10 de junio 2022
Tres años de constante asedio, persecución y amenazas, sumado a detenciones arbitrarias y golpizas de personas afines al régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, motivaron a Flor de María Ramírez, conocida desde las protestas ciudadanas de 2018 como “la señora del huipil”, a huir de Nicaragua para “salvar” su vida.
Ramírez, de 66 años, salió del país el pasado 16 de abril, acompañada de uno de sus hijos. La opositora partió de su vivienda, en Managua, a eso de las 2:00 a. m., porque los policías que a diario se apostaban en las afueras de su casa llegaban a las 5:00 a. m.
“Nos fuimos el Sábado de Gloria. Salimos antes de que llegaran los policías, y nos aseguramos que no hubiera civiles, porque también mandaban a vigilar. Salimos apresurados, agarramos un taxi y nos despedimos, en medio de miedo y lágrimas, de nuestro hogar”, relató Ramírez a CONFIDENCIAL.
La “señora del huipil” salió del país por un punto ciego en la zona fronteriza de El Guasaule, en Chinandega, entre Nicaragua y Honduras, con la ayuda de “un amigo”, que le pidió diez dólares por llevarla por un sendero que es poco vigilado por las autoridades migratorias de ambos países.
La ciudadana destacó que, para todo el viaje, llevaba 900 dólares que obtuvo con la venta de muebles, electrodomésticos y unas máquinas de costura que tenía en su negocio en Nicaragua.
El territorio hondureño —continuó— lo cruzó transbordando en más de tres buses, y en la mañana del 17 de abril ya estaba en territorio guatemalteco, al que pudo llegar luego de pagar 20 dólares a una mujer que, al ver que no podían costear lo que cobraban los “coyotes” de la zona, se ofreció a cruzarlos por un punto poco vigilado.
Detenida en Guatemala
“Ya estando en Guatemala pagamos 200 dólares a un taxi que nos llevó a la estación de buses que iban para la capital. Ellos pagan coima a los agentes de Migración que se topan, y así fue que llegamos a tomar el bus que nos iba a llevar hasta la capital de ese país, pero unos policías pararon el bus, nos pidieron papeles, y como no teníamos permiso para transitar, nos detuvieron esa misma tarde”, lamentó Ramírez.
Afirmó que los policías que los detuvieron fueron “hostiles” y, aunque no hubo golpes, los “maltrataron”.
“Nos llevaron a una estación que estaba cerca del lugar y ahí les supliqué que nos dejaran ir, que nosotros íbamos huyendo de Nicaragua porque la dictadura nos perseguía, pero se burlaron de nosotros. Nos dijeron que nos iban a llevar a un refugio y lo que hicieron fue regresarnos a la frontera de Honduras. Les reclamé lo que estaban haciendo y me amenazaron diciendo que si seguía reclamando me mandaban para Nicaragua”, denunció.
“Fue duro. Lloré en ese momento, porque me parecía que estaba con la guardia nicaragüense. Esos policías de Guatemala lo único que no hicieron fue golpearme, pero gritarme y humillarme sí lo hicieron”, agregó.
Ramírez y su hijo, pese a que fueron retornados a la frontera de Honduras, no desistieron en seguir su camino a Estados Unidos. La mujer afirmó que, tras llorar y orar cerca de una hora sentada en una acera junto al puesto fronterizo, un joven se le acercó a ofrecerle cruzar nuevamente a Guatemala, solicitando que le diera lo que ella pudiera.
“Se me acercó un muchacho y me dijo: ´madre, ¿usted quiere cruzar? No llore, si usted confía en mí, yo la llevo´. Nos fuimos con él, nos logró cruzar y esa misma noche estaba otra vez en Guatemala. Solo le pagamos 50 quetzales —unos 6.50 dólares— que al final fue lo que nos pidió, aunque al inicio dijo que le diéramos lo que pudiéramos”, detalló.
En este segundo intento, Ramírez decidió tomar otra ruta para no ser nuevamente detenida por las autoridades guatemaltecas. Se transportó hasta en cinco microbuses, que llevaban rutas alternas a las vías principales, para poder llegar hasta la capital, y luego a la zona fronteriza frontera entre Guatemala y México.
“Entré a México por la zona de Tapachula. Encontramos a una persona que nos cruzó por 70 dólares, porque ahí cobran mucho más”, comentó.
Más de un mes en México
A Ramírez le tomó más de 30 días llegar hasta la zona fronteriza entre México y Estados Unidos. Estuvo un mes en el estado de Chiapas, en la frontera con Guatemala, para gestionar una visa humanitaria y transitar “más tranquila” por el territorio mexicano.
“Alquilamos un apartamento por un mes, fueron 120 dólares, y empezamos a gestionar la visa humanitaria. Fue un proceso tardado porque llegamos el 20 de abril y hasta el 25 de mayo nos la dieron”, indicó.
Ya con la visa humanitaria, Ramírez retomó la travesía hacia Estados Unidos. El 26 de mayo tomó junto a su hijo un bus directo a Ciudad de México y después, sin descanso, otro hasta Acuña, zona fronteriza con Estados Unidos, a donde llegaron al día siguiente.
Ramírez cruzó el Río Bravo la mañana del 28 de mayo. Aseguró que fue un momento “muy difícil” y antes de entrar a esas aguas “me encomendé a Dios”.
“Migración me agarró como a las nueve de la mañana, fueron unos gringos que iban en un microbús, nos toparon cerca de unos maizales, ya en territorio norteamericano, me preguntaron algo en inglés y yo en español les dije: ´somos nicaragüenses y venimos huyendo de Nicaragua´. No nos preguntó nada más, nos abrió el microbús y nos llevó a un lugar donde llevaban a los migrantes que iban agarrando, relató.
La “señora del huipil” solo estuvo tres días retenida por las autoridades de Migración de Estados Unidos, en Del Río, Texas. “Mi liberación, del centro de detención, fue como un regalo del Día de las Madres, porque el propio 30 (de mayo) me dicen que me aliste, que ya me voy”, comentó Ramírez.
Explicó que antes de salir le pidieron una dirección donde localizarla y dio una que le prestó un amigo. Le entregaron un celular con el que la monitorean cada semana, a través de fotos y geolocalización, y le dieron cinco días para trasladarse al lugar donde se estaría quedando mientras enfrenta el proceso de solicitud de asilo.
Ramírez aseguró que ahora espera un resultado positivo para su solicitud y que se concrete una oportunidad laboral, porque, aunque ama Nicaragua, “no puedo volver, porque ahí mi vida corre peligro, la dictadura ya no me dejaba vivir en paz”.
Persecución en Nicaragua
“Llegaban a asediarme a diario, me amenazaban a mí y a mi familia. Decían que si me encontraban en la calle que me iban a detener o desaparecer. Ya no podía trabajar, no llegaban clientes a mi taller de costura por el asedio, y si salía a buscar algo me seguían o me investigaban para saber dónde me encontraba, no podía salir porque ahí andaba detrás la Policía, me subía en un bus, luego a taxi, esa era mi vida, caminar, correr, y ya no quería vivir así”, dijo Ramírez mientras su voz se quebrantaba.
Doña Flor, como la llaman cariñosamente quienes la conocen, inició su participación en las protestas el 20 de abril de 2018. En agosto de ese mismo año, decidió apoyar las marchas vistiendo un huipil azul y blanco, en honor a una joven que fue arrestada en ese mes por bailar folklore en un plantón que se realizó en las afueras de la Universidad Centroamericana (UCA).
La “señora del huipil” fue detenida por primera vez por la Policía del régimen de Ortega en septiembre de 2018. En esa ocasión, un policía le gritó: “si no te callás te voy a pegar un balazo y te voy a desaparecer”, mientras la trasladaban a las instalaciones de la Dirección de Auxilio Judicial, conocido como el Chipote, donde la fotografiaron y amenazaron para que dejara de protestar.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en agosto de 2021, otorgó medidas cautelares en favor de Ramírez, advirtiendo que se encontraba en “extrema gravedad y riesgo” su integridad física y vida, debido al “constante asedio, amenazas, persecución y agresiones físicas” que sufría.