20 de julio 2020
Después de una ausencia de 38 días sin rendir cuentas, mientras Nicaragua padece la fase de transmisión local comunitaria con miles de contagiados y fallecidos por la covid-19, el presidente Daniel Ortega, finalmente se puso la mascarilla. El mandatario aceptó tácitamente el peligro de una pandemia, que su administración ha minimizado y que había obligado al personal sanitario a no protegerse para “evitar alarmas” entre la población. Pese a tomar las medidas de prevención, el caudillo sandinista calló sobre las medidas preventivas para enfrentar la crisis de salud y económica.
Ortega apareció en el acto central del 41 aniversario de la Revolución Popular Sandinista, acompañado por los principales funcionarios de su gobierno sancionados por Estados Unidos. La última vez que el presidente estuvo en público fue el pasado 10 de junio, cuando participó en una conferencia virtual del grupo ALBA sobre la economía tras la pandemia.
En su discurso, que duró una hora y cinco minutos, el caudillo del FSLN afirmó —sin mostrar pruebas— que su Gobierno ha logrado enfrentar “con éxito” la pandemia. Sin embargo, no ofreció ninguna información sobre las pruebas covid se han realizado, ni explicó por qué obligan a las familias a entierros exprés, cuando sus deudos —oficialmente— mueren por neumonía u otras enfermedades respiratorias.
La vaguedad de datos sobre la pandemia fue tanta, que insistió en que los muertos por la covid-19 han sido 91; ocho menos que la cifra oficial del Ministerio de Salud (Minsa), que registra además 3147 casos confirmados. Sin embargo, el independiente Observatorio Ciudadano COVID-19 reporta 8508 casos sospechosos y unas 2260 muertes vinculadas al nuevo coronavirus en Nicaragua, desde que la pandemia alcanzó al país a mediado de marzo pasado.
Un baile de cifras
Como es habitual en sus disertaciones, el líder sandinista criticó a los países desarrollados por su manejo de la crisis sanitaria y culpó al sistema capitalista por la pandemia. “En Europa, y en Estados Unidos, esa gran potencia que gasta miles y miles de millones para la guerra, cuántos ciudadanos fallecieron por falta de atención médica. Lo que hemos descubierto es el fracaso de ese modelo y el llamado de atención que le está haciendo Dios por la fuerza de la naturaleza, por el capitalismo salvaje”.
Ortega defendió el modelo de salud nicaragüense y leyó un sinnúmero de cifras relacionadas a la atención sanitaria. “(Hasta el 30 de junio) se ha brindado atención en consulta externa y de emergencia un total de 7 951 935 consultas, realizándose también 87 979 cirugías. De estas, 12 mil fueron cirugías de emergencia y programadas 75 363”.
Según sus datos, entre el 11 de marzo y el 30 de junio pasado, fallecieron al menos 12 100 nicaragüenses, de los que “casi solo cien” fue por la covid-19. El resto fue por neumonía, infartos agudos, diabetes, tumores, enfermedades crónicas y accidentes de tránsito.
Sin mencionar la covid-19, el Ortega responsabilizó a los ciudadanos de las muertes por problemas respiratorios. “Cuántos fallecidos hemos tenido de neumonía simple, en este caso si no se atiende, y más bien van a la farmacia que les den la receta, luego buscan a algunos amigos, por no llegar al hospital, llegan cuando ya les está faltando el oxígeno, hasta que sienten ahogo, que se están asfixiando, hasta entonces llegan (a los hospitales)”.
Trabajadores de la salud
El presidente reconoció que, en los últimos meses, los trabajadores de la salud han realizado un trabajo “intenso”; sin embargo, omitió mencionar la cantidad de personal sanitario contagiado o fallecido por la pandemia. En su último informe, el Observatorio Ciudadano registra 724 sanitarios con sintomatología de la covid-19, y unos 96 fallecimientos por el virus.
“Aquí el esfuerzo que hace el sistema de salud es enorme, el hospital Militar, el hospital Huembes de la Policía, los hospitales privados y clínicas privadas que están prestando servicios de atención (…) Logramos rápidamente, incluso acompañados de representantes internacionales, instalar las unidades de cuidados intensivos en varios hospitales, todo lo que era equipamiento para darle seguimiento a un paciente en estado grave”, subrayó.
Ortega aseguró que su Gobierno ha acatado las “indicaciones” de “las autoridades de salud que son las especialistas en la materia”; sin embargo, Nicaragua ha sido de los pocos países en el mundo que —oficialmente— no ha tomado medidas de prevención ante la pandemia como el aislamiento físico o cierre de fronteras.
Además, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) se ha quejado reiteradamente que el régimen sandinista no les brinda información detallada sobre el sexo, la edad y la ubicación de las personas contagiadas de la covid-19, por lo cual la institución regional no ha determinado “el nivel de diseminación del virus” en Nicaragua.
La celebración de los sancionados
Por primera vez, Ortega no se quejó abiertamente de las sanciones internacionales contra sus familiares y funcionarios fieles, que era un tema recurrente en sus últimas apariciones públicas. Pero, si se hizo acompañar por varios de ellos en la tarima principal del acto de celebración.
El caudillo estuvo flanqueado por su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, y el jefe del Ejército, general Julio César Avilés. Ambos sancionados por Estados Unidos, que los acusa de violaciones a los derechos humanos de los nicaragüenses.
También lo acompañaron en la mesa principal: el director de la Policía Nacional, primero comisionado Francisco Díaz; el presidente de la Asamblea Nacional, Gustavo Porras; el director del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), Roberto López; el ministro de Hacienda y Crédito Público, Iván Acosta; y la exministra de Salud, Sonia Castro. Todos sancionados por violaciones a los derechos humanos y corrupción.
Los generales Bayardo Rodríguez y Marvin Corrales, jefe del Estado Mayor y el inspector general del Ejército, respectivamente, también acompañaron a Ortega en la tarima, mientras centenares de miembros de la Juventud Sandinista (JS) formaron una coreografía en un círculo a su alrededor.
Pese a no mencionar las sanciones, el caudillo sandinista hizo una advertencia contra los diplomáticos estadounidenses. “Ojo con los embajadores yanquis, de ahí salió la orden que vino de Washington para asesinar a Sandino”, señaló el presidente, cuando describía el asesinato del héroe nacional Augusto César Sandino, en 1934.