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Elsa Valle: "seguiré hasta que Nicaragua sea liberada"

Elsa está libre, pero su padre sigue en prisión. “Seguiré hasta que él sea liberado, hasta que todos los reos políticos sean liberados", asegura

Elsa Valle, al salir de la cárcel, acompañada de su mamá Rebecca Montenegro. Maynor Salazar | Confidencial

Maynor Salazar

29 de septiembre 2018

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El mismo día de su liberación, a Elsa Valle le solicitaron muchas entrevistas. Periodistas de medios nacionales e internacionales la buscaron (buscan) por la relevancia de su caso: la chavala de sonrisa pícara se convirtió en la primera presa política que el régimen del presidente Daniel Ortega y Rosario Murillo absolvió. Elsa estuvo detenida ilegalmente durante 75 días y el pasado 27 de septiembre fue liberada por orden del Ministerio Público.

La institución decidió a través de una resolución prescindir de la acción penal en contra de Elsa, de Irma Centeno Rivera y Yuri Valerio Rivera, acusadas de tenencia ilegal de armas. El escrito dice que por la colaboración de Valle, Centeno y Rivera, con “las instituciones a cargo de las investigaciones en Nicaragua”, el Ministerio Público decidió suspender el procedimiento judicial “en contra de las acusadas”.

En prisión Elsa se enteró de la detención de su padre Carlos Valle, tenía el tobillo fracturado y no recibió atención médica. Además, constantemente fue amenazada por las autoridades de El Chipote y La Esperanza.

Elsa ofreció una entrevista en el programa televisivo Esta Noche un día después de su liberación. Llegó en compañía de su madre, Rebeca Montenegro, y sus dos hermanos. “La especialista me dijo que tenía un esguince. Me puso una férula y durante un mes debo guardar reposo y tener inmovilizado el pie, porque en el penal no me atendieron en tiempo y forma”, dijo la joven estudiante de 19 años.


El pasado 19 de abril, estudiantes de la Universidad Politécnica de Nicaragua, se atrincheraron para protestar por las reformas al seguro social recién aprobadas por el Gobierno del presidente Ortega. Fueron atacados constantemente por la Policía y por paramilitares. En las redes sociales los universitarios solicitaron ayuda. Pedían víveres, comida, insumos médicos.

Elsa estudia Periodismo en la Universidad Hispanoamericana (Uhispam). A pesar de que esta casa de estudio es privada, ella decidió unirse a las protestas motivadas por ese grito de ayuda de los estudiantes, que también eran sus amigos.

“La mayoría son amigos míos, y ellos me pedían apoyo. Tengo muchas amistades, entonces eso fue lo que me motivó. Apoyé con mi presencia física y llevando suministros médicos y alimentos”, relató Valle.

La solidaridad fue su pecado. El 14 de julio la Policía allanó sin autorización de un juez la vivienda de Irma Centeno y Yuri Valerio, ambas amigas de Elsa. Las tres jóvenes se encontraban en esa casa preparando un asado. Todas fueron capturadas ilegalmente.

“Nunca había estado presa y por todo lo que decían de El Chipote, sobre las torturas, tenía mucho miedo. Y más porque me llevaban injustamente porque nos acusaban y nos decían ‘vos sos vaga, vos sos prostituta, vos anduviste matando a la gente, mataste a los chavalos y nos echaste a nosotros el muerto’. Me sentí muy mal”, aseguró Elsa.

La joven estudiante fue trasladada a las celdas de El Chipote. Ahí permaneció durante seis días. Al momento de su ingreso, Elsa observó a varios hombres encapuchados y sin uniforme. Le dijeron muchos comentarios obscenos. La bajaron, junto a los demás detenidos, y la formaron en una fila. A todos los acusaron de pertenecer a una banda delincuencial y de haber asesinado a los jóvenes estudiantes.

“De repente pusieron las armas. Un montón de armas que yo no sé de dónde salieron y me voltearon y me dijeron ‘dale, decí cuál es lo tuyo’. Y yo les dije que nada de eso era mío. Y me aventaban y me pegaban en la cabeza y seguían ‘dale decí, que aquí no estamos de payasos, dale’. Y como yo les dije ‘es que no voy a soltar nada’. Me dijeron que si no decía nada me iban a poner las cosas que me pusieron y así sucesivamente con todos”, afirmó.

El martirio de un padre y una madre

Desde que inició la crisis en Nicaragua, Rebeca Montenegro sufrió de fuertes dolores en su estómago y afectaciones en su hígado. “Todas mis emociones se concentraban ahí”, expresó. A Montenegro nadie le dijo que el mismo día que salió del hospital (14 julio) su hija había sido capturada. Fue hasta el día siguiente que su hijo, David Valle, le informó que Elsa estaba en El Chipote.

“Y ahí se me viene el mundo encima”, dijo.

“Si ya había perdido a mi hija, porque sabía que andaba en la lucha y en cualquier momento podía pasar algo catastrófico, esta era la confirmación de lo peor y por las noticias de que las agarraban, las violaban, las mataban o las dejaban tiradas, pues yo me desmayé, perdí el conocimiento. Esto que pasé no se lo deseo a nadie sinceramente. Trasladarme a ese momento me hace sentir muy mal y solo el que tiene hijos podrá comprender el momento que viví, fue duro”, relató Montenegro.

Los padres de Elsa denunciaron en los organismos de derechos humanos la detención arbitraria de su hija. Incluso Carlos Valle decidió realizar en cada marcha autoconvocada, una especie de “peregrinación”, cargando un rótulo en el que salía la cara de la muchacha de 19 años.

Dentro de El Chipote, los oficiales de la DAJ interrogaron una y otra vez a Elsa. La joven solicitó una llamada para informar a su familia que estaba detenida, sin embargo, se la negaron tantas veces como lo pidió. Le decían que por ser “terrorista no tenía derecho ni a vivir”.

“Cuando me toman todo, me llevan a la celda, y caminé en un pabellón oscuro. Me hacían comentarios de que iba a conocer a las mujeres y que me iban a violar. Cuando abren el portón, iba con miedo y llorando. Me metieron en la celda 37. Escuché que la oficial le dijo a una señora que le traía visita para que se quitara el estrés. Me empujó porque yo no quería entrar. La señora salió. Pensé que me iba a violar. Pero me dijo que me calmara, que me quedara tranquila”, relató Elsa.

Durante su estancia en El Chipote, Elsa comió, pero no tuvo paz dentro de la celda. Los oficiales llegaban a cualquier hora del día, en especial en la madrugada, para realizar interrogatorios. A veces golpeaban las rejas. Los pasos sonaban más fuerte que de costumbre. En ese lugar no pudo conciliar el sueño.

"Primero querían hacer que yo aceptara cargos que nunca he cometido. A ley querían que lo aceptara, que lo afirmara. Me dijeron que vendiera a las muchachas que andaban conmigo. ‘Ellas son terroristas, ellas te vendieron a vos’, entonces cuando les decía que no sabía por qué iba a venderlas si no habíamos hecho nada, cuando miraron que me negaba y lloraba, me dijeron que me tranquilizara”, refirió Elsa.

En otro interrogatorio los oficiales le propusieron un trato. Ella tenía que “ayudarlos”.

—Yo te sacó hoy mismo si me apoyás.

—¿Pero de qué manera quiere que lo apoye?

—¿Querés servir como testigo o como la parte acusada?

—¿Pero de qué voy a servir de testigo?

—Vos solo vas a aceptar lo que nosotros te vamos a decir. Vos lo vas a leer, ni te lo tenés que aprender. Vas a acusar a varias personas.

“Yo les dije que no porque no conocía a esas personas y no podía aceptar eso. Entonces uno de ellos dijo ‘esta chavala hijueputa no quiere colaborar’. Me agarró del cuello y me aventó a la celda”, relató.

El traslado a La Esperanza

A Elsa la trasladaron a la cárcel La Esperanza, ubicada en Tipitapa, Managua, el 20 de julio, luego de que el juez que llevaba su caso ordenó que la remitieran al Instituto de Medicina Legal para un chequeo general.

En La Esperanza, los interrogatorios y el maltrato continuaron. Una oficial de la Dirección de Información para la Defensa (DIP) se hizo pasar por psicóloga y durante una entrevista, preguntó de forma más “diplomática” lo mismo que los oficiales de El Chipote. Elsa respondió igual: con la verdad.

En esos primeros días dentro de La Esperanza, Elsa y las demás presas políticas, se relacionaron con las reas comunes. Había un grupo que las rechazaba y otro que las apoyaba. Les dieron alimento, ropa fresca, y un lugar decente donde dormir. Las aconsejaban y las defendían cuando las otras reclusas las atacaban.

“Esas personas ponían la radio a todo volumen y nos decían que éramos terroristas. Cuando se dieron cuenta que nos apoyaban, comenzaron a ‘sapearnos’ con las funcionarias, hasta que nos separaron y ahí fue donde nos dejaron completamente solas”, dijo Elsa. En total eran 18 presas políticas. Fueron divididas en dos grupos de nueve.

A Carlos Valle lo apresaron el 14 de septiembre. La Policía lo acusó de terrorista y hasta hoy permanece en El Chipote. Elsa se dio cuenta de la detención de su padre a través de “un ángel”. Ese día se puso triste, lloró mucho, y golpeó las paredes varias veces.

“Pero esa persona, mi ángel, me dijo que tenía que demostrar que eso me iba a hacer más fuerte, me dijo ‘lo que quieren ellos (las autoridades) es que te desanimés y te quedés callada’. Es que yo estando encerrada jamás me quedé callada”, recordó la estudiante.

Carlos Valle tiene 15 días detenido. A pesar de que se interpuso un recurso de exhibición personal y se nombró un juez ejecutor, en El Chipote ignoraron la petición. Montenegro ha ido todos estos días al juzgado de Managua, y en el sistema todavía no existe ninguna acusación contra su esposo.

“Yo llevo comida. Me dicen que no puedo verlo porque está en investigación y hasta que lo lleven a los juzgados lo voy a poder ver. Yo les contesto que el tiempo de llevarlo a los juzgados ya pasó. Pero el oficial no me responde nada más”, explicó Montenegro.

Elsa asegura que no teme por la seguridad de su padre. “Y si le llegan a hacer daño va a caer la ira de Dios sobre ellos”, repite con certeza. Los planes de la joven estudiante son continuar en la lucha como lo hizo su padre mientras ella estuvo presa.

“Seguiré hasta que él sea liberado, hasta que todos los reos políticos sean liberados y hasta que Nicaragua sea liberada. Yo tengo mi pie dañado pero eso no me va a impedir seguir en las marchas y gritar el nombre de mi padre como cuando yo estaba encerrada”, insistió Elsa.

Sobre la supuesta colaboración que realizó con la Policía y por lo cual fue liberada, Elsa explicó que desconoce por qué las autoridades afirman tal cosa. También dijo que no fue obligada a grabar un video “confesándose”. “No pasó nada de eso”, aseguró.

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Maynor Salazar

Maynor Salazar

Periodista. Investiga temas de medio ambiente, corrupción y derechos humanos. Premio a la Excelencia Periodística Pedro Joaquín Chamorro, Premio de Innovación Periodística Connectas, y finalista del premio IPYS en el 2018.

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