7 de mayo 2016
Los gremios productores de leche y de huevos pidieron hace tres semanas a la administración de Daniel Ortega que tome represalias comerciales con Honduras, país que hace cinco meses cerró sus fronteras a los lácteos nicaragüenses, mientras insiste en que se permita la entrada del huevo hondureño sin cumplir la regulaciones sanitarias. Hace cinco años que también cerró sus fronteras a la carne nica.
Ortega no ha respondido. Mientras tanto, Alfredo Lacayo, Gerente General de Lácteos Centroamericanos S.A. (Centrolac), informó a Confidencial que ellos demandarán a Honduras ante la Corte Centroamericana de Justicia, por el cierre de las fronteras.
El acuerdo de libre comercio entre República Dominicana, Centroamérica y Estados Unidos (DR-Cafta, por sus siglas en inglés), determina las reglas que rigen el intercambio comercial entre los países firmantes.
En el caso del comercio regional, establece en líneas generales cuáles son los requisitos a cumplir para vender entre países. Las regulaciones sanitarias están en primer lugar, y eso es lo que el vecino catracho ha esgrimido y lo que trata de evitar.
Confidencial buscó a Diana Valladares, embajadora de Honduras en Managua, pero en la sede de la representación diplomática dijeron que ella estaba fuera del país, y que regresaría en esta semana.
Entre los requisitos para poder exportar se incluye la inspección de las plantas locales en las que se procesarán los alimentos, por parte de inspectores que envía el país al cual se quiere exportar. En este caso, Honduras.
Lacayo explicó que en noviembre pasado, su planta ubicada en Tipitapa recibió la visita de los inspectores hondureños que revisaron todo, sin hacer ninguna observación, por lo que solo quedaba esperar que el Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria (Senasa) de ese país, otorgara los respectivos certificados para poder seguir exportando.
Pero el Senasa no los emitió. La excusa del Ejecutivo hondureño fue que habían tenido que intervenir esa dependencia, por lo que no estaban en capacidad de emitir los certificados, lo que a juicio de Lacayo es inaceptable, porque no se puede alegar que se está resolviendo un problema interno, para causar problemas a los demás.
Mucha leche, poca demanda
El cierre catracho llegó en un pésimo momento. Precisamente cuando la industria láctea nicaragüense buscaba nuevos mercados para colocar sus excedentes de producción, causados, por un lado, por la caída de las exportaciones a Venezuela, mientras por el otro, crece el acopio y procesamiento de leche y derivados, con la entrada de Lala, que compró a su competidor, Eskimo, y construyó su planta propia en San Benito.
El problema puede crecer de forma desproporcionada si se cumplen las previsiones del Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales (Ineter), para el presente invierno, y la situación no se resuelve en las próximas dos a tres semanas.
“Si el invierno es tan copioso como prevé Ineter, en especial por estar asociado al fenómeno de ‘La Niña’ dentro de dos a tres semanas tendremos un incremento en la producción de leche, y sin tener dónde venderla”, explicó Álvaro Vargas, Vicepresidente de la Federación de Asociaciones Ganaderas de Nicaragua (Faganic), haciendo notar que la caída de las ventas a Venezuela redujo en 49% las exportaciones lácteas del país, si se compara abril de 2016 con el mismo periodo del año anterior.
“Dentro de un mes tendremos un excedente de entre 200,000 a 250,000 litros por día, producto del ‘golpe de leche’ que normalmente ocurre entre mayo y junio. Si no se hace nada, eso representará un golpe muy serio a la economía de los pequeños productores que dependen de esas ventas para hacer caja, pagar salarios, comprar insumos, o comprar alimento”, explicó.
Como si el problema con los hondureños no fuera suficiente, El Salvador incrementó el número de revisiones que hace a los contenedores refrigerados que llegan a sus fronteras, transportando productos lácteos nicaragüenses.
El vicepresidente Vargas explicó que los acuerdos señalan que el país receptor debe revisar el 20% de los contenedores que llegan a sus fronteras, e ir reduciendo ese porcentaje en la medida en que no encontrara problemas en los contenedores revisados.
En vez de eso, los salvadoreños han aumentado el número de contenedores que revisan, además de hacerlos esperar de dos a tres días antes de permitirles entrar a su territorio, lo que perjudica de varias maneras a los exportadores.
El daño principal llega del hecho que cada día que un contenedor permanece en la frontera tiene un costo de US$1,400 y en estos momentos se reportan atrasos de dos a tres días. De paso, el producto pierde esa misma cantidad de días de vida útil, lo que reduce de forma artificial, la competitividad de los productos nicas.
C$400 millones en pérdidas
La decisión hondureña parece responder a un deseo expreso de proteger a sus sectores productivos, aun a costo de violentar los acuerdos firmados con sus vecinos centroamericanos o al menos con Nicaragua.
En el caso de los productores de huevos, comerciantes hondureños y nicaragüenses estarían propiciando una invasión de huevos de contrabando, que tiene en jaque a los productores nacionales, mientras ofrece una salida a los excedentes catrachos de producción de huevos, sin cumplir con las reglas sanitarias para ese alimento.
Los comerciantes hondureños “están enviando sus excedentes, lo que les permite mantener un precio alto para el resto de la producción que comercializan en sus mercados, porque si lo dejaran allá, se les bajarían los precios que pueden cobrar a sus consumidores, pero al enviarlos a Nicaragua, colocan en crisis a los productores locales”, dijo Donald Tückler, Director Ejecutivo de la Asociación Nacional de Avicultores y Productores de Alimentos (Anapa).
El resultado directo para el sector es que “el ingreso de los avicultores ha caído en no menos del 50% en estos últimos tres meses, y considerando que producimos 60,000 cajillas diarias, que los precios vienen de más de C$100 por cajilla, hasta extremos de C$50 por cajilla al consumidor, se genera una pérdida acumulada de C$400 millones”.
Las pérdidas se siguen acumulando, lo que afecta a todos los productores (unos 200, de los que solo seis son grandes), en especial, a los pequeños y medianos productores, que abastecen los mercados populares, sin tener capacidad de negociación, ni de sacar su producción por otros canales alternativos.
Los grandes por su parte, venden a supermercados, restaurantes, panaderías, pastelerías, etc., que se ven obligados a adquirir el producto de mayor calidad para garantizar la satisfacción de sus clientes.
Solo la materia prima
Tanto Tückler, como Vargas y Lacayo, están convencidos que Honduras hará todo lo que esté a su alcance para impedir la entrada de productos procesados a su territorio, porque su intención es que nuestro país se mantenga como exportador de materias primas, no de productos con valor agregado.
El ganadero Vargas hizo notar que Honduras tiene cinco años de no recibir carne nica. “Solo quieren importar ganado en pie, pero no producto procesado. Ellos siempre buscan obstáculos no arancelarios, de revisión de plantas, o cualquier justificación, para no aceptar los productos nicas”, refirió.
Lacayo por su parte, cree que la actitud de Honduras es compartida por otros países de la región, preocupados porque Nicaragua deje de ser el ‘granero’ de Centroamérica, y se convierta en un gran proveedor de productos manufacturados.
“Ellos (nuestros vecinos de la región) han visto cómo grandes inversiones se han instalado en Nicaragua para exportar desde aquí al resto de Centroamérica. Hay que recordar que estas empresas requieren economías de escala, por lo que no están interesados en cubrir un mercado como el de Nicaragua, de solo seis millones de habitantes, pero sí el de la región, que suma 25 millones”, opinó Lacayo.
A su juicio, el mensaje que Honduras (y quizás, otros centroamericanos) envía a los grandes inversionistas extranjeros, es ‘ni piensen que voy a comprar sus productos elaborados en Nicaragua’, para desestimular la idea de producir en nuestro país para exportar al resto del istmo.
Mientras tanto, los productores de huevos, (que producen para el consumo interno, y no para exportar), quedan como víctimas de un fuego cruzado en el que las autoridades hondureñas propusieron a las nicaragüenses que dejen entrar el huevo catracho sin revisión alguna, a cambio de abrir las fronteras a los lácteos nicas.