11 de enero 2021
El asalto al Capitolio, sede del Congreso de los Estados Unidos, por una “turba” de simpatizantes del presidente saliente Donald Trump ha socavado a una de las democracias más sólidas del mundo. Para el politólogo Daniel Zovatto, director regional de IDEA Internacional para América Latina y el Caribe, la jornada del seis de enero en la que un grupo de personas entró a la fuerza al corazón del Congreso, azuzados por la narrativa incendiaria del fraude electoral que Trump ha tomado como estandarte tras las elecciones de noviembre, “ha causado un daño enorme que durará muchos años en repararse”.
“Sin lugar a dudas fue un día oscuro para la democracia norteamericana y un ataque sin precedente para Estados Unidos”, resumió el experto en un panel realizado este domingo en el programa Esta Semana, en el que también participaron la doctora Cynthia Arnson, directora del Programa Latinoamericano del Wilson Center en Washington, y el politólogo Eduardo Gamarra, profesor de la Florida International University.
Un día después del asalto, Trump apareció apaciguado en un mensaje dirigido a la nación. Por primera vez en mucho tiempo su discurso dejó de ser acusatorio. Rígido, sin mover sus manos, Donald Trump aceptó tímidamente su derrota después de la violencia desatada. “Aquellos que se vieron envueltos en los actos de violencia, no representan a nuestro país”, fue una de sus frases. “Aquellos que rompieron la ley, pagarán”, prometió.
“Una nueva administración será inaugurada el 20 de enero, mi enfoqué será garantizar una transición de poder ordenada. Este momento llama a la reconciliación y a la curación”, admitió finalmente. Para muchos, sin embargo, el daño ya está hecho.
Sin destitución quedará impunidad
Las imágenes le han dado la vuelta al mundo y marcan el inicio de un año con más expectativas que certezas. La jornada dejó cuatro fallecidos y un país cuya credibilidad se puso en duda. “Para muchos fue lo mejor que sucedió, porque aceleró el deterioro de la imagen de Trump, pero deja un país extraordinariamente dividido”, opinó el profesor Gamarra, quien vaticina que si al exmandatario no se le destituye quedará habilitado como candidato y líder de fracción. Además, dejaría estos hechos en la impunidad.
“La destitución de Trump implica que no haya impunidad en los graves hechos que cometió y además lo saca de la posible carrera de cara al 2024”, agregó Zovatto.
Pese a que faltan escasos días para el 20 de enero, cuando la nueva Administración del demócrata Joe Biden asumirá al poder, los rivales políticos de Trump quieren que sea destituido tras el asalto al Capitolio. Para que esto suceda existen dos únicos caminos: la aplicación de la Enmienda 25 y el ‘impeachement’. La primera se basa en la transferencia del poder a la vicepresidencia de forma temporal o permanente, si se demuestra que el presidente es incapaz de gobernar ya sea por una incapacidad física o mental. La segunda opción es un juicio político donde se le puede acusar de traición, soborno u otros delitos graves. A este último ya ha sido expuesto y resultó absuelto en febrero de 2020 por un Senado de mayoría republicana en ese entonces.
Ante este panorama, muchos se preguntan sobre el futuro del Partido Republicano, si seguirá aferrado a la narrativa “trumpista” o si se sacudirá de ella y tendrá un cisma. Al menos una parte del círculo de Trump parece haber roto con él. La muestra más clara la encabeza el vicepresidente Mike Pence, que el miércoles certificó la victoria de Biden. Ese mismo día se produjeron una serie de dimisiones en el gabinete. Pero no todo es disenso. El empresario cuenta con una base sólida de simpatizantes que a través de sucesos como los del miércoles han demostrado fidelidad a su pensamiento.
“Más del 80% de los republicanos se consideran trumpistas y más del 70% creen que hubo fraude”, agregó Gamarra. “En el momento previo a que ingresara esa masa al Capitolio, dentro habían 144 representantes y 12 senadores que estaban dispuestos a dilatar lo más posible el voto democrático por Joe Biden”.
Golpe a credibilidad estadounidense
El fin de le era Trump deja un país en llagas. El 2020 fue un año convulso para Estados Unidos, marcado por un escaso control en lo que a la pandemia de covid-19 se refiere, y por los conflictos raciales que recuerdan las heridas abiertas de la sociedad estadounidense. En medio de ello, el liderazgo de Trump sobre estos dos temas que marcan su mandato deja mucho que desear. Mientras el movimiento ‘Black Lives Matters’ se manifestaba por la muerte de George Floyd, asfixiado por un policía blanco, el presidente restó importancia a los asesinatos de afroamericanos y envío a fuerzas federales para restaurar “la ley y el orden” en las protestas.
Para Cynthia Arnson, los sucesos en el Capitolio son el resultado del “daño” causado durante sus cuatro años de gestión. “Este juego de oponerse al conteo de los votos fue hecho y liderado por los que tienen ambiciones presidenciales en el 2024 y que están apelando o intentando posicionarse mejor frente a la base trumpista”, reflexiona. “Es inaudito lo que pasó. No solo la acción del congreso sino la parte de la preparación y el asalto a la democracia en este país”.
Según Gamarra, al saltarse las reglas del juego democrático se corre un riesgo enorme. “Si bien es sorprendente lo que sucedió el seis, a la vez era de esperarse. Creo que era una razón lógica a todo lo que hemos visto en los últimos años”. Por eso, opinó que, por más sólida que se presente una democracia, siempre se le debe cuidar.
Las repercusiones internacionales a este hecho están por verse. Las posturas de Trump han provocado efectos adversos en países como Nicaragua, donde opera un régimen represivo. Daniel Ortega aseguró a sus simpatizantes en un acto público celebrado en noviembre de 2020, que “respeta” a Estados Unidos porque no acepta reclamos injerencistas en sus elecciones. Se mostró conforme con la denuncia de fraude electoral que pregonó el presidente tras los comicios “para que no vengan a reclamarnos en nuestras elecciones”.
Esos son algunos de los efectos colaterales que provocan que ciertos mandatarios, de tintes autoritarios, “se frotan las manos”. “No pereció la democracia pero sí ha tenido un daño muy grande”, comentó Zovatto.
A eso se le suma el daño a la imagen y al ‘soft power’ de Estados Unidos, un término utilizado en relaciones internacionales para describir la capacidad que tiene un país de incidir en acciones o intereses de otros actores. “Se puede decir quién eres tú para venir a decirnos cómo comportarnos. El daño de estos cuatro años ha sido enorme”, agregó Arnson.
Ya no podrá tuitear
Trump será conocido por haber sido el primero en muchas cosas. Mientras a Estados Unidos le tocará vivir una semana más de tensión hasta que llegue el 20 de enero, el presidente saliente ya no podrá tuitear. La red social ha inhabilitado su cuenta. Otro hecho sin precedentes y jamás utilizado hacia ningún mandatario estadounidense.
“Hemos suspendido permanentemente la cuenta por el riesgo de futuras incitaciones de violencia”, aseguró la compañía tecnológica, que además alertó sobre las amenazas de protestas armadas el 17 de enero.
La nueva Administración Biden tiene un enorme trabajo tanto fuera como adentro. Gamarra prefiere ver el lado bueno. “Veo con mucho optimismo lo que va a suceder en esta Administración y será muy difícil porque nadie cree ahora en Estados Unidos en un momento donde el ‘soft power’ es fundamental”.