6 de marzo 2022
Dos días antes de que Evelio Sánchez, de 70 años, muriera a consecuencia de la covid-19 en el Hospital Humberto Alvarado, de Masaya, su hijo Jean Carlos pudo verlo a través de una videollamada.
Evelio estaba inconsciente en una cama de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), tenía su pecho desnudo, estaba conectado a un respirador y a varios cables con los cuales monitoreban si había mejoría. Era el 10 de agosto de 2021, cuando ya en Nicaragua los contagios de la covid-19 comenzaron a aumentar nuevamente y las redes sociales volvieron a usarse para compartir recuerdos, despedidas y obituarios por los familiares de quienes no sobrevivieron en la segunda ola de la pandemia.
La siguiente vez que Jean Carlos estuvo cerca de su padre, aunque no lo vio, fue en la madrugada del 13 de agosto, cuando aproximadamente a las tres de la madrugada llegó al hospital a retirar su cuerpo. Apenas entregó el ataúd, metieron el cadáver y sellaron la caja. Luego solo oyó el sonido de una bolsa plástica cuando lo subieron al carro fúnebre y salió rumbo al cementerio.
La familia de “Saúl”, de 65 años, no pudo verlo después de que él falleció por covid-19 en el Hospital Sermesa, de Managua. “Saúl” fue enterrado el mismo día que murió, bajo estricto protocolo. Su familia quiso ver su rostro por última vez, pero cuando levantaron la ventanilla del ataúd solo vieron la bolsa negra donde habían colocado su cuerpo.
Evelio y “Saúl” fallecieron durante la segunda ola de covid-19 en Nicaragua, registrada entre agosto y septiembre pasado, que causó más contagios y muertes que la primera ola, ocurrida entre mayo y julio de 2020. La cantidad de contagios ni siquiera logró ocultarla el Ministerio de Salud (Minsa), cuyos cuestionados datos oficiales mostraron un incremento en los casos confirmados. Sin embargo, el Minsa sí ocultó las muertes, sosteniendo el reporte de un único fallecido por semana durante más de un año.
Detrás de la estadística, hay historias de ciudadanos que dejaron una huella y un vacío en sus familias, que tenían sueños y planes arrebatados por la pandemia. Sus historias retratan la tragedia que vive Nicaragua a causa de la covid-19, como ocurrió también durante la primera ola de contagios. En CONFIDENCIAL, conversamos con familias que perdieron a sus seres queridos durante este rebrote, y comparten con sus propias palabras quiénes eran y cómo recuerdan a su familiar, como un homenaje a su vida.
“Mi papa se contagió en el Hospital Alemán Nicaragüense”
Lucas Castillo, 94 años. Paciente de párkinson. 1927-2021
Diez días antes de morir, mi papá estaba bien. Yo sabía con facilidad cómo estaba con solo verle el semblante. Ese día mi hermana me mandó una foto, porque yo estoy viviendo fuera del país, y él se miraba alegre. Sonriente. Una semana después, cuando ya enfermó, su cara se le veía triste. Es que mi papá no duró ni siete días con los síntomas de la covid-19, narra Azucena Castillo, hija de don Lucas.
El pasado 18 de octubre, Lucas Castillo habría cumplido 95 años, de los cuales pasó 68 años al lado de su esposa. “Él estaba preocupado por su esposa. Yo hablé con él antes que muriera, me despedí y le dije que se fuera tranquilo porque nosotros íbamos a cuidar a su esposa y fue todo”, dice.
A pesar de que don Lucas era un adulto mayor y padecía de párkinson, le gustaba estar en constante movimiento. Era alegre, era vegano, comía muy sano y en el último año, él y su familia siguieron un protocolo estricto para evitar contagiarse. Ni siquiera los nietos tenían permitido acercarse a él y a su esposa. Por eso, esta familia piensa que él se contagió en el Hospital Alemán Nicaragüense (HAN).
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“A él le comenzaron unos dolores musculares, nosotros pensamos que era por el párkinson porque ya le había pasado antes, entonces lo llevamos de emergencia al ‘hospitalito’ de Tipitapa. Allí lo remiten al Carlos Max (Hospital Alemán Nicaragüense), donde van a parar casi todos los pacientes de covid”, describe.
En el HAN le informan a su hermana, quien se encargó de llevarlo, que don Lucas era positivo de covid-19, y que debían dejarlo internado. La primera reacción de ella fue pedir que lo valorara un neurólogo, pues ellos habían llegado al hospital por un caso de párkinson. Ante la respuesta de los médicos, decide buscar otra opinión en el Hospital Lenín Fonseca. Sin embargo, el diagnóstico fue positivo.
“Mi hermana tenía miedo de dejar a mi papá internado. Tenía miedo de no volverlo a ver. Así que decidió llevarlo a la casa. Allí le pusimos un médico privado y conseguimos tanques de oxígeno”, relata Azucena.
Para entonces ya habían pasado tres días desde que comenzaron los síntomas, a él ya le costaba respirar y la saturación de oxígeno le comenzó a bajar. Dos días después, don Lucas no pudo más y falleció. Durante todo ese tiempo el Minsa estuvo pendiente del caso. Les entregó tabletas de ivermectina a las personas que estaban cerca de él; y el día que murió presionaron a la familia para el entierro casi inmediato.
“Fue muy duro despedirlo. El Minsa siempre estuvo presionando para que lo enterramos rápido. Yo había comprado un terreno en el cementerio junto a la tumba de mi hermano, pero como yo no estoy en el país, no quería darle el terreno a mi familia y después me dijeron que para enterrarlo allí debíamos solicitarlo ocho horas antes, pues tenían un larga lista de espera (todas de covid) y entonces tuvimos que enterrarlo en otra tumba”, lamenta.
“El virus atacó lo más débil que tenía: sus pulmones”
Evelio Sánchez, de 70 años. Padecía de tos crónica. 1951 - 2021
En Masatepe, don Evelio Sánchez era un reconocido tradicionalista. Desde hace varios años, él era el encargado de organizar, cada 23 de diciembre, en víspera de la Navidad, una gigantona que sacaba a bailar junto a una banda filarmónica. En la fiesta rifaban entre los adultos canastas básicas, regalaban juguetes a los niños, repartían comida y bebidas hasta el amanecer.
La tradición de don Evelio se detuvo un par de años por el contexto político del país, pero este año, según su hijo Jean Carlos, pensaba volver a organizarla.
“Él era un hombre sano. El único problema es que de joven fumó bastante y eso le dejó secuelas, por lo que vivía con una tos crónica. De allí se agarró el virus”, comenta su hijo.
A don Evelio le empezaron los primeros síntomas en julio. Para entonces seguía su rutina de dormirse a las nueve de la noche, despertarse a las siete de la mañana e irse a vender lotería al mercado, regresaba a mediodía a almorzar a su casa. El 24 de ese mes, su hijo Jean Carlos lo invitó a comer, pero él ya no fue. Le dijo que no se sentía bien. Dos días después, otra de sus hijas lo encontró sentado en su hamaca llorando. Allí supieron que algo iba mal.
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“Mi hermana decide llevarlo al médico. Le mandaron hacer unos exámenes y allí nos dicen que está contagiado. Pronto le comenzó la tos más seguida y ya después cayó en cama”, cuenta.
Durante ese tiempo que estuvo en casa, don Evelio necesitó oxígeno. Su familia como pudo consiguió un tanque y cada vez que se le acababa salían de prisa para rellenarselo. Pocos días estuvo en casa, el médico privado que lo atendía les recomendó que mejor lo llevaran al hospital porque los dedos se le estaban poniendo morados y eso significaba que necesitaba anticoagulantes.
“Al hospital llegó bien, estaba solo con oxígeno, pero al siguiente día estando allá le dio desesperación por quitarse las cosas, se puso violento, entonces lo tuvieron que sedar. Además que los médicos nos dijeron que por haber sido fumador tenía los pulmones bien dañados. Así que solo un milagro lo podía salvar”, lamenta.
Don Evelio estuvo hospitalizado durante 12 días. En ese tiempo su familia pudo verlo dos veces a través de videollamadas. Dos días antes de que falleciera los médicos le informaron a la familia que ya no tenía covid-19, pero que el daño era grande. Así que a las siete de la noche del 14 de agosto, murió por un paro cardíaco.
“Todos estábamos confiados en que él iba a salir de esto, todo el mundo está orando porque él fue bastante querido en el pueblo, pero no pudo sobrevivir. Tampoco pudimos despedirlo como él se lo merecía”, dice su hijo. Don Evelio deseaba un adiós al ritmo de la música que lo acompañó en gran parte de su vida.
“Irónicamente mi padre murió por una bacteria, que yo busco combatir”
Doctor "Sánchez", 62 años. 1959-2021
El doctor "Sánchez" tenía 38 años de trabajar en el Ministerio de Salud (Minsa). Gran parte de su vida profesional la ejerció en el Centro de Salud Pedro Altamirano, de Managua, en donde era especialista en ginecología y obstetricia. Era carismático, amistoso y muy humano. En el gremio era muy querido, describe su hijo, quien también es médico.
“Él era el centro de la familia en todo, con sus hermanos, su mamá, con todos”, dice.
Por su trabajo, a mediados de septiembre, fue enviado a realizar visitas casa a casa para sensibilizar a la población sobre la pandemia. Era la primera vez que lo mandaban y a pesar del temor de contagiarse, de parte de su familia, el médico accedió a cumplir con su asignación. Hubo un par de días en que se mojó por las lluvias de esa fecha. A partir de entonces, comenzó a sentirse agripado, con un poco de fiebre y tos.
“Nosotros lo asociamos a que se había mojado bastante, pero se le puso obsesiva la tos y ya para el 18 de septiembre, él se hizo la prueba y salió positivo. Comenzamos a verlo en casa, pero al séptimo día de la enfermedad comenzó a desaturarse y tuvimos que llevarlo al hospital”, narra su hijo, quien para entonces también tenía síntomas al igual que su mamá.
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En el Hospital Fernando Vélez Páiz, los médicos identificaron dos complicaciones. La primera fue que tenía la presión elevada, y la segunda que sus pulmones tenía aspergilosis pulmonar, más conocido como hongo negro.
“Esa enfermedad cualquiera la puede padecer porque vive en cualquier ambiente y a veces vive muchísimo en los aire acondicionado que no se le da mantenimiento, es una enfermedad que todo el mundo la puede tener, tipo tuberculosis, y no sabemos que la tenemos, hasta que te da una enfermedad que nos disminuye muchas defensas y este tipo de hongos sale a flote”, describe.
Durante la primera semana que el doctor "Sánchez" estuvo hospitalizado, su familia pudo comunicarse con él a través de videollamadas. Se le veía fuerte, aunque estaba conectado a oxígeno. Sin embargo, al décimo día volvió a presentar fiebre y tras algunos exámenes le detectaron tres bacterias que adquirió en el hospital.
“Irónicamente eso es contra lo que lucho. Porque yo trabajo en un proyecto, con varias organizaciones tanto unas internacionales como nacionales, para acabar con eso, porque no es que sea sucio un hospital, sino que son bacterias que se reproducen muy fáciles en cualquier cosa y nos atacan a todos, pero el sufrimiento es mayor cuando el paciente tiene las defensas muy bajas. Ese fue el caso de mi papá, porque él ya estaba saliendo del covid y pasó eso, entonces se complicó muchísimo y comenzó a tener fallas orgánicas”, describe.
En total, el doctor "Sánchez" estuvo luchando contra estas bacterias durante diez días; sin embargo, a pesar de las medicinas su cuerpo no resistió y falleció.
“Antes de que lo intubaran nos mandó un video. Nos dijo que nos quería mucho, que nos amaba y que nos cuidáramos. Dos días antes de fallecer yo tuve la oportunidad de despedirme de él. Entré a verlo y le hablé, no me respondió, pero sé que sí me escuchó”, cuenta el menor de sus dos hijos.
El doctor "Sánchez" ya tenía su esquema completo de vacunación. Se vacuno en abril pasado cuando abrieron la jornada para los mayores de 60 años y según le contó a su familia estaba esperando el mejor momento económico para retirarse pues siempre pensaba en apoyar a su hijo con sus estudios de medicina.
“Él quería seguir trabajando para que yo tuviera mi maestría y todo pues para salir del país. Ahora cada paso que dé será en su nombre”, dice su hijo.
“Perdí a cuatro familiares en toda la pandemia: dos de ellos en este rebrote”
Las historias de “Saúl” y “María”
En la familia “Gutiérrez” han ocurrido cinco fallecimientos a causa de la pandemia. Tres ocurrieron en 2020, y dos entre julio y octubre pasado. En la familia hubo más contagios. “Saúl”, de 66 años, fue uno de los últimos que no pudo sobrevivir a la pandemia.
Según narra su sobrina, quien pidió permanecer en el anonimato por temor, no saben con certeza cómo llegó el virus a esta familia. Lo único claro es que a finales de julio, “Saúl” comenzó con los primeros síntomas. A los pocos días su esposa y sus dos hijos también enfermaron.
“Mi tío ya era jubilado, pero junto a su esposa tenían un negocio de alquiler de sillas, mesas y manteles. Él era el encargado de ir a dejarlas y allí tenía contacto con la gente. Pero aunque siempre se cuidó, un día llegó con los síntomas”, narra.
Al principio, “Saúl” estuvo atendiéndose en casa, pero pronto comenzó a desaturar y el médico le recomendó irse al hospital. Allí permaneció intubado durante una semana, antes de fallecer.
“No podríamos decir con certeza si fue la vacuna la que empeoró el caso, pero el caso fue que en la semana que él presentó los síntomas fue a vacunarse. A los pocos días su caso empeoró y tuvo que ser hospitalizado”, cuenta su sobrina.
Según lo describe su sobrina, él era muy alegre y le gustaba bailar en las reuniones familiares. Era servicial, si alguien se enfermaba siempre estaba dispuesto a ayudar en lo que pudiera.
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Su familia no pudo despedirse de él como hubieran querido. Su esposa y sus hijos ni siquiera pudieron ver su rostro en el ataúd, pues cuando lo abrieron solo alcanzaron a ver una bolsa negra.
Tres meses después de esta pérdida, “María” quien es hermana de la esposa de “Saúl” murió por la misma causa.
“Ella estaba con oxígeno en la casa. Allí la atendía un médico, pero a los días se complicó y la llevaron al hospital. Le dijeron que le iban a intubar, pero ella no quiso. Fue algo que ella siempre dijo. Por unos días estuvo bien, pero de la noche a la mañana se complicó hasta que falleció”, narra.
Las muertes y contagios en la familia “Gutiérrez” retratan las pérdidas de cientos de nicaragüenses que han muerto en el último año a causa de la pandemia, sin embargo, sus historias son invisibilizadas. El temor a brindar sus testimonios se agudizó durante este nuevo rebrote.
REPORTAJE ESPECIAL
Dos años de pandemia en Nicaragua: Contagio, muerte, deudas y censura
Entre marzo de 2020 y diciembre de 2021 fallecieron 14 815 nicaragüenses por covid-19. La pandemia de covid-19 cumple dos años este próximo 11 de marzo, y en CONFIDENCIAL publicamos una investigación especial. Este reportaje es parte de esa investigación.