31 de agosto 2021
Cuando Jorge Hurtado vio que ejercer el periodismo en Nicaragua era un oficio cada vez más peligroso y que el panorama económico no mejoraba, tuvo que dejar atrás una promisoria carrera –lo que incluyó cerrar su propia empresa de comunicación— y se marchó a Colombia, donde un medio internacional de noticias, lo contrató para aprovechar sus talentos.
Jessica Palacios estaba felizmente empleada para la empresa que la contrató el mismo día que ella defendía su tesis, pero la convicción de que en Nicaragua no había futuro ni para ella ni para su marido, los empujó a buscar opciones laborales en Europa y en el sur de Centroamérica. Para su suerte, la empresa para la que trabaja, pudo ofrecerle un puesto en Guatemala, y ambos se fueron para allá.
Edgar Iván Cubas buscó empleo en un call center, después que cerró operaciones en Nicaragua, la aerolínea para la que trabajó por 15 años. Hasta que se dio cuenta que no quería un empleo rutinario y conformista, y emigró a Estados Unidos, donde ejerce labores manuales, con la convicción de que su talento y habilidades, le darán acceso a un empleo mejor remunerado, que le permita recuperar el nivel de vida que tenía en Nicaragua.
Como ellos, miles de nicaragüenses salen del país cada semana hacia Estados Unidos, Costa Rica, Panamá, España, Canadá y varios países europeos. El politólogo Manuel Orozco calcula una nueva ola migratoria de 60 000 nicaragüenses de todos los niveles académicos, hacia EE. UU., en la medida en que se profundiza la crisis sociopolítica que afecta a la economía nacional, lo que causa sufrimientos a las familias que ven irse a sus hijos, y perjudica a las empresas, que pierden profesionales y técnicos calificados.
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La frase ‘fuga de cerebros’, se usa para referir la pérdida que sufre un país, cuando sus científicos y profesionales emigran en grandes cantidades, pensando en las afectaciones al desarrollo de ese país, así como al mercado laboral especializado, y al costo que implicó su capacitación, que a partir de ese momento, beneficia a la nación de acogida.
“La fuga de cerebros se da cuando una persona sale de su país de origen, dado que el costo de quedarse, es más alto que el beneficio de hacerlo. Y en Nicaragua, durante los últimos tres años, hemos visto cómo el costo de quedarse ha venido creciendo: inseguridad, costo de vida y el beneficio en el empleo”, mientras disminuyen la posibilidad de moverse en el país, y la calidad de vida, asegura el economista Rodrigo Quintana.
El problema de perder a los que más saben
“Cuando el mercado laboral pierde a una parte importante de su personal calificado, resulta clave cuantificar esa pérdida, en el sentido de qué sectores económicos están movilizando más profesionales, y hacer proyecciones”, añade María Estelí Jarquín, especialista en diplomacia científica.
“Que yo sepa, tal registro no existe. Los únicos que mantienen un cierto nivel de registros de entrada y salida al país, es Migración, pero no llevan un conteo de la escolaridad de las personas que entran y salen del país. Otros países sí tienen algún registro”, detalla Quintana.
La economía también se ve afectada por la salida de mano de obra calificada, sean estos técnicos u obreros expertos que ejecutan una actividad que requiere de habilidades específicas, como lo relata el gerente de una empresa agroindustrial que forma parte de la cadena exportadora de tabaco, ubicada en el norte del país.
El administrador explica que la fuga de personal afecta a muchos sectores. Observa que hay gente que se marcha por razones políticas. “Aunque ellos mismos no sean perseguidos, el ambiente que prima en el país los impulsa a buscar otros horizontes, sea que encuentren una oportunidad o no”, aclara.
En este caso, “se trata de una migración definitiva, que carga con toda la familia”. Otros se marchan por razones económicas, dejando la familia atrás, para aprovechar las oportunidades laborales que ofrece la economía estadounidense, quizás motivados por las historias de éxito que escuchan de otros migrantes.
Esta fuente conoce el caso de una empresa que fabrica cajas para puros, que perdió a cuatro de sus veinte empleados, o una más grande, con una planilla que supera los doscientos trabajadores, que mes a mes debe liquidar a una veintena de empleados que renuncian para irse al extranjero.
"La industria del puro nicaragüense tiene una excelente relación calidad/precio, pero esto nos hace perder ventaja. La fuga de cerebros impide elevar la productividad y llevarla a otros niveles, además que nos vemos obligados a volver a capacitar al personal nuevo, sin olvidar que estamos desperdiciando el bono demográfico”, señala.
Camino a ser otra Cuba, otra Venezuela
Edgard Iván Cubas, de 39 años, se graduó en Administración de Empresas Turísticas y Hoteleras, en la Universidad de Ciencias Comerciales, (UCC). En 2005 halló empleo en Delta Airlines, donde trabajó por casi 15 años, tanto en el mostrador, recibiendo a los pasajeros, como en el área de abordaje, y aún en la rampa, ejerciendo en ocasiones la delicada tarea de distribuir la carga de forma equilibrada, para asegurar el balance del avión.
Cubas describe un empleo del que no quería salir, no solo porque las múltiples responsabilidades que le confiaban, lo hacían sentirse parte de una maquinaria mayor, que requiere de 800 000 empleados para garantizar su presencia global, sino también por los beneficios, que incluían capacitación, atención médica de calidad, y facilidades para viajar.
Hasta que llegó la represión en abril de 2018, y comenzó a reducirse la frecuencia de hasta seis vuelos semanales, para pasar a cuatro, a tres, “hasta llegar a septiembre, que nos quedamos con un vuelo a la semana. Solo los sábados”, recuerda con pesar.
Pese a las dificultades, “la aerolínea hizo lo imposible por no retirar su ruta de Managua, pero todo empeoró por causa de la covid-19. Lamentablemente, el Gobierno no ha dejado ingresar ninguna aerolínea americana”, al exigir requisitos sanitarios que los demás países no requerían, lo que llevó a que la aerolínea cerrara operaciones el 7 de mayo.
Al quedarse sin trabajo, aplicó a un call center, donde solo trabajó seis meses, porque no pudo lidiar con la rutina, así que en diciembre de 2020 emigró a Estados Unidos, dejando atrás la casa (que estaba en proceso de compra), y el carro, para ir al ‘país de las oportunidades’, sabiendo que no llegaba a hacer trabajos de oficina, sino más bien de construcción o remodelación, o trabajando en un bar o un restaurante.
Reconoce que Nicaragua “está perdiendo bastante” por la fuga de técnicos, y de profesionales como él, y aunque añora más que nada volver a la vida que tenía en su tierra, sabe que necesita un carné de militante para trabajar en el lugar que paga buenos salarios: el Gobierno.
Fuera de eso, solo encuentra “trabajos conformistas que no quiero hacer. ¿Trabajar solo para comer y ya? No. Tenés que mejorar tu vida”, señala diciendo que “estamos retrocediendo. Lamentablemente, vamos a ser una Venezuela, o una Cuba”.
Buscando opciones para mejorar
Jessica Palacios, de 32 años, tiene una licenciatura en Marketing en la Universidad Centroamericana (UCA). Narra con orgullo que, el mismo día que se preparaba para defender su tesis, la UCA la llamó para una entrevista. Hizo la defensa y la entrevista de trabajo el mismo día, y se quedó ahí, en una pasantía. La Universidad la contrataría poco tiempo después.
Luego se especializó en Marketing Digital con cursos en Nicaragua y Panamá, de modo que desde 2018 es gerente regional de mercadeo para esa empresa.
Si bien el teletrabajo le permite cumplir sus obligaciones siempre y cuando tenga conectividad, a mediados de noviembre de 2019, ella y su esposo tomaron la decisión de irse del país, “porque mirábamos que venía una situación muy insostenible en Nicaragua, muy difícil para los jóvenes, que somos al final los más perjudicados, pensando en nuestro futuro profesional”.
Adicionalmente, la reforma fiscal puso a las empresas —nacionales y multinacionales— “en una situación más complicada, que termina reflejándose en el mercado laboral, en puertas cerradas, en falta de crecimiento profesional, en estancamiento, y nosotros decidimos no ver la situación con romanticismo, sino que dijimos: “No vemos que esto vaya a cambiar”, así que “decidimos buscar oportunidades en otro lado, porque nuestro país no nos ofrece esas oportunidades”, relata.
Aunque inicialmente buscaron opciones en Europa, en Costa Rica y en Panamá, pensando en migrar legalmente, y trabajar como profesionales, tuvo la suerte que la empresa le ofreció una posición en Guatemala, para atender el mercado regional desde ese país.
Si bien ambos añoran regresar al terruño, porque “jamás nos vimos dejando nuestro país, nuestra familia. No es fácil dejar tu familia, tu vida, nuestra casa”, ve pocas opciones de que ocurran los cambios políticos que el país necesita, en especial, porque “no tenemos una oposición fuerte que nos lleve a salir de esta situación”.
Se refiere a “la falta de libertad de expresión, las reformas fiscales que terminan ahogando a las empresas”, que también se ven asediadas por las alcaldías, el Mitrab (Ministerio del Trabajo), la DGI (Dirección General de Aduanas). “Si una empresa multinacional, que es tan grande y con tanto poder, comienza a estar en modo de subsistencia, es señal de que todo va mal en Nicaragua”, y eso significa que hay muy pocas opciones de progreso personal, razona.
Aprender, para regresar a enseñar
El periodista Jorge Hurtado, de 31 años, se graduó en 2007, y desde entonces, acumuló experiencia haciendo prensa escrita en El Nuevo Diario, en emisoras de corte juvenil, y en televisión, en Vos TV, donde hizo noticias, revista, y producción televisiva, hasta que decidió emprender, creando la empresa Tresmedia Producciones, para organizar eventos y producir videos para empresas comerciales.
En 2018 retomó su labor periodística, “cuando inició la crisis política y social en Nicaragua, y varios medios me comenzaron a contactar, para hacer corresponsalías”, recuerda.
Hurtado dejó la comodidad de tener una paga fija para arriesgarse a ser empresario, porque “llegás a un punto en el cual las empresas no te ofrecen mejores salarios. Llegás a cierto tope, porque hay limitaciones en los medios de comunicación, sobre todo con el monopolio que existe en Nicaragua, que te quita opciones porque muchos medios están comprados, o financiados por el Gobierno”, así que no hay oportunidad de hacer periodismo libre.
Por eso, decidió crear una empresa que le permitiera hacer periodismo, documentales e investigaciones independientes, para que el periodismo se convirtiera en lo que sí es, para él: su pasión, aunque tal vez no siempre alcanzara para pagar la planilla, o cubrir sus deudas.
Cuando la triple crisis estalló en 2018, tiró todo por la borda. No solo porque la inversión publicitaria es lo primero que sacrifican las empresas, sino porque aumentó el riesgo de ser periodista en Nicaragua.
“Desde 2018, salir a la calle a grabar con una cámara, es un peligro para cualquier persona. Sos un objetivo para los grupos paramilitares. En más de una ocasión nos detuvieron, nos tomaban fotos, nos perseguían en vehículos. Esa es una realidad que vive el periodista independiente, el corresponsal extranjero que trabaja en Nicaragua. Hay un ambiente bastante hostil para desarrollar el trabajo periodístico”, describe.
Ahora, Hurtado trabaja en Colombia, para France 24, un medio internacional de noticias. Su meta es aprender mucho, para replicar sus conocimientos algún día. Cuando sienta que vale la pena volver a Nicaragua, pero también “porque ahí está mi familia, porque siento que es un país también de grandes oportunidades que no están siendo explotadas, o que hasta ahora han sido limitadas a propósito, para que se mantenga cierto grupo en el poder”.
“Yo sé, y estoy seguro, que así como salimos nicaragüenses a triunfar en el exterior, asimismo vamos a regresar muchísimos —cuando las condiciones estén dadas— para sacar a nuestro país adelante, para compartir nuestros conocimientos y nuestras experiencias, y para hacer grandes cosas por Nicaragua”, reflexiona.
No todo es pérdida, si se tienden puentes
María Estelí Jarquín, la experta en diplomacia científica, considera que no todo es pérdida para el país emisor de migrantes. “Vivimos en un mundo completamente conectado en el que pertenecer a redes, “es fundamental para avanzar en cualquier campo del conocimiento”, por lo que las personas que dejan su país de origen, están creando una posibilidad de desarrollo para el país que dejaron atrás.
La salida de personal calificado genera puentes científicos y académicos con otros países, de donde pueden surgir “nuevas conexiones profesionales, nuevos enlaces académicos, tal vez incluso negocios, o formas de emprendimiento. Lo veo como una posibilidad, una oportunidad enorme que se abre en medio de las difíciles circunstancias políticas, económicas y sanitarias que está viviendo el país”.
Viéndolo a nivel macro, el economista Quintana señala que “obviamente, aquellos países que no hagan nada para poder mantener la estabilidad económica, crear empleo, van perdiendo poco a poco el talento humano y eso les va a pasar la cuenta, en la productividad laboral de ese país”.
“Cuando un país tiene poca productividad laboral, tiende a tener un menor crecimiento, porque llega a su frontera de producción, que solo puede ser empujada cuando tenés más talento, más innovación, más personas creando empleo, y eso normalmente lo hacen las personas con mayor calificación”, concluyó.