5 de noviembre 2023
Orna y Bella, dos mujeres miskitas originarias de la Costa Caribe Norte de Nicaragua, emigraron a Costa Rica con un objetivo claro: mejorar sus vidas y las de sus familias. Ambas viven en Lomas del Río, un precario de Pavas, distrito de la capital San José, donde se han asentado decenas de miskitos que, al igual que ellas, han llegado en años recientes con casi nada. Huyen de la pobreza, de los desastres provocados por el cambio climático y del despojo violento de sus tierras.
Orna Julios Abraham dejó Nicaragua por la violencia doméstica. "Vine a Costa Rica porque tenía una pareja abusiva. Teníamos hijos que mantener y en Nicaragua no tenía oportunidades de trabajo", explica en lenguaje miskitu.
Bella Figueroa Gutiérrez se exilió en 2018 por la creciente inseguridad en Nicaragua. "Tomé la decisión de venir a Costa Rica debido a la situación sociopolítica en mi país. La inseguridad se había vuelto abrumadora y temía por mi seguridad cada vez que salía a las calles", relata.
Ninguna de las dos mujeres tenía familia o conocidos en Costa Rica. Sin embargo, habían oído que otros miskitos vivían en San José, en lugares como Alajuelita, La Carpio y Pavas.
Orna y Bella decidieron emprender para obtener ingresos y mantener viva la esperanza de integrarse dignamente en Costa Rica.
Panes y repostería con sabor miskito en Costa Rica
Orna es originaria del territorio indígena de Karawala, en la desembocadura del Río Grande. Allí se dedicaba a las labores del hogar y dependía económicamente de su expareja. Al llegar a Costa Rica, su espíritu resiliente la impulsó a buscar oportunidades por cuenta propia.
Ante la falta de empleo, Orna comenzó a preparar productos tradicionales miskitos como el pan de coco, el queque de harina de maíz y el queque de yuca. Los olores que salen de su cocina a base de leña, improvisada justo frente a su casa, han llamado la atención de los vecinos.
"A pesar de ser nicaragüenses, nunca habían probado el queque de masa, ya que están acostumbrados a otros tipos de pasteles. Cuando cocino en la fogata, las personas se acercan, preguntan qué estoy haciendo y les ofrezco el pan de coco, los queques de masa y la yuca, ¡les han encantado!", cuenta con orgullo.
Una de las limitaciones que Orna ha enfrentado al emigrar es la barrera del idioma, pues habla poco español y nunca antes había salido de su territorio. "Donde vivo, son pocos los que hablan miskito. Entiendo algunas palabras (en español), pero me cuesta responder. Aprendo cuando escucho a las personas hablar", comenta.
La comunidad que le rodea ha sido de gran ayuda en su proceso de adaptación. Jahaira Salomón, otra miskita que llegó hace cinco años a Costa Rica, le ha ayudado a mejorar su español. "Ella está aprendiendo rápidamente el idioma, ya sabe ofrecer los productos, cobrar en colones y mantener conversaciones con las personas", cuenta Jahaira.
Orna cree en el potencial de su pequeño emprendimiento, pero enfrenta grandes desafíos. Su capacidad de producción se ve limitada por la falta de dinero y a menudo debe ofrecer sus productos fiados a los clientes. Aspira a mejorar su cocina, ya que se moja cuando llueve y es incómoda en días ventosos. "Lo que necesito es capital para poder sostener mi negocio", explica.
A pesar de los obstáculos, Orna está decidida a mantener viva la tradición culinaria miskita en Costa Rica y salir adelante con la venta de sus panes y reposterías. "Prefiero estar aquí en Costa Rica y quiero hacer crecer mi panadería", menciona.
Una estilista miskita nicaragüense en Pavas
Bella es originaria de Wiwinak, una comunidad de Waspam, municipio de la Región Autónoma de la Costa Caribe Norte en Nicaragua. En Nicaragua, se preparó como estilista de profesión y desde su llegada a Costa Rica ha trabajado en barberías y salones de belleza. Su adaptación a Costa Rica no estuvo exenta de desafíos, ya que Bella es una mujer trans que enfrenta cuestionamientos y discriminación por su identidad de género.
"Mucha gente me ha acosado debido a mi preferencia y también por mi identidad, ya que hay mucha discriminación. Además, he enfrentado el racismo", comparte.
Bella logró montar su salón de belleza en Pavas. Comenzó como conserje en una barbería y luego se convirtió en asistente de belleza. Su personalidad y la calidad de su trabajo atrajeron a numerosos clientes, por lo que el dueño le traspasó las principales responsabilidades del negocio. Desde entonces, ha invertido en mejorar el espacio y ha convertido la barbería en un cotizado salón de belleza. "Ahora el salón está a mi nombre, yo pago el alquiler y he mejorado la infraestructura del lugar", cuenta con satisfacción.
La estilista ha expandido sus servicios y su clientela y ha alcanzado cierta estabilidad económica. "Recuerdo cuando comencé, no tenía un espejo grande, ni una silla cómoda, ni un mobiliario adecuado, pero con esfuerzo lo he logrado", relata.
Después de cuatro años en Pavas, Bella se ha ganado el reconocimiento de la comunidad y ha establecido una clientela fiel. "Tengo muchos clientes que me respetan y me recomiendan en el barrio", dice.
Anhela seguir estudiando y perfeccionando sus conocimientos en su profesión. "Quiero un salón de belleza con propósito, que me permita prosperar y que otras personas prosperen conmigo- afirma-. Deseo que todos en mi comunidad puedan salir adelante y que Costa Rica nos permita alcanzar las metas que nos trajeron hasta aquí".