“El tiempo de Dios es perfecto y sus obras son maravillosas. Sí se pudo, lo logramos. Ahora dependemos netamente de las autoridades americanas”. Lo dice en un video en su perfil de Tik Tok Pamelita Torrealba, una venezolana que salió de Chile el 10 de mayo y ha contado parte de su viaje en videos cortos que publica en sus redes sociales. Llegó a México el 5 de junio tras toda clase de peripecias y un día después formaba parte de la tercera caravana de migrantes que partía desde la frontera con Guatemala, al sur del país, en la ciudad de Tapachula.
Justamente ese día comenzaba en Los Ángeles, Estados Unidos, la IX Cumbre de las Américas que finalizó el 11 de junio, entre otros, con un acuerdo continental para incrementar la atención y protección a los migrantes.
Los compromisos pactados por los Estados asistentes en la “Declaración de Los Ángeles sobre Migración y Protección” se agrupan en cuatro pilares. En el primero, Estados Unidos prevé incrementar en 339 millones de dólares los fondos para la asistencia a los migrantes, mientras Ecuador, Costa Rica, Colombia y Belice se comprometen a regularizar a los migrantes ilegales que viven en esos países. El segundo pilar tiene el objetivo de ampliar las vías legales y de protección, que contempla entre otras cosas la reunificación familiar de haitianos y cubanos. Por otra parte, Estados Unidos y Canadá se comprometen a recibir mayor número de refugiados y de migrantes laborales. El tercer pilar se refiere al compromiso de intensificar la seguridad de la población en tránsito y facilitar las solicitudes de asilo en la frontera de Estados Unidos. El último prevé una respuesta coordinada ante las emergencias.
¿Más de lo mismo? El sociólogo hondureño Ricardo Puerta, quien desde 1972 investiga temas migratorios, piensa que nada de lo acordado es realmente nuevo, pero evalúa de manera positiva la intención de integrar las medidas. “Se está buscando un efecto múltiple, no es excluyente. Por ejemplo, no se van a evitar migrantes temporales ni la inversión privada y pública, eso sigue. Ahora todo va a formar parte de un paquete que antes no existía”, dice.
Sin embargo, su compatriota Itsmania Platero, periodista y defensora de los derechos humanos de los migrantes, apunta que medidas como esas no han tenido el impacto deseado. “Si hubiera habido resultados no tendríamos el impacto migratorio que tenemos ahora”.
Y es así. Un artículo publicado por Erika Mouynes, ministra de Asuntos Exteriores de Panamá, y Meghan López, vicepresidenta regional para América Latina del Comité Internacional de Rescate, señala que la cantidad de personas que cruzaron el tapón del Darién aumentó de 6500 en 2020 a 124 875 en los primeros 11 meses de 2021.
Platero advierte que la situación continuará porque las medidas no van dirigidas a atender las causas principales de la migración. Incluso, para ella, son contradictorias. “Por un lado se te vende la idea de que (la migración ilegal) es mala y por otro lado te dicen que va haber oportunidades. Sin embargo, no es así. No estamos viendo que la población entienda el mensaje de que es peligroso”, dijo a Connectas.
Justo sobre esa inquietud, al comienzo de la Cumbre, Kamala Harris, vicepresidenta de Estados Unidos, anunció el martes 7 de junio un plan por el cual diez grandes empresas estadounidenses invertirán 1200 millones de dólares para generar empleo en los países del Triángulo del Norte. Tampoco es una medida nueva: en 2021 ya se había anunciado que 30 empresas invertirían un monto total para ese mismo efecto de 2000 millones de dólares.
Nuevas o no, las medidas propuestas se estrellan con una realidad incontestable: se trata de un diálogo de sordos. En efecto, como producto de diferencias ideológicas o de otra naturaleza, ninguno de los presidentes del Triángulo del Norte (Guatemala, Honduras y El Salvador) asistió a la Cumbre. Este hecho puso en primer plano la ausencia de voluntad política de estos Gobiernos, un factor absolutamente indispensable para atender las causas estructurales de la migración. Los tres países no solo son ellos mismos expulsores de migrantes, sino también naciones de tránsito por las que circula la población de migrantes sudamericanos rumbo a Estados Unidos.
Adam Isaacson, experto en migración en la frontera Sur de la Oficina de Washington para América Latina (WOLA) dijo al respecto a CNN en Español: “Es una pena que ninguno de los Gobiernos esté allí para hablar con ella, especialmente Honduras, pero en su mayor parte los Gobiernos actuales del Triángulo Norte son más obstáculos que socios”.
Ciertamente, para estos Estados la migración más que un problema, es una oportunidad. En efecto, gran parte de sus ingresos proviene de remesas que quienes han emigrado a Estados Unidos envían a sus familiares. Y las cifras son impresionantes: en 2020, de acuerdo con los datos del Banco Mundial, Guatemala recibió 11400 millones de dólares (14.8% de su PIB), Honduras 5500 millones (23.5% de su PIB) y El Salvador 5900 millones (24.1% del PIB).
La falta de voluntad de los países beneficiados por esta iniciativa puede ser el palo que tranque la rueda de una gran oportunidad para el desarrollo económico y social de estas comunidades. Como dijo a Connectas Puerta, “gran parte del esfuerzo que se está haciendo, no es solo ofrecer dinero sino generar la capacidad de interacción con interconectividad binacional. Lo que se está buscando ahora, a diferencia de los otros esquemas, es un impacto de codesarrollo. Es decir, desarrollo empresarial en la comunidad de origen y desarrollo empresarial en la comunidad de destino”.
Insuficiente
Ciertamente las medidas prometen atender varios frentes del fenómeno de la migración en la zona. Pero no termina de ser una respuesta integral ni completa: el sociólogo Puerta explica que un programa de esta magnitud necesitaría para tener verdadero éxito una inversión multimillonaria.
Solo de ese modo una política integral podría atender a todas las causas de la migración en cada uno de los países expulsores y de tránsito y hasta el momento nada de eso está previsto. “¿Qué va a ocurrir con las inversiones y las capacitaciones en los países de la región centroamericana? Se va a convertir en un lugar santuario. Pero eso no va a reducir la migración, porque la gente siempre va a pasar por aquí”, dice Platero.
Por otro lado, la iniciativa anunciada por la vicepresidenta Harris se basa en la generación de empleo, conectividad y capacitación. Sin embargo, la medida pone el acento en las mujeres, niñas y jóvenes de Centroamérica. Para Platero este enfoque “es un poco excluyente y discriminatorio, porque está dirigido no más a los jóvenes y a las mujeres. Pero la población que está emigrando es una población también de 40 años en adelante, porque en este país las personas de 40 años para arriba ya no tienen opciones para trabajar”.
La niñez migrante no acompañada es otra situación que tampoco se ha abordado a fondo. Platero lo cuestiona: “No se plasma la protección de la niñez y los niños no van a trabajar. ¿Qué van a hacer los niños a los Estados Unidos”
Pero detrás de todo esto hay otro factor igualmente demoledor, que subraya el divorcio entre las medidas prevalentes hasta ahora y la realidad económica y social: Puerta apunta a la demanda de empleo en el norte como otro factor necesario para entender el flujo migratorio en el continente. “Si Estados Unidos en un año no trae un millón de inmigrantes, gran parte de los empleos que genera se van a quedar sin satisfacer. La economía norteamericana estructuralmente necesita la migración”. Los migrantes ilegales lo saben, y se enfrentan a toda clase de peligros para sacar provecho de esa realidad.
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* Miembro de la mesa editorial de Connectas