México. Si las estatuas hablaran, la que está frente al parque Gandhi nos tendría que decir si su rostro es el del poeta Rubén Darío o el del dictador Anastasio Somoza, ambos nicaragüenses. Nos revelaría si fue develada como un gesto de fraternidad entre México y Nicaragua, o como la culminación de una burla tejida en los más altos círculos políticos de la época en que fue develada (1997), cuando Ernesto Zedillo y Arnoldo Alemán Lacayo eran presidentes.
Aunque se supone que es el busto del poeta, especialistas en la vida, obra e iconografía de Rubén Darío consultados por MILENIO aseguran que los rasgos no son los del literato, quien tenía el pelo ensortijado, usaba bigote y se peinaba para atrás; el busto no tiene bigote y su cabello es lacio y peinado para atrás.
“Nada que ver. Es inaudito”, dice Edmundo Montenegro, autor de Biografía iconográfica de Rubén Darío; “El rostro no se parece al de Darío”, opina Rodrigo Caresini, de la Universidad de Buenos Aires; “No sé dónde está esa estatua, ¡espero que no en México!”, lamenta el poeta mexicano Alberto Paredes.
La estatua está en la colonia Bosque de Chapultepec y desde su develación ha estado rodeada por el misterio y el silencio.
Lo poco que se sabe está en la placa que acompaña el busto: “Del pueblo de Nicaragua al pueblo de México: Si la patria es pequeña uno grande la sueña. Rubén Darío. Develado por el Doctor Arnoldo Alemán Lacayo, Presidente de Nicaragua. Septiembre de 1997”.
Entre el 17 y el 20 de septiembre de aquel año Alemán realizó una visita de Estado a México. Las actividades de la visita incluyeron una visita a la Basílica de Guadalupe y una cena de bienvenida en Palacio Nacional.
El 18 de septiembre el presidente nicaragüense develó un busto de Rubén Darío en la calle que lleva el nombre del poeta. La consulta a siete diarios de la época, sin embargo, no arroja ninguna luz sobre quiénes, además de Alemán Lacayo, estuvieron presentes en el acto.
Los reporteros Raúl Hernández y Gabriela Romero, de Novedades, fueron los únicos que publicaron el 19 de septiembre un dato que podría explicar por qué nadie reparó en que el busto de Darío no se parece a él: “Debido a la apretada agenda de actividades del presidente de Nicaragua, dos de sus eventos tuvieron una duración de escasos minutos. Al medio día depositó una ofrenda floral en el Altar a la Patria, para de inmediato trasladarse a la calle de Rubén Darío, en Polanco, donde develó un busto de bronce en honor al escritor nicaragüense”.
Dudas
“Yo escuché hace años a dos empleados viejos en una de mis visitas a la Embajada de Nicaragua, quienes dijeron que el entonces embajador Roberto Castillo Quant tenía intenciones de colocar una estatua a Darío con rostro de Somoza García. Yo lo escuché”.
Es el testimonio de un nicaragüense avecindado en México desde hace 50 años, quien pide mantener su identidad oculta. “Hace poco pasé por la calle en cuestión y vi que aquello se cumplió. Pudo haberse engañado al pueblo mexicano pero ningún nicaragüense puede llamarse a sorpresa porque es evidente que ese rostro no es de Darío sino de Somoza García. Quiere decir que les han dado, como se dice, ‘gato por liebre’ o ‘dictador por poeta’”, dice.
Si bien los especialistas opinan que definitivamente la figura de bronce no corresponde a Darío, expresan dudas que sea la de Somoza García.
Más cachete
“No creo que se parezca a Somoza García, pero tampoco a Rubén Darío. Considero que es una solemne burla a nuestro poeta, declarado Héroe Nacional de Nicaragua por la Asamblea Nacional”, señaló Roberto Sánchez Ramírez, periodista e historiador nicaragüense.
De la misma nacionalidad, el historiador y poeta Jorge Eduardo Arellano, especialista en Rubén Darío y quien escribe la biografía de Anastasio Somoza García, opina, vía electrónica, que la escultura de Polanco “tiene un aire aproximado a Rubén Darío. Pero no se parece del todo a Somoza García”.
Para su biografía iconográfica del vate, durante un sexenio Montenegro revisó cerca de 200 fotografías de bustos, fotos y óleos, desde la primera foto hasta hoy conocida del poeta, a sus 4 años de edad (1871), hasta la última en vida en 1916, durante su agonía, así como las de su funeral. Comenta: “Nada que ver. Es inaudito que hayan puesto eso. Tampoco se parece a Somoza García, tal vez lo único es el peinado ya que Darío no se peinaba para atrás sino de lado. No es ni Darío ni Somoza, eso lo puede ver cualquiera a simple vista”.
Desde la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid (institución que resguarda el archivo Rubén Darío), la catedrática Rocío Oviedo responde: “Estuve cotejando con otras esculturas de Darío, pero es posible que no se trate de él. No suele representársele con pajarita, aunque sí a Nervo. Dudo que sea de Darío”.
Gloria Villalobos, cronista de Polanco, preguntó entre los vecinos del busto hasta encontrar que fue el escultor mexicano Martín González Pérez el autor de la pieza; sin embargo, éste recuerda muy pocos detalles de aquella colaboración.
Vía telefónica, el artista dijo a MILENIO no recordar, al principio, si es el padre de la obra o no. Después comentó que sí, que la Embajada nicaragüense contactó a un amigo suyo que era fundidor para hacer dos piezas: una escultura de cuerpo entero que, al parecer, fue a dar a Berriozábal, Chiapas, y un busto, “para el que nos dieron, como modelo, una especie de máscara en aluminio. Las hicimos y volvimos una o dos veces a la Embajada, donde nos pidieron ponerle más cachete. Las entregamos y ya. No sé qué hicieron con ellas, ni recuerdo más”, explicó el creador, que lleva 30 años como escultor.
Parecido
El periodista y escritor nicaragüense, Sergio Ramírez es contundente y con ello da voz al bronce de esta estatua silente: “El parecido entre las fotos de Anastasio Somoza García y el busto es obvio, y se pueden ver más fotos en internet”.
Ramírez —quien escribió Margarita, está linda la mar, título también de un poema de Darío— abunda al decir que a Darío se le representa de muy distintas maneras, pero su pelo es generalmente ensortijado por su ascendencia africana, de manera que la diferencia es muy grande.
“A mí me entran muchas dudas de que el embajador de Nicaragua en México en 1997, Roberto Castillo Quant, ignorara de quién era el busto que estaban poniendo ahí en ese pedestal. Había sido funcionario de Somoza. Su padre, el doctor Doroteo Castillo, había sido también Ministro de Salubridad de Somoza, y su hermano, José María Castillo Quant, igualmente funcionario de Somoza, murió a manos de un comando sandinista que entró a su casa cuando se ofrecía una cena a Turner Shelton, embajador estadounidense en diciembre de 1974. Además Arnoldo Alemán, que descubrió el busto, conocía, también, el rostro de Somoza”.
Ley 333
Porque las estatuas son algunos de los objetos más indefensos que existen porque se utilizan para cualquier cosa y luego son abandonados, maltratados, mancillados y hasta robados, en Nicaragua, en febrero de 2000, fue aprobada la Ley 333, para la protección y promoción de la obra, bienes e imagen del poeta Rubén Darío, declaratoria de patrimonio cultural, artístico e histórico de la nación de su obra y bienes.
En su Capítulo VI, “Del uso del nombre e imagen de Rubén Darío”, establece que este nombre no deberá ser utilizado en lugares como cantinas, clubes, restaurantes ni ninguno otro que no sea cultural. En su artículo 24 señala que cuando se use su nombre para denominar parques, calles, repartos, rotondas, plazas, centros culturales o educativos, la persona natural o jurídica responsable, deberá instalar una imagen visible y fidedigna del Poeta con su nombre. La instancia responsable enviará a la Comisión Nacional Rubén Darío un tanto en original de la disposición que resuelve asignar el nombre o colocar la imagen de Rubén Darío, además de la foto o boceto en que se muestre cómo quedará instalada dicha imagen”.
Por ello el mismo Sergio Ramírez, en defensa del representante del modernismo literario en lengua española y porque la estatua de Bosque de Chapultepec no puede decirlo, solicita al Gobierno de la Ciudad de México que sea retirada la escultura falsa y en su lugar se instale una imagen fidedigna del vate nicaragüense.
*Publicado con la autorización de Milenio de México y la autora