4 de marzo 2022
“Nohelia”, de 49 años, apaga las luces de su casa en Managua, para intentar despistar a los policías orteguistas que la vigilan afuera de su vivienda. “Francisco”, de 45, espera el instante para salir de su casa, en Chontales, sin que vayan a perseguirlo. “Víctor”, de 42, respira profundo para controlar la impotencia que le causan los sujetos que lo fotografían en el umbral de su casa, también en la capital. Y “Fabio”, de 26, se despidió de su familia –resignado y sigiloso– en una terminal de buses de León, en el occidente de Nicaragua, para no ser arrestado.
Los cuatro son nicaragüenses que viven bajo el asedio permanente de policías y paramilitares del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, porque en 2018 se unieron al estallido social para demandar justicia, libertad y democracia, durante la llamada Rebelión de Abril. Lloraron y gritaron por los asesinatos. Hicieron huelga de hambre en las iglesias para reclamar por los presos políticos. Los desalojaron de plazas públicas. Los siguieron hasta sus viviendas. Los investigaron y así se convirtieron en objetivos de la persecución orteguista, que recrudeció en 2021, con la cacería política que elevó a más de 170 el número de presos políticos en una Nicaragua donde más de 300 asesinados entre abril y septiembre de 2018 continúan sin recibir justicia.
Ahora, ellos mismos son víctimas del asedio policial y paramilitar, impuesto desde septiembre de 2018, y viven encerrados en sus casas y prácticamente silenciados en todas las redes sociales. Sin embargo, relatan en primera persona a CONFIDENCIAL cómo enfrentan día a día el asedio, usando los seudónimos de “Nohelia”, “Francisco”, “Víctor” y “Fabio” para evitar peores represalias del régimen.
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jornadas de asedio policial y paramilitar ocurrieron entre mayo y diciembre de 2021, según datos del Monitoreo Azul y Blanco, un equipo interdisciplinario que registra las violaciones a los derechos humanos en Nicaragua.
Objetivos del asedio orteguista
Opositores, activistas, defensores de derechos humanos, excarcelados políticos y familiares de presos políticos, líderes de movimientos sociales o políticos, periodistas y empresarios, son los más asediados por la persecución política.
Formas de asedio político
Algunas de las formas de asedio reportadas son vigilancia, hostigamiento, investigación policial o paramilitar, intromisión a la privacidad, detenciones, allanamientos o citas injustificadas de parte de delegaciones y entidades del régimen.
“Nohelia”, madre de un excarcelado político: “Mi vida está paralizada”
Exigir la libertad de los presos políticos la ubicó en la mira de los fanáticos del gobernante Frente Sandinista y la Policía, el principal brazo represor del orteguismo. Ahora, ella está prisionera en su propia casa
En 2018, como muchas familias, nosotros salimos a protestar con la bandera azul y blanco. El diciembre, la Policía llegó a sacar a mi hijo de su trabajo y se lo llevaron secuestrado. Desde ese momento fui a buscar qué hacer por él: pagué dos abogados, reuní evidencias. Pero no me recibían nada. Nadie me escuchaba. Y me di cuenta que mi hijo era un preso político. No tenía más que hacer que alzar mi voz, y así comenzó mi lucha y mi tormento.
En julio de 2019 andábamos muchas madres desesperadas porque había terminado el plazo que establecieron en el Diálogo Nacional (de marzo de ese año) para la liberación de los presos políticos y nuestros hijos quedaron en las mazmorras. Entonces fundamos la Asociación de Familiares de Presos Políticos (AFPP), éramos como 30, y empezamos una lucha desigual. Hicimos huelga de hambre, recorrimos las calles de Managua exigiendo la liberación de nuestros hijos, fuimos a la Asamblea Nacional, a la Comisión de la Verdad, buscamos diferentes alternativas.
Después de tanto andar, logramos la liberación de 91 presos políticos, entre ellos mi hijo, pero quedaron muchos y me sentí con el compromiso de seguir.
Cuando mi hijo fue excarcelado, la Policía empezó a darle persecución; entonces, él se apartó completamente de todo, pero no lo dejaron tener paz. Puso una venta de pollos asados y ahí llegaba la patrulla, después puso un tramo para vender ropa usada e igual. Todo el tiempo lo andaban siguiendo, hasta que lo detuvieron y lo llevaron al distrito policial. Ahí la comisionada le dijo: “Si te vuelven a traer, no voy a poder dejarte ir”. En otras palabras, le dijo andate. Así mi hijo emprendió su viaje a México y ahora está en Estados Unidos.
El 8 de marzo de 2020 me llamó un grupo de feministas porque querían entregarme un reconocimiento. Pero cuando iba saliendo de mi casa estaban patrullas de la Policía junto con una camioneta del secretario político del FSLN y el hombre empezó a ordenarle a los oficiales que no me dejaran salir. Desde ese día, a las 6:00 a. m., la Policía no ha dejado de venir un solo día.
La patrulla viene en la madrugada, aquí amanece, y últimamente se van hasta las 3:00 p. m. Yo pensaba que me asediaban porque estaba en la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD), pero fui expulsada hace algún tiempo y la Policía continúa viniendo.
El 31 de diciembre de 2020, a las 4:00 a. m., la Policía entró a mi casa. No hubo agresividad, pero revisaron todo, todo, hasta la refrigeradora abrieron y le tomaron fotos. Al final del allanamiento se me acercó el comisionado.
—Tengo tu número de teléfono— me dijo.
—¡Ah! Pero no me llama ¿Me está investigando?— le respondí.
—No, solo eso te digo— replicó él.
Desde entonces cambié de número de teléfono, cerré todas mis redes sociales, mantuve perfil bajo. Pero siempre sigo en la lucha.
Mucha gente se me ha apartado, no se arriman a la casa, hasta la familia. Ellos, en su momento, me decían ya salió tu hijo andate del país, te vamos ayudar. Pero yo necesito estar en mi casa, la Policía anda detrás de mí y sabe que estoy aquí, no puedo dejar que agarren a otro de mis hijos.
Debido al asedio mi vida está paralizada. A veces me duermo muy noche, me despierto tarde y ahí están los policías. Ya no puedo salir a ningún lado. Mi padre me dice: “Hija no te dejes ver, no los ajuches, no enciendas nada”. Total, ya nos hemos acostumbrado a estar así. En la casa solo hay vida después que ellos se van hasta la medianoche. Ya después todo el mundo va a dormir y encerrarse.
Mi economía decayó completamente, ya estoy en cero. Cuando mi hijo estaba preso pagué dos veces abogado, otro se me robó una moto, perdí todo, todo. Ya vendí las vitrinas del negocio, los maniquíes. Mi vida se paralizó. Solo mi esposo trabaja.
Mucha gente se me ha apartado, no se arriman a la casa, hasta la familia. Ellos, en su momento, me decían ya salió tu hijo andate del país, te vamos ayudar. Pero yo necesito estar en mi casa, la Policía anda detrás de mí y sabe que estoy aquí, no puedo dejar que agarren a otro de mis hijos.
Vivir asediada me llena de impotencia, de una sensación de indefensión, de todo. Algunas veces me desespero. Trato de agarrarme de la mano de Dios. Pero me siento desesperada y encachimbada. Yo sé que mi familia sufre por esto, yo lo puedo ver en sus ojos todos los días.
“Víctor”, padre de un asesinado en 2018: Vivimos pensando que “la Policía entrará en cualquier momento”
A “Víctor” le mataron a su hijo en 2018. Demanda justicia, verdad, reparación y no repetición, pero sufre asedio, persecución y amenazas, de parte de los mismos que asesinaron a su muchacho
Ahorita mismo se acaba de ir un motorizado que se parqueó durante un rato frente a mi casa. Quedó viendo unos minutos para adentro y después se retiró. Es lo mismo todos los días. Pienso que lo hacen para intimidarme, como diciendo: “Aquí estamos, te tenemos vigilado”.
Comenzaron a asediar a mi familia desde el asesinato de mi hijo, de eso ya han pasado 47 meses y siempre vienen paramilitares y policías a la casa, vienen para su cumpleaños, cada aniversario que cumple de fallecido, el día de los difuntos. Vienen a menudo.
La última vez que una patrulla policial se parqueó frente a mi casa fue en diciembre de 2021, pero los motorizados del Frente Sandinista pasan constantemente y yo sé que son ellos porque algunos son muy conocidos en la ciudad.
Cuando viene la patrulla policial, se quedan parqueados unos 15 minutos y hacen fotos de la casa. Me da la impresión que a veces ellos esperan que uno los provoque para entrar. Pero mi mamá, que vive cerca de acá, siempre me dice: “No les digas nada”, y ahí los dejamos que nos tomen fotos.
No puedo salir tranquilamente porque tengo ese temor de que me vayan a arrestar en cualquier momento. No sé para qué me buscan, pero cuando los policías están afuera de la casa yo evito salir. Cuando se van y tengo que salir de casa, siempre digo dónde voy y a qué hora planeo regresar.
Es frustrante para mí y para mi familia porque sabemos que ellos siempre están ahí vigilando, y lo único que podemos hacer es encomendarnos a Dios. Siempre ayuda rezar, pero debido al Estado de excepción en que vivimos tenemos que cuidarnos mejor. Aquí en este país sabemos que cuando salimos no es seguro que vayamos a regresar.
No puedo salir tranquilamente porque tengo ese temor de que me vayan a arrestar en cualquier momento. No sé para qué me buscan, pero cuando los policías están afuera de la casa yo evito salir. Cuando se van y tengo que salir de casa, siempre digo dónde voy y a qué hora planeo regresar.
Esta situación nos ha causado muchas discusiones con mis hijas, porque ellas son jóvenes y necesitan salir de la casa. A veces mi esposa y yo les decimos que no, que corren peligro y que no salgan solas. Ellas se molestan, como que no entienden el riesgo que corren o se les olvida y solo quieren salir a distraerse.
Vivir asediado es vivir con tensión, porque en cualquier momento puede pasarte algo, pensando en que la Policía puede entrar a la casa y una cosa psicológica que me mantiene alerta, pendiente de que las puertas estén cerradas.
“Francisco”, dirigente de la UNAB: “Toda la familia se siente amenazada”
Desde hace tres años vive bajo asedio. El hostigamiento es tan constante que algunas veces su familia tiende a normalizarlo
Soy asediado desde 2018, pero en septiembre de 2021 se intensificó. Desde entonces la Policía viene a diario a la casa, a veces lo reportamos y a veces no, porque no estamos todo el día en la casa.
En dos ocasiones me han capturado, golpeado y llevado al comando de la Policía para sentenciarme de que no puedo seguir haciendo reuniones con la sociedad civil porque eso no está permitido por el régimen.
Al comienzo del asedio llegaban y se apostaban frente a mi casa, como que iban a agarrar a Osama bin Laden. Ahí permanecían tres horas asediando y después se retiraban. Ahora solo llega una patrulla, con seis o siete policías. Se parquean frente a la casa, toman fotos, y se quedan unos minutos.
Otras veces hacen como que están regulando el tráfico, ponen los conos justo al frente de mi casa y ahí se ponen a detener carros, motos. Es algo sistemático, casi diario.
Cuando ocurren eventos de índole política permanecen más tiempo frente a la casa. Nunca han entrado, simplemente están ahí tomando fotos y registrando quien entra y quién sale.
Nadie quiere estar bajo asedio; sin embargo, nosotros vamos a seguir denunciando las violaciones a los derechos humanos en Nicaragua, eso es lo que nos queda, tanto a nivel nacional como internacionalmente. Si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo va a ser?
Económicamente no me ha afectado tanto porque trabajo en un pedacito de tierra que tengo en una comunidad, pero emocionalmente sí. Mi niño, que tiene 16 años, mi señora, y toda la familia se siente amenazada. Nosotros nunca habíamos estado en este trajín de asedio, pero ahora parece que siempre vamos a estar en esa situación.
Hay días que vemos el asedio como algo normal, pero esto que hace el régimen con su guardia definitivamente ha tenido un efecto negativo en toda la sociedad. Hay mucha gente a la que le hablamos de organizarnos, de reunirnos, pero tienen temor y eso es lo que ha logrado Ortega con esto, tal vez no ha podido atemorizar a la gente involucrada directamente, pero a la población sí.
Nadie quiere estar bajo asedio; sin embargo, nosotros vamos a seguir denunciando las violaciones a los derechos humanos en Nicaragua, eso es lo que nos queda, tanto a nivel nacional como internacionalmente. Si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo va a ser?
“Fabio”, excarcelado político y exiliado: “Vivís con el miedo de que entre alguien y te puede matar”
Cárcel, torturas, persecución, asedio, amenazas y exilio han marcado la vida de “Fabio”, de 26 años. Su “delito” fue alzar la voz contra Ortega
Fui excarcelado el 19 de abril de 2019. Funcionarios del Sistema Penitenciario Nacional me llevaron a eso de las 7: 00 a. m. hasta mi casa en la ciudad de León. No habían pasado ni cinco horas cuando entré a mi perfil en Facebook y comencé a recibir amenazas de simpatizantes del Frente Sandinista de Liberación Nacional, donde me decían que iba a pagar por haber destruido el país, que era un delincuente.
No quería poner en riesgo a mi familia y un mes y medio después me fui de la casa. Entonces me trasladé al departamento de Managua, a una casa de seguridad, porque creía que al irme dejarían tranquila a mi familia. Pero, una patrulla de la Policía comenzó a llegar a la casa de mi madre, en León. Algunas veces llegaban a medianoche y en otras ocasiones lo hacían en el día.
La patrulla se parqueaba en la esquina de la casa y, cuando se iba, un motorizado se quedaba vigilando. También conocidos paramilitares de la ciudad pasaban con mucha frecuencia. Por lo que mi mamá y mis hermanas estaban atemorizadas y me pedían que no volviera a la casa.
Me dediqué a tiempo completo a exigir la liberación de todos los presos políticos, a través de la Unión de Presos Políticos de Nicaragua (UPPN). Apoyamos a las madres, participamos en piquetes y tratamos de hacer marchas con diferentes movimientos. En varias ocasiones fui víctima de persecución policial y me seguían llegando amenazas a través de las redes sociales.
Por casi dos años anduve de un lugar a otro, en casas de seguridad. Pero, el 13 de enero de 2021 decidí volver a León, porque no podía pagar el alquiler de una casa en Managua y muchas personas dejaron de apoyarme por temor al régimen.
En León no salía a la calle, no me asomaba a la puerta de la casa, me mantenía encerrado. Pero, con el transcurso de los días los vecinos se enteraron que había vuelto a la casa de mi madre y al poco tiempo se reactivó el patrullaje de los paramilitares, quienes pasaban tirando piedras a medianoche.
Mi mamá y mis hermanas me decían que no fuera a las actividades de la oposición porque me podían echar preso, se ponían a llorar al recordar todo lo que pasé cuando fui preso político. Al escucharlas trataba de detenerme un poco, pero como víctima, como excarcelado, siento el dolor que sienten los presos políticos, siento el dolor de las madres también.
Vivir así es horrible porque no vivís en paz, no dormís bien en la noche, sufrís insomnio, ansiedad, miedo, no te sentís seguro en ningún lugar. Es algo que no se lo deseo a nadie porque es como tener el infierno a la par, como que en cualquier momento puede entrar alguien y te puede matar.
El asedio se intensificó a partir de septiembre de 2021, para entonces las patrullas llegaban más seguido. En octubre, dos oficiales de la Policía entraron a la casa a preguntar por mí y la patrulla llegaba todos los días. En noviembre, el día de las votaciones, tuve dos patrullas en la entrada de mi casa, ese día mi mamá tenía que ir a trabajar y no la dejaron salir.
Vivir asediado y amenazado, es vivir con miedo, es vivir con el temor de que en cualquier momento te pueden lastimar a vos y a tu familia, o te pueden agarrar y desaparecer. Querés salir a un parque, pero no podés porque sentís que te están viendo, que alguien te va siguiendo o que en el lugar donde estés va a entrar la Policía a secuestrarte.
El 19 de noviembre, a las 3:00 p. m., estaba acostado en mi cama, descansando, cuando de pronto escuché que botan el portón de la casa. Me levanté en carrera y me fijé que eran policías. De ahí me sacaron a empujones hacia el fondo de la casa. A mi hermana, de 17 años, la jalaron del pelo y le gritaban: “Caminá chavala hijueputa”, y a mi otra hermanita, de nueve años, la sacaron del baño en calzoncito.
Dentro de la casa había alrededor de 30 oficiales y en la calle había cuatro patrullas y un montón de motos. Me sacaron, me tiraron a la cajuela de una patrulla y en el camino a la delegación policial me iban golpeando. Al llegar, me interrogaron dos veces y me tuvieron ahí hasta las 3:00 p. m., del día siguiente.
En ese momento mi familia me dijo que era mucho riesgo seguir en la casa y que me iban a sacar del país. Mi mamá con un tío, que está en España, prestaron dinero para sacarme de Nicaragua y a los siete días me vine a Costa Rica por veredas, sin pasaporte y solamente con mi cédula.
Vivir así es horrible porque no vivís en paz, no dormís bien en la noche, sufrís insomnio, ansiedad, miedo, no te sentís seguro en ningún lugar. Es algo que no se lo deseo a nadie porque es como tener el infierno a la par, como que en cualquier momento puede entrar alguien y te puede matar.
Nicaragüenses también viven asedio en la vía pública o en redes sociales
Siete de cada diez nicaragüenses consultados en sondeo de CONFIDENCIAL; revelan que han sido víctimas o tienen un familiar que ha sufrido asedio
La persecución política contra ciudadanos y opositores en Nicaragua es parte del estado policial de facto instaurado por el régimen de Daniel Ortega desde septiembre de 2018. Una situación que se agravó en 2021, en el contexto de la farsa electoral. Siete de cada diez nicaragüenses que respondieron un sondeo de CONFIDENCIAL, a través de redes sociales, aseguran que han sido víctimas de asedio y nueve de cada diez tiene un familiar o amigo que es hostigado.
En la consulta, que respondieron 34 personas: 24 contestaron que han sido víctimas directas de asedio u hostigamiento, y solo siete respondieron que no han sido víctimas directas, aunque la mayoría igual conoce un caso cercano.
Los lugares donde ocurre el asedio son variados. Los consultado podían señalar más de un espacio y 15 respondieron que en la vía pública, calles, paradas de autobús o similares; 15 dijeron que en las redes sociales; 14 señalaron que en sus casas de habitación; diez contestaron en espacios públicos, iglesias, templos, centros comerciales; ocho indicaron que en su lugar de trabajo; y cuatro respondieron que en otros ambientes no precisados.
Además, 28 de los participantes afirmaron que tienen un familiar, amistad o persona cercana que ha sufrido esta situación. Solamente una persona indicó que no conoce un caso cercano, pero que sí sabe que es una situación que existe en Nicaragua; y uno dijo que no ha sufrido asedio ni conoce un caso cercano.
A la pregunta “¿Qué tipo de hostigamiento o asedio ha sufrido, enfrentado o conocido?”, también con la posibilidad de indicar más de una opción: 21 personas respondieron vigilancia o investigación política; 16 contestaron seguimiento o persecución; 16 dijeron amenazas personales o en redes sociales; 13 indicaron agresiones físicas o verbales; nueve indicaron la opción otras; cinco respondieron allanamientos; cinco detenciones; cinco judicialización y criminalización y tres indicaron torturas y malos tratos.
Los autores del asedio político
Entre los consultados, 23 personas señalaron —como autores del asedio— a simpatizantes del Frente Sandinista; 22 dijeron agentes de la Policía uniformados o encubiertos; 16 indicaron que parapolicías o paramilitares; ocho respondieron entidades estatales como la Fiscalía General de la República, Ministerio de Gobernación, Dirección General de Aduanas o Dirección General de Ingreso, Ministerio de Salud, Ministerio de Educación, entre otros. Igualmente, tres señalaron a integrantes del Sistema Penitenciario, que administran las cárceles del país; dos identificaron a simpatizantes de otros partidos políticos aliados al Gobierno y uno señaló al Ejército de Nicaragua.
Opositores, activistas, defensores de derechos humanos, excarcelados políticos y familiares de presos políticos, líderes de movimientos sociales o políticos, periodistas y empresarios, son los más asediados por la persecución política del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua.
Entre las personas que respondieron el sondeo de CONFIDENCIAL: 24 se identificaron como opositores al Gobierno; cinco como defensores de derechos humanos; cuatro empresarios, tres líderes de movimientos sociales; tres periodistas; dos políticos y un excarcelado político. Nueve no respondieron.
No se respetan los derechos humanos
Sobre las razones del asedio, 31 personas valoraron que en Nicaragua no hay libertades públicas y se irrespetan los derechos humanos. Bajo el estado policial de facto, el régimen ha conculcado las libertades públicas, a través de la prohibición y represión contra todo tipo de protesta, la persecución y encarcelamiento, y también la aprobación de leyes represivas, incluyendo la fabricación de delitos con la Ley 1055 o “Ley de Soberanía” y la Ley Especial de Ciberdelitos, conocida como “Ley Mordaza”, por la que han sido juzgados ilegalmente y condenados decenas de presos políticos en las celdas de la Dirección de Auxilio Judicial, conocida como “El Chipote”.
En el sondeo, 29 personas también señalaron que el asedio político ocurre porque el Gobierno no tolera que los nicaragüenses piensen diferente; siete respondieron que se debe a que un cercano de ellos se involucró en alguna actividad pública, política o partidaria; y tres dijeron porque el Gobierno quiere garantizar la “paz y convivencia pacífica”, como asegura el oficialismo.
Frente a este panorama de asedio, hostigamiento y amenazas: 24 personas respondieron que han tomado medidas de seguridad como cambiar la rutina, moverse de casa o salir del país; 23 señalaron que han bajado el perfil público, tanto en su entorno como en sus redes sociales; 16 han optado por hablarlo con familiares, amistades o cercanos; 13 denunciaron la situación ante organismos de derechos humanos. Sin embargo, 10 dijeron que no han hecho nada, porque creen que en Nicaragua no hay opciones para protegerse y solamente una persona acudió a las autoridades locales a poner la denuncia.
Las respuestas anónimas, no representan una muestra con representatividad estadística y únicamente revelan una corriente de opinión, entre nuestros lectores que se identificaron por género, rango de edad y lugar de residencia.
La consulta fue respondida por 25 hombres y nueve mujeres. De los cuales, diez están entre los 25 y 34 años; nueve entre los 45 y 54 años; ocho entre los 35 y 44 años; cuatro entre los 55 y 64 años; dos dijeron tener más de 65 años y uno entre 16 y 24 años.
La mayoría de quienes respondieron al sondeo son residentes en Nicaragua. 16 personas se identificaron como ciudadanos del departamento de Managua, cinco afirmaron ser de León y solamente tres dijeron ser nicaragüenses viviendo fuera del país.