19 de septiembre 2019
La palabra “democracia” ha vuelto con fuerza a la palestra pública desde la rebelión cívica de abril de 2018. Se ha posicionado, según diversos movimientos de la sociedad civil, como el anhelo de todo un país. Pero aún se sigue viendo por un amplio sector de la población nicaragüense como un tema meramente electoral. Es decir, la democracia depende de qué tan justas sean unas elecciones. Cierto que esto puede funcionar como “un primer paso” para alcanzarla, no debe ser el único. A estas conclusiones llegaron tres panelistas que formaron parte de un diálogo internacional organizado por PEN Nicaragua, este miércoles, cuyo tema principal fue “¿Vale la pena la democracia?”
Valeska Valle, vocera universitaria; Edmundo Jarquín, político nicaragüense; y Geovani Rodríguez, académico y especialista en temas de lavado de dinero, conversaron junto al escritor Juan Carlos Vílchez sobre los paradigmas de la democracia nicaragüense, sus vicios y perspectiva a futuro.
Los panelistas, entre sus diferencias generacionales y nociones, coincidieron en un punto: en toda la historia de Nicaragua no ha habido margen para una “democracia duradera”.
Para Edmundo Jarquín, el proceso de construcción democrático inició en 1990, con el fin de la guerra civil y la llegada al Gobierno de la Unión Nacional Opositora (UNO), liderada por Violeta Barrios de Chamorro. No obstante, este proceso fue en detrimento con el paso de las décadas y destruido completamente con la llegada de Daniel Ortega al poder en 2007. Desde entonces, la democracia en Nicaragua es difusa y casi inexistente.
“El derecho, que es el piso de la democracia en Nicaragua, nunca se había alcanzado. Empezamos en los noventa un proceso de construcción de la democracia que ahora se ha echado para atrás”, afirmó el político nicaragüense. Para Jarquín, este traspaso sucedió entre “efectos y problemas”. Tampoco cree que se trató de una transición, sino de una “construcción”.
No obstante, Geovani Rodríguez agregó que fue un proceso fallido. “No hubo fin de la historia porque ha vuelto a iniciar”, opinó el académico. “El concepto de democracia no solo es algo electoral. Puede ser que parte del fracaso de la construcción del proceso fue esa visión electoral”, reiteró.
Unas elecciones transparentes y con observación electoral —tal como lo exige la oposición en Nicaragua— puede ser el primer paso para un proceso democrático, pero los panelistas advierten que si este se queda hasta ahí, pueden repetirse los mismos errores de los procesos anteriores. Según ellos, es necesario que la población no crea que la democracia es “solo ir a votar”, sino un quehacer diario y ciudadano presente en todos los ejes de la vida. Las amplias definiciones del término también presentan un problema, pues “democracia para algunos puede ser diferente para otros”.
“Lo que debería hacerse es regresar hacia el concepto ontológico, es decir, qué es lo que considera como democracia un nicaragüense”, opinó Rodríguez.
Por su parte, Valeska Valle consideró que se cometería un error al pensar que la crisis puede acabar con unas elecciones. “Todos podríamos cambiar la forma en la que se viene haciendo la democracia. Se viene una oportunidad de oro donde todos podríamos aportar a la construcción de una nueva democracia”, reflexionó.
¿Qué opinan las nuevas generaciones?
Los estudiantes universitarios fueron uno de los primeros sectores que desde abril del año pasado exigieron democracia y autonomía universitaria, dos elementos que aún son los principales objetivos del movimiento estudiantil.
“La mayoría de los jóvenes nicaragüenses en las escuelas han aprendido de un sistema dual, o todo es verdadero o es falso”, reflexionó la vocera estudiantil Valeska Valle, también miembro de la Alianza Cívica.
“En Nicaragua no hemos encontrado esa transición que evolucione, que haga que esta sociedad reconozca la paz no como la ausencia de un conflicto”, agregó.
Otra característica que, según Valle, define a esta nueva generación es la negativa de aceptar un nuevo “borrón y cuenta nueva”, tal como sucedió en los conflictos armados de los ochenta en Nicaragua, cuyos traumas no han sido sanados ni hablados abiertamente.
Geovani Rodríguez también coincide en este punto: “De pronto el dolor se vuelve en un tabú. Eso no debería volver a pasar. Hay que revisar las emociones políticas tóxicas”.
Los panelistas coincidieron en que las bases de una nueva democracia en Nicaragua radican en empezar a definirla. A su criterio, los nicaragüenses tienen esa tarea pendiente, y que a su vez han cargado durante décadas. Pero en esta “nueva oportunidad histórica” tienen el poder de decidir si en verdad la cultura política como se le conoce ha llegado a un quiebre, o si el pasado “seguirá repitiendo indefinidamente” cada ciertas décadas.
“No es que el pasado regrese, sino que nunca se va”, sintetizó Rodríguez el ciclo histórico que ha vivido Nicaragua en su historia reciente.