15 de noviembre 2020
El 14 de noviembre de 2019 el temor se volvió a apoderar de Amaya Coppens Zamora. Ese día fue apresada por segunda ocasión y recién cumplía cinco meses de excarcelada tras nueve meses recluida por oponerse al régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo en 2018.
“Para mí estar presa era una protesta. Significaba gritar alto que no estaba de acuerdo con lo que está sucediendo en Nicaragua”, describe Coppens, estudiante de Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-León), que en la primera ocasión fue acusada de “terrorista” , y en la segunda de supuestamente portar armas junto con 15 jóvenes, que en realidad llevaban medicinas y agua para un grupo de madres de presos políticos que habían iniciado una huelga de hambre, en Masaya, por lo que fueron bautizados como “Los Aguadores”.
A un año de su segundo encarcelamiento, que duró mes y medio, Coppens sostiene que aún en prisión “no podemos dejar de denunciar lo que está pasando”. Sin embargo, estima que la peor parte es para la familia, y por eso —alejada de la organización política— mantiene como causa el acompañamiento de los familiares de los reos y su demanda de libertad. En entrevista para el programa Esta Semana que se transmite hoy domingo a las 8:00 p.m., demanda coherencia y acciones contundentes de todos los sectores que abogan por esta misma causa.
“De 'nos faltan +65', a más de 100”
El rostro de esta joven de 26 años, nacida en Bélgica, pero criada en Estelí, se hizo conocido internacionalmente, en gran medida por su doble nacionalidad. “Eso ha permitido ampliar la denuncia y poner el foco en lo que pasamos todos los nicaragüenses”, asegura. Pero la demanda de libertad sigue pendiente y por tercer año se reclama una “Navidad sin presos políticos”.
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Coppens y “Los Aguadores” fueron excarcelados el 30 de diciembre de 2019, después de intensas jornadas de protesta para exigir su libertad. En total, 91 reos de conciencia fueron “liberados”, pero más de 65 quedaron en prisión.
“¡Nos faltan +65!”, reclamaron de inmediato en enero de este año. Pero once meses más tarde, la cifra no se ha reducido, sino que por el contrario se ha elevado a más de 100 rehenes de la dictadura.
Para Coppens, esta situación demuestra que “el régimen no piensa devolvernos nuestros derechos ciudadanos”, porque “siguen manteniendo prisioneros en condiciones inhumanas, obligan a sus familiares a firmar documentos donde afirman que son bien atendidos amenazándoles con quitarles las visitas”.
Bajo este escenario, sentencia que “no podemos pensar que el régimen se va a convertir en un Gobierno”.
“Un grito desesperado de libertad”
Desde finales de septiembre, más de 50 presos políticos han sostenido jornadas en huelga de hambre para elevar su grito de libertad. Esta semana, desde las celdas de castigo, siete de ellos anunciaron que están reanudando la acción, que Coppens califica como “un grito para no ser olvidados”.
“Esta protesta es un reclamo, porque sienten que se han quedado abandonados y demuestra una desesperación profunda. En la cárcel hay muy poco que te queda de la vida normal, comer es de las pocas cosas que te quedan en el día y decidirte a renunciar a esto requiere mucha convicción, porque vas sintiendo que te estás enfermando”, explica Coppens, quien desde la prisión participó en una larga huelga de hambre junto con otras reas de conciencia.
Convencida de la desesperación que representa una forma de protesta semejante, Coppens asegura que “al pueblo nos toca servir de parlantes de ese grito que nos llega desde las cárceles”.
“Si los presos y presas políticas han logrado parar y resistir e iniciar huelgas dentro las cárceles, es impensable que afuera las demás organizaciones no sean capaces de hacerlo. Seguimos exigiendo que sean coherentes con estas posturas, que respalden esta huelga. Los familiares en su momento plantearon más coherencia, por ejemplo, de los grupos empresariales”, dice en la entrevista que se transmite hoy domingo en el canal de YouTube Confidencial Nica.
Y sobre la posibilidad de elecciones en 2021 agrega tajante que “no se pueden hacer con presos y presas políticos en las cárceles”.
“No podemos —asegura— ir a elecciones sin condiciones previas, mientras a diario a muchas personas se les sigan violando sus derechos humanos, con represión y sin condiciones para el retorno seguro de miles en el exilio”.
“No podemos darle la espalda a abril 2018”
Coppens Zamora descarta irse de Nicaragua para evitar ser apresada nuevamente. Por el contrario dice con firmeza: “Seguiré en esta lucha”.
La universitaria lamenta no poder seguir con sus estudios de Medicina. “Para mí esa es mi frustración más grande”, asegura. Pero admite que la Rebelión de Abril, iniciada en 2018, es “una ruptura” al sistema político actual “y no hay retorno posible”.
“Estamos luchando por lo correcto y aunque nos quieran reprimir y callar, debemos seguir insistiendo hasta cambiar la realidad de nuestro país”, exhorta.
Coppens reconoce que ya no forma parte del Movimiento Universitario 19 de Abril de León, con el cual se involucró en la protesta, porque explica que está enfocada en trabajar por la liberación de los prisioneros políticos.
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“Hay que ser conscientes de que el tiempo ha pasado y para muchos ha pesado. Debemos tomar en cuenta que a muchos nos dejaron sin nada y es difícil seguir en la lucha sin una red de apoyo, perseguidos, huyendo”, refiere.
Por ello, comprende que muchas personas “han tenido que buscar cómo sobrevivir a su manera”, no solo frente a la dictadura, sino a las cúpulas “que han tomado históricamente las decisiones, a los partidos que permitieron que llegásemos a donde estamos”.
“Incluso —apunta— algunos partidos han venido resurgiendo y dándole la espalda a lo que significó abril de 2018… Cadáveres políticos, que no deberían haber resurgido… Partidos, personas que han sido denunciadas por actos de corrupción”. Para Coppens, esa molestia “es también parte del clamor popular. Lo vimos en las redes sociales… es momento de escuchar lo que el pueblo está pidiendo”.
Por eso, sostiene que “debemos seguir demandando por los presos, por las víctimas, por los más de 100 000 nicas que siguen sin poder regresar”.
“Hay mucha gente que sigue ahí —sostiene—, esperando el momento porque no están de acuerdo con lo que pasa… Estoy segura de que si recuperamos las garantías (constitucionales), vamos a ver resurgir la resurrección que está esperando el momento para volver a salir”. Para que eso ocurra, la joven no cree que se necesite de la convocatoria de organizaciones opositoras como la Alianza Cívica o la Coalición Nacional. “Esta insurrección nació auto convocada, por solidaridad”, recuerda.
La fe de Amaya
Ante la “frustración” por ver cómo el régimen continúa aferrado al poder, afirma que la llenan de esperanza “pequeños gestos de solidaridad”.
A principios de marzo, Amaya Coppens Zamora fue una de las ganadoras del Premio Internacional a las Mujeres Coraje, que otorga anualmente el Departamento de Estado de los Estados Unidos, para reconocer a quienes en todo el mundo han demostrado un valor y un liderazgo excepcional en la defensa de la paz, la justicia, los derechos humanos, la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.
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Para la excarcelada política, este, “más que un premio personal, fue un reconocimiento a la lucha del pueblo nicaragüense y una oportunidad de elevar la voz a nivel internacional sobre los atropellos del régimen”.
Como excarcelados, relata, no se les ha permitido volver a su vida cotidiana. Para Coppens, lo más difícil es no poder ver tranquilamente a sus familiares y amigos. “Sigo evitando exponer a la gente con la que estoy. Cualquier persona a la que tenga cerca puede ser perseguida o apresada. Somos como parias de este régimen, (que) con sus discursos de odio nos tratan casi como que tuviéramos una enfermedad contagiosa”, denuncia.
A un año de su segundo encarcelamiento, también admite que teme volver a prisión, sobre todo por su familia.
Mientras estuvo encarcelada, su padre Federico Coppens y sus dos hermanos, Diego (28) y Santiago (16), fueron golpeados por una turba orteguista. Su madre, Tamara Zamora, también fue humillada afuera de la prisión. “Adentro sufría más pensando en ellos que en mi falta de libertad”, asegura.
Asimismo, reconoce que, como muchos nicaragüenses, se ha sentido frustrada de ver cómo el régimen sigue aferrado al poder. Pero expresa que la llenan de esperanza “pequeños gestos de solidaridad”.
“Me llena de esperanza ver cómo las personas se han organizado espontáneamente para ayudar durante la pandemia de covid-19, para dar respuesta ante el paso del huracán Eta. Creo que uno siempre encuentra alguien que le tienda la mano y tengo la certeza de que hay más gente buena que gente que reprime”, sostiene.
Muestra de ello, recuerda, es que dentro de la misma prisión, alguna vez encontró palabras de ánimo de trabajadores de las cárceles y “de presos a los que les pagaban para maltratarnos”.
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