Miles de empresas, industrias y emprendimientos quedaron estancados en América Latina por la pandemia, que paralizó buena parte de la actividad económica. Pero no el narcotráfico. Esta actividad ilegal encontró rápidamente las estrategias para quedar al margen del declive global, mantener casi intacto el negocio e incluso aumentar sus astronómicas ganancias.
En efecto, los narcos no solo se adaptaron, sino que innovaron y florecieron. Todo eso queda demostrado, entre otros, en tres documentos recientes sobre el fenómeno. Se trata del Informe Mundial sobre las Drogas, de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc, por sus siglas en inglés), del Informe de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD), y el Informe sobre la estrategia internacional de control de Estupefacientes (Incsr) del departamento de Estado.
Según el Unodc, ciertas dinámicas de tráfico ya existentes aumentaron, como el uso de rutas terrestres y marítimas, el empleo de aviones privados, los envíos cada vez más grandes ante la imposibilidad de usar “mulas” y los métodos sin contacto para entregar la mercancía a consumidores finales (venta por internet).
Ya está disponible el Informe Mundial sobre las Drogas 2021 📘
Tú también puedes contribuir a combatir el problema mundial de las drogas
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— UNODC en español (@unodcesp) June 24, 2021
Los datos son contundentes: en 2020, alrededor de 275 millones de personas consumieron drogas, un 22 por ciento más que en 2010 y medio millón de personas murieron en 2019 por causas directamente relacionadas, cifra similar a la de 2018 pero el doble que hace una década. “El tráfico y la venta de estupefacientes se han recuperado de forma muy rápida hasta alcanzar los niveles anteriores a la pandemia”, indica el documento.
Por otro lado, el PNUD, en su reciente Informe Regional de Desarrollo Humano 2021, alerta sobre los niveles del narco y la violencia: “La extensa influencia del crimen organizado, alimentado por el narcotráfico, sobre el entorno económico y sociopolítico de la región ha llevado a que varias manifestaciones de violencia criminal sean comunes en América Latina y el Caribe (ALC), incluyendo la trata de personas, la explotación ilícita de recursos naturales, las amenazas a ecosistemas de gran valor ecológico, los desplazamientos forzados, la gobernanza criminal, los robos, las agresiones físicas, las extorsiones y los secuestros”.
La violencia es connatural al narcotráfico y lo demuestran las constantes maniobras de exhibición de poder de los criminales que desafían a los gobiernos porque pueden y quieren, porque saben que no tienen que ceder.
📷 El Cartel Jalisco Nueva Generación exhibe su poderío en Michoacán
Los miembros de la organización criminal aparecen ante las cámaras a cara descubierta con armas de alto calibre, tanques y autos blindados en Aguililla
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— EL PAÍS México (@elpaismexico) July 6, 2021
En ese sentido el diario El País, de Madrid, publicó el reportaje “Aguililla, vida y muerte en el pueblo asediado por el narco”, que refleja casi como en una historia de ficción –al mejor estilo de las populares series “Narcos”, “The Wire” o “El patrón del mal”–, el poderío de los cárteles que avasallan toda una comunidad ante la insuficiente respuesta del Estado mexicano.
En ese país los carteles de la droga ganan más espacios y están más cómodos con sus actividades ilícitas, dice a CONNECTAS, Anabel Hernández, periodista de investigación y especialista en temas de narcotráfico. “El Ejército ha reducido notablemente la destrucción de plantíos porque sus esfuerzos están destinados en otras áreas y mientras tanto, los cárteles siguen matando y operando porque hay impunidad”.
Para Hernández, “la política pública de combate al narcotráfico emprendida por el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, de "abrazos no balazos", no solo ha causado estragos palpables en las calles de México, sino que es motivo de análisis y preocupación en el gobierno de Estados Unidos, la primera potencia del mundo y su principal socio comercial”.
Con un control del 96 por ciento de la producción global, México se ha convertido en uno de los tres mayores productores de opio en el mundo junto a Afganistán y Myanmar, señaló la Unodc.
Lo saben todos: la guerra contra las drogas fracasó
Como lo señala este análisis de CONNECTAS, que el narcotráfico haya sobrevivido y crecido en unas condiciones tan adversas como la pandemia solo demuestra una cosa. No importa qué tanto los gobiernos pretendan disfrazar los hechos: las cifras económicas, las muertes, las secuelas, la sociedad amedrentada, todo indica que, medio siglo después, la lucha contra las drogas fracasó.
Colombia es en la actualidad el mayor cultivador de hoja de coca del mundo, por delante de Perú y Bolivia. La siembra y producción se han consolidado en las fronteras con Ecuador y Venezuela, donde grupos armados por el narcotráfico se enfrentan entre sí por las rutas estratégicas, y los campesinos deben desplazarse para no morir en el fuego cruzado. La tensión política no ha quedado al margen, como cuando el ministro de Defensa de Colombia, Diego Molano, acusó a militares de Venezuela de aliarse con el ELN o de las disidencias de las antiguas Farc para actuar en las rutas delictivas en la frontera común.
⚠️ 'El narcotráfico se está tomando lentamente a Venezuela’, asegura @Diego_Molano .
Lea aquí la entrevista con el ministro de Defensa ➡️ https://t.co/Og1iy4v7UT | @JusticiaET pic.twitter.com/K0iLtCXwrR
— EL TIEMPO (@ELTIEMPO) April 3, 2021
Pero el problema, por supuesto, no conoce fronteras. “El enfoque internacional de reprimir las redes de narcotráfico colombianas y mexicanas empujó al crimen organizado a expandirse hacia América Central para establecer nuevas rutas”, dice PNUD. Eso la convirtió en la subregión más violenta del mundo en términos per cápita, con El Salvador, Honduras y Guatemala al frente de esta tendencia. América Latina y el Caribe albergan solo al 9 por ciento de la población mundial, pero representan el 34 por ciento del total de muertes violentas.
En Bolivia es legal mascar coca y consumirla en infusiones y rituales ancestrales y religiosos. Pero una gran cantidad de la “hoja sagrada” que produce el país se desvía al narcotráfico como materia prima para la cocaína. Desde 2017, una ley emitida en el gobierno de Evo Morales modificó el área de hectáreas permitidas cultivables de 12.000 a 22.000, decisión asumida tras violentos enfrentamientos entre cocaleros y policías.
La estrategia de lucha contra el narcotráfico presentada por el gobierno del nuevo presidente Luis Arce plantea desarticular al menos una decena de organizaciones delictivas y erradicar 49.000 hectáreas bajo la premisa principal del “control social” aplicado por las mismas comunidades en zonas permitidas, mientras que la erradicación sería obligatoria solo en regiones no autorizadas como los parques o reservas naturales.
Sin embargo, como dijo a CONNECTAS, Fernando Salazar, docente investigador de la Universidad Mayor de San Simón de Bolivia, “los productores de coca básicamente hicieron una institución del replante de coca, es decir que si se erradica sean 5.000, 10.000 o 12.000 hectáreas, la misma cantidad o mucho más se vuelve a replantar mas aún frente a la escasa erradicación que hubo, por eso el tema está fuera de control. El narcotráfico en tiempos de covid no paró, se potenció, esa es la realidad”.
Justamente el Incsr, elaborado por el Departamento de Estado, señala que Bolivia y Venezuela, en 2020 y 2021, han fallado en cumplir los acuerdos internacionales para combatir las drogas. En este reporte el gobierno del presidente Joe Biden revela que en 2019 se registraron en Estados Unidos 72 mil muertes por sobredosis y en 2020, tan solo de enero a mayo, la cifra llegó a 80 mil. El mayor número de muertes se dio en marzo, abril y mayo, cuando la pandemia estaba en su peor momento.
Por eso, en medio de la crisis aumentan las voces que piden un cambio de paradigma, para por fin, después de 50 años, dejar de ver al fenómeno de las drogas como un problema penal para empezar a enfocarlo como un asunto de salud pública. Por ejemplo Guillermo Garat, periodista especializado en políticas de drogas en América Latina, dice en un episodio de El hilo, podcast de Radio Ambulante, que “la evidencia no dice que las drogas vayan a desaparecer por esta guerra contra las drogas sino todo lo contrario (…) cada vez se venden más drogas en la deep web y esto no va a parar, así que más vale que nos acostumbremos y lo resolvamos de forma pacífica”.
Cualquiera habría pensado que un fenómeno de las dimensiones de la pandemia de la covid-19 revelaría por fin las limitaciones del narcotráfico. Pero eso claramente no sucedió. La extrema rentabilidad y violencia ligadas a la ilegalidad, y el apetito voraz de los consumidores, lo han mostrado como un negocio invulnerable. Los gobiernos y la comunidad internacional no están a la altura de un desafío mortal que se ha vuelto, irremediablemente, parte del paisaje.
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*Miembro de la mesa editorial de CONNECTAS