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Un ranking para las universidades

Universidades nacionales ofrecen programas de posgrado y maestrías, pero no existe un ranking para conocer cuáles son de mayor calidad

Estudiantes de maestría durante una sesión de clases en una universidad privada del país. Carlos Herrera/Confidencial.

Cinthia Membreño

23 de febrero 2016

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Gustavo Blandón siempre quiso trabajar en la banca nacional. Cuando consiguió un puesto dentro del Banco Lafise de Nicaragua, supo que debía equiparar su calificación profesional para desempeñarse como ejecutivo de negocios dentro del ámbito corporativo. El joven de treinta años decidió estudiar una maestría en gerencia empresarial en la Universidad Thomas More y desde entonces ha visto cómo su estrategia ha rendido los frutos esperados.

“Una maestría te permite tener una visión totalmente distinta de cómo debés reaccionar ante determinadas situaciones. Yo sabía que estos conocimientos me ayudarían a crear nuevas ideas y para desempeñarme mejor en mi puesto”, explica Gustavo, quien previamente estudió una maestría en derecho internacional en México.

En el extremo opuesto de Managua, Justo Guadamuz se desempeña como gerente de división de repuestos automotrices de Casa Cross. Este capitalino ha escalado dentro de este negocio familiar gracias a sus estudios de posgrado en logística y operaciones por la Universidad Americana (UAM), y de una maestría en administración de empresas en la Universidad Thomas More.

Como no tenía un ranking que le permitiera saber cuáles eran los mejores programas para especializarse, hizo una sencilla investigación comparando el contenido de cada maestría que se oferta en el país. Muchas de ellas coincidían en temática y módulos, por lo que se enfocó en la trayectoria empresarial de sus docentes. Esto fue un factor clave en su decisión final.


“Me decidí por la Thomas More, no necesariamente porque tuviese más amplio el portafolio o el contenido de información, sino porque la mayor parte de sus catedráticos son personas que han ocupado puestos muy importantes en empresas”, justificó.

La importancia de un aval internacional

El Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (INCAE) es la única entidad nacional que aparece en un ranking extranjero como una de las mejores escuelas de negocios de América Latina. El Global MBA Ranking 2016, elaborado por el diario británico The Financial Times, la posiciona como el número 83 entre las 100 mejores del mundo. En la lista no aparecen otras entidades de prestigio como el Tecnológico de Monterrey.

Enrique Bolaños, rector del INCAE, recomienda que las universidades nicaragüenses se sometan a evaluaciones de entidades externas. También considera que en Centroamérica deberían existir organismos que clasifiquen los programas de formación continua de estos centros de estudio. Si se elaboraran rankings como los que se divulgan a nivel internacional, asegura, los estudiantes podrían tomar una mejor decisión.

Para dar una respuesta a este problema, expertos en educación superior debaten diversas alternativas para elaborar un ranking nacional. Melba Castillo, directora del Centro de Investigación y Acción Educativa Social (CIASES), afirma que los llamados a desempeñar esta tarea son entidades como el Consejo Nacional de Universidades (CNU) o el Consejo Nacional de Evaluación y Acreditación (CENEA).

Por su parte, Silvio De Franco – presidente de la Universidad Thomas More – indica que el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP) también debería participar en la elaboración de este ranking, puesto que el sector privado mantiene una estrecha relación con las universidades al momento de diseñar programas de posgrado. “Que lo difundan, a nosotros nos fascinaría que lo hicieran”, expresó.

Promueven evaluación interna

El debate sobre la pertinencia de los rankings internacionales trasciende fronteras y, según Ernesto Medina, rector de la Universidad Americana (UAM), deja a algunos más satisfechos que a otros. “Cada vez que se publica el ranking de Shangai o el del Financial Times, cientos de instituciones protestan porque consideran que están midiendo aspectos que a la gente no necesariamente le importa o no toman en cuenta si están aportando al desarrollo sostenible”, advierte.

La elaboración de un ranking, sea local o global, también requiere de un esfuerzo adicional de documentación que debe convertirse en hábito. “Documentar toma tiempo, porque hay muchas prácticas que sí tenemos, pero hay que ponerlas por escrito en ciertos formatos. Luego hay que llenar una solicitud y pagar cierta cantidad de dinero para una primera evaluación”, dice Silvio De Franco, presidente de la Universidad Thomas More.

Sandra Ruiz, directora de posgrado y formación continua de la UCA, explica que los indicadores que deben regir un ranking deben ser construidos a partir de las realidades de cada país. De acuerdo a Ruiz, es necesario valorar si los programas de posgrado están solucionando los principales problemas que se presentan en distintos sectores de la sociedad, entre ellos los ciudadanos de menos recursos. Así es que se mide su eficacia, apunta.

Para asegurar la calidad educativa, la UCA utiliza como referencia los parámetros de instituciones como la UNESCO, la Asociación Universitaria Iberoamericana de Postgrado y la Agencia Centroamericana de Acreditación de Postgrados. Dichos organismos establecen un norte sobre cómo debería concebirse la calidad en la educación superior y especializada. La evaluación de pares académicos también es una herramienta de reflexión.

“(Miembros de universidades internacionales) vienen a observarnos y presentamos nuestras evidencias de cómo estamos. Ellos hacen un proceso de análisis y nos dan un conjunto de recomendaciones para seguir avanzando en nuestros procesos de calidad”, explica.

Por otra parte, la UAM mantiene un diálogo con el sector privado. De acuerdo a Ernesto Medina, ellos seleccionan a un coordinador experto en el campo para diseñar los programas de educación continua. Esa persona se encarga de hacer consultas con empresas, así como de preparar el esquema preliminar del pensum para que éste sea analizado por especialistas y empresarios. “Luego ellos sugieren qué quitar y qué agregar a la propuesta”, señala Medina.

Auto-evaluación no es suficiente

Expertos en educación como Melba Castillo, de CIASES, consideran que la autoevaluación que aplican las universidades es un paso acertado pero insuficiente. La investigadora advierte que los centros de educación superior deben ser más competitivos al buscar cómo aparecer en rankings externos, una meta que se puede cumplir si se dedican recursos financieros, además de tiempo. Pero el esfuerzo debe ser multisectorial.

“Hace falta un mayor aporte del Estado y del sector privado para fortalecer estos programas, y un mayor esfuerzo de las propias universidades para asegurar que los mejores profesores estén en ellos. También deben priorizar que los docentes tengan suficiente tiempo para dedicarse a la investigación y que tengan un nivel académico superior al área en la que enseñan”, indica.

Un grupo de jóvenes consultados por Confidencial para este reportaje, y quienes están cursando maestrías en administración de empresas, destacan la relevancia de un ranking que permita tomar mejores decisiones, entre ellas saber cuál es la relación beneficio-costo. “Así el estudiante sabe si podrá aplicar los conocimientos que aprenderá en su empresa o si podrá tener mejores opciones laborales y salarios más altos”, opina María José Marenco, estudiante de máster de la UCA.

A pesar de esta carencia, algunos graduados ya están viendo los frutos de su inversión, que en la mayoría de los casos supera los 10 mil dólares. Justo Guadamuz, de Casa Cross, asegura que haber estudiado un posgrado y una maestría mientras trabajaba le permitió aplicar a un puesto ejecutivo que con frecuencia ocupan miembros de la familia que dirige la empresa. “Hay ciertas habilidades natas, pero si no están respaldadas por una certificación, limitan tu crecimiento”, declara.


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