Cuatro años de guerra –parte de la “primavera árabe” que se extendía por Medio Oriente y el norte de África, como se vendió entonces el conflicto– han dejado ya más de cuatro millones de refugiados, que buscan asilo en los países vecinos, sobre todo Líbano, pero que empiezan a extenderse por Europa. No son, en todo caso, los únicos que huyen de su país en busca de mejores condiciones de vida, entre ellos los afganos, también víctimas de una guerra impuesta por los norteamericanos.
En el Mediterráneo
“Al menos 50 cadáveres" fueron encontrados a bordo de una embarcación que estaba a la deriva, informó la Guardia Costera italiana el miércoles 26 de agosto. Otras 2.500 personas fueron rescatadas en diversas operaciones de salvamento. Navegaban en embarcaciones que habían salido mayoritariamente desde Libia con destino Italia. Dramáticas imágenes de centenares de personas flotando en el mar, o muertas en las playas, o apiñadas en precarias embarcaciones, golpean todos los días los ciudadanos europeos.
La oleada de migrantes que han llegado este año a Europa solo por el Mediterráneo se acercaba ya los 300 mil, según el organismo para refugiados de Naciones Unidas. Pero la cifras pueden ser muy superiores y dicen poco sobre la tragedia en pleno desarrollo, que remece una Europa “al borde de la náusea”, como escribió un diario francés el día siguiente de conocerse la foto del pequeño sirio, Aylan Kurdi, de solo tres años de edad, cuyo cuerpo yacía en la orilla de una playa turca. Su padre explicó con sencillez la tragedia, cuando se hundió el barco en que viajaban: –Se soltó de mis manos.
Según Organización Internacional para las Migraciones (OIM) 2.373 inmigrantes habían muerto hasta agosto en el Mediterráneo en el intento de alcanzar las costas europeas. El año pasado, en la misma fecha, los fallecidos en este trayecto alcanzaban los 2.081. El representante de la organización, Joel Millman, estimó que podría llegarse este año a cinco mil muertos a fines de año, "lo que sería a la vez una tragedia y un récord absoluto".
Una ruta plagada de tragedias. Miles mueren todos los días en el Mediterráneo. Parten de Libia y buscan las costas de Italia, en la ruta más corta hacia Europa.
Hungría
El jueves pasado, la atención sobre la crisis de los migrantes se centraba en Budapest, la capital de Hungría, donde las autoridades cerraban y abrían las puertas de la estación de trenes donde se agolpaban los refugiados en busca de algún transprote que los llevara a Alemania, a Inglaterra, o a alguna parte.
Gobernada por una derecha xenófoba, miembro de la Unión Europea (UE) y del espacio de Schengen, que eliminó los requisitos de visas entre 26 países europeos, Hungría es el camino de lo refugiados que entran a Europa por Grecia, y sigue por Macedonia y Serbia. De ahí esperan partir, cruzando Austria para llegar a Alemania o más allá.
Austria
El hallazgo de “71 cadáveres en el interior de un camión abandonado en una autopista del este de Austria, entre ellos ocho mujeres y cuatro niños”, confrontó Europa “con una nueva y dramática realidad”, escribió el pasado 28 de agosto el corresponsal del diario español “El País” en Berlín, Enrique Müller.
Por primera vez, agregó, “la legión de refugiados que huyen de las tragedias en sus respectivos países, a veces con consecuencias trágicas, como ha ocurrido cuando han tratado de huir a través del Mediterráneo, saben ahora que enfrentan un peligro similar cuando alcanzan por tierra Europa”.
La escena macabra de los cuerpos apiñados en el camión frigorífico desnudaba otra vez las mafias organizadas para sacar provecho del trasiego de la miseria humana que, desesperada, huye en busca refugio en alguna parte.
"Cuando los forenses inspeccionaron los cadáveres el jueves por la noche llegaron a la conclusión de que las personas habían muerto mucho antes de que el camión ingresara territorio austriaco”, afirmó el responsable policial de la localidad austríaca de Burgenland.
Francia e Inglaterra
Otro foco de crisis es el puerto de Calais, en Francia, de donde parte el Eurotúnel que une el país con Inglaterra.
“Cientos de inmigrantes tomaron durante la noche las vías ferroviarias de alta velocidad que unen París con Londres cerca del puerto francés de Calais”, según fuentes policiales, provocando el caos entre los pasajeros del tren que debía cruzar el canal el pasado miércoles 2 de septiembre.
En un reportaje de la BBC del pasado 1 de agosto se señalaba que “pese a que el número de migrantes se encuentra actualmente en su punto más alto”, el Calais, “el fenómeno no es nuevo”.
En 1999 abrieron ”el polémico campo de refugiados de Sangatte”, y si bien lo cerraron en 2001 y 2002, “los migrantes han seguido llegando a Calais donde han construido campamentos improvisados cerca del puerto”.
“Las autoridades francesas estiman que unas 3.000 personas viven actualmente en los campos conocidos como ‘La selva’, aunque otras estimaciones sitúan la cifra muy por encima”, decía la BBC.
Algunas fuentes señalan que “en las últimas semanas, aproximadamente 40 mil inmigrantes se han amontonado en las inmediaciones del túnel”.
Paren la guerra
"No queremos ir a Europa, sólo paren la guerra en Siria" decía, la semana pasada, Kinan Masalemehi, refugiado sirio de solo 13 años. "Por favor ayuden a Siria. No queremos ir a Europa. Siria necesita ayuda ya. Paren la guerra en Siria, sólo hagan eso", declaró en perfecto inglés a la cadena de televisión qatarí, AlJazeera. Pero la guerra ya no está bajo control de Europa, ni de Estados Unidos.
“Un fantasma recorre Europa: el fantasma de la inmigración, de la inmigración desesperada, ya no solo de hambrientos sino de miles y miles de personas que huyen de las guerras que los propios intereses europeos, juntos a los de su socio estadounidense, han decidido organizar, alentar, financiar y propiciar en esas naciones”, decía Guadi Calvo, analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
En un artículo titulado “Bitácora de la Desesperación”, Calvo estimó que ese nuevo fantasma “ha llegado para quedarse”. “En las costas de Turquía y África quedan cientos de miles, quizás millones humillados y ofendidos que en algún momento intentarán el cruce”, recordó.
Pequeños pueblos como Idomeni, la última escala en Grecia antes de pasar a Gevgelija, un pueblo macedonio de apenas 15 mil habitantes, se han transformado en “el verdadero periplo europeo de miles de ciudadanos sin patria”, destacó Calvo.
Fue a Gevgelija, donde el eurodiputado español de, partido “Podemos”, Miguel Urban, viajó la semana pasada para conocer la situación de los refugiados. Ahí resumió su impresión afirmando que lo visto era “una imagen dantesca”.
Imagen que ni las ofertas de ciudadanos alemanes o islandeses para recibir y atender a los refugiados, o la de socialistas franceses, para crear una red de ciudades dispuestas a acoger a los inmigrantes, han podido mitigar.
Para Calvo, “la crisis inmigratoria en Europa, tiende a convertirse en la situación más crítica que ha vivido el continente desde la II Guerra Mundial, incluyendo la Guerra de los Balcanes. Con dirigentes que no dan la talla, sin coraje, sin más ideología que las del mercado, se abroquelan detrás de sus fronteras, y observan con atención a su electorado y solo escuchan a sus asesores”.
El gobierno conservador británico anunció su intención de adoptar medidas más duras contra la inmigración ilegal, incluyendo penas de cárcel. “Si Uds. entran de forma ilegal nosotros adoptaremos medidas que les impidan trabajar, alquilar un departamento, abrir una cuenta bancaria o manejar un vehícul”, advirtió James Brokenshire, Secretariode Estados británico para la inmigración, una vía que ni en Londres se cree eficaz para enfrentar el problema.