22 de octubre 2015
La patrulla pasa una vez más. Cada cinco minutos o menos. Va despacio, con dos o tres oficiales en la tina. No es la única. Desde hace cuatro días, centenares de policías mantienen un sitio policial en el pueblo de Mina El Limón y más de veinte camionetas se pasean por las calles con la misma actitud: despacio, vigilante, desafiante, como un sabueso que busca pistas, entre el murmullo de los pobladores que los observan con los puños cerrados y el mentón erguido.
Todas las camionetas son marca Toyota Hilux, de color blanco, con placas de Managua. No tienen identificación de las autoridades policiales, sin embargo, llevan policías. Por momentos se detienen ante un tumulto. Por hoy, no se preocupan por los hombres de la comunidad: la mayoría se encuentran enmontañados desde el sábado pasado, cuando las fuerzas de choques vapulearon de madrugada a la decena de retenes que habían en el pueblo.
Los policías se enfrentaron contra los pobladores. Lucha brava. La batalla más fuerte se vivió en la Calle 8, a menos de 50 metros de la Casa Cural. Gases lacrimógenos y balas de salva, de un lado. Morteros y piedras, del otro. Los daños a la parroquia son cuantiosos, según los pobladores. La visita al templo religioso está clausurada por la toma de las fuerzas antidisturbios.
Desde entonces, la policía se ha tomado el centro de salud, el hospital, los alrededores de la empresa minera B2Gold y las calles, en cada esquina, cada cien o 150 metros. En grupos de nueve anti motines, con cascos, armas y escudos. La mirada fría y dura. El reto en mayúscula.
“A mi hasta me dan pesar los anti motines. A veces ni siquiera les llevan la comida a tiempo, les gritan y los hacen pasar de pie, en el sol y la lluvia. Ellos tienen miedo porque no conocen el pueblo. Saben que si la gente se levanta de verdad, los sacan rápido”, dijo un poblador que pidió que se le identificara sólo como William por razones de seguridad.
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El conflicto que hoy es entre policías y pobladores, inicialmente fue entre la empresa minera B2Gold y los miembros del sindicato "Pedro Roque Blandón". Las razones fueron las quejas de los líderes ante el incumplimiento del acuerdo (Convenio Colectivo) de la empresa, que despidió por medio de una resolución del Ministerio del Trabajo a los cabecillas del grupo.
Las protestas se acrecentaron. Varias de las camionetas que hoy se pasean por el pueblo, fueron puestas con las llantas apuntando el cielo. El enfrentamiento dejó la muerte del oficial Kevin Valle, lesionados por ambos bandos y daños a la empresa minera. En el último conato desaparecieron dos trabajadores, entre ellos el supervisor de la empresa, Noel Ocampo.
Las autoridades capturaron a los líderes del sindicato: Humberto Rivas Canales, Ramón Useda, Cesar Pulido y Henry Gómez. Además giraron orden de captura contra Luis Adolfo Martínez Betanco, William Alejandro Valdivia Cáceres, Wilmer Francisco Miranda Baca, Lesli Federico Olivas Arrieta, Marlon Isidro Vilches Martínez y Glenda Carolina Rivera Escalante.
La Fiscalía acusó a todos de crimen organizado, homicidio, amenazas, daños agravados, exposición de personas al peligro, abuso sexual, obstrucción de funciones, incendio, y daños agravados en perjuicio del Estado de Nicaragua, contra la Policía Nacional, y otras víctimas. La Audiencia inicial fue programada para el próximo 22 en Managua, a pesar que los delitos por los que los acusan fueron cometidos en Malpaisillo, en el departamento de León.
Armando Artica es uno de los líderes del sindicato Pedro Roque Blandón. Él dice que desde el 2012 la empresa minera ha venido desarrollando una política de eliminar a los trabajadores permanentes: de más de 600 trabajadores que habían en 2012, pasaron 235 que existen actualmente.
El método que utiliza la empresa, dice, es el proceso de tercerización. Consiste en que una segunda empresa llamada Jufoli subcontrata trabajadores para la Mina. Los contratados por Jufoli reciben la mitad de los salarios que los contratados por B2Gold, trabajan más horas y pierden varios beneficios laborales.
“Lo que hacen es despedir trabajadores de la mina (el pueblo) y contratan trabajadores de otra parte, por medio de la empresa Jufoli para que no gocen del Convenio Colectivo”, explica Artica.
Normalmente los trabajadores permanentes que gozan del Convenio Colectivo valido para el periodo 2014-2016, tienen derecho a salario básico, subsidio alimenticio, canasta básica y bono de producción.
El problema surgió cuando la empresa empezó a incumplir con el acuerdo, según Artica. “La empresa quería pagar quincenal y los trabajadores están acostumbrados a que les paguen catorcenal y sábado. Después empezaron a cortar los bonos y los programas de viviendas”.
Artica dice que se mantienen firmes en sus demandas: sacar a los presos, que retiren la persecución contra los otros seis miembros y el despido de los funcionarios de la B2Gold, encabezados por Martin Esparza, gerente general.
El próximo 23 de octubre se vence la personalidad jurídica del "Pedro Roque Blandón". El sindicato no puede renovar la personería, mientras no tenga dirigentes. La decisión que tomaron los miembros es enviar una petición al Ministerio del Trabajo solicitando una prórroga para reelegir a sus dirigentes cuando estén libres.
También conformaron una comisión para que el gobierno y la empresa puedan negociar una salida al conflicto.
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Todas las mujeres se ubican en hileras, con las manos agarradas y vociferando contra el bus amarillo que marcha hacia la entrada de la empresa B2Gold. El bus lleva en su interior a menos de diez trabajadores que van cabizbajos. No se asoman. Sólo escuchan los gritos:
“Son unos sapos (serviles). La lucha del sindicato (Pedro Roque Blandón) también es por ustedes. La empresa los va a correr cuando ya no los necesite”, dice el grupo de mujeres, que detiene el bus, gritan y golpean en los costados.
Los antimotines, ubicados a menos de treinta metros de la acción, llegan a despejar la zona. Empujan a las mujeres con sus escudos. Ellas no se dejan y también empujan, lanzan golpes. Los oficiales siguen empujando: sale una patada y un jalón de pelo. En segundos, las mujeres están replegadas. El bus avanza y penetra hacia la empresa.
La única forma de entrar normalmente es de esa forma: auxiliado por 50 anti disturbios que limpian la entrada de la empresa. El equipo de Confidencial constató que ingresaron dos buses de trabajadores. Un trabajador que intentó entrar abordó de su moto fue repelido por las mujeres.
“Yo miré en las noticias que todo estaba normal. Por eso me vine a querer trabajar. No sabía que estuviera así todavía”, dice un miembro del Sindicato Independiente, que agremia a una decena de trabajadores.
Trabajadores como el motociclista abogan por que la mina se abra, se terminen los disturbios y el pueblo vuelva a la normalidad. Sin embargo, las mujeres se han tomado la lucha. Desde las seis de la mañana, cuando suena la alarma del primer turno en la empresa, todas ellas se enfilan con las manos agarradas para no dejar pasar a los trabajadores.
“Mi marido está huyendo. A los varones los tienen amenazados, andan en el monte, al saber si come, bebe, cómo duerme. ¿Ese es el Danielismo de los pobres? Lo que queremos es que nos resuelva este problema”, dice Yadira López, que con cuatro meses de embarazo, se avienta a golpearse contra los policías todas las mañanas.
“Nos han reprimido. La población así se siente. La gente no quiere hablar, tienen temor, porque hemos hablado y tocado varias puertas, pero no ha surtido efecto”, dice López
Ella afirma que las mujeres han retomado la lucha que los hombres han tenido por años contra la empresa. “No es de la noche a la mañana que sacaron ese convenio colectivo. Esas luchas se ganaron en los gobiernos neoliberales, y ahora que está en poder el pueblo vienen a eliminarlo”, explica.
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La Mina El Limón está al pie de cerros, entre pastizales, fango y charcos. Sus calles son pedregosas y húmedas, se hunden o levantan en zigzag permanente. El calor ahoga, no obstante hoy el clima es cálido con una brisa que amenaza convertirse en aguacero.
La principal actividad económica -y casi única- en este lugar es la minería. Los que no trabajan en la empresa, están vinculados indirectamente a la minería. Los otros son niños o mujeres, que no son prestos a hacer estas labores.
El sonido de los molinos de piedra para extraer oro retumba en el pueblo. También la alarma que suena por lo menos seis veces en el día, anunciando la entrada y salida de los turnos. De día y de noche. El trabajo aquí no se detiene, se trabaja las 24 horas y los siete días de la semana. Siempre y cuando se tenga broza para extraer el metal.
“Encendieron los molinos. Hasta ayer no lo habían hecho”, afirma William, unos de los pocos hombres que no son mineros en el pueblo y a quien le causa lástima cómo los superiores tratan a sus subalternos de las fuerzas anti disturbios.
Los molinos, la alarma, las botas de hule, cascos, uniformes señalizados. Los hombres con dientes de oro, las casas con televisores de pantalla plana de más de 30 pulgadas. El ambiente en la mina respira, vive, y, ahora sufre por la extracción de oro. Es por eso que, quizás, el conflicto no se ha solucionado: la gente se aferra a trabajar en una actividad que quieren realizar para toda la vida.
La empresa minera construyó el trecho de 22 kilómetros que separa a la mina de Malpaisillo. Ha hecho labores de reforestación en los alrededores y paga el servicio de energía eléctrica de toda la población. Donó los centros educativos. Hoy el logo de la empresa minera dentro del colegio está borrado con spray negro.
“Este no es un pueblo donde quisieron explotar una mina y la gente después se acomodó. Aquí, primero fue una mina y luego se formó un pueblo. A nosotros no nos quedó de otra que acomodarnos a esta actividad”, dice Eunice Valdivia, habitante de El Limón.
A diferencia del pueblo de Rancho Grande, donde el Gobierno rechazó la solicitud de explotación minera en el lugar, la minería en El Limón nació con ellos. Este pueblo que lleva intrínseca la explotación minera, no pide que se acabe, sino que se mejore.
Valdivia es una maestra de secundaria, con vocación sandinista y no titubea en decir: “Este pueblo no tiene miedo. Este pueblo es aguerrido, desde antes de la revolución. Tenemos a la gente, agallas, férrea voluntad y valor. De aquí salieron a tomarse el Sauce para la insurrección, Malpaisillo, la 21 en León, el Fortín, Estelí”.
Antes de salir de la reunión con el grupo de mujeres que están en pie de lucha, Valdivia me intercepta y concluye: “Si se le olvidó al comandante Daniel Ortega eso, me gustaría que se lo recordaran, porque fueron los mineros con sus dinamitas, quienes achicharraron aquí a la Guardia Nacional”, señala.
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Los lugareños son la mejor arma para el despiste. Al que nos llevó hasta el lugar le diremos Juan. Él ha pasado por recovecos a todos los periodistas que quieren entrar a la mina. “En veinte minutos los pongo en la mina”, lanza. “Ustedes tienen que pedalear (caminar) fuerte. Nadie se me puede quedar. Los policías que son de Managua, ni se imaginan por donde los meto. Pero si nos agarran en el camino corremos peligro”.
En estos días Juan ha pasado a casi diez periodistas independientes. La mayoría de medios internacionales, y de Managua. Si el problema de entrar a la mina era evitar que los policías te miraran, ahora se tiene que aprender a convivir con ellos cada cinco minutos.
"El truco consiste en no andar sólo. La policía te agarra y te desaparece", dice Juan. "El mejor fortín son las mujeres: ellas pelean, te meten a sus casas y los policías no se atreven a sacarte, de esa forma se han salvado varios".
Sólo al momento de salir, pudimos ver el hospital en la entrada de la Mina, colmado de anti motines. “Ahí tienen su centro de control”, afirma Juan. Son nueve oficiales que cubren a cada lado de la carretera. Enfrente del hospital hay un cementerio. En medio de un funeral pasamos el cerco policial.
Sólo al regreso se pudo constatar los tres retenes de la policía en la carretera. Un día antes, la máxima aproximación fue a 22 kilómetros de la mina, en el empalme Malpaisillo, donde los agentes de policías pidieron identificaciones de medios de comunicación y cédulas de identidad.
-No pueden entrar
-¿Por qué no podemos entrar, señor oficial?
-Por órdenes
-¿Ordenes de quién?
-Ordenes de nadie. Dele vuelta al carro y regrésese Managua
Comenzó la aventura.
Mi compañero fotógrafo tenía un contacto que prometía pasarnos los dos primeros retenes por veredas. El contacto utilizaba una moto taxi para atravesar unos cañales y arribar a la casa de Juan.
En estos días la lluvia visitó la zona y para mala suerte descompuso el camino. Nuestro pequeño vehículo se quedó varado. El recorrido se continuó a pie, hasta la carretera. La vista de un lado a otro, y se tomó un bus para aligerar el paso. El objetivo era arribar en la casa de Juan, a pocos kilómetros del último retén.
Juan nos trasladó entre fincas, bordeando cerros y cruces de carreteras. Los veinte minutos que prometió dilataría el recorrido, se extendieron a dos horas, entre fangos, charcos, y lodo. En el camino se cruzan cercos: pantalones, camisas, zapatos, manos y espaldas sufrieron las consecuencias de los alambres de púas.
El sol se escondió rápido en el camino. A las dificultades de a todas luces, ahora hay que sumarle que se hace el recorrido en tinieblas. El lodo y la humedad es lo de menos, una caída entre las rocas y el intento es fallido.
El primer contacto nos dijo que con Juan pasaríamos por veredas el último retén. Pero que a fuerza tendríamos que pasar enfrente del hospital, el centro de comando de la policía. Nada más. La estrategia era caminar dispersos, sin levantar sospechas. El problema es que los dos andamos mochilas y los policías también operan con lugareños que reconocen a un extraño en la zona.
“Yo no los voy a arriesgar. Prefiero caminar más y meterlos por otro lugar. Ahí tengo dos muchachos que llegan y los llevan hacia donde se van a quedar”, repite Juan. Por eso el camino fue más largo.
Uno de los muchachos que nos espera es William. Él nos separa y lleva por calles distintas. Asistidos por focos de celulares, intentamos seguirle el paso a nuestro tercer guía. La gente se alarma cuando nos ve pasar. Los perros ladran. Ladran más. No paran. Cruzamos a otro barrio y al doblar un trecho vemos cuatro anti motines firmes. Doblamos y seguimos hacia un callejón si salida.
“Señora, me puede dar pasada. No podemos pasar por la otra calle porque está tomada (por policías) y oscura. De inmediato nos pedirán identificación. Por favor, somos periodistas”, dice el tercer guía.
-¿Periodistas de dónde?
-De Canal 12, señora.
La señora abre la puerta y calla a uno de sus perros. “Están cerca del lugar donde se van a quedar a dormir. Mi hija los va a llevar” dice. Uno de los perros se suelta y viene desbocado. “Tírenle piedra si se les lanza”, vuelve a decir.
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Los televisores se encienden religiosamente a la hora del noticiero. En el lugar hay al televisión por cable, internet y señal de celular, pero no periódicos. Es por eso que lo que transmiten los noticieros de televisión es la fuente de información del pueblo.
“Nosotros no queremos saber nada del Canal 4 y el Canal 8. No sé a dónde están yendo. Ellos dicen que la situación aquí es normal y ustedes pueden ver que no”, dice Erenia Sotelo, familiar de uno de los muchachos que han abandonado el pueblo.
Sotelo habla de las informaciones que transmiten los medios oficiales acerca de las normalizaciones de las actividades en la mina. Los reportes indican que la Policía Nacional ha cumplido con las labores de “garantizar la seguridad y el ambiente de tranquilidad y estabilidad, ante los grupitos de vándalos”.
El Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP) informó que B2Gold tiene actualmente el 80% de su personal laborando. “El mineral está siendo transportado, el molino está operando, los procesos están en marcha", dice José Adán Aguerri, presidente de Cosep.
“Ayer se les pagó a los trabajadores, a partir de la tarde se entregó el bono de producción del mes de septiembre y esto fue importante porque esto le vuelve a dar vida a la gente que estaba sin plata, que no había podido tener la posibilidad de pagarse sobre su trabajo que ya había desarrollado y esperamos que esto ayude también para que la comunidad vuelva a la normalidad”, agrega.
B2Gold hará un estudio preciso del daño económico que le causó la paralización durante 21 días, según Aguerri.
Otro de los reportes de los medios oficialistas indica que los niños están recibiendo clases con normalidad. Sin embargo, una visita de Confidencial por el Instituto Ricardo Morales Avilés y el colegio Rubén Darío, constató que las clases se encuentran totalmente paralizadas.
“Las mujeres no van a mandar sus hijos a clases. Los maestros están en sus centros de trabajo y a los niños que lleguen se les va a dar clases ¿Quién va querer mandar a sus hijos a clases, teniendo esa amenaza en la calles (policías)?”, pregunta Sotelo.
Sotelo dice que algunos trabajadores se han reincorporado por miedo: son nuevos y tienen miedo que los corran. “La verdad es que la empresa cuando te quiere correr, te dice adiós sin ningún beneficio”.
Los sectores religiosos que estaban trabajando por el dialogo en la mina se apartaron del conflicto. El padre Lesther Ortiz, de la iglesia de El Limón, huyó desde el viernes, un día antes de que los policías destruyeran su templo y lo convirtieran en un centro de comando. El pastor Fernando Villegas, que también andaba mediando por la situación, fue enviado a otro centro en Chinandega.
EL gobierno envió una comisión el domingo para mediar, encabezada por la ministra de salud, Sonia Castro; la ministra de educación, Miriam Raudez y la ministra de Mifamilia, Marcia Ramírez y el comisionado Adolfo Marenco. La población sigue esperando los resultados de esa reunión.
Destrozos. Fue lo que encontró Patricia Alduvine cuando regresó a su casa, después de huir por la pelea del sábado. El televisor, espejos, sillas, ventanas, cómodas. Todo deshecho. Los causantes fueron las fuerzas anti-motines, según denunciaron en la zona. Una foto de su marido, fue sustraída de las paredes. Ella lo perdió todo y busca, habla con la esperanza de un condenado inocente que pide justicia.
“Yo sabía que Dios me mandaría a los medios para denunciar esto. Por favor, no se olvide de sacar esto. Lo perdí todo”.