Juan Rafael Bustillo, comandante de la Fuerza Aérea durante casi toda la guerra civil, ya está en la historia salvadoreña como el primer oficial militar que reconoció durante el juicio que hubo masacre en El Mozote. En su declaración indagatoria, reiteró el poder del Alto Mando para decidir sobre operaciones sin el control de la Junta Militar y así puso contra las cuerdas la principal línea de defensa de quien fuera su compañero, el general José Guillermo García, exministro de Defensa; y del general Rafael Flores Lima, exjefe del Estado Mayor. Bustillo dijo además que las tropas del batallón Atlacatl se transportaron en camión a Morazán, que él mismo prestó dos helicópteros para que llevaran comida a las tropas en los montes, y que el teniente coronel Domingo Monterrosa, posiblemente en un “momento de locura”, ordenó la matanza de al menos 989 civiles reconocidos en el censo oficial, niños en su mayoría.
Bustillo rompió el silencio de un Ejército que mantuvo la negación de la masacre por décadas, incluso negando casi cualquier tipo de documento que pruebe responsabilidades sobre la operación Rescate, realizada en diciembre de 1981. Nunca antes un alto oficial militar se había ofrecido en un juicio en El Salvador para ser interrogado como imputado sobre crímenes de guerra, aunque el coronel Inocente Montano, exviceministro de Seguridad, sí lo hizo en España, arrestado por la masacre de los jesuitas. Ocurrió por primera vez este viernes 24 de enero en la pequeña sala del juzgado de San Francisco Gotera, en el nororiente de El Salvador, donde desde septiembre de 2016 se desarrolla el juicio contra el Alto Mando militar de 1981.
Como los soldados del batallón Atlacatl que testificaron en noviembre, Bustillo construyó un relato exculpatorio en el que él se plantea como un oficial que solo siguió órdenes: “aunque yo era comandante de la Fuerza Aérea no podía darle órdenes a ningún elemento, unidad del Ejército, cuartel, brigada o ningún BIRI (batallón de infantería de reacción inmediata)". Aseguró que no tuvo más responsabilidad que enviar un par de helicópteros para labores logísticas: “yo no podía ordenarle al coronel Flores (Grijalva, de la Tercera Brigada de Infantería de San Miguel) qué es lo que tenía que hacer con esos dos helicópteros”. Argumentó que se enteró de la operación de El Mozote a través de los medios de comunicación estadounidenses. Dijo que él mismo fue víctima en la guerra por el asesinato de su hijo, en 1986, cuando policías nacionales le dispararon cuando éste no atendió un retén en San Salvador. Aunque el hijo de Bustillo estudiaba en la Universidad Nacional, blanco de ataques del régimen durante el conflicto, testimonios sobre este hecho apuntan a que este no fue un atentado político.
Ya levantaba cejas el relato de dos soldados que, el 1 de noviembre de 2019, declararon en este juicio diciendo, uno, que “solo cuidó el perímetro”; y otro, que solo “cuidó las mochilas de los que masacraron”. Esta vez, el escepticismo, sobre todo de la docena de víctimas presentes en la sala, fue mayor hacia la alegada ignorancia del general Bustillo, protegido de Estados Unidos, y constante candidato al poderoso Ministerio de Defensa en aquellos años de guerra.
Pese a que repitió varias veces que no quería acusar ni defender a nadie, emplazó a los oficiales que participaron en la operación a sentarse en esa silla a responder preguntas y dar su versión. El defensor del general García dijo a El Faro que su cliente va a declarar “en su determinado momento” ante el juzgado.
Valida informe de Comisión de la Verdad
Al mismo tiempo, Bustillo validó el informe de la Comisión de la Verdad, que señala responsabilidades al general García, Flores Lima y otros de los imputados en este caso. Este último argumento ya lo había anunciado Bustillo, cuando se presentó al juzgado en octubre de 2017. Dos años después de esa cita, fue él mismo quién este pasado 24 de enero pidió al juez declarar.
“Estoy sano. Mentalmente no padezco de ningún problema. Tengo una memoria excelente, me recuerdo de todas mis cosas de toda mi vida”, dijo Bustillo para iniciar con un relato fluido de unos 20 minutos, antes de empezar a responder preguntas. Esa lucidez de un hombre que cumple 85 años este 31 de enero realza más sus omisiones y contradicciones.
“Primeramente quiero que sepan ustedes que yo no he venido aquí a decir que soy inocente. Tomen en cuenta esa palabra. Pero quiero decirles con toda propiedad que no soy culpable de ningún hecho que ocurrió en aquel entonces en El Mozote ni en sus alrededores”, dijo Bustillo. Sobre el general retirado no solo recae la acusación por esta matanza, el informe de la Comisión de la Verdad le señala responsabilidades en la masacre de los sacerdotes jesuitas y sus colaboradoras. Bustillo también es acusado por el asesinato de la enfermera francesa Madeleine Lagadec y en la tortura y asesinato de profesores sindicalistas. Llama la atención la manera en la que Bustillo ordenó su discurso. Parafraseando: no soy inocente, pero no soy culpable de esto que aquí se me acusa.
“Yo nunca pertenecí al Alto Mando. Yo era un comandante de una unidad. El Alto Mando está compuesto por el ministro de Defensa, el viceministro de Defensa, el viceministro de Seguridad y el jefe del Estado Mayor. Y el jefe del Estado Mayor tiene cinco colaboradores. Pero yo no tenía nada que ver con las disposiciones del Estado Mayor”, dijo, cuidándose de no mencionar nombres.
De hecho, solo mencionó nombres de fallecidos. Tanto el del coronel Domingo Monterrosa, líder del Atlacatl, la unidad señalada como principal responsable de la masacre, y el del coronel Jaime Ernesto Flores Grijalva, entonces comandante de la Tercera Brigada de San Miguel. “Si el comandante de la Tercera Brigada, que en aquel tiempo era el coronel Flores, solicitó al Estado Mayor que necesitaba personal militar para que viniera a Morazán a hacer una operación, solamente el Alto Mando y el coronel Flores de la Tercera Brigada tenía conocimiento”, dijo Bustillo. Su defensa es que no tenía información oficial porque las órdenes solo se trasladaban a los involucrados, para evitar la fuga de información a la guerrilla. Entonces, al no tener información oficial, no tenía responsabilidad de lo ocurrido. Sin embargo, los detalles que tiene de la operación contrastan con esa versión.
Versión coincide con la de soldados
Bustillo dijo que “el traslado que hubo del batallón fue en camiones. No fue en ningún momento un movimiento aéreo. Fue en camiones, unos de la Fuerza Armada, otros de Obras Públicas. Así fue cómo se trasladó el batallón, el BIRI Atlacatl, que pienso yo tenía un personal como de 1,200 hombres”. Esta versión coincide con lo que los soldados que declararon como testigos protegidos dijeron en noviembre. Luego, el exgeneral dijo: “el comandante de la Tercera Brigada, el coronel Flores, solicitaba al Estado Mayor que necesitaba en aquel entonces que yo le proporcionara dos helicópteros UH-1H”. Bustillo dijo que los helicópteros no estaban artillados y “servían para poder llevarle los alimentos, lo que se le llamaba la ración C, a la tropa que estaba en los cerros donde estaban destacados. Ahí le llevaban los alimentos los helicópteros, porque no podían subir los camiones a un cerro”.
El general reveló cómo se transportó la tropa y cuál fue el apoyo que dio a la operación. Pero después dijo que no sabía cómo se llamaba la operación ni tuvo conocimiento de qué es lo que hizo el Batallón Atlacatl y ni siquiera sabía que el Atlacatl estaba en Morazán. Aunque hay múltiples testimonios de helicópteros que disparaban en El Mozote, e incluso de bombas cayendo en el terreno, Bustillo dijo que no había helicópteros artillados en la Fuerza Aérea en ese momento, sino que esos vinieron cinco años después. No obstante, hay registros de una masacre en Cabañas en marzo de 1981, nueve meses antes de lo ocurrido en El Mozote, donde un helicóptero disparó a población civil.
“Yo me enteré tres, cuatro días (después), cuando salió en todos los medios de comunicación en Estados Unidos la masacre de El Mozote”, dijo. Esa versión echa agua por todos lados. No solo por la inverosimilitud de que los pilotos de los helicópteros que prestó no le hubieran rendido parte, sino que por los tiempos. Los medios estadounidenses que revelaron la masacre —el New York Times y el Washington Post— publicaron sus artículos hasta enero de 1982, no cuatro días después. Quien dio primero los reportes fue la Radio Venceremos, una emisora de la guerrilla cuyas transmisiones eran monitoreadas por el Ejército. Al general que se ufana de su excelente memoria no le cuadra la línea temporal.
Un repaso por la trayectoria de Bustillo permite ver quién exactamente es este hombre que ahora dice no haberse enterado de una operación de tanta envergadura como la llevada a cabo en Morazán. Bustillo fue compañero de tanda del general García, quien lo sacó del retiro para dirigir la Fuerza Aérea, después del golpe de Estado al general Romero, en 1979.
Esa alianza no duró mucho. En 1983, Bustillo junto a otros oficiales, como el propio Domingo Monterrosa y Sigifredo Ochoa Pérez, presionaron para la salida de García como ministro de Defensa, según uno de los peritajes militares agregados al juicio de El Mozote. En su libro Weakness and Deceit, el periodista Raymond Bonner —uno de los que reveló la masacre de El Mozote— narra que “García fue forzado a salir después de que aviones de la Fuerza Aérea sobrevolaron su residencia y que el comandante de la Fuerza Aérea advirtió al presidente interino Álvaro Magaña que la Fuerza Aérea se iría a la huelga a menos que García fuera reemplazado”. Bonner publica un extracto de un cable de la embajada de Estados Unidos que confirma que García tuvo que salir “por la terca insistencia” de Bustillo. En enero de 1983, García fue reemplazado por Eugenio Vides Casanova.
Esa terquedad, casi insubordinación, es una de las características con las que expertos militares reconocen la carrera de Bustillo. En 1989, cuando pujaba por convertirse en ministro de Defensa, Bustillo amotinó a la Fuerza Aérea cuando el expresidente Alfredo Cristiani nombró a Emilio Ponce como ministro. El embajador estadounidense Dean Hinton, en un telegrama secreto dirigido al Departamento de Estado el 1 de febrero de 1982, mencionó la indisciplina de Bustillo tras una discusión con el general García. “El problema de la disciplina es que los buenos oficiales pueden cometer abusos, pero son necesarios… este es el problema con Bustillo, que es muy necesario en la Fuerza Aérea”, explicó Hinton.
Las diferencias con García se han trasladado de los cuarteles al juzgado. Cuando han coincidido, García y otros oficiales se han sentado juntos pero Bustillo ha estado apartado. Incluso sus abogados defensores tuvieron un momento tenso en la audiencia.
Cumplían una misión
Celestino Hernández, defensor de los generales García y Flores Lima, hizo un par de preguntas a Bustillo para reforzar su tesis: que estaban subordinados a la junta y cumpliendo una misión. Entonces preguntó por el rol del coronel Jaime Abdul Gutiérrez, miembro de la junta de gobierno en 1981.
—¿En cuanto a las acciones militares como la de El Mozote, tenía alguna participación Jaime Abdul Gutiérrez?—, preguntó Hernández.
—No, no creo —respondió Bustillo—. En ese tiempo que era, la junta o cualquier otro presidente, no saben con anticipación qué es lo que se está planificando en el Alto Mando, no tienen conocimiento. Pueden tener conocimiento de consecuencias que pudieron haber habido después de una operación y se dan cuenta talvez por los medios de comunicación o porque la población se da cuenta de lo que ha pasado.
Desbaratada su estrategia, Hernández trató de repetir la pregunta de otra manera. Entonces, Juan Perdomo, el defensor público asignado a Bustillo, objetó. Dos abogados supuestamente del mismo bando se estaban obstruyendo, algo que da cuenta de lo perjudiciales que pueden ser para García y Flores Lima las declaraciones de Bustillo. El propio juez Jorge Guzmán se dio cuenta de esto. “No es usual, desde luego, que alguien de la misma defensa objete a alguien de la defensa... Sería lo ideal que se pusieran de acuerdo sobre la estrategia de interrogatorio”, dijo el juez.
“Yo lo que quiero que comprendan los defensores de los otros acusados es que yo no estoy acusando ni defendiendo a ninguno de los acusados. Ellos están vivos, que vengan a defenderse ellos aquí”, dijo Bustillo, quien golpeó la mesa que tenía enfrente y hasta tiró el informe de la Comisión de la Verdad que llevó. Sin embargo, no parece que la intención de Bustillo sea acusar directamente a los otros generales.
“Yo no creo que ni el jefe de Estado Mayor ni el ministro de Defensa le haya ordenado a Monterrosa: vayan al Mozote y eliminen a toda la población”, dijo Bustillo. Luego, rememoró una anécdota, recogida en el informe de la Comisión de la Verdad, sobre cómo el Batallón Atlacatl y su jefe sentían que tenían algo que probar, después de haber perdido soldados en un combate anterior. “La guerra a veces produce en las mentes de la persona algo que no le dan valor a la vida de otro. Yo pienso que fue por iniciativa de él (el coronel Domingo Monterrosa) que dio la orden para que mataran a esa población de El Mozote y de los otros cantones alrededor”, dijo Bustillo. “Casi, casi considero que fue un momento de una locura del coronel Monterrosa de haber cometido esa grosería, porque fue una grosería la que hizo”, reconoció.
Una política de Estado
La tesis de los fiscales y querellantes es que El Mozote no fue un hecho aislado ni un momento de locura, sino parte de una política de Estado para la eliminación de civiles. Pero, aun si lo que dice Bustillo fuera cierto, que la masacre solo fue iniciativa de Monterrosa, García tendría responsabilidad por no haber investigado y sancionado a los responsables, y por haber encubierto. La investigación de Naciones Unidas subraya eso.
“Hay un giro en la estrategia de la defensa del general Bustillo. Hay una participación mucho mayor de la Fuerza Aérea a la que él mencionó. Manifestó tener desconocimiento en la masacre, pero me parece que la prueba en el juicio apunta a lo contrario. Pero él tenía todo el derecho a no declarar nada en su contra”, dijo David Morales, uno de los querellantes, después de la audiencia.
Cuando Bustillo se cansó de responder preguntas, tras más de una hora, el juez y el defensor le recordaron que no tenía por qué seguir respondiendo, un derecho que asiste a los imputados que declaran. El general volvió al inicio de sus declaraciones y ofreció empatía con las víctimas que estaban en la sala escuchando. “Lamento a los señores que están aquí, que perdieron a sus familiares. Lo lamento porque las guerras no sirven de nada. ¡Malditas guerras!”, dijo el general en su alocución. Al final, agregó algo más: “quiero decirle nuevamente a los dolientes que lamento lo que pasó en esa ocasión y les doy mi pésame”.
Entre esos dolientes estaba Pedro Ramos, quien perdió a su pareja y a una hija de 11 meses en La Joya, y que ya declaró en el juicio en agosto de 2018. Durante toda la audiencia, Ramos negaba con la cabeza a las declaraciones de Bustillo y permaneció de pie durante buena parte. El Faro le preguntó su opinión acerca de la declaración de Bustillo al terminar la audiencia.
—N’ombre, ese señor es pajero— respondió Ramos— ¿Cómo va a creer que no sabía nada?