2 de abril 2023
La tradicional procesión de Jesús del Rescate en Popoyuapa, Rivas, no se realizó este viernes de Dolores. Y este domingo de Ramos, los católicos tampoco podrán participar de la llamada “Procesión de Las Palmas”, con la que se inaugura oficialmente la Semana Santa, porque el régimen ordenó a la Policía Nacional limitar las celebraciones religiosas a lo interno de los templos en Nicaragua.
La dictadura arrancó 2023 con la prohibición de procesiones emblemáticas para los católicos, como la de Jesús Sacramentado, que se realiza cada 1 de enero, luego impidió celebraciones locales y, a mediados de febrero, ordenó que ningún Nazareno saliera en viacrucis penitencial. La procesión cancelada más reciente fue la de Jesús del Triunfo, en León. El obispo de esa diócesis, Sócrates Sándigo, lo confirmó esta semana, sin justificar la decisión.
La investigadora Martha Patricia Molina calcula que más de 30 procesiones han sido canceladas en lo que va del año, aunque aclara que “es un número conservador”, al tomar en cuenta que solo la Arquidiócesis de Managua administra 118 parroquias en los departamentos de Managua, Masaya y Carazo, y cada una tiene sus respectivas celebraciones, además de las tradiciones propias de Semana Santa.
La feligresía católica vivirá esta Semana Santa de 2023 con sentimientos encontrados; por un lado, están fortalecidos en fe y, por otro, se sienten impotentes ante las violaciones constantes a su derecho a la libertad religiosa.
“Están hiriendo los sentimientos más nobles que el pueblo cristiano católico tiene: su fe. Y lo que más tristeza nos da, ellos (Daniel Ortega y Rosario Murillo) hablan de Dios, de la Semana Santa, y están prohibiendo todo esto”, expresó indignado el sacerdote “Carlos”, que pidió omitir su verdadero nombre.
Ortega ha recrudecido la persecución a la Iglesia e impuesto una vigilancia policial y de sus operadores en las diferentes parroquias del país, donde los sacerdotes soportan, en silencio, asedios y amenazas, mientras en el Sistema Penitenciario Jorge Navarro, conocido como La Modelo, el obispo de Estelí, monseñor Rolando José Álvarez, paga una ilegal sentencia de 26 años y cuatro meses impuesta por un judicial orteguista, tras negarse ser desterrado.
“El dolor que el sacerdote experimenta de sentirse impotente, que si uno tuviese una justificación por un delito que haya cometido, (pero) es por puro capricho. Una forma de manifestar: ‘aquí el que mando soy yo, el que decido soy yo y al que no le guste va preso o le echo la Policía’”, se lamenta “Carlos”.
El Centro Nicaragüense de los Derechos Humanos (Cenidh) publicó un video en sus redes sociales, donde indica que “la prohibición de procesiones de cuaresma y Semana Santa en Nicaragua son una flagrante violación a la libertad de conciencia, religión у libertad de expresión”.
Explica que “el régimen Ortega-Murillo no solo quiere desterrar y desnacionalizar, ahora también destruye lo más solemne y sagrado del pueblo: su fe cristiana y sus tradiciones, que son parte de su identidad”.
Régimen intenta usurpar tradiciones
A la par de la prohibición y abusos contra las procesiones y los religiosos, el régimen ha intentado usurpar las tradiciones de Semana Santa con actividades “turísticas” de su manufactura. Una pasarela canina en el Tiangue de Monimbó sustituyó este año a la tradicional procesión de San Lázaro, que era organizada por la parroquia de Santa María de Magdalena, en Masaya. Mientras, el párroco del templo, el sacerdote Pedro Méndez, permanece “resguardado” por las autoridades de la Arquidiócesis de Managua ante las amenazas del régimen de encarcelarlo.
Tres días antes del desfile canino, durante la noche del 23 de marzo, varias patrullas de la Policía llegaron a la casa cural de la parroquia con la intención de arrestar al padre Méndez. El hecho causó alarma entre los pobladores de Monimbó, por lo que minutos después se presentó al lugar el vicario foráneo de Masaya, el sacerdote Bismark Conde, quien —después de persuadir a los oficiales para que cambiaran de parecer— se llevó al padre Méndez en su camioneta para “resguardarlo”.
La procesión de San Lázaro tiene raíces ancestrales en el barrio indígena de Monimbó. Decenas de personas y sus mascotas acuden al templo, el quinto domingo de cuaresma, y participan en una procesión vestidos con trajes exóticos para cumplir alguna promesa al popular santo. Esta colorida tradición se ha convertido en un atractivo turístico de la ciudad, por lo que el régimen se la ha tomado y convertido en una actividad cultural desprovista de religiosidad.
Este año, más de 30 perros desfilaron por una pasarela instalada por el Instituto Nicaragüense de Turismo (Intur), el Ministerio de la Economía Familiar (MEFCCA) y la Alcaldía de Masaya.
Previamente, un desfile de carretas decoradas con la imagen de Jesús del Recate partió el 24 de marzo del departamento de Masaya rumbo al Santuario Nacional de Popoyuapa, en el departamento de Rivas, el mismo día que la Iglesia católica anunció que la tradicional procesión del Viernes de Dolores fue cancelada por “motivos ajenos a nuestra voluntad”. Sin embargo, las carretas peregrinas avanzaron sin contratiempos hasta su destino.
La razón de esta aparente normalidad es que la alcaldía de Masaya y otras municipalidades controladas por el régimen se tomaron esta tradición católica, entregaron paquetes alimenticios a los promesantes y la Policía —que normalmente asedia templos católicos y prohíbe procesiones— resguardó el recorrido.
Seguridad de sacerdotes en riesgo
“María” es parte de una congregación religiosa en el norte del país. Recuerda con añoranza la Semana Santa de 2022, en la que se lograron reunir todos los grupos parroquiales tras dos duros años de pandemia. Al enterarse que este 2023 no tendrían procesiones, que son “manifestaciones de fe”, se entristecieron, pero ahora, su comunidad está convencida que un día podrán volver a celebrar las tradiciones religiosas en paz y sobre todo “en libertad”.
“Nuestros sacerdotes han manifestado la necesidad del perdón, el ayuno, la oración, y esos son los tres pilares con los cuales estamos llevando esta cuaresma y vamos a llevar la Semana Santa”, expresó la feligrés, quien reconoció que en medio de toda la intimidación contra la Iglesia, “el rol del sacerdote siempre es el más difícil”.
“Hay muchos miembros (de la Iglesia) que son sandinistas, ellos mismos son ojos, oídos y bocas que transmiten el sentir de la Iglesia”, añade.
Esta situación no es exclusiva del norte del país. En las parroquias de Managua también hay “infiltrados del Gobierno”, que monitorean la eucaristía de los curas. Para “Carlos” no es una tarea fácil. Los feligreses cuestionan la decisión del régimen y él, como guía espiritual, busca tranquilizarlos, pero tiene sus propias luchas. Durante la eucaristía ha tenido que autocensurarse, y es más duro durante la Semana Santa, cuando el evangelio recuerda las injusticias que padeció Jesucristo a manos de los fariseos, una situación que se “asemeja a lo que está viviendo monseñor Rolando Álvarez”.
Suspensión de relaciones con la Santa Sede
El Gobierno nicaragüense suspendió unilateralmente, a mediados de marzo pasado, las relaciones diplomáticas con la Santa Sede, luego que el Papa Francisco calificó como una “dictadura hitleriana” al régimen en Nicaragua, de cuyo máximo dirigente, Daniel Ortega, comentó —“con mucho respeto”— que padece “un desequilibrio”. Tras las declaraciones del santo padre, feligreses y sacerdotes expresaron su temor por una nueva embestida contra la Iglesia.
A principios de 2023, la investigadora Molina valoró que este año sería “nefasto” en términos represivos contra la Iglesia católica. Además, destacó que Ortega “tiene la intención desalmada e ilógica de eliminar la fe católica del país porque sabe que la Iglesia Católica es la única institución creíble, respetada y amada que a la luz del evangelio está anunciando y denunciando todas las arbitrariedades y maldades que comete la dictadura”.
Molina, quien es autora de los informes Nicaragua: una iglesia perseguida, subrayó que el régimen “ha cruzado todos los límites” en su escalada represiva en contra de la Iglesia, incluso el de la agresión física como el ataque con ácido a un sacerdote, o el “terrorismo”, como calificó el cardenal Leopoldo Brenes el ataque con una bomba incendiaria a la imagen de la Sangre de Cristo en la catedral de Managua.
En el último año, el régimen expulsó del país al nuncio apostólico, Waldemar Stanislaw Sommertag; canceló organismos y medios de comunicación de la Iglesia; y asedió los templos católicos, mientras 21 religiosos fueron desterrados, encarcelados, exiliados y declarados “traidores a la patria”.
“Estamos viviendo una de las persecuciones religiosas más crudas de la historia eclesiástica de Nicaragua”, opina un seminarista bajo anonimato, que agrega: “Las amenazas de toda clase, las vigilancias y el chantaje están como nunca sobre la Iglesia católica”.
Régimen no contiene al pueblo católico
A pesar de la intención del régimen de tomarse las tradiciones católicas, este no siempre logra su objetivo. El domingo 26 de marzo una marea de gente arribó al Santuario del Tepeyac, en el municipio de San Rafael del Norte, para conmemorar el 33 aniversario del fallecimiento del padre Odorico D’Andrea. El hecho causó asombro porque ocurrió después que la Policía de la dictadura prohibió realizar la tradicional misa campal y que el sacerdote del templo, fray Damián Muratori, fue deportado y encarcelado en Italia.
Días antes de la misa campal, que inicialmente estaba prevista para el 22 de marzo, el alcalde de Jinotega, Leónidas Centeno; el comisionado Marvin Castro, jefe de Policía; y otros funcionarios del régimen, se reunieron con el obispo de Jinotega y presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, monseñor Carlos Enrique Herrera, donde supuestamente le informaron la decisión de cancelar la actividad, de acuerdo con un reporte de 100% Noticias.
Aunque la Iglesia se vio obligada a cambiar de planes, los devotos del padre D’Andrea colmaron el santuario del Tepeyac y el templo de San Rafael Arcángel, en San Rafael del Norte. Pero una vez finalizada la misa oficiada por monseñor Herrera, las personas se retiraron rápidamente del lugar.
En su video, el Cenidh resalta que “este año, sin procesiones a nivel nacional, la Semana Santa estará incompleta, mutilada, faltará el cuerpo de la participación popular, pero ante tanta represión el fervor del pueblo debe resistir y fortalecerse”.
“Más temprano que tarde —prosigue— las y los nicaragüenses volverán a salir en procesiones y en libertad”.