30 de julio 2016
La venta de la participación accionaria que Centrales Eléctricas Brasileñas (Eletrobras), tenía en el proyecto Tumarín, tomó por sorpresa al sector privado que se pregunta no sólo por la conveniencia de que el Estado destinara US$44.2 millones para comprarlo, sino también, de dónde salieron los recursos para ello.
Ni el titular del Cosep, José Adán Aguerri, ni el director del Instituto Nicaragüense de Energía (ente regulador) David Castillo, ni el presidente de la Cámara de Energía de Nicaragua, César Zamora, sabían de la transacción, hasta que Eletrobras lo anunció en su sitio web como ‘hecho relevante’.
Zamora admitió que el gobierno les había pedido tiempo para poder negociar con calma, y que ellos decidieron darles ese tiempo. Quizás no contaban con la sorpresa de enterarse por las noticias que la venta había sido realizada, y que se había pagado ese precio por los restos del proyecto, porque eso implica que se mantiene vigente.
“Tanto César Zamora como yo, hemos dicho que lo mejor que le podía pasar a Nicaragua era que este contrato negociado años atrás a precios muy altos, al no cumplirlo se tuviera que cancelar… porque eso representaba la oportunidad de mantener el proyecto vivo a precios más bajos”, dijo Aguerri.
Aguerri explicó que más allá de la venta de Tumarín, lo importante es determinar por consenso, cuál es el futuro del rubro, recordando que en sus reuniones con el Gabinete de Energía, se les había explicado la importancia que “si este proyecto se cancelaba, las empresas del sector privado pudiésemos participar en un proceso transparente para que el proyecto se siguiera desarrollando para beneficio del país”.
Dado que al comprar el proyecto el gobierno está enviando el mensaje de que le interesa la continuidad del mismo, el sector privado demanda tener certeza de que el gobierno aprovechará una futura negociación con el hipotético comprador del paquete accionario que acaba de adquirir, para negociar mejores precios que los actuales, “para que podamos hacer de Nicaragua un país más competitivo”, aseveró.
Objeciones antes, objeciones ahora
Empresarios y expertos tienen muchas objeciones para con el proyecto, y ahora, para con su venta.
Mario Arana, con varios años de experiencia en el negocio de generación geotérmica, considera que el tema fundamental es el de los precios, donde los proyectos hidroeléctricos tienen una ventaja en el largo plazo (son más baratos porque operan con agua), y una gran desventaja en el corto plazo, porque “hay que pagar la inversión en los próximos diez a doce años, lo que lo hace particularmente costoso en el corto plazo, mientras se recupera la inversión”, explicó.
A su juicio, el país debería considerar otras opciones, como comprarle energía hidroeléctrica a Costa Rica o Guatemala en los momentos en que los excedentes de energía en esos países los obliga a colocarla más barata en el mercado centroamericano.
También se pueden reconvertir los ingenios, para que puedan generar todo el año quemando bagazo de caña en periodo de zafra, y carbón el resto del año, aunque esto implica enfrentar las implicaciones ambientales de ese tipo de tecnología. Finalmente, se puede generar con turbinas a gas, aunque ello depende de encontrar una fuente que provea del gas en grandes cantidades, y con precios que hagan rentable el negocio.
César Zamora, presidente de la Cámara de Energía, se mostró sorprendido porque “siempre nos dijeron que Disnorte y Enel estaban en quiebra, siempre se nos dijo que no se podía tener una reducción mayor en la tarifa porque Disnorte no tenía dinero y se le trataba con guantes de seda, pero ahora aparecen comprando las acciones de Tumarín”, expresó.