30 de junio 2024
El pasado miércoles 25 de junio quedó en libertad el hacker australiano y fundador de Wikileaks, Julian Assange, después de permanecer once años en reclusión, cinco de ellos en una cárcel de Gran Bretaña, tras declararse culpable de haber violado una ley de espionaje de Estados Unidos, por haber filtrado centenares de miles de documentos oficiales, que fueron publicados por decenas de medios de comunicación a nivel mundial.
Javier Moreno, director de la escuela de periodismo del diario El País de España, era director de El País cuando su periódico y otros cuatro grandes diarios de referencia internacional —The New York Times de Estados Unidos, The Guardian de Inglaterra, Der Spiegel de Alemania y Le Monde de Francia— publicaron la primera gran filtración de 250 000 cables diplomáticos de Estados Unidos, divulgados a través de Wikileaks.
En el programa Esta Semana, que se transmite este domingo 30 de junio en el canal de YouTube de CONFIDENCIAL, debido a la censura televisiva impuesta por la dictadura Ortega-Murillo en Nicaragua, conversamos con Moreno sobre las implicaciones que ha tenido para el periodismo de investigación y la libertad de expresión la persecución contra Julian Assange, y qué significa la recuperación de su libertad condicionada por la justicia de Estados Unidos.
“Las consecuencias son graves”, asegura Moreno, “para empezar se le condena por haber violado una ley de espionaje de 1917, y aquí lo que ha habido es periodismo, la publicación de información de relevancia pública (filtrada por Wikileaks) sobre abusos y maniobras, perpetrados por Estados Unidos en muchos países, sobre los cuáles los periodistas se ocuparon de poner contexto y darle relevancia a estas historias”.
Moreno considera que el efecto que ha tenido en estos once años el “caso Assange” “es de cautela. Lo que ha buscado este procedimiento siempre es mandar el aviso a los periodistas y a cualquiera que se le pase por la cabeza filtrar a un periodista documentos o asuntos de relaciones con la seguridad nacional, es que van a ser perseguidos con dureza por Estados Unidos”.
Una ley de la primera guerra mundial
Esta semana recuperó su libertad Julian Assange después de declararse culpable de violar una ley norteamericana de espionaje. ¿Qué implicaciones tiene para el periodismo y la libertad de expresión, la libertad de Assange en estas condiciones?
Las implicaciones son mucho más graves de lo que quizá mucha gente se haya percatado inicialmente. Es verdad que nos alegramos de que Assange esté libre y eso quizá tienda a tapar el hecho relevante de que solo está libre a cambio de haber aceptado un cargo, haber violado una ley de espionaje de 1917 de Estados Unidos. Gracias al acuerdo con los fiscales que le estaban acusando ha logrado recuperar su libertad.
Las consecuencias son graves, para empezar, la Ley de Espionaje, Espionage Act de 1917, está pensada para eso, para asuntos de espionaje, y aquí no ha habido espionaje de ningún tipo. Lo que ha habido es periodismo. Assange, efectivamente empezó con habilidades para hackear, pero finalmente montó Wikileaks, que fue una especie de caja, un buzón seguro tecnológicamente, para quien quisiera filtrar asuntos que le preocupaban y que tenían relevancia, como el caso de todos los lo que hizo, y por lo que fue luego perseguido por Estados Unidos, tenía relevancia pública y eran informaciones.
Y en última instancia, ninguno de esos procedimientos dista mucho de lo que normalmente hacemos los periodistas, que es conseguir información relevante para la información pública, como es su caso y que lo acabamos publicando. De hecho, muchas veces nos hemos preguntado los cinco directores que inicialmente participamos la filtración de 250 000 cables, telegramas secretos del Departamento de Estados de Estados Unidos con sus embajadas en los que se podía reconstruir parte de la historia y la intrahistoria de lo que había sucedido en muchas embajadas y en muchos países del mundo, y lo único que ha quedado claro, de todo lo que se publicó, es que fueron los abusos, por no llamarlos crímenes de guerra, porque no ha habido una sentencia de un tribunal internacional que los califica así. Pero, en fin, mucho de Estados Unidos a lo largo de décadas, las guerras de Irak, de Irán y muchos otros países más. Las opiniones brutalmente expresadas de sus representantes diplomáticos, sus maniobras también en muchos países, en España, en muchos países de América Latina. Eso es esencialmente lo que hacemos los periodistas, que se ocuparon de poner contexto, de darle relevancia a esas historias. ¿Por qué Assange sí y nosotros no? Creo que esto envía un aviso muy serio al futuro de —no queremos que esto se repita, quien se atreva va a tener que sufrir las consecuencias.
Ninguna evidencia de “oficiales en riesgo”
Uno de los alegatos principales que presentó Estados Unidos es que esta filtración en algunos casos de cables diplomáticos, en otros de actividades y operativos militares y de guerra, había puesto en riesgo la vida de oficiales del Ejército de Estados Unidos y diplomáticos en muchas partes del mundo. ¿Existe alguna evidencia de que estas filtraciones hayan tenido esas repercusiones?
Esa es la primera línea de defensa de cualquier Gobierno que ve expuestas algunas de sus actividades que no le dejan bien parado. Fue la misma (de Estados Unidos) cuando los papeles del Pentágono, cuando supimos, gracias al trabajo de Daniel Ellsberg, el fracaso de la política de la guerra de Estados Unidos en Vietnam. Siempre la primera línea de defensa es: está usted poniendo en riesgo la seguridad nacional, la vida de personas, militares, de diplomáticos, de informantes. La verdad es que en todos los años que ha durado el proceso, los fiscales no han sido capaces de aportar una prueba de que una sola persona haya resultado dañada, o haya sufrido algún tipo de daño por estas filtraciones. Ni una sola. Y uno se pregunta si de verdad los fiscales o el aparato militar y de espionaje de Estados Unidos, hubiera tenido datos que presentar ante un juez e incluso en esta última vista que tuvieron en las Islas Marianas, que duró dos horas y la juez realmente entró en el fondo del caso, si hubieran tenido la mínima prueba, no la hubieran presentado. En 17 años no han sido capaces de presentar una sola prueba de que eso es cierto.
Assange siempre se resistió a ser extraditado y juzgado en Estados Unidos. Primero se refugió en la Embajada de Ecuador y posteriormente terminó en una cárcel de Gran Bretaña. ¿Tenía alguna garantía de un debido proceso en Estados Unidos? ¿Era justificada la renuencia de Assange a someterse a esas leyes de Estados Unidos?
Él, sus abogados y mucha gente temíamos que, efectivamente, no se daban las condiciones para un juicio justo. Hay abundantes evidencias de que eso es así. Él se refugió en la Embajada de Ecuador en el Reino Unido, en Londres, porque Suecia buscaba su extradición. Había dos mujeres que habían acusado de abusos sexuales, y él siempre dijo que esa era una operación encubierta para llevarle a Estados Unidos. Muchos, en aquel momento, no le creímos porque las acusaciones eran serias. Eran dos mujeres, daban sus nombres, pero él se negó, se refugió y dijo: “vengan ustedes e interróguenme, yo les voy a contestar”. Nunca le presentaron cargos. Lo acusaban. Las autoridades suecas nunca mostraron intención de ir a Londres e interrogar a Assange. Finalmente, las acusaciones se retiraron, el caso decayó y luego en Estados Unidos se había organizado en secreto un gran jurado, que es el paso previo para imputar a alguien.
Cuando decía que esto era un montaje para llevarle a Estados Unidos, tenía razón, solo que lo descubrimos años después, y en realidad a mí me hubiese gustado una manifestación más clara de la justicia de Reino Unido diciendo —no hay bases para que Estados Unidos pida la extradición de este señor, porque nada de lo que ha hecho es distinto de lo que habría hecho un director de un periódico normal. Pero siempre fueron retrasando y permitiendo apelar. Por eso durante cinco años Assange no fue extraditado. Pero pasó sus cinco años recluido en la cárcel de alta seguridad en condiciones muy duras.
Había un doble juego que nos parece excesivo enviarle a Estados Unidos porque efectivamente creemos que no se dan las condiciones justas para un juicio. Y Estados Unidos busca más la venganza y mandar el mensaje rotundo a cualquiera que se atreva a volver a hacer lo mismo. Me alegro por él, que esté en libertad, me alegro por su mujer, por su familia, por sus niños. Pero esto manda un mensaje muy duro a cualquiera que se dedique al periodismo de investigación sobre temas de seguridad nacional. Qué es lo que Estados Unidos ha dejado claro, que no va a dejar de perseguir con la dureza que lo ha hecho con Julian Assange.
El efecto de cautela
Los cables de Wikileaks fueron publicados por muchísimos medios en distintos países. En Centroamérica, por ejemplo, los publicamos en CONFIDENCIAL de Nicaragua, La Nación de Costa Rica, El Faro del Salvador. ¿La persecución contra Assange y Wikileaks ha tenido ya alguna consecuencia contra periodistas, medios de comunicación que filtraron estos cables o para los propios filtradores de información?
El efecto que ha tenido es de cautela. Lo que ha buscado todo este procedimiento, siempre, es mandar el aviso a los periodistas y a cualquiera que se le pase por la cabeza filtrar a un periodista documentos o asuntos de relaciones con la seguridad nacional. Hemos visto también el caso de (Edward) Snowden, que sigue en Moscú con grave riesgo para su futuro en libertad si vuelve a Estados Unidos, o si pasa por cualquier país donde se le pueda detener. Hemos visto como Estados Unidos está dispuesto a actuar con dureza extrema en estos casos. Y, por tanto, no sabemos qué efecto ha tenido, o sea, qué otra información hubiéramos podido obtener, cuánta otra gente, en otras circunstancias o con otra reacción por parte de Estados Unidos, hubiese puesto en manos de periodistas, informaciones relevantes, que la opinión pública tiene derecho a conocer. ¿A cuánta gente han disuadido? ¿Cuáles han sido los efectos de ese comportamiento? ¿Cuánta gente hubiera salido con asuntos que la opinión pública tiene derecho a conocer y los periodistas tenemos el compromiso con nuestros lectores, con nuestros oyentes, con sus espectadores, con la sociedad a la que nos dirigimos, de dar a conocer?
¿Cuál es el futuro ahora de Julian Assange? ¿Esta es una libertad condicionada? ¿Quién es Julian Assange, es un periodista, es un hacker, es un activista político? ¿Y cuál es el futuro de Wikileaks?
Él tiene ciertas restricciones sobre lo que sucedió. Por ejemplo, no puede utilizar el Acta de Información Pública de Estados Unidos para pedir información sobre su propio caso. A través de su esposa Estela ha pedido que otros países sí lo hagan. Claramente él tiene restricciones legales para hacer ciertas cosas, y ha pedido a otros que sigan esa batalla y que utilicen esa ley de transparencia para solicitar información sobre este caso.
Y más allá de cómo habría que calificar Assange, yo creo que eso siempre ha sido una herramienta que los fiscales han utilizado, y que parte, me temo, de nuestros colegas en todo el mundo han aceptado sin mucha discusión. Es un hacker en cuanto que tiene capacidades tecnológicas que quizá otros no tenemos, pero no le convierte en un criminal. ¿Qué quiere decir ser activista? Es verdad que es muy vocal, muy expresivo en sus ideas políticas y en transmitir el mensaje de que quiere cambiar las cosas. Pero en el fondo también, aunque acotado por las normas deontológicas que los periodistas nos otorgamos a nosotros mismos (esa misión). Estamos en periodismo porque queremos cambiar la sociedad para mejor, para tener una sociedad más democrática, más abierta, con mayores derechos para todos.
¿Dónde está la línea fina que separa el impulso inicial de ser periodista de lo que llamamos ser activista? Pues sí, ciertas reglas deontológicas, pero nada de todo eso tiene que ver en esta discusión.
Él consiguió una información como la podríamos haber conseguido usted o yo, y la puso a disposición de los ciudadanos a través, en algunos casos, de periódicos muy establecidos. No veo nada distinto de lo que haría un periodista, y creo que denominarlo de otra manera en esta situación en concreto, no es más que una herramienta de la Fiscalía de Estados Unidos para poder acusarle formalmente.
Hay que recordar que el Acta de Espionaje de 1917, en plena Primera Guerra Mundial, no se aprobó primeramente pensando en situaciones como esta, sino pensando en espías que ayudaban al enemigo en una guerra. Se ha aplicado muy rara vez desde entonces y desde luego nunca a un periodista, es la primera vez en más de 100 años que se aplica a un periodista, y todo eso creo que nos debería hacer reflexionar.
“Dense por advertidos”
Una columna que publicaste en El País se titula “Dense por advertidos” y está dirigida a las audiencias, es decir, a las personas que se informan en los medios de comunicación y participan de estos debates ¿Por qué?
Porque este debate corría el riesgo, y de hecho así ha sucedido durante muchos años, de ser una especie de defensa corporativa entre periodistas que nos defendíamos unos a otros y que buscábamos más márgenes de libertad o cierta protección jurídica y que, por tanto, veíamos que, en última instancia, todo esto va a repercutir en los ciudadanos. Si aquellas partes del Estado que raramente funcionan bien o hay muchas críticas que hacer, estoy hablando desde un ayuntamiento pequeño de un pueblo pequeño en cualquier país, a un gran ministerio, y las cosas que vemos o a las que más o menos tenemos acceso, podemos hablar con fuentes, tenemos documentos.
Nuestro deber es poner de relieve y en conocimiento de los ciudadanos lo que no funciona. ¿Por qué hemos de creer que las partes que no vemos, los servicios secretos, todo este tipo de operaciones que Assange puso de relieve, porque eso va a funcionar bien, porque eso va a funcionar sin abusos?
Con las capacidades tecnológicas cada vez más desarrolladas de vigilancia, desde videocámaras de seguridad por todas partes, los teléfonos celulares, la capacidad de rastrearnos, que tienen los Estados a los ciudadanos. ¿Por qué hemos de suponer que ahí no se van a producir abusos? Y si están persiguiendo, dificultando que los periodistas investiguemos y publiquemos cuando se producen abusos en esas áreas, al final no es un asunto corporativo. No es que nosotros los periodistas nos veamos en situación comprometida, son los ciudadanos los que no van a tener la información que necesitan porque los Estados la hurtan, la ocultan y la manipulan. Y, por tanto, mi advertencia principal en ese artículo era: —no crean ustedes, queridos lectores, que esto es un asunto corporativo que no les importa a ustedes. En última instancia, sí les afecta y les afecta mucho. Y me temo que en los años que vienen, con el desarrollo tecnológico extraordinario que estamos viviendo, ese asunto cada vez va a ser de mayor relevancia.