29 de diciembre 2021
Para Carol Rivera es muy difícil contener las lágrimas y sollozos cada que habla de sus padres y de su historia de migración familiar. Como una fuerza que busca manifestarse, las emociones se le atraviesan en la garganta y entonces ella prefiere tomar un momento para luego continuar con su relato.
Transparente, conectada con sus sentimientos y recuerdos, y orgullosa de sus orígenes, así es esta nicaragüense que en abril de este año ganó un premio Emmy gracias a la campaña Todos Somos Héroes, que produjo junto a su equipo en Telemundo Atlanta, donde trabaja como directora de Mercadeo. Nadie mejor que ella para contar las historias admirables de migrantes latinos ejemplares en sus comunidades. Ella es migrante también y sabe de primera mano lo que significa para una familia llegar a un nuevo país sin nada, sin conocer el idioma, con miedo, pero con ganas de salir adelante y de aportar al país de acogida. “Dios me ha puesto en un sitio en mi carrera y en mi vida, que siempre me voy a conectar con esa gente”, dice emocionada.
La migración de la familia de Carol
Era 1984 y en Nicaragua ocurría una guerra civil que desangraba al país de varias maneras: familias que lloraban las muertes de los jóvenes de uno y otro bando muriendo en combate, otras que padecían por el miedo, el hambre y la escasez, y aquellas que no veían más opción que emigrar a lugares más seguros y donde hubiese oportunidades, como la de Carol.
Los Rivera vivían en Jinotega, la zona montañosa al norte del país que soportó los embates de los enfrentamientos entre las fuerzas del Gobierno sandinista y los guerrilleros de la “contra”. “La situación era bien peligrosa, vivía súper nerviosa porque ahí se vivía la guerra más intensamente. Se escuchaban las metralletas, los helicópteros. Mi mamá dijo: ‘nos vamos’”, recuerda Carol, con apenas diez años de edad. Era la menor de cinco hermanos, dos varones y tres niñas, hijos de un ingeniero agrónomo y de la directora de un colegio de la ciudad.
El viaje
La familia hizo los planes de salida rumbo a Estados Unidos: primero se fueron los hijos mayores que ya eran adolescentes, pues los padres temían que el Gobierno les obligara a prestar el servicio militar obligatorio; después, sería el turno del padre, que durante un curso de café en Brasil decidió que no regresaría más a Nicaragua y en su lugar volaría también a Estados Unidos; finalmente, quedaron la mamá y las dos niñas menores, que viajaron de último. “Mi mamá me mandó a mí y a mi hermana mayor, incluso con otra familia, para pasar y llegar a Miami donde una tía”, detalla.
Al narrar esta parte de su historia, a Carol se le quiebra la voz de solo pensar en sus padres en esas circunstancias, en un país nuevo, sin saber el idioma, “sin un tenedor”, con solo dos mil dólares en el bolsillo para empezar una nueva vida junto a sus hijos.
Pronto empezaron a salir adelante, a punta de trabajo duro. La mamá se empleó de niñera, el papá en una fábrica y los hermanos mayores trabajaban también para aportar dinero. “Mi mamá siempre decía: ‘esta es la vida del inmigrante’”, rememora.
La adaptación de una niña migrante
Para la niña de diez años Estados Unidos era otro mundo. “Yo lloraba todos los días y le decía (a mi mamá) que me quería regresar donde mis abuelitos, que no me gustaba”, cuenta. En la escuela, como no sabía inglés, se refugió en lo que más le gustaba y en lo que se desempeñaba muy bien sin necesidad de un segundo idioma: las matemáticas y el arte. “No me podía comunicar y nadie quería hablar español. Hasta al año y medio me pusieron en un programa y de tanto escuchar ya entendía un poco”, agrega.
Desde muy joven empezó a trabajar. A los 16 años, su primer empleo fue como clasificadora de cartas y correos, también trabajó en una farmacia, pero siempre supo que quería trabajar en arte.
Pronto llegó una buena oportunidad a los 19 años de edad: un trabajo en una empresa de Relaciones Públicas antes de siquiera graduarse de la universidad. “Un estadounidense me preguntó si sabía usar computadora y mentira, no sabía, pero empecé y aprendí mientras estudiaba en Miami Dade en un community college. Trabajé con ellos siete años, era la más joven de la firma de Relaciones Públicas”, dice.
Después Carol trabajó para una agencia de publicidad como diseñadora y durante diez años para la aerolínea KLM en el área de mercadeo internacional, en línea pasajera y carguera. Fue por ese trabajo que se mudó a Atlanta, Georgia, al sur de Estados Unidos, donde se hallaba la sede de la empresa y su hogar desde hace once años. “Era mamá soltera y me moría de miedo. Mi papá me decía, ‘¿qué vas a ir a hacer allá?’ y yo le decía, ‘lo mismo que hiciste cuando te fuiste de Nicaragua, salir adelante con tus hijos’. Mi miedo era empezar sola, pero lo hice, y aquí estoy”, narra orgullosa.
En Atlanta decidió estudiar Publicidad en el Savannah College of Art and Design, una de las universidades más prestigiosas en ese ámbito y, por lo tanto, muy costosa. Hasta hoy, Carol sigue pagando el préstamo que obtuvo para sacar su carrera, pero asegura que ha valido la pena porque le ha ayudado mucho en su trayectoria profesional.
Finalmente, esta mercadóloga llegó a Telemundo Atlanta donde se desempeña como la directora de Mercadeo.
“Me identifico tanto con la comunidad latina aquí en Atlanta. En Miami somos muchos hispanos, pero Atlanta es un mundo diferente, hay mucha discriminación”, describe. En ese contexto es que Carol ha hecho la diferencia con su trabajo, en particular a través de la campaña por la cual ganó un Emmy.
Todos Somos Héroes, un tributo al migrante latino
Todos Somos Héroes es el nombre de la iniciativa que cada octubre, mes de la Herencia Hispana, presenta la cadena Telemundo. En Atlanta, es a Carol a la que le ha tocado dirigir durante tres años esa campaña que premia y retrata a seis migrantes latinos destacados en sus comunidades. “No son dueños de compañías o de dinero, no son alcaldes, son personas ejemplares, como un mexicano que rescató a sus vecinas de un incendio en su casa”, ejemplifica.
Carol se metió de cabeza en la creación del show de una hora: contactó y seleccionó a las personas galardonadas, grabó las entrevistas, hizo guiones, estuvo involucrada en cada parte del proceso. Fueron seis los escogidos: héroe juvenil, héroe de la comunidad, héroe educador, héroe ángel de la guarda, héroe campeón luchador, héroe modelo a seguir.
“Este trabajo me da la oportunidad de conocer a tanta gente todos los días, tanta gente que llega a este país de cero, que se cruza la frontera, que no tiene nada, que viven con el miedo que los van a agarrar (las autoridades migratorias) todos los días. Ahí te conectas con tu historia, parecida a la que yo viví de niña. Me encanta lo que hago porque digo, ‘nadie sabe la vida del inmigrante hasta que tú eres uno’”, reflexiona.
El premio
La recompensa por toda la dedicación puesta en la campaña fue un galardón otorgado en abril de este año por SouthEast Emmy Awards en la categoría Histórico/ Cultural en contenido de formato largo. El año anterior había sido nominada, pero no había ganado. Esta vez se llevó la estatuilla. Y Carol no podía estar más orgullosa.
“Me sentí muy feliz, más por mis papás, no por mí, por ellos. Yo quería que ellos se sintieran orgullosos, (habiendo) pasado tantas cosas en este país, te sientes realizada. Siempre que hablo de mis papás me sacude un poquito y siempre se lo digo a otras familias inmigrantes que me cuentan de sus logros, yo me identifico con eso”, dice, entre pequeños sollozos.
Para Carol, además, este Emmy es doblemente especial porque reconoce el trabajo que ella realiza con la comunidad latina migrante en Estados Unidos, conociéndola, retratándola, celebrándola.
La conexión con Nicaragua
No volvió a Nicaragua sino hasta 18 años después de haber salido, pero se reconectó de inmediato. “Fue como volver a conocer mi país, esas calles que se miraban tan grandes cuando era niña y luego ya de adulta las miraba como en escala tan pequeñita”, cuenta.
Su última visita fue hace nueve años, cuando llegó con su hijo mayor en plan turístico, para que él conociera sus raíces. “Sentí que me conecté de nuevo y de una forma diferente, ahora con mi hijo, siempre hay como una nostalgia”, asegura. El sentimiento aflora cuando escucha música nicaragüense o los cantos de La Purísima, sonidos que provocan el anhelo de volver a esas callecitas de Jinotega.
Como muchos migrantes, Carol a veces siente que “no es de allá, pero de acá tampoco”. Sin embargo, ganan el orgullo y la pertenencia que, además, les inculca a su hijo de 20 y su niña de seis años, a los que les resalta la importancia de hablar español.
“Yo a veces siento que soy de Miami, pero cuando veo cosas de Nicaragua, me digo, ‘de ahí es de donde somos’, y entiendo el sentimiento de mis papás, porque ellos siempre se quieren jubilar allá, quieren tanto su país, porque nacieron, crecieron, era el mundo de ellos y se los quitaron”.
Ese es otro sentimiento que comparte con quienes salieron de sus lugares de origen forzados por la falta de condiciones para vivir dignamente. “A Nicaragua a nosotros nos lo han arrebatado, no nos fuimos porque quisimos, sino que nos tocó irnos”, afirma. “Es triste que no tenemos el derecho de decidir regresar a nuestro país, porque no progresa o porque el Gobierno no es justo”.
La migración de hoy
Como nicaragüense en Estados Unidos que además trabaja para un medio de comunicación cuya principal audiencia es la hispana migrante, Carol sigue de cerca y ve con preocupación la actual crisis migratoria que vive el país, con la llegada masiva de migrantes de diferentes países, incluido Nicaragua, y la respuesta gubernamental y por parte de la sociedad a esta situación.
Estados Unidos se está volviendo difícil para los migrantes, para conseguir papeles o regularizarse. “El racismo se ha disparado mucho estos últimos años, siempre ha existido, pero se ha disparado, es muy triste que te identifican como algo malo, a veces dicen, ‘tú eres de Nicaragua’, como si fuera algo negativo, (hay) discriminación hacia el latino, hacia el centroamericano”, comenta.
También le entristece la masiva salida de nicaragüenses en los últimos años, producto de la crisis política y económica que sigue sin resolverse en Nicaragua.
“Tengo amigas que estudiaron conmigo en Miami y decidieron irse a vivir a Nicaragua de adultas, y con lo de 2018 les tocó regresar (a Estados Unidos). Una amiga me dice que la historia de su padre se está repitiendo en ella. Primero su padre salió con ella y ahora ella sale con sus hijos. Es lo más triste”, lamenta. “Pensábamos que todo iba a mejorar, pero (Nicaragua) está de nuevo como era en la época de mis padres”, agrega.
Desde su trabajo, Carol quiere seguir haciendo la diferencia, destacando y apoyando a su comunidad desde su posición laboral. Lo hace desde un nivel de empatía que solo puede alcanzarse al vivir sucesos muy parecidos. "Al final del día no importa cuántas horas yo pueda trabajar, yo me llevo algo conmigo, hacer la diferencia en la vida de una persona”, asegura.