11 de enero 2021
Una fotografía, a un lado de la cama en la que permanece postrado, recuerda cómo lucía Justo Rodríguez López menos de nueve meses atrás: recio, de tez morena y reluciente y con un bigote disciplinado. No parece el mismo sobre la cama: con la piel pegada a los huesos, lampiño, y sin poder mover nada más que uno de sus brazos y los ojos profundos, a través de los cuales hace el esfuerzo de comunicarse.
Hace menos de tres semanas, el reo político Justo Rodríguez logró ser trasladado a su casa en la Isla de Ometepe, después de ser excarcelado el pasado 21 de diciembre por el régimen de Daniel Ortega.
Rodríguez fue arrestado en abril de 2020, por participar en una protesta en conmemoración de la masacre orteguista contra la Rebelión de Abril de 2018. Sus familiares lo recibieron visiblemente deteriorado de salud y cuadripléjico, pero hoy celebran que muestra leves señales de mejoría.
Esmérita Rodríguez, hermana de Justo, dice que a pesar de los múltiples males que aquejan a su hermano, él “ha ido recuperando el semblante” en las últimas semanas. Recuerda que, en diciembre, cuando lo recibió en el Hospital Antonio Lenín Fonseca, de Managua, donde permaneció casi cuatro de los ocho meses que estuvo encarcelado, Justo “solo era huesos”.
“A mí me entregaron un montoncito de huesos”, lamenta.
Alilian López, también hermana de Justo, describe que la pequeña mejoría de su hermano es “algo extraordinario”. Destaca, con esperanza, que “sus manitos no las podía mover, y ahora ya las estira”. En su voz se percibe el entusiasmo de relatar cómo Justo ya logra cobijarse solo, “cosa que él era de viaje (totalmente) tieso”.
“Yo me siento gozosa por eso”, enfatiza.
Yonarqui Martínez, abogada de Justo, estima que su leve recuperación se debe a la “voluntad de él, el amor de la familia, la visita de los amigos, la ayuda de muchas personas que han permitido que él pueda tener acceso a medicinas y una alimentación adecuada”.
En la isla, detalla, no hay médicos especialistas, pero “hay quienes están a cargo de él” y espera que en algún momento pueda ser trasladado para ser atendido por un experto, que pueda hacer una evaluación completa de su condición de salud.
Un arresto con violencia
Antes de ser arrestado, el 20 de abril de 2020, Justo realizaba artesanías de jícaro y cultivaba yuca en una parcela de tierra ubicada a pocos metros de su casa. A ese lugar se dirigía cuando fue detenido por oficiales antidisturbios que llegaron a la Isla de Ometepe para capturar a los responsables de una protesta ocurrida la noche anterior.
“Ahí donde lo agarraron lo arrastraron, le pegaron, y después levantaron una llanta de repuesto que llevaban en la camioneta y se la dejaron caer en el pecho”, señala Esmérita, a quien Justo relató lo sucedido cuando logró verlo días después en el Sistema Penitenciario Nacional, en Managua. El hombre, entonces, se quejaba de dolores en el pecho, la cabeza y la espalda. Era el preludio de lo que estaba por venir.
En el penal, Justo Rodríguez, de 68 años, no recibió atención médica adecuada, denuncia su hermana Esmérita. Por el contrario, fue llevado regularmente a sus audiencias en los Juzgados de Managua, donde el 21 de julio de 2020 fue condenado a tres años de prisión por el delito de obstrucción de funciones. Un mes después, sufrió una embolia cerebral y fue trasladado al Hospital Lenín Fonseca.
En el hospital “le hicieron unas grandes heridas para sacarle sangre coagulada que le estaba afectando el cerebro”, explica Esmérita.
Luego, continúa, “le hicieron una herida para hacerle un dreno y después le hicieron otra herida para meterle un catéter”.
Durante ese tiempo, Justo “decía que le dolían sus nalgas, pero nosotros creíamos que era porque lo tenían mucho tiempo sentado”, hasta que los médicos le comunicaron a un familiar que lo asistía en el hospital que el hombre sería sometido a otra cirugía.
Al familiar de Justo solo le dijeron: “Tu tío va para el quirófano, firma aquí”, dice Esmérita. Cuando el pariente del enfermo preguntó el motivo de la cirugía el médico le contestó: “Es urgente, después hablamos”, agrega.
“Nosotros no sabemos de qué fue esa operación”, insiste la mujer. Fue “hasta ahora (después de su excarcelación) que nos lo entregaron y nos dijeron como lo íbamos a curar, que estamos viendo semejante iniquidad. La herida de la última cirugía “es como de una cuarta. Del recto hacia arriba”, detalla Esmérita.
Sin más explicaciones sobre su estado de salud, Justo fue excarcelado junto a un millar de reos comunes a quienes el régimen de Daniel Ortega liberó en la víspera de Navidad.
Justo fue trasladado a Ometepe en estado crítico. Aun así, la Policía interceptó a la familia en el puerto de San Jorge, en Rivas: “Ahí nos hicieron un rebate de las cosas, nos apearon todo. Viendo que él estaba ahí, en el sol, no nos dejaron pasar hasta que nos revisaron todo lo que traíamos”, recuerda Alilian.
Desde que fue excarcelado, la Policía también patrulla el perímetro de la casa de la familia. En ocasiones, los oficiales se ubican en la esquina de la vivienda para vigilar quien entra o sale. Pero eso no ha impedido la solidaridad de quienes llegan a visitarlo. “Todos los que lo ven salen con lágrimas en sus ojos y él solo vuelve a ver”, lamenta Esmérita.
Alilian afirma que a la familia le “duele mucho verlo a como nos lo dieron”. Pese a la esperanza de su mejora, asegura igual que están “resignados” a lo que pueda pasar con su salud.