23 de mayo 2017
Familiares y amigos del coronel en retiro Irving Dávila le rindieron un sentido homenaje póstumo la noche de este lunes en una funeraria de Managua, donde resaltó la faceta del luchador social como esposo y padre, que no era tan visible para quienes estaban acostumbrados a verlo en las calles protestando por la restitución de la democracia y la lucha contra la corrupción en Nicaragua.
Dávila, fundador del Ejército, falleció en México a los 63 años de edad, luego de que su afección renal le ganara la partida, tras más de dos décadas de tratamiento médico y dos trasplantes de riñón.
Su esposa, la especialista en educación Josefina Vijil, rindió un testimonio conmovedor sobre su relación con Dávila, a quien describió como “un hombre de inmensa sensibilidad”. “Un campeón de las causas grandes y la vida cotidiana”.
“Era un hombre que creía en las personas y en las causas”, sostuvo Vijil. “Pese a que era un hombre curtido por la política, la clandestinidad, la guerra, y la desilusión de la pérdida de valores de la Revolución Sandinista, nunca perdió la capacidad de creer”.
Dávila se incorporó desde 1978 a la lucha armada contra la dictadura somocista, luego ocupó un puesto en el Departamento de Relaciones Internacionales DRI- FSLN. Durante el gobierno revolucionario, en 1982, fue reincorporado a las filas del Ejército y retirado en 1990, cuando triunfó el gobierno de doña Violeta Barrios de Chamorro.
En la vida civil, tras hacer estudios de posgrado en derecho, Dávila dedicó su vida a la formación política de jóvenes, e hizo patente su compromiso con la restauración de la democracia y la lucha contra la corrupción en Nicaragua. Como exmilitar, defendió los derechos de los militares en retiro y fue uno de los principales críticos de la concentración de poder del comandante Daniel Ortega, y de la cooptación de las fuerzas armadas por parte del caudillo Sandinista.
Dávila fue un sujeto activo en la sociedad civil nicaragüense, que acompañó a los campesinos que demandan la anulación de la ley canalera, y a sus hijas en las protestas por los derechos de las mujeres. Sus familiares lo recuerdan como un hombre enamorado y entregado a su esposa y sus hijos.
En el homenaje póstumo realizado en la funeraria Monte de los Olivos fueron exhibidas decenas de fotos de Dávila en su vida cotidiana familiar. Un hombre con un semblante de sonrisa casi permanente, amante del baile, un padre que crió a sus hijas mientras su esposa terminaba su tesis doctoral. A la par de sus cenizas su gorra azul y blanco con la leyenda de “Nicaragua”, que usaba en las marchas de protesta.
“Irving se fue con las manos llenas. Denunciaba la corrupción que le quita el pan a los más pobres”, afirmó su suegra María Josefina Gurdián Mántica, mejor conocida como Doña Pinita.
Dávila pasó los últimos días tratando su afección en México, pero un virus que desarrolló una resistencia a los medicamentos causó su deceso. Sin embargo, sus familiares comentaron que pasó más de quince días en cuidados intensivos. “No se quería ir”, relató su esposa Josefina.
“Era como si un hilo lo uniera a la vida. Irving quería más tiempo para ver el restablecimiento de la democracia en Nicaragua, ver cómo caerá esta dictadura”, sostuvo Vijil. “Las personas excepcionales se van pronto, y las lacras no”, agregó.
A la par de las cenizas de Dávila, un ex guerrillero sandinista, estaba un tupido ramo de flores con la siguiente inscripción: “seguí volando alto y libre”. Esas fueron las palabras con las que lo despidió su esposa Josefina.
Este martes distintos sectores políticos y de la sociedad civil le rendirán otro homenaje a Dávila, en el que resaltarán el legado político y social del hombre de ideas y convicciones.