27 de noviembre 2023
El agravamiento del acoso policial empujó a la líder estudiantil, Justina Orozco Jirón, a salir de Nicaragua, tras resistir cinco años de represión en el país. Intentó salir legalmente porque hace varios años ya no participaba en ninguna actividad, pero al llegar a El Guasaule, uno de los puestos fronterizos con Honduras, dos oficiales de Migración la interrogaron por más de dos horas y le dijeron -sin evidencia- que existía una orden de captura en su contra. También le dijeron que la única forma de evadir su arresto era firmar una carta disculpándose con Daniel Ortega por los “actos de vandalismo de 2018”. En la misma, también se comprometía a no regresar al país y renunciar “voluntariamente” a sus derechos ciudadanos. Sí se negaba, sería trasladada a El Chipote. La joven firmó.
“Esta situación creo que es una de las que me marcó y me marcará siempre, porque es como tratar de desmoralizarte, así me sentía en el momento… es triste que por el simple hecho de pensar diferente yo tenga que abandonar mi país. Es un desconcierto”, lamenta la joven de 23 años y madre de una menor de tres años, ahora exiliada en Estados Unidos, a donde logró llegar después de ser secuestrada en México.
Apresada por ondear la Bandera de Nicaragua
Orozco cursaba el segundo año de Ingeniería Agrónoma en la Universidad Nacional Agraria (UNA) cuando las protestas cívicas estallaron en abril de 2018. Se involucró por completo, desarrollando un liderazgo estudiantil, que llevó hasta la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia -el bloque opositor al régimen orteguista-. Participaba en marchas y piquetes, y fue detenida por 48 horas como castigo por ondear la Bandera Nacional en la vía pública, en 2019.
Decidió retirarse de los movimientos azul y blanco y participar más de cerca con el Movimiento Campesino y la asistencia a los familiares de presos políticos, mientras vivía su faceta de mamá.
La joven intentó retomar su vida, pero el acoso y la vigilancia policial siempre estuvieron presentes desde 2018 a la fecha. No denunciaba por temor a mayores represalias. Pese al recrudecimiento del Estado policial de facto y la cacería contra opositores, se las ingeniaba para conseguir apoyo para los reos de conciencia. A inicios de octubre, la Policía la siguió cuando entregaba una ayuda de forma clandestina. No logró volver a su casa y se escondió fuera de Managua, hasta su partida el 15 de octubre.
Interrogada por dos agentes de Migración
“Yo salí con lo que tenía en mano, yo iba apostando el todo por el todo”, dice. Sin mucho dinero para pagar un “coyote”, se arriesgó a pasar por Migración. El primer interrogador indagó sobre su participación en las protestas mostrándole una serie de fotografías suyas, le preguntó por otros líderes de la lucha cívica, y sobre su activismo fuera del país.
El segundo interrogador, quien Orozco supone es el jefe, porque todos atendían sus orientaciones, le aseguró que iría a prisión. Ella protestó para que el sujeto le mostrara la supuesta orden de arresto, pero él respondió arrogante: “No, aquí las reglas las pongo yo”. Ese oficial de Migración se encargó de verificar que la joven subiera al bus y saliera del país.
Las autoridades migratorias del régimen no le entregaron una copia de la carta firmada. Ahora, Orozco se cuestiona si con renunciar a sus derechos ciudadanos, los agentes de Migración también se referían a su nacionalidad, como ha ocurrido con 317 excarcelados políticos desterrados por la dictadura. Sin embargo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la que Nicaragua es signataria, establece que los derechos son irrenunciables, ya que "no se puede renunciar a ellos, aunque sea por propia voluntad". Con ello, los agentes de Migración habrían violado al Declaración al hacer firmar a Orozco la carta de disculpas a Daniel Ortega y la renuncia "voluntaria" a sus derechos.
Secuestrada por narcotraficantes en México
El plan de Orozco era gestionar desde México una cita para solicitar asilo político en Estados Unidos, pero fue retenida dos veces por autoridades migratorias mexicanas porque el permiso de tránsito que tenía no era válido. Con dificultad logró avanzar junto a un grupo de nicaragüenses hacia Mexicali, pero fueron secuestrados por un cartel de narcotraficantes.
“Estuvimos casi tres días. Nuestras familias tuvieron que pagar el rescate… no hay comida, no hay bebidas… Estuvimos como en un desierto y ahí dormíamos en el suelo y sobre las piedras. Perdí la noción del tiempo en esos días. Nos secuestraron como a las once de la noche y salimos como un 30 de octubre, amanecer primero -de noviembre-. Nos encaminaron cerca de la frontera con Estados Unidos, nos dijeron que nos faltaba tanto tiempo y caminamos, caminamos hasta cruzar el muro”, relata.
“La preocupación más grande es no saber de tu familia y que tu familia esté pensando, que incluso, estás hasta muerto porque no hay manera de comunicarse. Te quitan tu teléfono, tus pertenencias. Las amenazas a cada ratito, de que no les va a pasar nada, pero tienen que pagar y si no pagan de aquí no salen -nos decían-. Había gente que tenía ahí 15, 20 días…”. La familia de Orozco pagó su rescate.
Orozco dice que no sabe de dónde sacó fuerzas para caminar hasta entregarse a las autoridades estadounidenses, tras tres días de hambre, frío y miedo. “Yo nunca en mi vida me había emocionado tanto por ver un juguito y una manzana”, bromea respecto a los alimentos que entregan las autoridades migratorias estadounidenses a los migrantes que encuentran en la frontera.
“Salir de tu país, tratando de huir y llegar a otro, como es México… las autoridades no hacen nada por tu seguridad (...) Yo nunca me imaginé estar en esa situación, donde un cartel me agarrara. Yo nunca pensé que yo hubiese podido salir viva. Estoy aquí, estoy viva, estoy completa”, celebra Orozco.
Durante once días estuvo retenida en un centro de Migración en Arizona, Estados Unidos, y finalmente, el 11 de noviembre la dejaron libre. Con el apoyo de amistades está empezando el camino del exilio al que se había resistido para seguir viendo crecer a su pequeña, que cumplió años el 25 de noviembre.
“Es una de las cosas que más me cala. Nunca había estado lejos de ella", relata, tras explicar su decisión de no llevarla con ella para no exponerla. "Por culpa de todo esto --lamenta-- tuve que separarme de lo más preciado, que es ella y mi familia”.