23 de agosto 2020
Iskra Malespín, de 22 años, sintió que le faltaba el oxígeno y corrió hacia la puerta de salida de su casa para tratar de tomar aire. Apoyada en el umbral de su vivienda se desvaneció ante la mirada atónita de su familia. Ella no sabía que estaba contagiada de covid-19; se enteró horas después de aquel colapso.
La joven temía contagiarse del nuevo coronavirus, pero no pensaba que la enfermedad la podía postrar en una cama o matarla. Esta idea es compartida por muchos jóvenes que no creen que pueden enfermarse o complicarse igual que los adultos mayores; sin embargo, datos extraoficiales y casos como el de Iskra Malespín demuestran lo contrario.
Ella es estudiante universitaria y en mayo, en el cierre de su cuatrimestre, comenzó a tener episodios de migraña. Pensó que se debían a los desvelos y al estrés por la entrega de las últimas tareas. Los dolores de cabeza continuaron, acompañados de malestar en la garganta, temperatura de 40 grados, pérdida del apetito y del olfato.
Al cuarto día de presentar síntomas, un nueve de mayo, sentada en la sala de su casa, sintió un fuerte dolor de estómago y presión en el pecho, le faltaba el oxígeno. Fue en ese momento cuando se desvaneció ante su familia. Sus manos “se le durmieron” y su tráquea “se le cerró”.
“Estaba con síntomas de asma, perdí la vista por una hora. Me desmayé, pero seguía tratando de respirar por casi media hora. Mi mamá se arriesgó muchísimo, y me dio respiración boca a boca hasta que me pudieron nebulizar”, recuerda la joven.
“En ese momento, en que casi pierdo la vida. No me daba tiempo de pensar si me iba a morir o no, sino cómo fui tan irresponsable de contagiar a toda mi familia”, añade.
Funcionarios del Minsa: “Puede pagar un hospital”
Por la noche de aquel nueve de mayo, a Malespín la llevaron al centro de salud de Villa Libertad, donde la diagnosticaron con neumonía y la devolvieron a su casa. Sin embargo, un tío que es médico le confirmó que tenía síntomas de covid-19 y le dio las indicaciones de cómo tratarse en su casa, pero los colapsos continuaron.
Funcionarios del Ministerio de Salud (Minsa) llegaron en varias ocasiones a la vivienda de Malespín, para hacerle un chequeo médico. En una ocasión, le dijeron que no era necesario que asistiera a un hospital público: “Quédese, usted tiene dinero, usted puede pagar un hospital (privado)”, le dijeron. La joven es miembro del opositor Movimiento 19 de Abril.
A pesar de no sufrir ninguna enfermedad preexistente, la joven recuerda las complicaciones que padeció con la covid-19: “Estaba pálida, con los labios morados, todo el cuerpo morado, las uñas moradas y no sentía la piel”.
El 13 de mayo, cuatro días después de su primer colapso, fue a pasar consulta al Hospital Bautista. Su nivel de oxígeno en la sangre era del 34% y sus palpitaciones muy bajas. No fue hospitalizada por los altos costos del centro y se trató en casa. Los familiares juntaron dinero para comprar un tanque de oxígeno, al que estuvo conectada 18 horas diarias por 15 días.
Contagio en el Oriental
En su informe del 12 de agosto, el independiente Observatorio Ciudadano COVID-19 registra al menos a 598 jóvenes, entre 20 y 29 años, como casos sospechosos del nuevo coronavirus. Dentro de este segmento, se calcula que unos siete han fallecido vinculados a la pandemia.
El Observatorio, integrado por una red de médicos y voluntarios independientes, reporta 9646 casos sospechosos de covid-19 y un total de 2626 muertes con síntomas de la pandemia.
Destaca que la mayor cantidad de casos sospechosos se da en el grupo de edad de 30 a 39 años, con 840 casos, de los cuales unos 60 han fallecido.
A pesar que las estadísticas extraoficiales demuestran un alto porcentaje de jóvenes enfermos de covid-19, Malespín opina que en su mayoría los contagiados callan para “no ser discriminados”.
La joven asegura que tomó todas las medidas de prevención y sospecha que se contagió en el Mercado Oriental, donde el cinco de mayo fue con su amiga Laleska Álvarez, de 24 años, a comprar insumos para armar unos kits de higiene que entregaron en las calles y semáforos de Managua, como parte de una iniciativa ciudadana organizada por los movimientos estudiantiles opositores al Gobierno.
Álvarez presentó los primeros síntomas de la covid-19 al mismo tiempo que Malespín. Tuvo episodios de migraña y perdió el gusto y el olfato. Ella buscó ayuda médica privada y se aisló totalmente dentro de su cuarto.
“Un día amanecí agripada y con tos seca. En ese momento, comencé a utilizar mascarilla dentro de mi casa, aparté mi plato, mi vaso y mi cuchara. Tenía temor de contagiar a mi mamá que es hipertensa y diabética”, explica la joven.
Aunque no tuvo las mismas complicaciones de salud que su amiga, Álvarez sufrió una mañana un ataque de asfixia. “Sentí un desespero, no podía respirar; era una desesperación horrible. En ese momento, tuve miedo de perder la vida”.
Durante unos 20 días, la joven sufrió la enfermedad. “No todos los síntomas me daban el mismo día”, comenta. Ella ha quedado con varias secuelas: se cansa con facilidad al caminar largas distancias, le cuesta realizar actividades físicas y aún siente dolor en el pecho.
“Es peor no disfrutar nada, si te morís”
En marzo pasado, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), advirtió sobre las consecuencias de que los jóvenes se contagiaran por no guardar el distanciamiento social recomendado.
“Hoy tengo un mensaje para los jóvenes: no sois invencibles. El coronavirus puede llevarte al hospital durante semanas e incluso matarte. Incluso si no se enferma, las decisiones que elijáis podrían marcar la diferencia entre la vida y la muerte de otra persona”, alertó Adhanom.
Organismos y expertos nacionales e internacionales han advertido que los jóvenes deben cuidarse para no contagiar a las personas mayores en sus casas, que son las más vulnerables ante la pandemia. Sin embargo, en el caso de Ángel Rocha, de 25 años, la historia fue al revés: él se contagió por tener contacto con una persona de la tercera edad que murió a causa de la covid-19.
Él no sabía que la abuela de su novia tenía coronavirus, pero los síntomas como altas temperaturas, falta de apetito, fatiga y la forma de su sepelio —“la enterraron en una bolsa plástica”— daban indicios para pensar que era coronavirus, según el joven.
Cuatro días después del fallecimiento de la señora, Rocha comenzó a tener dolor de cabeza, altas temperaturas, dolor en los huesos, pérdida del olfato y del apetito, eso lo hizo confirmar la hipótesis de que se había contagiado.
De inmediato se aisló en su cuarto y no se atendió en ningún hospital, porque vive en una zona rural y el centro médico le queda lejos. El joven hizo uso de la telemedicina, de una de las organizaciones de médicos independientes.
Rocha, Álvarez y Malespín veían la covid-19 como algo que los podía afectar, y tomaron medidas mínimas de prevención como el uso de mascarilla y alcohol gel. Sin embargo, después de padecer el coronavirus, extremaron sus hábitos y salir a la calle ya no es una opción.
Malespín reflexiona que “es aburridísimo estar encerrado en la casa, sentís que te estás desgastando la vida, que no la estás disfrutando, pero la podemos disfrutar más adelante. Es peor no disfrutar nada, si te morís”.
Vean el reportaje en la edición de este domingo de Esta Semana