambiar los hábitos cotidianos”, explica la psicóloga.
“Es un tipo de agresión, violencia sobre todo porque agreden tu autoestima. Cada vez que me dicen alguna obscenidad porque realmente no son piropos y van restando mi autoestima, siento que hasta me llego a sentir culpable porque ¿qué estoy haciendo para recibir esto?”, expresa Mayra Sequeira, una joven licenciada en Relaciones Internacionales.
La denuncia y educación para erradicar el problema
Mientras algunas mujeres deciden vestir camisas cerradas y pantalones, para no llamar la atención, hay otras como Carmen Parrales que prefieren encarar al acosador. “Cuando uno confronta, vas a llamar a la Policía o esto, te empiezan a pedir disculpas porque no quieren que sus mamas se den cuenta, que sus esposas se den cuenta, entonces es algo que la familia ni siquiera sabe que ellos hacen en la calle”, expresa.
Parrales se ha tomado el tiempo de denunciar a los hombres que logra identificar con logotipos de algunas empresas y su experiencia reafirma que la denuncia es un arma útil contra los acosadores. Normalmente toma fotos y números de placa, luego se acerca o llama a los establecimientos y en muchos casos ha tenido respuestas positivas por parte de los encargados. “Me tomo mi tiempo, pero es para defenderme porque no hay nadie que te defienda. Muchas empresas sancionan a la personas de diferentes formas, dan charlas y creo que las empresas pueden empezar por ahí”, manifiesta.
Las expertas consideran que lo más importante para enfrentarse con este tipo de casos es mantener la calma y seguridad. Si se toma la decisión de emplazar, debe asegurarse que puede ser seguro y que el hombre no se va a poner violento.
Según el estudio de la OCAC, la mayor parte de los acosadores, al ser confrontados, tienen respuestas pasivas, muchos huyen y solo el 1.1 tiene una respuesta agresiva ante una mirada de desagrado o ante una exigencia de respeto. El 2.9 % amenazan y un 12 % se disculpa.
Sobre las causas estructurales, las apuestas se hacen en que se retome este tema especialmente con los niños y jóvenes, y que se discuta desde una perspectiva de Derechos Humanos. “Al igual que con otras formas de violencia contra las mujeres si los hombres no cambian las mujeres no vamos a poder liberarnos de este peso del acoso callejero”, indica Blandón.