18 de agosto 2024
Al cumplirse el primer año del cierre y la confiscación ilegal de la Universidad Centroamericana (UCA), el padre José María Tojeira, vocero de la compañía de Jesús para Nicaragua, considera que el mayor perdedor ha sido Nicaragua. Se ha perdido “una universidad con investigación, con criterio propio que educaba para la crítica, para la democracia, para el respeto a los demás y ciertamente suprimir una institución de ese estilo daña al país”.
El jesuita, exrector de la universidad José Simeón Cañas, la UCA de El Salvador, destaca el esfuerzo y la solidaridad de esa universidad y la Rafael Landívar de Guatemala, para absorber a más de 400 exestudiantes de la UCA que han continuado sus estudios universitarios en ambas casas de estudios, aunque está consciente que la demanda es muchísimo mayor.
“Hay gente que se ha encontrado con una universidad de adoctrinamiento (en la Casimiro Sotelo), en vez de una universidad de servicio al conocimiento y que ha querido cambiar de universidad y seguir dentro de una perspectiva como era la educación jesuita, muy abierta a la realidad, a la democracia y a los derechos humanos”, dice Tojeira.
En una conversación con Esta Semana, que se transmite este domingo en el canal de YouTube de CONFIDENCIAL a las 8:00 p. m. Tojeira no ve una posibilidad de que Ortega y Murillo reviertan la confiscación de la UCA hasta que se produzca “un cambio de régimen” en Nicaragua.
“Yo tengo la sensación de que van a terminar mal. Ojalá se terminara bien, pero los veo tan duros y tan agresivos que me resulta difícil pensar en que van a salir bien. Yo me acuerdo como salió (Nicolae) Ceaușescu y su esposa (Elena Ceaușescu). Al final nadie les defendió, ni siquiera su propio Ejército, ni su propia Policía”, comenta el sacerdote jesuita.
Ha transcurrido ya un año desde que se ejecutó la confiscación ilegal de la Universidad Centroamericana en Nicaragua. ¿Qué impacto ha tenido para la comunidad educativa, para Nicaragua y para la Compañía de Jesús el cierre de esta universidad?
Creo que la gran pérdida ha sido para Nicaragua. Era una universidad buena y una universidad con investigación, con criterio propio, que educaba para la crítica, para la democracia, para el respeto a los demás y ciertamente suprimir una institución de ese estilo daña al país.
Uno puede pensar que, tal vez, no lo daña tanto porque ya es difícil dañarlo más de lo que es un régimen autoritario, represivo. El cierre de la UCA se inscribe en esa voluntad tan firme de dañar todo lo que es respeto, democracia, libertad de la persona. Entonces, es un daño al país, sobre todo.
A los jesuitas nos ha golpeado, porque es evidente está uno emocionado con un tipo de trabajo, con un servicio, vinculado al cariño de tanta gente que ha pasado por las aulas. Incluso, gente que está trabajando con el propio régimen de Ortega y Murillo. Es decir, gente muy vinculada al país y entonces es arrancar una especie de vinculación profunda, afectuosa, con un país. Y eso nos duele, porque Nicaragua era un país muy querido por todos. Siempre se hablaba del carácter nicaragüense, tan alegre, tan cercano, tan solidario y lo sentíamos todos, aunque no hubiéramos vivido en Nicaragua. De alguna manera, nos frustró en nuestra relación con un país tan bueno y con una gente tan buena. Es doloroso, pero yo creo que la pérdida mayor es para el conjunto del país que desea democracia, que desea paz y nosotros creo que éramos agentes de paz y de servicio desde el conocimiento y desde la Universidad.
Usted decía que ha perdido Nicaragua y la comunidad educativa, pero el Gobierno se robó toda esta infraestructura educativa y ha creado una universidad estatal, la Casimiro Sotelo, en la UCA confiscada. ¿Ganó algo el Gobierno con esa nueva universidad?
Creo que ganó rechazo de mucha gente. Es una universidad que más parece un centro de adoctrinamiento que una universidad. Una universidad, su propio nombre lo dice, es algo abierto a lo universal. La Casimiro Sotelo es algo cerrado a lo particular, es decir, cerrado a la suprema voluntad de Ortega y Murillo, sujeta a una dictadura. Las dictaduras siempre piensan que ganan cuando tienen más control de las instituciones, pero yo creo que es al revés. Cuanto más controlan instituciones, más se dañan a sí mismas, porque las dictaduras al final revientan y yo creo que es lo que está a punto de pasar en Nicaragua.
Cuando la gente dice —“ganamos dinero porque le quitamos algunas propiedades”, no solamente las utilizamos nosotros, sino algunas de otras propiedades de tierras que tenía la universidad se han vendido y se han repartido entre los amigos. Bueno, es una garantía corrupta. Hay gente que la alegra mucho, guarda la ganancia corrupta y yo creo que la dictadura de Ortega y Murillo, ese tipo de ganancia corrupta, también les alegra. Pero están en un error muy profundo.
Apertura de universidades centroamericanas
¿Cuál es su evaluación sobre la capacidad que han tenido las universidades jesuitas en El Salvador y Guatemala para ofrecer una alternativa a los más de 2000 estudiantes que aplicaron para poder continuar en estos centros sus carreras universitarias?
La verdad que no es un tema muy fácil el brindar este servicio. Afortunadamente, hemos tenido bastante comprensión tanto en El Salvador como en Guatemala, con respecto a estos alumnos, que han querido seguir estudiando en una institución nuestra y les han facilitado la inscripción, a pesar de las reservas y dificultades que han puesto el dúo Ortega y Murillo, el sistema autoritario de Nicaragua. Las dificultades que han puesto para dar certificaciones de notas, para dar facilidades para el traslado de matrícula.
Creo que se ha logrado un buen impulso. Me mandaron algunos datos que también están abriendo para este nuevo semestre, que ha comenzado, la posibilidad de que algunos sigan estudiando. Sigue habiendo gente que quiere salirse de la Casimiro Sotelo. En menos cantidad, pero hay gente que quiere salir, y se les ha facilitado.
Acabo de llegar al país (El Salvador) y no estoy muy al tanto de los números, pero sí ha habido un esfuerzo grande de parte de las dos universidades, un esfuerzo muy solidario y dentro de los límites de las burocracias, ha habido buena voluntad y se ha podido hacer algo significativo para jóvenes con ilusión y con un deseo profundo de vivir en democracia y en libertad.
Son más de 400 estudiantes los que ya cursaron el semestre y la expectativa es mayor, hay muchos otros estudiantes que se encuentran en un limbo. Incluso, algunos intentaron estudiar en la Casimiro Sotelo y fueron rechazados. ¿Qué capacidad hay de que se pueda aumentar la capacidad de absorción de estas universidades?
Estuve un mes fuera del país. Cuando me iba estaban abriendo una página web para que se siguiera con gente, porque hubo peticiones por correo electrónico. No estoy muy claro de cuántos son, pero sigue habiendo gente que ha tenido problemas o que se ha encontrado con una universidad de adoctrinamiento, en vez de una universidad de servicio al conocimiento y de crecimiento del conocimiento y que ha querido cambiar de universidad y seguir dentro de una perspectiva como era la educación jesuita, muy abierta a la realidad y muy abierta a la democracia y a los derechos humanos.
Ortega y Murillo “van a terminar mal”
En el comunicado que emitió la Provincia de los Jesuitas para Centroamérica esta semana, le demandan al Gobierno que cese la represión en Nicaragua y le proponen que acepte la búsqueda de una solución racional basada en el diálogo, en el debido proceso legal. ¿Han tenido, en este año, alguna clase de contacto con el Gobierno sobre estos temas?
El Gobierno ciertamente no quiere hablar con nosotros a este nivel de Centroamérica. Ha tenido conversaciones con Roma, pero con la gente damnificada, como somos nosotros en este aspecto, no quieren hablar. Igual que no han querido hablar, por supuesto, con damnificados como los obispos que estuvieron presos o con las diócesis. Las diócesis que han quedado descabezada. Al revés, sigue un intento en Matagalpa, por ejemplo, de suprimir absolutamente la Diócesis. Es una persecución brutal contra una institución. De Nicaragua, en general, hay presión contra toda la Iglesia, pero en Matagalpa se han esmerado en tratar de destruir la Diócesis, de destruir la Iglesia católica diocesana en Nicaragua. Entonces, con nosotros tampoco ha habido ningún afán de diálogo. Estamos pidiéndolo, nosotros no es que no querramos hablar. Si quisiéramos tener una conversación racional y buscar elementos de justicia, pero el diálogo no es el mecanismo de Ortega y Murillo.
¿Usted considera que esto ya es un caso cerrado para el régimen, o hay alguna posibilidad de que se pueda revertir la confiscación de la UCA bajo esta dictadura?
Yo tengo mis dudas. Nosotros estamos trabajando por la vía de los derechos humanos y preparando algunas acciones. Llevamos algo de tiempo preparándolas. Las cosas hay que hacerlas a veces despacio y bien, para que tengan su eficacia y su peso.
Pero yo creo que este régimen de Ortega y Murillo no tiene ninguna intención de obedecer ni de respetar ninguna recomendación internacional. Al revés, se burlan de las recomendaciones internacionales, violan los propios tratados que ha firmado el país y que incluso ha firmado el Frente Sandinista en algunos momentos de su propia historia. Pero eso lo desprecian absolutamente.
Entonces, yo la verdad, la esperanza, lo tengo más en un cambio de régimen. Que este régimen trate de salir de un modo decente de esta situación tan terrible en la que está, de que el paciente no lo va a aguantar en el largo plazo. Tengo la sensación de que van a terminar mal. Ojalá se terminara bien, pero los veo tan duros y tan agresivos que me resulta difícil pensar en que van a salir bien. Yo me acuerdo como salió (Nicolae) Ceaușescu y su esposa (Elena Ceaușescu). Al final nadie les defendió, ni siquiera su propio Ejército, ni su propia Policía.
La gente se cansa terriblemente de dictaduras muy fuertes, como es la dictadura de Ortega y Murillo, o como han sido otras también.