3 de noviembre 2024
Los migrantes que logran cruzar el Tapón del Darién, siguen a través de un “corredor humanitario” en Centroamérica, donde los gobiernos parecen “pasarse la bola”, para deshacerse de ellos lo más pronto posible. Tras la muerte en la selva, sigue la xenofobia, el trato inhumano y un sistema en el que muchos buscan lucrarse de ellos, en ruta hacia un “sueño americano” en Estados Unidos, que también les ha cerrado las puertas. Un equipo de Nicas Migrantes, de CONFIDENCIAL, siguió a un grupo de migrantes a través de Costa Rica, Nicaragua y Honduras, en una travesía donde abundan el oportunismo y la indolencia, para quitarles hasta el último dólar de los pocos que llevan.
La cita con la muerte en el Darién
“¡Necesitamos ayuda para rescatar a un muchacho aquí, en el Darién! Se llama Arman Miguel, ecuatoriano, de Santo Domingo”, fue el grito de súplica de José Luis González, un migrante venezolano que, en su periplo a Estados Unidos, encontró a ese hombre en condiciones críticas, abandonado en la región del Darién, un área selvática y pantanosa, transitada por los migrantes.
González grabó un video de las condiciones de Arman y su cédula de identidad, con la esperanza de contactar a los familiares del ecuatoriano para que lo rescataran. Pero Arman falleció en la selva al día siguiente.
Para González, esa fue solo una de las muchas tragedias que fue dejando atrás en una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo: de sur a norte del continente americano atravesando el Darién. Esta barrera natural entre Panamá y Colombia se ha convertido en un corredor mortal para migrantes de toda América Latina y otros continentes que huyen de la pobreza, la violencia y la falta de oportunidades en sus países de origen.
Un equipo de Nicas Migrantes de CONFIDENCIAL contactó a González en la frontera sur de Costa Rica, a inicios de octubre de 2024, cuando el migrante empezaba su paso por Centroamérica. Fue uno de varios que accedieron a ser entrevistados y a mantener comunicación durante la ruta por el istmo, para documentar lo que viven decenas de miles de personas que, como ellos, recorren por tierra miles de kilómetros para llegar a Estados Unidos donde anhelan tener una mejor vida. Este reportaje detalla el paso de los migrantes a través de Costa Rica, Nicaragua y Honduras.
González pide difundir el video de Arman para que sus familiares reciban la noticia, aunque no se distinguen con claridad su nombre completo ni datos.
Menos migrantes cruzan la selva, pero flujo no cesa
En los últimos años, Estados Unidos ha registrado cantidades sin precedentes de migrantes que llegan a su frontera sur para pedir asilo. En 2023 la cifra récord fue de más de 2.4 millones de migrantes, incluyendo los cientos de miles que llegaron desde el Darién.
Ante esa realidad, desde junio de 2024, Estados Unidos restringe drásticamente las solicitudes de asilo que recibe en la frontera con México. Además, las autoridades estadounidenses acordaron con las panameñas el establecimiento de vuelos para deportar desde el país canalero a migrantes en ruta hacia EE. UU.
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personas cruzaron el Darién en 2023, triplicando las 133 000 de 2022, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Entre enero y octubre de 2024, Migración de Panamá reportó 264 496 ingresos irregulares, a través de la selva del Darién, lo que representa un 36% menos que en el mismo periodo de 2023, cuando se registraron 410 962.
Manuel Orozco, investigador nicaragüense y director de Migración, Remesas y Desarrollo de Diálogo Interamericano, atribuye esta disminución a las medidas restrictivas de los países y a una menor cantidad de jóvenes en condiciones de emprender el viaje desde su país de origen.
El corredor humanitario entre Panamá y Costa Rica
No hay tiempo para descansar. Al llegar a Bajo Chiquito, el primer pueblo panameño después de la selva, José Luis González empieza de inmediato su recorrido por el istmo centroamericano. Las autoridades le indican que pague 60 dólares para tomar un autobús hacia Costa Rica. En ese punto, abordará otro autobús para dirigirse a la frontera con Nicaragua.
El llamado “corredor humanitario” de Panamá y Costa Rica busca organizar y controlar el fuerte flujo migratorio, transportando a las personas migrantes desde Panamá hasta la frontera con Nicaragua en una suerte de tramo exprés.
En Paso Canoas, frontera sur de Costa Rica, González cuenta cómo fue la travesía hasta ese punto. “Llevo casi 16 horas viajando. Salimos a las tres de la tarde de Panamá y llegamos a las seis o siete de la mañana aquí (Paso Canoas), donde ahora me piden otros 30 dólares para seguir usando este servicio”, comenta González, refiriéndose a la logística implementada a partir de octubre de 2023 por los Gobiernos de Costa Rica y Panamá.
En Paso Canoas se ubica el Centro de Atención Temporal para Migrantes (CATEM), donde las personas migrantes cambian de autobús. Cada día, cerca de mil personas, en su mayoría venezolanas, pasan por el CATEM.
José Pablo Vindas, coordinador de la Región Brunca de la Policía Profesional de Migración en Paso Canoas, explica que la colaboración entre Panamá y Costa Rica permite recibir los autobuses desde el Darién de manera más estructurada, facilitando el registro y control de los flujos migratorios. “Antes, teníamos que buscar a los migrantes en las calles o en las terminales de buses, pero ahora, con más controles, podemos recolectar datos de manera más precisa”, señala Vindas.
Antes de que los migrantes lleguen a Paso Canoas, las autoridades de Panamá comparten con las de Costa Rica las listas de los migrantes y los autobuses, para verificar sus datos judiciales y policiales.
“Recibimos la lista desde el día anterior, lo que nos permite filtrar en nuestros sistemas y detectar si hay personas con antecedentes judiciales o con órdenes de captura internacional”, añade Vindas.Según la Dirección de Migración y Extranjería de Costa Rica, desde la creación del corredor humanitario, en octubre de 2023 hasta el 30 de octubre de 2024, han ingresado al CATEM 418 500 personas migrantes en tránsito. En lo que va de 2024 pasaron 274 502 personas, el 69% de ellas de nacionalidad venezolana.
Gobiernos centroamericanos “se bolean” a migrantes
Dentro del CATEM de Paso Canoas, las autoridades costarricenses brindan ayuda humanitaria a los migrantes, en coordinación con organizaciones no gubernamentales y agencias de la ONU.
“Aquí se ofrece asistencia médica, atención psicológica y otros servicios, pero la prioridad para los migrantes es la movilidad. A veces rechazan asistencia porque lo único que quieren es continuar su viaje”, menciona Vindas, destacando el reto de equilibrar la respuesta humanitaria con el control migratorio y la premura con la que mueven a los grupos de migrantes.
Sin embargo, organizaciones defensoras de derechos de personas migrantes, como el Servicio Jesuita para el Migrante (SJM) en Costa Rica, cuestionan el enfoque y la prioridad de las autoridades.
Roy Arias, coordinador de Fronteras del Servicio Jesuita para Migrantes (SJM) en Paso Canoas, critica que el proceso parece ser más una dinámica de los Gobiernos de “pasar la bola” que un esfuerzo real por atender sus necesidades.
Roy Arias
Coordinador de Fronteras del Servicio Jesuita para Migrantes, en Paso Canoas
Muchos migrantes llegan (del Darién a Paso Canoas) enfermos o traumatizados, y no se les da el tiempo necesario para recuperarse antes de seguir su trayecto”
El coordinador de esta oenegé para migrantes, critica que “el corredor se gestiona con criterios policiales y militares, y no humanitarios, de recibir a las personas y decirles: ‘Acaban de llegar aquí, tienen que irse’”. Para Arias, esta política deja a los migrantes más vulnerables ante la explotación y el abuso de personas inescrupulosas.
En el CATEM, González, junto a otros migrantes venezolanos como Wuider Gallardo y Jeampier Vargas, hacen cuentas para decidir si continuar su viaje hacia Nicaragua. No todos tienen los 30 dólares que cuesta el pasaje.
“Vamos en grupos y si uno no se va, no nos vamos el resto”, comenta Vargas, quien viaja con cinco adultos y tres niños. Gallardo, por su parte, está con su esposa, dos hijos, su cuñada y un amigo. Llegaron el día anterior, pero no tenían suficiente dinero para los boletos, y se quedaron durmiendo en el CATEM.
Al día siguiente, Gallardo retiró dinero enviado por sus familiares, a través de una agencia de envíos ubicada en el CATEM, y pudo comprar los boletos. Se registraron para el bus de las 9:10 a.m.
González y parte del grupo de Vargas obtuvieron “pases de cortesía” que se distribuyen dos veces a la semana. “Tenemos varios métodos para que las personas avancen”, señala Vindas. “Uno es a través de los ‘tiquetes de cortesía’, otro mediante las empresas de transporte que donan dos viajes por semana a los migrantes y, en ocasiones, cuando hay demasiada gente, la Policía de Migración usa sus propios autobuses, aunque no es siempre posible”, agrega el oficial de Migración de Paso Canoas.
“Corredor humanitario”: Un viaje pagado por los migrantes
“A nosotros nos hicieron una excepción, porque no teníamos los 30 dólares para pagar el pasaje, y nos dijeron que nos iban a ubicar ahí, sentaditos en el pasillito”, comenta González, quien viajó con una persona adulta mayor y cinco más, todos en el piso del bus durante las diez horas que duró el trayecto.
Según Arias, del Servicio Jesuita para Migrantes, los autobuses del corredor humanitario tienen serias deficiencias y carecen de condiciones adecuadas para largos trayectos. “Se hizo ver que el mecanismo es financiado por los Gobiernos, pero son concesionarias privadas las que dan el servicio, y son los mismos migrantes quienes lo pagan con sus recursos”, destaca.
El Gobierno costarricense ha delegado la operación de los autobuses a estas concesionarias, generando preocupación sobre la protección y atención adecuada para los migrantes. La falta de supervisión los expone a abusos y explotación, “agravando su vulnerabilidad”, dice el defensor del SJM.
Los migrantes recorren 461 kilómetros entre Paso Canoas y Los Chiles, con dos paradas: una en Uvita, Puntarenas, a 135 km de Paso Canoas, y otra en Orotina, Alajuela, a 303 km. // Foto: Servicio Jesuita para el Migrante.
El equipo de Nicas Migrantes de CONFIDENCIAL dio seguimiento en ruta a uno de los buses y constató que, durante el trayecto, hizo dos paradas en que los migrantes usaron servicios sanitarios y compraron comida. Algunos conductores les indican a los viajeros dónde pasar la noche, pero Arias señala que no todos lo hacen de buena fe.
“Los migrantes reciben indicaciones engañosas de los conductores, que colaboran con grupos que buscan lucrarse a costa de su situación”, advierte Arias.
Tras 13 horas de viaje, González y Vargas llegaron a Los Chiles, poblado fronterizo con Nicaragua, donde fueron inmediatamente abordados por propietarios de hospedajes que los trasladaron en camionetas o microbuses. Entre ellos también había traficantes de migrantes, según Sofía Donzón, directora de la organización Manos Amigas, que ofrece alimentos a los migrantes en tránsito en la terminal de Los Chiles.
“En Costa Rica hay un trato de verdad, bien, de maravilla”, agradece González, pero lo interrumpe Vargas: “Pues nos pusieron el transporte porque ya no quieren que nosotros trabajemos, porque ya no nos quieren ver, ya no puede trabajar uno, porque a mí me habían dicho que en Costa Rica podía uno hacer la platica y así va uno avanzando. Ahora ya no, toca de una vez irnos”, se queja.
Para finales de 2022, antes del “corredor humanitario”, decenas de venezolanos empezaron a deambular por San José y otras ciudades costarricenses. Muchos venezolanos varados en Costa Rica denunciaron el cobro de 150 dólares que exigía la Administración de Daniel Ortega en Nicaragua, como un supuesto “salvoconducto”, y no contar con el dinero les impedía avanzar.
En redes sociales surgieron comentarios xenófobos y quejas sobre la indigencia de los migrantes venezolanos varados en Costa Rica, que buscaban trabajos temporales o vendían en los semáforos. Según las autoridades, también hubo un repunte de delincuencia en algunas zonas de la capital relacionado con la presencia de migrantes. Hoy son pocos los venezolanos que se ven en las calles.
Nicaragua: un agujero negro en el tránsito migratorio
Tras pasar la noche a la intemperie, Vargas, González y Gallardo se apresuran a continuar su viaje hacia Nicaragua, un país sin plan oficial de manejo ni asistencia humanitaria para los migrantes.
“Entrar a Nicaragua es como entrar en un agujero negro, donde la situación se pierde por completo”, comenta Arias, del SJM. “Quedan a merced de una dictadura y de los ‘negocios’ de la familia Ortega-Murillo, además de las redes corruptas en el Ejército y la Policía”. En Nicaragua no hay apoyo ni estadísticas sobre el flujo migratorio, pese a que el país también es ruta de paso para migrantes de países africanos que siguen llegando por el Aeropuerto Internacional, pese a las sanciones de la Administración estadounidense.
Vargas relata que les impidieron cruzar por el puesto migratorio oficial nicaragüense y, en su lugar, funcionarios uniformados los dirigieron a un punto irregular de cruce de migrantes llamado “Los Naranjales”.
Al llegar a Nicaragua, encontraron taxis que ofrecían llevarlos a la terminal por dos dólares, por un viaje de menos de 15 minutos. “Nos paró el Ejército de Nicaragua, revisaron nuestros documentos y nos dejaron continuar”, menciona Gallardo.
CONFIDENCIAL y otros medios nicaragüenses han confirmado, gracias a varios testimonios, que muchos migrantes han pagado 150 dólares exigidos por las autoridades nicas como un supuesto salvoconducto para moverse por el país, aunque este cobro no es oficial. Sin embargo, a los venezolanos que mantuvieron contacto con este medio para este reportaje, aunque fueron abordados por militares y oficiales nicaragüenses, no les exigieron ese pago.
“A los venezolanos no les han cobrado el salvoconducto desde hace casi dos años, pero a migrantes de otros países sí. Por eso muchos bordean la frontera para cruzar en la noche”, dice Donzón, de Manos Amigas.
El trayecto por Nicaragua fue incierto y lleno de obstáculos. En San Carlos, los migrantes pagaron 50 dólares para viajar desde la terminal La Rotonda hasta la frontera con Honduras. No hay una logística para atenderles, pese a la presencia policial. Las personas migrantes quedan en manos de los transportistas y la buena voluntad de ciudadanos que les regalan algunos artículos para el viaje.
Durante el cruce por Nicaragua, el bus no realizó la parada prometida para descansar y, tras una avería, quedaron varados bajo la lluvia por horas. “A medianoche estábamos en la autopista esperando un transbordo”, relata Gallardo. Finalmente, viajaron de pie el resto del trayecto, a pesar de haber pagado el pasaje completo.
“No es justo; nos metieron en un bus para 50 personas con casi el doble de pasajeros”, comenta Vargas. Tras 17 agotadoras horas, todos llegaron a Las Manos, la frontera con Honduras, excepto González, quien se quedó en Nicaragua y no logró avanzar ese día.
Asistencia a migrantes en Honduras
Al llegar a Danlí, ciudad fronteriza, González, Vargas y Gallardo fueron recibidos en el Centro de Atención al Migrante Irregular (CAMI) Francisco Paz, donde recibieron “alimentación, alojamiento por una noche y asistencia médica, para continuar su viaje al día siguiente”, según explica el inspector Gustavo Cárcamo. Además, el CAMI les otorgó un permiso de tránsito gratuito por cinco días para moverse legalmente por el país. Cárcamo aclara que, si los migrantes exceden este tiempo, incurren en una infracción migratoria, aunque pueden solicitar hasta dos días adicionales en casos especiales.
Tras recibir asistencia humanitaria en Honduras, González, Vargas y Gallardo pagaron 40 dólares para avanzar hacia Guatemala en buses coordinados por el Gobierno.
Además del CAMI, Médicos Sin Fronteras ofrece atención médica a los migrantes en tránsito, tratando problemas respiratorios, de piel y gastrointestinales. Según Elissa Ríos, responsable de las clínicas móviles, también brindan apoyo a sobrevivientes de violencia sexual, atendiendo de cinco a siete casos diarios, muchos ocurridos en la selva del Darién y, en “Los Naranjales” en Nicaragua. Recientemente, ha incrementado los casos que atienden de hombres víctimas de violencia sexual.
González ingresó a Honduras dos días después que Vargas y Gallardo. Pasó la noche en el CAMI y continuó su viaje hacia Guatemala al día siguiente. Según el Instituto Nacional de Migración (INM), alrededor de 300 000 migrantes irregulares cruzaron de Nicaragua a Honduras entre el 1 de enero y el 7 de octubre de 2024.
González salió en un bus desde el CAMI en Danlí hacia Agua Caliente, el puesto fronterizo de Honduras con Guatemala, en un trayecto de 12 horas. “Este viaje no me resultó tan agotador, ya que tuve la suerte de dormir en una cama en Honduras y no viajar incómodo como en las rutas anteriores”, comentó.
Cerca del lugar existen organizaciones de ayuda humanitaria que asisten a los migrantes en tránsito. En Ciudad de Guatemala pagan un transporte, tipo excursión, que los lleva hasta Tapachula por 40 dólares. “Nos recogen en un centro comercial y de ahí nos dejan justo en Chiapas”, menciona Gallardo.
México: Un peligroso “cuello de botella”
México es otro de los grandes desafíos para las personas migrantes. Muchos no logran avanzar debido a tantos peligros como robos, extorsión o el secuestro, señala Arias, del SJM.
Tapachula, en particular, es un punto crítico, donde miles de personas quedan atrapadas sin poder avanzar hacia el norte ni regresar al sur. La política migratoria de México, calificada como “brutal” por Arias, ha convertido a esta zona en un verdadero cuello de botella.
Una semana después de haber cruzado la selva del Darién, González, Gallardo y Vargas se encontraron en un centro de migrantes en Tapachula, temiendo ser deportados o víctimas del narcotráfico. González y Vargas trabajan actualmente de manera irregular en obras de construcción, mientras Gallardo ha intentado salir de Chiapas, pero ha sido detenido, tanto por los carteles como por la Policía migratoria mexicana. “Hemos tenido que pagar más de mil dólares solo para intentar salir de este Estado”, agrega.
Mientras buscan los medios económicos para seguir recorriendo México y evitan caer en manos del narcotráfico o ser deportados, los migrantes enfrentan una barrera más en el último tramo hacia Estados Unidos: las restricciones impuestas por ese país sobre las solicitudes de asilo que tramitan por día, que implicaría quedar varados a un paso de su “sueño americano”. El futuro de los tres es incierto, pero mantienen la esperanza de que su arriesgada travesía valdrá la pena.
*Con la colaboración de Juan Daniel Treminio y Jairo Videa, en Danlí, Honduras. La cobertura dentro de Nicaragua no fue posible porque el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha criminalizado la labor periodística y mantiene un estado policial de facto desde septiembre de 2018.