5 de enero 2020
En el último año, Roberto Büschting ha estado poco tiempo en su casa, ubicada en Matagalpa. Pues el acoso y la vigilancia por parte de las autoridades de la Policía Nacional y de los paramilitares, lo obligó a irse. Incluso, hace unos días que fue excarcelado, después de pasar más de un mes en prisión —por llevarle agua a las madres que hicieron una huelga de hambre en Masaya—, tuvo que irse porque a los pocos minutos llegaron a acosarlo.
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“Está la evidencia en los videos, que fue el jefe de los paramilitares de Matagalpa junto a unos policías vestidos de civil, quienes llegaron el día que me trasladaron. Ya el 31 (de diciembre) yo salí de mi casa para evitar conflictos con ellos, pero aun así pasaron dos motos permanentes en las afueras de donde vivo”, denuncia Büschting.
El asedio es una práctica que el régimen ha ejecutado contra los presos políticos que fueron liberados por una polémica ley de Amnistía. El caso más reciente y conocido es el de la líder estudiantil, Amaya Coppens, quien fue excarcelada por segunda ocasión junto a Büschting, y denunció que a diario recibe algún tipo de intimidación en su vivienda, en Estelí.
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“Me parece que esta es una reacción que refleja la impotencia del orteguismo, que ha debido excarcelar a casi 800 personas. Y esa impotencia les hace tratar de mostrar ‘fuerza’ o de infundir temor con despliegues y asedios de paramilitares y policías, especialmente contra excarcelados y líderes locales azul y blanco”, señala Dora María Téllez, exguerrillera y fundadora del Movimiento Renovador Sandinista (MRS).
Inmovilizar a opositores
La intención con este modus operandi, prosigue Téllez, es tratar de inmovilizar a los líderes locales y mantener atemorizada a la población que pueda protestar. En los últimos meses, las acciones en contra de los opositores al régimen han escalado, porque comienzan con amenazas, tomas de fotografías, pintas en la casa, mensajes en redes sociales hasta que despliegan oficiales de policía para ubicarse al frente de las viviendas, ordenan a los paramilitares atacar durante las noches o los despojan de sus propiedades, como le ocurrió a Irlanda Jerez.
“Muchas veces la actuación de paramilitares y policías depende del estímulo de jefes de policía especialmente represivos como el de Estelí, León, Masaya o Carazo (…) Los jefes de policía y los secretario políticos son quienes manejan a los paramilitares”, advierte la exguerrillera.
Ante esto, Jennifer Estrada, hermana del líder estudiantil de León, Byron Estrada, ha denunciado en los últimos seis meses que el comisionado mayor, Fidel Domínguez, quien es jefe de la Policía de León, es el que está detrás del acoso permanente que viven.
“Desde que liberaron a Byron el asedio incrementó. Antes había personas de civil vigilando, pero fue hasta después del 11 de junio del 2019, que comenzaron a llegar todos los días. Nosotros ya nos acostumbramos a estar siempre vigilados. Sabemos que desde las siete de la mañana hay gente vestida de civil en la cuadra viendo quién entra, quién sale y qué hacemos. Después llega la Policía y en la noche, antes de medianoche, los paramilitares”, dice.
Asedio provoca movilizaciones y traumas
Según datos proporcionado por la Unión de Presas y Presos Políticos de Nicaragua, debido al asedio, en los últimos tres meses, al menos siete familias completas de excarcelados han tenido que mudarse de sus viviendas.
“Nosotros creamos una comisión para llevar el registro de las incidencias de acoso y sabemos que desde octubre se han movilizado siete familias completas y, a nivel personal, en los últimos dos meses, diez personas excarceladas se han tenido que mudar de sus casas por el acoso”, dice Ana Patricia Moraga, quien fue presa política junto a su hermana y actualmente es vocera de esta organización.
Téllez indica que las intimidaciones son “una estrategia para obligar a los líderes locales, sectoriales o nacionales para que se exilien, pues así les impiden su actuación dentro del país y no pagan el costo político de echarlos presos”.
Afecta a familiares
El acoso, además de provocar el desplazamiento de los autoconvocados, causa un daño en las familias de ellos. La familia de Amaya Coppens, por ejemplo, tiene días que no puede conciliar el sueño con tranquilidad.
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“Para nosotros hay un agotamiento tanto físico como mental por tantos ataques seguidos. Y ya sabemos qué eso es lo que quieren hacer”, denuncia la líder estudiantil.
Esto mismo le ocurre a la familia del profesor Juan Bautista Guevara, quien fue excarcelado y desde hace meses ha denunciado el acoso, junto a la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH).
“Nosotros tenemos el dicho que salimos de las cárceles, de un espacio de cuatro paredes, pero seguimos en las rejas principales y más grandes, que son las rejas que tiene Nicaragua. Porque Nicaragua sigue presa, cada uno de nosotros lo está”, comenta Moraga.