17 de julio 2018
La mortaja de Gerald Vázquez López reflejaba por un lado su pasión por el folclore, y por el otro su empeño actual: La lucha universitaria contra el gobierno de Daniel Ortega. El joven de 23 años fue vestido con su guayabera de baile y un sombrero de palma. Debajo del torso fue envuelto con una bandera de Nicaragua manchada de sangre. Su madre, Susana López, no lloró durante sus honras fúnebres realizadas este lunes en Managua. En cambio, la mujer se encargó de reivindicar con esmero que su hijo “era estudiante, no era delincuente”, y que el Solar de Monimbó era su pieza predilecta para zapatear.
Susana se movía de un lado a otro en el velatorio contando sobre su hijo. No paraba. Suspiraba profundo y seguía revelando detalles de Gerald, el hermano juguetón que dejó dos hermanas menores destrozadas por su muerte; del Gerald con ganas de graduarse de la universidad; o del Gerald que pasó un mes inmiscuido en la resistencia de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) sin darles señales de vida a los padres. Contrario a sus hijas y a sus familiares sumidos en el llanto, Susana se mantenía estoica ante el féretro de su hijo. Incluso a veces sonreía cuando resaltaba el espíritu combativo de Gerald en el recinto tomado por los universitarios por dos meses y cinco días, pero que este viernes trece de julio fue atacado con saña por los paramilitares del Gobierno de Daniel Ortega.
Gerald López estaba entre los estudiantes que se refugiaron en la iglesia de la Divina Misericordia, luego de que las ráfagas paramilitares los replegaron. Aunque los universitarios habían reiterado su disposición a dejar el recinto a cambio de garantías de seguridad, el gobierno ignoró la propuesta estudiantil: Cayó sobre ellos por más de quince horas, en un ataque que se extendió hasta la madrugada del sábado en medio de los esfuerzos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y, principalmente, de la iglesia católica para hacer cesar el fuego.
Gerald visitó el improvisado puesto médico instalado en el templo dos veces la madrugada del sábado. Primero, una bomba estalló cerca de su rostro y quedó aturdido. Decidió volver a la trinchera donde sus compañeros enfrentaban a los paramilitares para impedir que ingresaran a la Divina Misericordia. El periodista Ismael López estuvo presenció el enfrentamiento esa madrugada y aseguró que a las cuatro de la mañana Gerald volvió al puesto médico con un disparo en la cabeza. La bala atravesó su cráneo de lado a lado. Agonizó frente a los otros jóvenes que alentaban a “El Chino”, como era conocido en la UNAN-Managua, a no desfallecer. Pero murió.
“Cuando me avisaron de que había muerto, fue como un bombazo”, relató Susana, la madre de Gerald. “Con la vara que medimos seremos medidos”, apuntó rápidamente la mujer en referencia al gobierno de Daniel Ortega, pero no quiso entrar en más detalles. Estaba ansiosa por gritar consignas por su hijo. “Él está ahora en los cielos bailando folclore”, zanjó. Susana se acercó a los compañeros de trincheras de Gerald y lanzó el grito que había de repetirse en todo el cortejo fúnebre, desde el Barrio La Morita en la Centroamérica, hasta el cementerio de las Sierritas. Un recorrido de más de cinco kilómetros, el mismo por el que baja Santo Domingo de Guzmán cada primero de agosto. El féretro de Gerald paralizó carretera a Masaya y ningún conductor osó a pitar o a pedir pasada. Los gritos de la madre impactaban a todo aquel que la viera, por su determinación y una mirada cargada de coraje.
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Susana dirigía el féretro y su voz resonaba en el sepelio. “¡Gerald Vázquez”, gritaba, “¡presente!”, le respondían los estudiantes. “¡El Chino, presente! ¡Él era estudiante, no era delincuente!”, continuaba la madre, mientras intercalaba las consignas con el canto del Himno Nacional.
Ni ver el llanto desconsolado de sus dos hijas detenía a la mujer en su empeño de reivindicar la rebeldía de Gerald. “Viva la UNAN-Managua”, gritaba y ¡pom, pom! sonaban los morteros en honor al caído.
Más callado que Susana, Yader Vázquez repartía botellas de agua en el entierro de su hijo. El sol y la humedad ensopaban, causaban sed, pero su esposa no tomaba agua de la botella. Usaba el envase para dar puñetazos al aire después de cada viva a Gerald.
Yader tuvo un presentimiento el sábado que los paramilitares asesinaron a su hijo. Le expresó a Susana el deseo de pedir permiso en el trabajo para irlo a buscar a la UNAN-Managua. En esas estaba cuando su hermana le notificó que un Gerald Vázquez había muerto en la universidad. No creyó que fuese su hijo, pero luego comprobó la fatalidad. El padre salió de inmediato hacia el campus universitario a buscar venganza “con mis propias manos”. A encarar a los tipos que cegaron la vida de su hijo mayor. Pero alguien cuyo nombre no recuerda lo distrajo de ese impulso… no iba a poder solo ante los paramilitares armados con fusiles de guerra.
"Hasta antes que me mataran a Gerald, yo era un gran sandinista como la familia de mi padre. Si los paramilitares estaban allí, es porque el Gobierno dio la orden. Sabiendo que los muchachos habían salido de la universidad, que estaban atrincherados en la iglesia, no respetaron y los comenzaron a atacar. Desde allí me arrancan el rojo y negro… Ahora llevo la azul y blanco”, lamentó Yader Vázquez.
La familia del joven repudió que la Policía Nacional lo haya presentado como un delincuente. La madrugada del sábado también fue asesinado el joven Francisco José Flores, de 21 años. “Estos dos delincuentes junto a todo el grupo terrorista que mantuvo secuestrada la universidad se dedicaron a cometer acciones criminales como: asesinatos, asaltos a mano armada y otros actos violentos todos los días”, expresó la institución en un comunicado.
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Al menos en el Barrio La Morita, cerca de la Colonia Centroamérica, Gerald era conocido como un prominente bailarín del folclore. Steven Méndez cargaba un ramo de flores fúnebres durante el entierro. Era compañero de baile de Gerald y señaló que su amigo era uno de los alumnos más aventajados del fallecido profesor de baile Bayardo Ortiz Pérez. Méndez aseguró que Gerald participó en varias ocasiones en actos culturales del gobierno de Daniel Ortega, quien ahora lo señala de “delincuente” por haberse rebelado en la UNAN-Managua.
Decenas de los compañeros de baile realizaron un acto antes de que el sepelio partiera a las Sierritas. Las muchachas se ajustaron las faldas de los güipiles encima de la ropa negra, de luto. Mientras danzaban sus caras eran severas. Sonaba la marimba, mientras la mayoría lloraban y Susana, la madre, lanzaba vivas por su hijo y lo mostraba en una fotografía.
“No era para que me lo mataran de esa manera a mi hijo”, repudió la mujer. Susana cogió una pala de los sepultureros y echó el primer puñado de tierra anaranjada sobre el cajón de su hijo. En el panteón de las Sierritas, un saxo solitario interpretaba Ay, Nicaragua nicaragüita, y Susana gritaba por encima de esa melodía: “¡Gerald Vázquez, el Chino, presente!”. Siempre con el puño en alto, sin una lágrima, reivindicando la rebeldía de su hijo. “¡De que se van, se van!”, respondía la muchedumbre dolosa.