19 de abril 2024
Es muy difícil tener un hermano que ha sido preso político en dos ocasiones: en 2018 y en la actualidad. Es doloroso porque seguimos siendo víctimas de abusos cuando vamos a visitarlo a prisión. Nos dejan largas horas esperando bajo el sol y cuando logramos entrar, nos revisan y manosean nuestras partes íntimas.
Cuando ya estamos dentro no nos dejan hablar en libertad con nuestro preso, porque siempre hay alguien escuchándonos. Además, en cada visita nos hacen firmar una carta en la que decimos que nuestros familiares están bien y que nos comprometemos a no dar entrevistas, ni escribir nada en redes sociales, porque si no nos meterán a prisión bajo acusaciones de ciberdelitos.
En 2018, íbamos a organizaciones de derechos humanos nacionales a denunciar, hacíamos conferencias de prensa y éramos capaces de montar piquetes con pancartas en las caras de los policías. Eso se acabó. Hoy lo que queda es un silencio total porque sabemos que la dictadura está actuando de una manera más criminal.
También ha sido difícil enfrentarse al miedo de las personas que te conocen de toda la vida, con las que antes tenías una buena relación y que hoy no quieren hablarte por temor a sufrir represalias de la dictadura.