7 de octubre 2018
Matt Andrés Romero, de 16 años, y Álvaro Conrado Dávila, de 15 años, cursaban el mismo año en diferentes colegios de Managua: cuarto de secundaria. A ambos los unió el régimen orteguista en una lista de 29 menores de edad asesinados, hasta ahora,en los más de cinco meses de protestas cívicas. Sin embargo, el mismo Gobierno se ha encargado de separarlos: Conrado fue honrado por sus compañeros de clases del instituto privado Loyola. En el caso de Romero, la directora del instituto público Rubén Darío, Gloria Segura, prohibió que le realizaran un homenaje.
De los 29 menores de edad asesinados, unos 25 tenían entre 13 y 17 años, lo que para Adilia Amaya, directora de la Coordinadora de la Niñez y la Adolescencia (Codeni), supondría que al menos 25 colegios han vivido un duelo colectivo. No obstante, la orden tácita del Gobierno hacia los colegios públicos ha sido actuar como si “todo está normal”.
Profesores consultados por Confidencial señalan que no existe una orientación del Ministerio de Educación (Mined) sobre los casos de los estudiantes asesinados. “Siempre nos dijeron que no había que hablar del asunto, que todo está normal, que hay que actuar con los chavalos neutral”, comenta la maestra de un colegio público, que solicita omitir su nombre para evitar el despido.
Durante los meses de crisis, solo en agosto no se reportó un menor de edad fallecido. En abril murieron cinco; en mayo fueron cuatro; junio ha sido el mes con más asesinados: dieciséis; en julio se registraron tres; y uno en septiembre, según datos de la Codeni.
Obviar el duelo
La psicóloga Nora Habed Lobos asegura que obviar el proceso de duelo en los colegios traerá futuros traumas en los jóvenes. “Les crea heridas emocionales muy fuertes que si no tienen la atención necesaria crea personas que empiezan a tener pesadillas, padecer insomnio, dificultades de alimentación y falta de concentración”, explica.
Advierte que los estudiantes de secundaria deberían tener la posibilidad de expresar todas “las emociones encontradas y los sentimientos de dolor”, ya que en caso contrario pueden presentar futuras depresiones.
Habed indica que si el adolescente se queda callado “le estamos haciendo mucho daño”. “Se llama duelos complicados porque como no se logra resolver en un periodo normal, eso se va complicando y se van creando estados, donde las personas se vuelven agresivas”.
En el proceso clásico de duelo generalmente se pasa por la negación, el enojo, la resignación hasta llegar a la aceptación, según la psicóloga, quien comenta que en Nicaragua no se ha dado el tiempo suficiente a los jóvenes para estos procesos.
Enojo fue precisamente una de las emociones que expresaron algunos compañeros de Conrado, asesinado de un disparo en el cuello el pasado 20 de abril, cerca de la Universidad de Ingeniería (UNI). Lo expresaron durante una de las actividades que realizó el profesorado del Loyola para hablar sobre la muerte del adolescente.
En el Loyola
“Con los alumnos de cuarto año nos fuimos al campo para que escribieran y leyeran un mensaje sobre qué le hubieran dicho por última vez a Alvarito, algunos estaban molestos porque había ido (a las protestas) y otros le pedían que no fuera. Era parte de una carga que tenían que liberar. Luego estos mensajes fueron quemados”, relata Marisol Chávez, psicóloga del Loyola.
También desde la clase de Formación Cristiana han trabajado el proceso de duelo, tanto en primaria como en secundaria.
La decisión del Loyola fue a lo interno, ya que el Mined no les pasó ninguna directriz sobre cómo tratar el duelo con los jóvenes. “Lo hemos hecho porque lo vimos necesario”, explica Yalina Orozco, directora de secundaria del Loyola.
La maestra dice que la única visita del Gobierno fue cuando recién reabrieron las clases, para buscar información sobre Conrado y su familia. “Vinieron del Ministerio Público para saber si en realidad era estudiante de nosotros, y se lo comprobamos con lista en mano. También nos pidieron datos sobre los padres, pero les dijimos que nosotros nos reservamos esa información”, explicó.
Confidencial intentó, sin éxito, conocer qué han hecho algunos colegios públicos sobre el tema de los jóvenes fallecidos. En todos los casos los maestros y directores remitieron al departamento de relaciones públicas del Mined o con el delegado distrital, con quienes fue imposible conocer su posición.
Niegan homenaje
La cerrazón gubernamental va en consonancia con un mal endémico de Nicaragua. “Somos un país que no procesamos el duelo, o sea que venimos de generación en generación con duelos, desde la guerra contra la dictadura, pasando por la guerra de los 80 y ahora con los muertos en las protestas”, valora Habed. En total, han muerto 325 ciudadanos durante las manifestaciones cívicas contra el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, según organismos de derechos humanos. Matt Andrés Romero, para quien la directora del instituto público Rubén Darío negó el homenaje de sus compañeros, fue el asesinado 325.
Los compañeros de Romero han buscado cómo canalizar su dolor. Intentaron hacerle un mural, pero en el colegio no los dejaron. Luego pintaron en una pared: “Matt presente”; y desde ese día les revisan las mochilas antes de entrar. Luego, quisieron hacer una marcha de la escuela a la casa del amigo caído; el día elegido se apostaron varios policías en las cercanías del centro. La orden en el colegio es que “no ha pasado nada”.
El peligro de normalizar
La respuesta del Gobierno a las protestas y muertes ha sido más represión policial y paramilitar, y una campaña incesante en sus medios de comunicación y redes sociales, sobre “la normalidad”.
Para Amaya, directora de Codeni, “la realidad del país es que debemos saber observar el ambiente escolar, no podemos decir que no pasó nada, pasó mucho y sigue pasando todos los días, los jóvenes van a seguir hablando. Normalizar de un día para otro, no es real”.
La maestra que pidió omitir su nombre, asegura que aunque no les puede hablar directamente a sus estudiantes sobre las protestas y los muertos, “siempre hay entre ellos comentarios. No son tontos”.
Compañeros de Romero manifestaron a Confidencial que entre ellos hablan sobre lo qué pasó y que han decidido no participar en marchas. Además, para mostrar su luto cargan un pequeño crespón negro en el lado izquierdo de sus camisetas del uniforme. Hasta el momento no les han prohibido usarlo.
La directora de Codeni sugiere que las escuelas deberían estar centradas en el crecimiento de los alumnos y que esto se logra, en este contexto nacional, entendiendo el duelo que viven los estudiantes. “Los muchachitos que han muerto tienen historias en los colegios, su muerte marca mucho la vida de las escuelas”, añade.
Tania Romero, madre de Matt, relata que los compañeros de su hijo le regalaron una fotografía del joven, en la que se lee el mensaje: "No se muere quien se va, solo muere quien se olvida".
También le pintaron un cuadro, en el que se ve a un Macho Ratón que dispara un mortero en forma de Guardabarranco, que en su pico lleva una bandera de Nicaragua. En el lanzamortero, de color azul y blanco, está escrito el nombre de Matt. “Me dijeron que era el último trabajo en grupo que estaban haciendo, era para las fiestas patrias”, menciona la madre.
No politizar
“No podemos normalizar las muertes, como que no ha pasado nada. Hay que hablar de los caídos, en todo sentido”, aconseja Habed, quien señala que el tema no se debe “politizar”, por lo que se tiene que hablar desde el punto de vista humano, de salud mental, “más allá de un partido político”.
En ese sentido, Amaya cuestiona: “si politizamos la escuela: a este entierro sí vamos y al otro no, ¿qué mensaje estamos dando? No estamos centrándonos en la recuperación del alumno”.
Datos del Mined señalan que en 2018 se matricularon 1.7 millones de estudiantes en las diferentes modalidades educativas, desde preescolar hasta el bachillerato, incluyendo la educación nocturna y a distancia.
Pese a la postura oficial, de hermetismo o el intento de “normalizar” la situación, Amaya recomienda a las escuelas capacitarse en “entender el problema emocional” que atraviesan muchos estudiantes. “Los alumnos están viviendo emociones de distinta manera, el adolescente puede vivirlo con mucha ira, con mucha negación, con mucho sentimiento de no saber cómo reaccionar, o culpando a otros. Eso no va a parar el duelo”, reclama.
En el Loyola, los compañeros de Conrado mantienen su silla vacía y en la puerta de la sección cuelga un retrato del joven asesinado. En el caso de Romero, sus compañeros tuvieron que escaparse para ir al entierro y le pagaron una misa para honrarlo. Dos realidades distintas. Dos nombres que se volverán a encontrar en la promoción de bachilleres de este año del Colegio Centroamérica, que ha decidido dedicárselo a todos los mártires de secundaria, ya sean de colegios privados o públicos.