En América Latina hay una pandemia mucho más duradera y profunda que la de la covid-19: la desconfianza. En nuestra región no confiamos en el Estado ni en las empresas, pero tampoco en quien está al lado nuestro, nuestros vecinos. Lo dice un reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que imagina así un futuro negro para las economías latinoamericanas. Si nueve de cada diez personas desconfían del prójimo, como concluye dramáticamente el estudio, nadie invierte, produce, compra ni vende.
En este estado de desilusión permanente en el que nos hemos acostumbrado a convivir, no debe sorprender entonces que la opción populista florezca aquí y allá, a la derecha y a la izquierda, en una batalla en la que pierde siempre la democracia. Si el voto popular, el respeto a las instituciones y la alternancia de los presidentes no nos han dado la prosperidad que anunciaban, entonces vengan los dictadores, los demagogos y todos los sátrapas que prometen una salvación mágica a costa de arrasar las instituciones que hemos construido con esfuerzo durante décadas.
A pesar de sus fallas, la opción democrática sigue vigente en la gran mayoría de los países de la región. Pero tras casi dos décadas de bonanza, América Latina se encuentra en una encrucijada para retomar la senda del crecimiento económico. Producto del tsunami de la covid-19, que ya lleva dos años, la región no ha podido salir a flote y según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), le costará aún más hacerlo en 2022. Para el organismo, América Latina y el Caribe desacelerará su ritmo de crecimiento este año a 2.1%, luego de crecer 6.2% promedio en 2021.
Para 2022, #CEPAL proyecta una desocupación de 11,5% para las mujeres -levemente inferior al 11,8% anotado en 2021, pero aún muy superior al 9,5% existente antes de la pandemia en 2019. Revisa más cifras en el #BalancePreliminar de las Economías de #ALC 🔗https://t.co/AWSUFQVChd pic.twitter.com/IJ01eibE7J
— CEPAL (@cepal_onu) January 16, 2022
“Las perspectivas de crecimiento son sombrías”, reconoció a BBC Mundo Benjamin Gedan, vicedirector del Programa América Latina del centro de estudios Wilson Center, con sede en Washington. El informe de la Cepal llega cuando la cuarta ola de la covid-19 marca récords de contagio en varios países latinoamericanos y empieza a frenar el rebote que habían tenido sus economías el año pasado. Según el documento, 11 naciones de América Latina lograron en 2021 recuperar los niveles de PIB previos a la crisis. En 2022 se agregarían otras tres, con lo que llegarían a solo 14 países de los 33 que conforman la región.
Para el economista argentino Alejandro Trapé, “a estas economías les va a costar un poquito más salir porque no van a tener a su disposición las entradas de capitales que tenían antes”. El director del Centro de Investigaciones y Vinculación Económica de la Universidad Nacional de Cuyo observa, en conversación con CONNECTAS, que vienen meses con tasas de interés más altas en Estados Unidos “y las economías de América Latina no van a ser el destino preferido de los inversores. Entonces es probable que esta situación les genere una tasa de crecimiento más cerca del 2%”, como anticipa la Cepal.
No es casualidad esa referencia de Trapé. Como contagiados por la pandemia de desconfianza, ellos tampoco confían en nuestra región como destino de sus capitales. América Latina tiene debilidades fiscales y economías endeudadas producto de los millonarios rescates que debieron hacer los Gobiernos para paliar la covid-19; y a ello se suman la creciente conflictividad social y la inestabilidad política en muchos países. Un cóctel del que ningún inversor quiere beber.
“Es claro que la pandemia ha venido a profundizar problemas que ya veníamos arrastrando”, analiza José Gabriel Espinoza, miembro del directorio del Banco Central de Bolivia. Agrega que “los Gobiernos siguen llevando adelante gastos extraordinarios para enfrentar la pandemia y esto profundiza los problemas fiscales y una mayor debilidad a futuro”. El economista dice que la reactivación que experimentaron Estados Unidos, Europa y las principales potencias no ha llegado a América Latina y le suma un factor al problema: los atrasos en la vacunación en algunos países por fallas logísticas y sistemas de salud más débiles: “Entonces se siguen acentuando los problemas estructurales que ya arrastrábamos”, concluye Espinoza.
Mientras tanto, en el tablero de comando se enciende otra luz de alarma: la de la inflación. Un efecto inmediato de la emisión monetaria a la que apelaron los Gobiernos para amortiguar los durísimos daños de la covid-19. Y que es un problema mundial, no solo latinoamericano. Estados Unidos tuvo en 2021 el índice de precios más alto en 40 años (7%) y la Reserva Federal prepara para marzo una previsible subida de las tasas que empiece a frenar esta peligrosa alza de los precios. Lo que para economistas como el premio Nobel Paul Krugman es un costo barato que había que pagar para sostener el empleo durante la pandemia, en nuestra región se vuelve una herramienta mucho más peligrosa.
EE. UU. registró un 7 % de inflación en 2021, la más alta desde 1982. https://t.co/q3wiYs8nVV
— elespectador (@elespectador) January 12, 2022
Sin embargo, nadie pronostica que la inflación haya llegado para quedarse. Y aunque los expertos prevén que la tendencia se mantendrá en 2022, para el próximo año se espera que los precios se normalicen. Salvo excepciones, como Venezuela (que al menos parece haber domado la hiperinflación) y Argentina (donde hay una inflación endémica hace una década). “Si yo fuera ministro de Economía de un país como Colombia, Perú o Uruguay —advierte Trapé—, no le quitaría el ojo a la inflación porque en algún momento un efecto de expectativas puede hacer que se mantenga alta. La trataría como un problema, pero nunca tan grave como el que tiene la Argentina. Y si la tratan bien, va a ser un fenómeno pasajero”.
Espinoza coincide con este diagnóstico: “Esto puede durar mientras no se hagan los ajustes fiscales y monetarios (necesarios), que es lo que están discutiendo economías grandes como Estados Unidos. Hay que subir las tasas de interés y retirar activos del mercado, reducir la emisión y cerrar el grifo del financiamiento al sector público. Si estos ajustes se llevan a cabo con celeridad, es muy probable que en 2023 volvamos a entrar en un periodo de precios relativamente bajos”, dijo a CONNECTAS.
Con malas perspectivas económicas hacia el futuro próximo y una pandemia mundial que no cede, problemas como la pobreza se agudizan en nuestra región. Para 2020 el Banco Mundial estimó que el número de pobres en América Latina había crecido a 26.6 millones en 2021. Y mientras en estos años la crisis del coronavirus hizo más ricos a los superricos, empobreció aún más a los más pobres. Cada día circulan historias de personas despojadas por la pandemia, como la de los niños hondureños que abandonan la escuela para trabajar y ayudar a sus familias; o de María, una peruana de 46 años y tres hijos que perdió su trabajo y hoy coordina una olla común de la que se alimentan 53 familias en una de las zonas más pobres de Lima.
Aunque el efecto COVID19 incrementó la pobreza en el mundo, Colombia tiene uno de los índices más altos entre los países de América Latina (7). Un 42.5% es vergonzoso.
Chile y Uruguay, tienen rangos bajos. ¿Qué hay que hacer?
Mientras el % sea ese, no habrá paz verdadera. pic.twitter.com/m0HBz1DSxO— GonzaloMayorgaD. (@GonzaloMayorgaD) January 14, 2022
Ellos, como otros millones de latinoamericanos, hoy son más pobres que antes por la pandemia. Y por eso desconfían cada vez más de la democracia como el sistema que pueda sacarlos de una vida de privaciones. El resultado: los Gobiernos populistas ganan terreno y con ellos el populismo económico, donde no hay límites al endeudamiento o la inflación. Este fenómeno, según The Economist, “sigue vivo” en América Latina y “se está volviendo más evidente en una forma más diluida en los países ricos”.
Como antídoto, Espinoza insiste en aplicar los “ajustes” necesarios, lo que implica “una reingeniería del aparato público”. El economista boliviano dice que “hay que pensar en nuevas formas de distribución de recursos”, porque “hay un descontento social creciente que se ha visibilizado con la pandemia y que va a requerir nuevos acuerdos sociales para facilitar la llegada de nuevos capitales” a la región. Una América Latina que, para él, puede retomar la senda del crecimiento porque hay materias primas, capacidad instalada ociosa y mano de obra; pero faltan condiciones institucionales y sociales adecuadas para hacerla atractiva a los inversionistas.
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* Miembro de la mesa editorial de CONNECTAS