18 de abril 2022
“Esta es una mesa de rendición para negociar su salida”. La frase -mil veces celebrada- que pronunciara Lesther Alemán durante la primera sesión del primer Diálogo Nacional, en mayo de 2018, resumía la ilusión en las calles cerradas por las barricadas construidas por los ciudadanos, para evitar que las ‘caravanas de la muerte’ entraran a sus barrios, como finalmente sucedió.
“En ese momento, el pueblo en las calles tenía puesta su esperanza en que mantener la lucha cívica y pacífica, iba a terminar con la dictadura”, señala Yarithza Mairena, estudiante expulsada de la UNAN-.Managua, excarcelada política y representante de la Unión de Presas y Presos Políticos (UPPN), En vez de eso, el régimen se atrincheró, comenzó a usar de manera hipócrita la figura del ‘golpe de Estado’, y siguió dándole largas a un ‘diálogo’ cuyo único fin, como se sabría después, era ganar tiempo para organizar e implementar su ‘Operación Limpieza’.
El académico Ernesto Medina Sandino, exrector de la UNAM y la UNAN-León recuerda la reacción del canciller de la dictadura, Óscar Moncada, cuando leyó la propuesta de mecanismos constitucionales para solucionar la crisis. “Esta es la receta para un golpe de Estado”, les dijo al leer un documento en el que se hablaba de preparar “elecciones libres, devolver al país el orden constitucional, que estaba totalmente atrofiado; darle independencia a la Corte Suprema de Justicia…”.
La Rebelión de Abril “tuvo la capacidad para poner a la dictadura contra las cuerdas. La ciudadanía, de manera autoconvocada, generó todas las condiciones para una transición democrática, cívica y pacífica. Viéndolo ahora en retrospectiva, pudieron haberse hecho cosas distintas en las negociaciones… se pudieron haber planteado cosas diferentes desde ciertos poderes fácticos”, reflexiona el activista Jesús Téfel, integrante de la Unidad Nacional Azul y Blanco.
Una de esas cosas que pudieron haberse hecho de manera distinta, es que se hubiera establecido un diálogo entre la gente en las calles, y la Alianza Cívica sentada a la mesa del diálogo, que en ese momento representaba a la mayoría de los ciudadanos en rebelión.
“Esa falta de diálogo de las perspectivas y de las estrategias que estábamos visibilizando, fue lo que no permitió acciones coordinadas para aumentar la presión en contra del régimen”, recuerda Mairena, pensando en lo que se podría haber logrado, si la movilización en las calles, hubiera operado de forma coordinada con lo que se hablaba en el Diálogo, y lo que pudiera hacer la diplomacia internacional.
En vez de eso, llegó la represión, que tuvo sus dos picos en la ‘Operación Limpieza’, de finales de mayo, más junio y julio de 2018, y luego, en las mismas fechas de 2021, cuando el régimen apresó a líderes cívicos y gremiales, así como a todos los candidatos presidenciales, para asegurar que Daniel Ortega y su esposa la vicepresidenta, Rosario Murillo, serían los ganadores de las votaciones del 7 de noviembre de 2021.
Yarithza Rostrán, Jesús Téfel y Ernesto Medina, fueron entrevistados en el programa Esta Semana sobre las lecciones de la Rebelión de Abril en el esfuerzo de la oposición, cuatro años después, para encauzar al país hacia una transición democrática.
La clausura total
Recordando 2018, Mairena dice que “una de las cosas que nunca esperábamos, era la cruel represión que se iba a desatar y la persecución política en contra del estudiantado, que provocó más de 100 expulsiones arbitrarias [incluida ella misma], y el encarcelamiento y desplazamiento de miles de estudiantes”.
Medina confirma que “no estábamos preparados para la represión”, en parte, porque pensábamos que si estábamos en un diálogo, es porque había voluntad para buscar una solución a la crisis, “que ya se sabía que era muy grave y muy profunda”, mientras Téfel recuerda que “la gente estaba en la calle, y Ortega tomó la decisión de frenarlo todo a punta de bala, represión y cárcel, y nosotros no estábamos por una vía armada”.
Tres años después, Ortega volvió a reprimir, pero esta vez usando más garrotes y barrotes, que balas, en un escenario que, cuando se cumplen cuatro años de la Rebelión de Abril, significa más de 170 reos de conciencia en las cárceles, luego de ser sometidos a juicios que resultaron en condenas utilizando sus leyes espurias.
Téfel recuerda que, en los primeros meses de 2021, mientras encontraban la mejor forma de organizarse para presentarse a lo que todavía esperaban fuera una elección aceptable en noviembre de ese mismo año, nadie se engañaba sobre el riesgo de que una vez más, Ortega y Murillo se decidieran a ir “con todo”.
“Ese era un escenario previsto, pero esperábamos que no se cumpliera”, dice el activista Azul y Blanco, al recordar que la Unidad Nacional ya había visualizado que Ortega resuelve los problemas con represión y violencia, de modo que sabían que había probabilidades altas de que se impusiera el escenario de la clausura total, en donde todos acababan presos o exiliados.
“¿Estábamos listos para algo así y poder hacerle frente? Posiblemente no”, reflexiona pensando en que no previeron las consecuencias de que todo el liderazgo terminara en la cárcel, en el exilio, o escondido dentro de Nicaragua. “Eso era imprevisible. No creo que hubiéramos tenido la capacidad de recibir ese golpe sin haber sufrido esas consecuencias”, admite.
Cuatro años después
“El país no puede seguir el rumbo que lleva ahora, y si bien es cierto, Ortega ha consolidado su poder con el control total, también la gente ha dado muestras de que no se resigna a seguir viviendo de esa manera. Lo demostró el día de las elecciones de noviembre del año pasado, y con esta protesta silenciosa que vemos todos los días”, señaló Ernesto Medina.
La oposición tiene ante sí el reto de organizar al liderazgo nacional, ampliar sus miradas para sumar a sectores que ahora están en silencio, aprovechar el apoyo expresado por más de una veintena de cancillerías del continente, y recuperar la confianza de la ciudadanía nicaragüense por medio de un liderazgo confiable que permita mostrar que sigue vigente la lucha que estalló en abril de 2018, coinciden los tres líderes opositores.
Junto con la atracción de los sectores organizados que ya estaban en la Alianza Cívica o en la UNAB, la excarcelada Mairena, opina que “estamos en una nueva fase de lucha, en donde la oposición debe reconfigurarse y crear nuevas estrategias”, que estén acordes con el contexto actual, y que se originen en una perspectiva distinta sobre los errores cometidos.
“Lo principal es impulsar los diversos liderazgos que hay todavía en la oposición, que son indispensables para continuar esta lucha cívica y pacífica”, señaló. Téfel por su parte, detalló que “la oposición está ahí. Es cierto que los liderazgos visibles están presos, pero los liderazgos territoriales, los liderazgos de base siguen intactos, aunque estén escondidos. No están manifestándose en las calles, pero están ahí, organizándose”.
El criterio de Mairena es que la clave debe ser “la lucha por la liberación de los presos políticos”. Pensando en “procurar la unidad de una vez por todas… la oposición debe acuerpar a las víctimas en la búsqueda de justicia… que no es solamente para las víctimas, sino para toda la sociedad en general, y puede ayudarnos a crear la correlación de fuerzas que necesitamos en este momento”.
Luego de paralizar al país por varios meses de 2018, la lucha de los ‘autoconvocados’ se vio frenada en seco por la complicidad de la Policía y el Ejército que se plegaron a Daniel Ortega para atacar con armas de guerra a una ciudadanía mayormente desarmada, generando más de 350 muertes, centenares de presos políticos, miles de heridos, decenas de miles de exiliados, y centenas de miles de desempleados.
En referencia a la necesidad de renovar, ampliar y relanzar la unidad entre ciudadanos y organizaciones forjada al fragor de la Rebelión de Abril, Medina Sandino consideró “preocupante” que dos sectores tan importantes como la empresa privada y la Iglesia, se mantengan en silencio.
El educador resaltó que “el aspecto positivo es que no se han plegado totalmente al régimen” pese a que este los amenaza a diario, por lo que considera que a la oposición cívica le corresponde acercarse a ambos sectores en búsqueda de una alianza amplia. “La historia de Nicaragua ha sido clara: sin esos sectores, es muy difícil avanzar en la construcción de una democracia”, señaló.
En un ejercicio de autocrítica, Medina dijo que “hemos tenido un discurso confrontativo, amenazante, contra el sector privado, y quizás con razón, pero una oposición responsable tiene que entender que el sector privado es un actor clave en el futuro de Nicaragua, y que en lugar de empujarlo a los brazos de la dictadura, hay que acercarnos para construir una alianza amplia, que es lo único que dará al traste con la dictadura”.
Sobre la Iglesia, cuyo silencio también le parece “preocupante”, hizo notar que los cambios recientes en la Conferencia Episcopal, “indican un rumbo conservador que no ayuda mucho”, pero “la Iglesia, que somos nosotros, queremos que juegue un papel más activo. Nos corresponde como feligreses, como católicos, o miembros de las iglesias protestantes, tratar que nuestros pastores -los obispos en el caso de los católicos- jueguen un papel más activo al lado del pueblo, en la búsqueda de un nuevo camino hacia la esperanza”.
Téfel por su parte, señaló no solo la “abstención total”, con la que la ciudadanía respondió a la farsa electoral del 7 de noviembre pasado, sino también “el hartazgo de algunos funcionarios del Gobierno”, para asegurar que “está creciendo el descontento a lo interno del Frente Sandinista, fenómeno en gran medida ocasionado por la actuación de Rosario Murillo y de Daniel Ortega”.
La demanda de justicia
“Un dictamen de crímenes de lesa humanidad, no solo pondría a Ortega en un dilema a nivel internacional, sino que provocaría un cuestionamiento interno en el Frente Sandinista. Rosario Murillo ha estado utilizando o ha mencionado los crímenes de lesa humanidad en sus últimos discursos, precisamente porque le preocupa el hecho de que la justicia sea de lo que nunca va a escapar, y lo que nunca van a poder solucionar”, expresó la expresa política.
Mientras ve cómo se erosiona poco a poco el antiguo control en apariencia monolítico del Frente Sandinista sobre sus bases, el profesor Medina asegura que “la gran responsabilidad está en manos de la oposición”, pero que “el futuro es complicado… si la oposición no tiene el coraje, la honestidad, de asumir la responsabilidad de deponer las posiciones que nos siguen dividiendo”.
“Si logramos estructurar una posición con una estrategia clara, que logre entusiasmar a la gente, y que la gente sienta que tiene un liderazgo responsable, con ideas claras, creo que se puede comenzar un nuevo movimiento que terminará dando al traste con Ortega”, añadió.
Esos esfuerzos deben estar acompañados por un discurso “menos polarizante, más ciudadano, más nacional”, que busque una solución al conflicto “entre nicaragüenses”, lo que implica entender que el obstáculo para que Nicaragua tenga un mejor futuro es “este sistema dictatorial que nos ha traído en una deriva de pobreza, de miseria, que no vamos a solucionar mientras sigamos teniendo la misma gente a cargo”, explicó Téfel.
Añadió que el liderazgo opositor en el exilio, “tiene la inmensa responsabilidad de mantener un diálogo, de no permitir que la fragmentación histórica que venimos acarreando nos siga haciendo daño, y ver cómo nos ponemos de acuerdo para tener ese canal abierto con la ciudadanía”, de modo que no haya un divorcio entre lo que la gente quiere, lo que la gente piensa, y lo que se decide en las cúpulas donde se toman las decisiones.
Vencer la fragmentación
En el campo internacional, Téfel reconoce que uno de los problemas de la lucha que estalló en abril de 2018, es la falta de sincronización en las distintas formas de presión que se puede hacer en contra de la dictadura: desde la movilización social en su momento, hasta la presión internacional.
Recordó que la presión de la comunidad internacional ocurre “a través del convencimiento de los tomadores de decisión de otros Gobiernos, a través de los canales diplomáticos, que, queramos o no, son lentos, pero es lo que tenemos, y es lo que hay que buscar”.
De cara al futuro, y a la situación dentro del país, piensa que “la organización ciudadana, la organización política, social, tiene que estar lista para el contexto que nos venga”. Eso implica no volver a una situación en donde la ciudadanía no tenía representantes, había colapsado el sistema de partidos políticos, y no había credibilidad en las organizaciones civiles y gremiales.
“Lo que había era una total fragmentación, tenemos que vencer esa fragmentación, en parte ocasionada por el régimen, pero en parte también porque la acarreamos nosotros como sociedad”, argumentó.
Esa ‘fragmentación’ se manifestó, por ejemplo, durante la conformación de la Coalición Nacional, cuyos integrantes se enzarzaron en una gran discusión para decidir si debían permitir la participación -o no- de los partidos políticos, refirió Medina, sin obviar que los partidos políticos son el vehículo para participar en cualquier contienda electoral.
Mairena coincide con Téfel y Medina, al observar que “desde el 2020 se había presentado una ruptura -otra ruptura- en el diálogo, entre las bases de la ciudadanía organizada, y las grandes esferas de la oposición”, que de alguna manera se había construido al conformar la Unidad Nacional, o durante la convocatoria a las marchas en 2019.
“Luego de eso, con una oposición así de fragmentada y descentralizada en los liderazgos más visibles, no se supo cómo dar la transición hacia una estrategia que conllevara a elecciones, y esto provocó, además de la separación entre todos los grupos que no estaban de acuerdo con las elecciones, una ruptura que hasta hoy seguimos sanando como oposición”, concluyó.
¿Qué representa hoy la rebelión de abril?
Jesús Téfel, integrante de la Unidad Nacional Azul y Blanco:
"Una mayoría política que quiere salir de Ortega, y que va a buscar, como ya lo demostró en abril, cómo seguirse manifestando, exigir justicia, libertad, democracia… los cambios que Nicaragua necesita".
Yaritza Mairena, excarcelada política:
"La búsqueda de la justicia plena. Esa justicia que transformará el sistema político, social, cultural y económico que Nicaragua ha venido arrastrando durante tanto tiempo, que tanto daño ha hecho, y abril representa una oportunidad para cambiarlo".
Ernesto Medina Sandino, académico:
"Para mí, abril significa que el pueblo de Nicaragua quiere vivir en paz, en democracia, con justicia, y que quiere ser protagonista de su propia historia".