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Patricio Fernández: “El desafío de Boric es generar un cambio con estabilidad”

Periodista y escritor, convencional constituyente de Chile habla de los retos y contradicciones de la nueva izquierda de Gabriel Boric

El presidente electo de Chile, Gabriel Boric. Foto: EFE | Confidencial

Carlos F. Chamorro

22 de marzo 2022

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Patricio Fernández, periodista y escritor chileno, fundador del medio The Clinic, y además miembro electo de la convención constituyente, considera que el principal desafío que enfrentará el nuevo gobierno del presidente chileno Gabriel Boric es “generar un cambio profundo con estabilidad democrática”.

Fernández describe a la nueva izquierda chilena, no solo por sus identidades generacionales –internet, feminista, hija del estallido social– sino también por sus diferencias marcadas con la izquierda autoritaria de Maduro y Ortega en Venezuela y Nicaragua, respectivamente, y por su relación contradictoria con el Partido Comunista Cubano. 

Sin embargo, resalta que con el nombramiento de Antonia Urrejola como canciller de Chile, Boric ha enviado un mensaje sobre la preeminencia de los derechos humanos de un “Gobierno que no está para proteger calamidades de quienes considere cómplice, o atrocidades de quienes alguien pueda creer que son de los propios, sino más bien, para para considerar adversario por lo menos, si no enemigo, a todo aquel que viole los derechos humanos, sea del signo que sea con el que lleguen”.

En esta entrevista con CONFIDENCIAL, Fernández analizó los tiempos de cambio e incertidumbre que vive Chile, en que el próximo cuatro de julio debe presentarse una nueva propuesta de Constitución que deberá ser aprobadas en un plebiscito dos meses después.


La nueva presidencia de Gabriel Boric y la generación política que lo acompaña, han generado expectativas de cambio no solo en Chile, sino también en América Latina. ¿Qué representa el liderazgo de Boric y este proyecto político?

En primer lugar, representa la llegada de otra generación y de otro mundo etario, de otro cúmulo de experiencias. Gabriel Boric acaba de cumplir 36 años. Es una generación que en Chile nació exactamente el año del plebiscito. En general esa generación nació el año 88 que fue cuando se votó en contra de Pinochet. Es la generación de Internet. Es la generación posguerra fría. Es una generación que bien representada por Gabriel, está buscando otra izquierda. Ellos se han distanciado explícitamente de Maduro y del chavismo, como de Ortega y la dictadura nicaragüense sin ambages. Tanto así que al cambio de mando en Chile, Gabriel Boric invitó a Gioconda Belli, y no a ningún personaje del régimen. Creo que representan la llegada de otros tiempos y otra manera de evaluar problemas futuros que no son necesariamente idénticos a los que quedan atrás.

Al mismo tiempo, tiene que resolver muchísimas de las demandas pendientes, inconclusas en Chile, y otras que surgieron después del estallido de 2019, y al mismo tiempo mantener el equilibrio entre la coalición política que lo ha llevado al poder. ¿Cuál es, a tu juicio, el principal desafío que enfrentará Boric?

El principal desafío que va a tener Gabriel Boric, es generar un cambio con estabilidad. Es decir, saber navegar en estos tiempos de incertidumbre y transformaciones, donde por una parte hay una importante presión por cambios, que está manifestándose en la convención constituyente, donde yo soy uno de sus miembros, y se está repensando el acuerdo social, y por otra parte, estas incertidumbres contienen miedos y preocupaciones de pérdida, no solo deseos de ganancia.

Se ven conflictos migratorios por el norte de Chile. Hay conflicto en el sur con el pueblo mapuche donde hay muertes y balazos, y hay un aumento de la violencia de algún modo, e inseguridad en la capital. Por lo tanto, conjuntamente con esa transformación se ven al mismo tiempo preocupaciones en lo cotidiano. Creo que lidiar en este momento de cambio, cuando toda una generación política va quedando atrás; cuando la que entra es una generación nueva sin experiencia del Estado, que vienen, recién incorporándose a esto, mantener los equilibrios, saber sostener una estabilidad que le dé confianza a los inversionistas y al mismo tiempo genere mejoras en lo social. Por ahí van los retos.

Una de las principales promesas de su programa en campaña fue elevar la carga social de Chile en cinco puntos del PIB a lo largo de estos cuatro años de Gobierno, que es relativamente a corto plazo para aumentar el gasto público y promover políticas de equidad. ¿Cómo se puede lograr este incremento, sin generar más tensiones, y al mismo tiempo promover crecimiento económico?

Venimos saliendo de un estallido social. En octubre de 2019 se produjo este estallido que llevó a manifestaciones a lo largo de todo Chile, y en muchos casos, saqueos y quema de edificios, incluso en pequeños pueblos de provincia. O sea, a lo largo de todo el territorio. Esto te lo digo para responder tu pregunta porque al mismo tiempo habría que decir –cómo se puede generar estabilidad para inversiones que se puedan realizar en el mediano y largo plazo, si no se genera una situación de paz social y una situación en que todos se sientan más incorporados.

Algo de eso está en el reto del nuevo Gobierno, y eso es, en esencia, lo que le dio el arranque al proceso constituyente que nos tiene hoy día en Chile discutiendo una nueva Constitución con nuevos pactos. Si hoy existe -esto también es importante comprenderlo- incertidumbre o temor para los inversionistas ante lo que el Gobierno haga, mucho más todavía es también lo que decida la Constituyente, donde se están redibujando las normas sustanciales, y donde vuelve a entrar con mucha fuerza el tema ecológico, el reconocimiento de los derechos sociales y garantizarlos. Vamos a pasar de un Estado subsidiario, a un Estado social de derecho. En fin: no todo radica en el gobierno, a la hora de hacernos esas preguntas.

¿Cuál ha sido hasta ahora, la reacción de la clase económica chilena, de los inversionistas internacionales, a estas propuestas de cambio de Boric? Supongo que en este momento aún se viven los primeros días de una luna de miel. ¿Qué es lo que se espera a mediano plazo?

En tiempos de la campaña, cuando estaba la competencia Boric versus (José Antonio) Kast, y muchos veían que venía el triunfo de Boric, eso se veía como un fantasma muy amenazante; como que llegaba un cambio de normas totales, una revolución, y hubo grandes fugas de capitales, se llevaron plata de inversionistas. Se detuvieron proyectos de inversión, pero al mismo tiempo, todos los primeros gestos de Gabriel Boric han sido muy estabilizadores: puso como ministro de Hacienda a Mario Marcel, quizá uno de los economistas más respetados de Chile que hasta antes de aceptar este cargo, era el presidente del Banco Central, que había recibido homenaje un mes antes en las páginas de El Mercurio, alabado por moros y cristianos, desde derecha a izquierda… su nombramiento generó una gran tranquilidad, o sea, aquí venía una cosa más estable. ¿En qué están hoy día esos mundos económicos, inversores? Yo creo que expectantes, y por lo que a mí me toca escuchar y convivir, diría que con buenos deseos, pero todavía atentos.

El gabinete de Boric está integrado por más mujeres que hombres, y se define como un Gobierno que promueve una política feminista. ¿Esto significa un cambio cultural? ¿Se traducirá en términos de las políticas públicas?

Una vez más te lo tengo que vincular con la discusión constituyente, porque vemos ahí una realidad muy consolidada. Gabriel Boric presentó su Gobierno como un Gobierno feminista. No solo como un Gobierno con preocupaciones feministas, sino un Gobierno feminista. Si una fuerza hoy día uno podría decir que ha irrumpido de manera, muy presente, muy insoslayable, son las mujeres en Chile.

Lo estamos viendo en muchas partes del mundo, pero en Chile desde 2018 empezaron movilizaciones, tomas, marchas feministas con cientos de miles, sino millones de personas. En la Convención Constituyente se habla de una democracia paritaria. Están discutiéndose normas donde se establece que todos los cargos públicos y las dependencias del Estado, tendrán la obligación de tener tanto hombres como mujeres. Por lo tanto, estamos hablando de una transformación muy profunda. Yo más de una vez, he comparado esto con el fin de la esclavitud. Tengo la impresión de que es una revolución de una hondura tal, que es que toda una parte entera de nuestra especie, que hasta ayer en la tarde era mirada de una manera menospreciada, digamos, de algún modo, aunque algunos quiera el 40% tienen decir lo contrario, de pronto ha irrumpido con toda su fuerza, exigiendo exactamente el mismo lugar de los demás, y de los hombres: Ese cambio se está dejando ver con mucha fuerza.

¿Hacia dónde apunta esta constituyente de la que formas parte y que fue la manera de encauzar, política e institucionalmente las demandas del estallido social? Uno lee lo que ocurre en Chile y hay un debate entre quienes dicen que la nueva Constitución le puede dar un mayor impulso al proceso que está promoviendo Boric. Otros hablan y temen que va a generar una polarización que más bien podría estancarse.

La Convención Constituyente, para quienes se sientan admiradores de la democracia no puede si no ser, vista con mucho afecto en su esfuerzo. Porque esto es la invitación a la ciudadanía, representada cultural y socialmente de una manera que yo no había visto nunca en Chile. Estamos hablando de una convención de 154 personas, donde la mitad son mujeres; están representados los pueblos originarios; menos de 40 años; están representados todos los sectores sociales: desde empleadas domésticas, hasta empresarios o gerentes de empresas. Desde el almirante Arancibia, que participó en la dictadura pinochetista, hasta quienes fueron torturados. Todo esto lo vuelve un espacio muy complejo de decisiones, porque la democracia nos puede gustar, pero nadie dirá que es fácil. Mucho más sencillo son los totalitarios, los autoritarios, que resuelven con un solo mandato.

En este encuentro, también llegan a discutir fuerzas resentidas, dolidas, heridas, que han sido marginadas y que arrastran rabias, y por lo tanto esas rabias han encontrado un lugar de escena al interior de esto, y eso es verdad. Es un tiempo de incertidumbre, porque nadie podría decir que de esta discusión está regalado el final feliz, pero al mismo tiempo, solo malintencionadamente se podría también decir que ya está determinado el final calamitoso. Estamos ahí, y lo que uno puede ver es que la decisión de que las normas finales que van a la Constitución se decidan por la votación de dos tercios de los miembros de la Asamblea, va generando una moderación en el resultado, que a mí me va llamando la atención.

Mientras las noticias que se emiten, tú y yo sabemos bien lo que es la prensa, son las más ruidosas, las más rimbombantes. Lo que genera el titular es lo escandaloso, lo apabullante, lo que se ha terminado por consolidar como normas, son más bien normas sensatas. Junto con esto, no puedo sino decir que es un proceso muy complejo, muy agotador. A veces estimulante y a veces preocupante, donde están en juego decisiones muy grandes.

La Constituyente tiene un plazo para concluir la propuesta de esta nueva Constitución que sería sometida posteriormente a un plebiscito. ¿Cómo entra en vigencia? ¿Tendrá que promulgarla el Parlamento electo y ponerla en función?

La Convención termina su trabajo, en principio, el 4 de julio, un año después que comenzó el año pasado. Digo en principio, porque uno de los temas que rondan acá es que estamos tan presionados por los plazos que está la duda sobre la mesa de si vamos a alcanzar. Ahora, la verdad es que para ampliar los plazos, requiere una aprobación del Parlamento, y hay un parlamento que en el Senado al menos, tiene más de la mitad de derecha.

Estas son las contradicciones que se viven en Chile, y creo que son interesantes de ver: lo increíblemente gaseosas que son las voluntades populares. Un 80% votó a favor de una nueva Constitución. Solo una minoría de los constituyentes, aproximadamente el 20 y tanto por ciento, son de derecha. En las elecciones parlamentarias siguientes, la derecha sacó un triunfo que no había tenido desde la recuperación de la democracia. En la primera vuelta de las elecciones presidenciales, José Antonio Kast, de extrema derecha, fue el ganador, y en la segunda vuelta ganó arrolladoramente Gabriel Boric. O sea, estamos en unos mundos muy difíciles, de encerrar en un diagnóstico muy preciso.

Esto que nosotros tenemos que entregar el 4 de julio, es una propuesta de Constitución para los chilenos. Nosotros no estamos determinando la Constitución porque esta Constitución será plebiscitada dos meses después. Quien está llamada a decir ‘queremos o no queremos esto. Nos gusta o no nos gusta’, es la ciudadanía chilena, y eso vendría a ser si terminamos el 4 de julio, por ahí por septiembre. Si no terminamos el 4 de julio, no te puedo contestar nada más.

En su mensaje inaugural, al presidente Boric destacó el tema de los derechos humanos en su política exterior, y nombró como canciller a Antonia Urrejola, muy admirada en Nicaragua por la labor que desarrolló al frente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. ¿Cómo se pueden traducir estos principios en la diplomacia chilena?

Yo no puedo sino ver en el nombramiento de Antonia Urrejola, un gesto respecto de los derechos humanos, sin signo ni carga que los apellide, y no puedo tampoco si no ver un mensaje a cierta izquierda en América Latina. Si es que no tenían la voluntad de dar ese mensaje, el mensaje se emitió igual. Ese mensaje es: –este Gobierno no está para proteger calamidades de quienes considere cómplice, o atrocidades de quienes considere o alguien pueda creer que son de los propios, sino más bien, para jugársela por esos derechos humanos y para considerar adversario por lo menos, si no enemigo, a todo aquel que viole los derechos humanos, sea del signo que sea con el que lleguen.

En ese sentido, aplaudí y me alegró mucho el nombramiento de Antonia Urrejola, que dicho sea de paso, tiene una larga historia progresista, militante del Partido Socialista en Chile. O sea: no estamos diciendo que se va poner a una persona de derechas o reaccionaria en la defensa de esto, sino que una persona justamente de la izquierda que desearía, diría yo, ensalzar el Gobierno de Gabriel Boric, que son transformadoras, respetuosas de los derechos humanos, y sin ningún tipo de confusión a la hora de condenarlos, vengan de donde vengan.

Esta iniciativa política de Boric, que representa una nueva propuesta de renovación en la izquierda de América Latina, yan ha sido ya atacada por Nicolás Maduro, que la llama ‘la izquierda cobarde’, y en este acto de inauguración que has mencionado, que no invitó a Maduro, tampoco invitó a Daniel Ortega, pero sí invitó al canciller de Cuba. ¿Por qué esta distinción entre estos tres regímenes autoritarios del ALBA?

 Soy incapaz de contestar rigurosamente, pero habría que pensar que el Partido Comunista también es parte de la coalición de Gabriel Boric. Como dentro de esa coalición conviven distintas percepciones del mismo tema que estamos hablando, yo creo haberte presentado la presencia nuclear, que es la que encarna el presidente Boric, pero en esa alianza, efectivamente también está el Partido Comunista, que no tiene la misma relación con los Gobiernos que mencionaste, ni menos con el de Cuba. Supongo que algún gesto o juego interno habrá habido en eso.

Por otra parte, lo que uno sabe de Cuba - país al que he dedicado algún tiempo- por algún misterio de la historia, sabe arreglárselas para mantener cierto espacio de mínimo respeto escondido por ahí, porque no se lo merecen, pero saben cómo manejarlo internamente en muchos países. Algo de eso habrá.

Pero en Cuba están condenando a 30 años de cárcel a la gente que salió a protestar en el estallido cubano y por el otro lado, hay una contradicción desde la propia descripción constitucional de Cuba, en relación con principios de democracia. Eso entra en contradicción con lo que Boric está proponiendo.

Completa y totalmente. Yo diría más. Yo diría que Gabriel Boric es un cómplice total del movimiento San Isidro. Es un cómplice de las nuevas generaciones que ahí piden libertad. Es más próximo al movimiento de Junior (García) que de cualquier otro viejo carcamal del régimen. No tengo ni la menor duda al respecto. Dicho eso, la política es tan rara…


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Carlos F. Chamorro

Carlos F. Chamorro

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Fundador y director de Confidencial y Esta Semana. Miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha sido Knight Fellow en la Universidad de Stanford (1997-1998) y profesor visitante en la Maestría de Periodismo de la Universidad de Berkeley, California (1998-1999). En mayo 2009, obtuvo el Premio a la Libertad de Expresión en Iberoamérica, de Casa América Cataluña (España). En octubre de 2010 recibió el Premio Maria Moors Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York. En 2021 obtuvo el Premio Ortega y Gasset por su trayectoria periodística.

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