o que queda escoger en segunda vuelta electoral es algo parecido a un monstruo de dos cabezas. Una hidra bicéfala: enorme, deforme, con dos partidos políticos amorfos que gesticulan sobre sus hombros. En esencia, los grupos que se disputan la Presidencia de Guatemala son la representación decantada del Sistema de Partidos Políticos creado en 1985. En 2015, tan sólo somos testigos de su ¿última? fase evolutiva.
La Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) y el Frente de Convergencia Nacional/Movimiento Nación (FCN-Nación), unidos por la coyuntura electoral, retratan la forma en que se construye, se integra, funciona y se puede entender –entre aciertos y demasiadas contradicciones– un partido político guatemalteco (más allá de lo que son y representan en sí mismos los candidatos: Sandra Torres y James Morales).
Y entonces, de entrada, habría que decir que esta evolución no era, hasta cierta medida, lo que se esperaba. No. Las reglas desde un principio no fueron escritas para el tipo de partidos que existen ahora. La UNE y FCN-Nación son partidos políticos que junto a los más de 20 que existen en 2015 forman parte de una evolución defectuosa, mala.
Según el analista político, Javier Brolo, de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asies), el sueño al principio era otro: “algo muy distinto a lo que tenemos en la actualidad”. La Ley Electoral y de Partidos Políticos, se aprobó en 1985 con la idea de que los partidos políticos de Guatemala adoptaran un modelo de organización similar a los partidos de masas: una amplia base social, cobertura nacional y una estructura jerárquica donde los de abajo seleccionaran a sus representantes en los peldaños superiores. “En tan sólo 25 años, todo se ha degenerado”, lamenta Brolo.
Y lo que se tiene es una fragmentación partidaria, transfuguismo, volatilidad, poco arraigo social, nula capacidad de propuesta, partidos sin ideología, saltos al vacío, un Tribunal Supremo Electoral (TSE) subordinado, falta de transparencia en el financiamiento de los partidos, alta desconfianza social respecto a la clase política, heterogeneidad interna que niega la cohesión, actores que intentan siempre regresar/resucitar a la vida pública aunque ya antes fracasaran como funcionarios.
“En la coyuntura actual, se podría pensar que hay variantes novedosas. Un partido como la UNE que busca institucionalizarse. Y otro como FCN que en apariencia es nuevo. Sin embargo, lo que se tiene son dos tipos de partidos que representan una configuración tradicional, una vieja forma de hacer política. Se trata de dos partidos que evidencian los vicios en la evolución de nuestro sistema”, indica el analista Renzo Rosal.
El catálogo de las especies
En el mundo académico, y en diversos centros de pensamiento, se ha tomado a la especie política, la han colocado bajo el microscopio, metido en un frasco, diseccionado sus partes, para intentar clasificarla y entenderla. Es un acercamiento necesario para comprender, por ejemplo, qué tipo de partidos políticos se disputan la segunda vuelta electoral de 2015.
Por la forma en que se organizan los partidos, investigadores como Brolo, o Hugo Novales, de Asies, han catalogado a la fecha cinco especies distintas en Guatemala: de élite, de masas, atrapa-todo, de cartel y de franquicia.
Históricamente, dice Brolo, el primer tipo de partido en surgir fue el de élite: con pocos dirigentes que, como una cúpula, toman decisiones sin tener demasiado en cuenta a las bases sociales. La distinción máxima es la jerarquía y la comunicación vertical, de una sola vía: arriba hacia abajo, poco o nada de retorno.
De élite, en Guatemala, han sido: el Partido de Avanzada Nacional (PAN), con Álvaro Arzú al mando; o la Unión del Centro Nacional (UCN) controlado por Jorge Carpio Nicole.
El siguiente, continúa el analista, fue el partido de masas, con mejor estrategia organizativa e intentos de ideología colectiva. En Guatemala, esta categoría ha sido baladí respecto a la convicción política. Entre éstos, la Democracia Cristiana (DC) que llevó a la presidencia a Vinicio Cerezo; el Frente Republicano Guatemalteco (FRG) bajolas órdenes del general Efraín Ríos Montt; y aún vigente, la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) que no ha tenido mucho éxito electoral pero sobrevive por inercia de representar a la izquierda guatemalteca.
Las otras clasificaciones (atrapa-todo, cartel o franquicia), en donde Hugo Novales ubica a la UNE y a FCN-Nación, son derivados de los primeros: mutaciones, malformaciones, metástasis, engendros. Son los tipos de partidos políticos que hoy se disputan la presidencia.
De masas y de élites, lo cierto es que las reglas de cada partido nunca tuvieron la obligatoriedad de ser escritas en piedra. La informalidad es lo que ha configurado el panorama político contemporáneo. “Más allá de los requisitos, no hay procedimientos claros y explícitos a lo interno del partido que permitan relaciones predecibles. No hay procesos deliberativos. No hay formación. No hay normas claras que puedan ser sancionadas. No hay lineamientos, ni derechos para los afiliados”, dice Brolo.
Es inercia.
Todo es informal.
Un tipo de partido atrapa-todo surge de restar relevancia a la ideología con el afán de incluir a más seguidores, explican los analistas de Asies. Viven de encuestas y mercadeo para tomar decisiones. Y su génesis puede estar en un partido de masas o en uno de élite.
Para los politólogos, el siguiente paso en la cadena evolutiva, es transformarse en cartel, o bien, una maquinaria para repartir recursos, o bien organizaciones partidarias que se reparten territorios (plazas) para llevar a cabo alianzas y actividades políticas de control.
Finalmente, el partido franquicia rompe las jerarquías en su organización, en consecuencia, lo que crece como hongos a su alrededor son unidades organizativas autónomas e interdependientes. Células, cacicazgos, con apariencia de formar cuadros, pero que en realidad es un partido en venta al mejor postor.
¿Qué tipo de partidos son entonces los que buscan la presidencia en Guatemala?
Aunque cada cual tiene orígenes, objetivos y características diferentes, Rosal explica que “la lógica, en primer lugar, es buscar sus objetivos, la forma en que se han ido construyendo. Sobre qué tipo de plataforma se han movido para existir. A partir de estos detalles se perfila, se desenmascara, los rasgos de la UNE y del FCN-Nación”.
Las bases antagónicas
No hay partido político sin bases. No hay carrera política sin votos. Y sin estructura —gente que mueva, organice, coordine otra gente— sobrevivir es difícil. Como mínimo, para existir, un partido en Guatemala debe tener organización en 50 municipios, con 40 afiliados en cada uno. De estos, 48 municipios pueden distribuirse para formar la organización de 12 departamentos, con cuatro municipios cada uno. “Esto implica que un partido solo debe tener 2 mil afiliados dentro de su organización inscrita (40 afiliados por 50 municipios). El resto de afiliados puede, convenientemente, pertenecer a los municipios más poblados sin organización inscrita”, dice Brolo.
Los partidos existen entonces rozando los límites.
Por tanto, antes de catalogar un partido hay que ver cómo se forma, porque surgir no se da de la noche a la mañana, no suele ser tan sencillo. Se necesitan recursos, estructuras. La UNE como FCN utilizaron dos bases sociales que incluso podrían ser antagónicas. Un choque (cultural, social, histórico, ideológico).
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El diputado Carlos Barreda, de la UNE, dice que los inicios de este partido no pueden comprenderse sin el trabajo realizado por el expresidente Álvaro Colom a mediados de los años 90, como director del desaparecido Fondo para la Paz (Fonapaz), respecto a las comunidades de refugiados que retornaron luego de la guerra. “Se trataba de poco más de 100 mil desplazados y refugiados. A Colom le tocó coordinar todo el proceso: el retorno, la ubicación en distintas fincas, el techo mínimo, el apoyo a la agricultura. Fue la base social que incluso una década más tarde, en 2007, llevó a la UNE a la Presidencia. Eran estructuras que habían vivido en la clandestinidad y que ahora se interesaban por la política”, recuerda Barreda.
La UNE, desde el gobierno (2008-2012), como indica Barreda, creó dos estructuras paralelas para continuar funcionando. La apuesta fue el crecimiento territorial, la expansión, la sobrevivencia, y un tibio intento de institucionalizarse. Desde el Ejecutivo, la coordinación del partido se dio a través de los alcaldes afines a la UNE. Desde el partido, sin embargo, la organización creó “cuadros” mediante programas de inversión social. A nivel nacional existieron poco más de 4 mil colaboradores, entre promotores y coordinadores, ubicados en los 307 municipios a donde llegaron los programas de inversión social (Bolsas Solidarias, Comedores Solidarios, Mi Familia Progresa, Escuelas Abiertas, Salud para Todos y Mi Comunidad Produce) impulsados a partir de abril de 2008, por la exprimera dama, y hoy candidata a la presidencia, Sandra Torres.
Esta red fue la que salvó la caída del partido. Aun con el impedimento legal para que Torres participara como candidata presidencial en 2011, la UNE salió a flote. Se auto regeneró. Consiguió más de 40 diputados dentro del Congreso de la República. Sobrevivió incluso a la salida de su líder: Álvaro Colom, que desapareció de la escena partidista y se refugió dentro del Parlamento Centroamericano (Parlacen), ya sin protagonismo.
Otros, gente más joven, asumieron roles importantes dentro de la UNE. “Los dirigentes estudiantiles de los años 90, nos hicimos cargo del partido. Muchos hicimos gobierno junto con la UNE, aun sin ser originalmente parte del partido. La opción para muchos de nosotros —Carlos Menocal, Orlando Blanco, Ronaldo Robles— era hacer política o dar clases en una universidad, o tener una columna de opinión, o hacer investigaciones en algún centro de pensamiento… Escogimos la política”, explica Barreda, exviceministro de finanzas durante el gobierno de la UNE.
Además la UNE, para evolucionar, se ha acercado a otros sectores. La derecha tradicional dentro del partido ha sido encarnada por varios diputados, quizá el más relevante —en gestión, en negociaciones dentro del Congreso— ha sido Mario Taracena. En tanto el apoyo de empresarios conservadores, ha sido una cuota manejada desde la vicepresidencia (Rafael Espada 2007-2011; Roberto Diaz-Durán como propuesta de candidato sin binomio presidencial en 2011; y hoy Mario Leal, del sector azucarero, para 2016-2020).
De cara a estas elecciones, la base social de la UNE, el ala política, los alcaldes, una mayoría de los articuladores políticos se desvaneció y corrió hacia otros partidos. Pero la otra parte, los liderazgos que surgieron a partir de los programas sociales, como relata Barreda, no se fue. “Y desde ahí se reconstruyó el partido. Luego ha quedado recuperar diputados, recuperar alcaldes. El tener las dos estructuras ha mantenido con vida al partido”, señala. Recuperar, autorepararse, implica, no obstante, buscar y recuperar tránsfugas, traidores, oportunistas… lo mismo de lo mismo.
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Por el contrario, el general retirado, José Luis Quilo Ayuso, fundador de la Asociación de Veteranos Militares de Guatemala (Avemilgua), y fundador también de FCN, relata una historia muy diferente, de soldados que asumieron sus derechos plenos como civiles y que pensaron entrar al mundo de la política, allá por 1994. “Avemilgua no es FCN, que quede claro”, dice Quilo Ayuso. “El FCN fue fundado por guatemaltecos haciendo uso de sus derechos como civiles”, enfatiza. “Antes de la firma de la paz vemos, desde el Ejército, algunas cuestiones que no nos gustaron. Vimos al expresidente Vinicio Cerezo, astuto, que empieza a armar la estructura de la izquierda dentro del gobierno. En el 94 vemos esa situación aún más difícil, que no estaba bien. La izquierda llenaba cargos para algún día ocupar el poder. Y desde ahí, hacer a un lado a los militares”, agrega. En aquellos años, el mayor temor de Quilo Ayuso y Avemilgua era la posibilidad de que se aboliera el Ejército. Es cuando recuerda esa época en la que el general en retiro ya no habla de bases sociales sino de frentes, de tácticas, de estrategias, como en una guerra: “Encontramos que la única manera de luchar era formar un partido político”.
—¿De dónde surge la base social para legalizar el FCN? – se pregunta a Quilo Ayuso.
—Nosotros teníamos mucha gente, la gente que habían sido nuestros soldados. En los 30 años que estuve en el Ejército calculo que hubo unos 400 mil ciudadanos que estuvieron en el servicio militar. Gente que todavía te dice “Qué tal mi teniente, yo estuve con usted en Zacapa, en Jutiapa”. Lo quieren a uno y lo respetan. Son más militares que uno. Son una belleza. Pero había que recapacitar: viéndonos así de traiditos no íbamos a cambiar nada. Lo que había que hacer era formar un partido político, no como Avemilgua, que quede claro (repite), sino como ciudadanos ejerciendo un derecho.
—¿Era un miedo real la abolición del Ejército?
—Lo que más nos impulsó a nosotros, en 2004, fue que ya había persecución penal en contra de militares en retiro. La salida para hacer que se respeten las amnistías, un derecho ganado, era hacer política. Nosotros pretendemos, por la vía política, detener esta persecución. Y eso cómo, o qué, pues se hace al buscar una Ley de Punto Final, por ejemplo. La guerra, el enfrentamiento armado, ahora es una situación jurídica, y también es una cuestión política —dice Quilo Ayuso.
FCN se fusionó con Movimiento Nación en 2012. Quilo Ayuso no tiene registro de cómo sucedió. Según dice, se retiró luego de las elecciones de 2011, aunque el TSE, aún hoy lo tiene dentro de los financistas del partido. Y al hablar de FCN-Nación no dice “ellos”, sino “nosotros”.
Javier Hernández Franco, director de campaña de James Morales, y diputado electo para el Congreso de la República (2016-2020), indica que la agenda política original de FCN –reivindicar el Ejército y detener las persecuciones penales en contra de militares–, tras la fusión con Movimiento Nación, ha dado un vuelco de 180 grados. “Se ha detenido”, asegura. “Son dos tiempos completamente distintos. Ha terminado la agenda de FCN y se ha creado la agenda de FCN-Nación, enfocada en el nacionalismo: Generar identidad, pertenencia, reivindicar héroes nacionales olvidados. Recuperar símbolos patrios, hoy irrespetados”, defiende Hernández.
La fórmula de nacionalismo que explica Hernández Franco, sin embargo, se plantea casi similar al proyecto cultural de homogenización que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) implementó en México durante cuatro décadas, utilizado para el control de una sociedad de masas. Carlos Monsivais lo explicó mejor en un texto: “son las masas las que sostienen el desarrollo cultural de las minorías, es la provincia la que mantiene -con su empobrecimiento sistemático- el cosmopolitismo de la capital, es la pasividad inducida de las mayorías elemento indispensable de la creación y/o el mantenimiento de las grandes fortunas: La unicidad del país se corresponde con las evidencias de un mundo indivisible en lo político, lo económico, lo cultural”.
En cuanto a las bases del partido, Hernández explica que desde 2012 fueron reconstruidas. La nueva base social de FCN-Nación provino de Mixco, del partido Acción de Desarrollo Nacional (ADN), la estructura que en 2011 propuso a James Morales como alcalde de este municipio catalogado como el segundo más poblado del departamento de Guatemala. “No te puedo decir que no haya un solo militar, no lo voy a negar, pero puedo asegurar que la mayoría de lugares donde está FCN-Nación, la organización está a cargo de civiles”, dice Hernández Franco.
Yo, partido (FCN-Nación y la UNE)
Rasgos como los descritos por el propio FCN-Nación y la propia UNE son los que politólogos colocan en sus mesas de trabajo para empezar a diseccionar, clasificar, entender y explicar.
Así, la UNE, dice Renzo Rosal, pretende tener indicios de un partido de masas, con una estructura si no ideológica al menos programática, que intentan anclar dentro de la social democracia. “Pero en esencia, no lo logra. Para alcanzar sus objetivos, y llegar a un grupo más amplio de sectores, la UNE ha tenido que relajar sus principios ideológicos, lo que se demuestra en la cuota que utiliza desde la vicepresidencia: alguien ajeno al partido, por lo regular un empresario tradicional y conservador”, explica Rosal.
En cuanto al FCN-Nación, Rosal explica que se trata de un partido pequeño, que no tiene bases y en consecuencia es vulnerable a la cooptación de partidos mayoritarios instalados previamente en territorios donde no tiene capacidad de control. Y más vulnerable a la influencia de poderes fácticos, empresariales, militares, religiosos, e incluso grupos de crimen organizado que han utilizado la política para sus operaciones. “Representa a sectores que habían perdido poder y que empiezan a analizar cómo revitalizarse. Es la perspectiva de los grupos más conservadores, las iglesias pentecostales, los militares. Quisiera ser el partido de la derecha orgánica que Guatemala no ha podido construir en los últimos años”, indica el analista independiente.
“Somos de centro, lo más centro del centro que hay ahora”, defiende Hernández Franco, para intentar explicar, grosso modo, la ideología de FCN-Nación.
Por su parte, a pesar de la informalidad, la falta de reglas claras dentro de la UNE y sus partidarios, en la práctica el partido ha encontrado mecanismos para sobrevivir en el tiempo. Javier Brolo entiende esta sobrevivencia no como efecto directo de las estructuras que han mantenido a la UNE con presencia territorial a nivel nacional, sino como consecuencia de las distribuciones de poder local, en los departamentos, desde el Comité Ejecutivo Nacional. “La UNE es un partido que busca crecer y en el proceso arriesga hasta el poco sentido ideológico que profesa. Es un partido atrapa-todo”, dice Brolo.
“Colom decía ‘somos una izquierda light-light’. Y después de eso vino la social democracia. No tenemos posturas radicales”, argumenta el diputado Barreda. “Somos de centro-izquierda y hay balances. Un Mario Taracena (diputado), que viene de la derecha tradicional, puede ser crítico y señalar cuando el partido se inclina demasiado a la izquierda. Es lo mismo en viceversa”, añade, al ser cuestionado por la UNE como un partido atrapa-todo.
Brolo ubica a FCN-Nación como un partido élite. “No tiene presencia en muchos lugares. No necesariamente es democrático. Es un partido dirigido por pocas personas incluso no conocidas en la vida pública y en el liderazgo social. Es pequeño. Hay una conducción centralizada, con intereses enfocados en la seguridad nacional. El partido, al ser de élite, construye una marca alrededor de su figura presidencial, y la explota al venderla como outsider”, refiere el politólogo de Asies.
Javier Hernández Franco no considera que FCN-Nación sea un partido de élite: “Somos conscientes de que la coyuntura nos tiene donde estamos”, dice. “FCN-Nación está creciendo rápido y en corto tiempo. Lo que sí hay es una línea de comunicación vertical, donde decimos: nuestra ideología es esta: nacionalista. Pero es un liderazgo de influencia más que de imposición. Algo ejemplar”, defiende.
Que los partidos se fragmenten en Guatemala es casi una tendencia, un síndrome, efecto/causa de no cumplir con las expectativas de coherencia y discurso con que fue creado el sistema en 1985. El partido que no existe (aún) sería uno de consensos, con inteligencia para resolver diferencias internas, institucionalizarse, y crear balances de crítica y oposición dentro del gobierno.
Pero ante la incertidumbre, nada es seguro.
Para analistas como Javier Brolo, la fauna política guatemalteca es fascinante. Los distintos tipos de partidos que ha tenido el país son retrato de la sociedad. Lo que tenemos, luego de 25 años de democracia, es lo que no queríamos.